Un
niño mexicano de nueve años estudia Química en la universidad
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Carlos
Santamaría cursará la primaria en línea para seguir con sus clases
universitarias
La UNAM
acepta para este curso a más de 46.000 alumnos
MARINA
GÓMEZ-ROBLEDO
México
21
AGO 2015 - 17:58 CEST
niño de 9
años en la UNAM
Carlos
Santamaría, de nueve años, en la UNAM. / SAÚL RUIZ
Los pies de
Carlos Santamaría Díaz no tocan el suelo cuando se sienta en el pupitre del
salón. En el pizarrón se entrevé una explicación sobre la composición de la
proteína. Y todos sus compañeros parecen haber terminado, al menos, la
licenciatura. Carlos tiene nueve años y está sentado en
un aula de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Todos los
días, de cinco a nueve de la tarde, acude al diplomado
de bioquímica y energía molecular en la Facultad de Química.
Yo nunca me
consideré el mejor de mi clase, pero sabía que era bueno
Aprendió
a leer a los tres años y a los cinco empezó su interés por la química. “Tiene facilidad para procesar la
información. Desde que tenía año y medio entró a maternal. Cuando le daban una
letra, él quería todas, cuando le enseñaban un planeta, él buscaba todos”,
cuenta Fabián Santamaría, el padre del niño universitario. Sus progenitores
evitan utilizar la palabra "genio", y prefieren remitirse a los
hechos: “Desde
los cinco años era capaz de asimilar un libro completo de ciencia de nivel
secundaria y aprendió la tabla periódica en un par de semanas”.
Carlos se
quedaba dormido en sus clases normales y aun así, sacaba buena nota en todas
las asignaturas, fue ahí cuando sus padres se dieron cuenta de que necesitaban
encontrar algo más para su hijo. Así lo cuenta el propio niño con risa tímida: “Ninguna
materia me costaba trabajo, pero ninguna me gustaba. Me aburría mucho”.
Carlos aún no entiende por qué hay tantas cámaras que quieren escuchar su
testimonio. “Estoy estudiando química porque es lo que me gusta... aunque a los
tres años me gustaba más la astronomía”, puntualiza, sin ningún aire de
grandeza.
Desde los
cinco años mi hijo era capaz de asimilar un libro de ciencia de nivel
secundaria
El camino
para encontrar un lugar donde Carlos pudiera sentirse realizado no fue fácil.
Los padres sentían que las escuelas mexicanas le cerraban las puertas, les
aseguraban que su hijo tenía una memoria fuera de lo normal, pero que no estaba
comprendiendo sobre lo que hablaba. Así que decidieron viajar a Valencia,
España, durante un año. La respuesta no fue muy diferente, salvo por una
profesora de química que era jefa de un laboratorio en el pueblo valenciano de
Alboraya. Esta mujer recibía a Carlos una hora a la semana y le ofrecía temas
científicos elevados, los cuales devoraba. Fabián Santamaría recuerda las palabras
que le dijo esta investigadora: “Me sabe mal que pierda el gusto por la escuela
porque tiene la mente de un científico y en el colegio se va a aburrir. Tampoco
es culpa de los maestros de primaria, no esperes que ellos entiendan temas de
química que él ya sabe”.
Su
ingreso a la UNAM
Con las
palabras de la valenciana en la cabeza regresaron a su país natal, y fue cuando
decidieron probar suerte en la UNAM. El padre acudió a la presentación de los
diplomados donde solicitó poder inscribir a su hijo. El examen de admisión fue
una entrevista con el doctor en ciencias químicas, Eduardo Rodríguez de San
Miguel, a quien le bastaron 15 minutos para aceptarlo en el diplomado. “Me
quedé impresionado. Le pregunté aspectos genéricos para intentar determinar qué
tan capaz era. No es que sea un genio que sabe todo, sino que enfoca su
atención en lo que le interesa. Cuando lo cuestioné sobre sus inquietudes,
inmediatamente sacó temas de bioquímica”, cuenta el investigador.
Los padres
han decidido sacarlo de la escuela tradicional. Carlos comenzará a estudiar en
línea su cuarto año de primaria, a través de un programa que encontraron en
España. El 50% de la calificación son ejercicios
trimestrales, y el resto, un examen que deberá presentar en la embajada
española. Así, podrá seguir en el diplomado de la UNAM. “No sé qué
quiero ser de grande, sólo sé que algo relacionado con la ciencia”, cuenta
Carlos a quien también le gusta jugar con sus primos, andar en bicicleta y los
videojuegos. “Sobre todo los de Mario Bros”, dice mostrando sus dientes que
apenas terminaron de crecer. Juan Carlos Manrrique, de 38 años, ingeniero en
bioquímica industrial y a punto de obtener el grado de doctor en ciencias
nucleares, fue compañero de Carlos en el módulo de química analítica: “Entendía
todo como cualquiera de nosotros, participaba y preguntaba como uno más”.
Carlos, a
quien le interesa sobre todo el origen de la vida, sabe que estudia temas que
no son acorde a su edad: “Algunas cosas las entiendo muy rápido, pero
en otras, como las operaciones algebraicas, me tardo un poco más”. Inquieto
porque no sabe si le dará tiempo de comer su choco rol (bizcocho industrial)
antes de entrar a clase, confiesa que siente muchos nervios durante las
entrevistas, aunque, poco a poco, las cámaras comienzan a sacarle más risas.
“Yo nunca me consideré el mejor de mi clase, pero sabía que era bueno”,
concluye el niño universitario.
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