El
califato de Iraq y la Gran Siria ofrece seguridad y prosperidad a sus seguidores.
El
Estado Islámico quiere sentar las bases de una ‘sociedad yihadista’
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/08/09/actualidad/1439122589_505044.html
La organización apuesta por el
pragmatismo; dispone de policía y servicios asistenciales
LUCA
COSTANTINI
Madrid
9 AGO 2015 –
Un miliciano
levanta una bandera del Estado Islámico, tras la toma de Mosul en junio de
2014. / REUTERS
Un año
después de proclamarse como Califato, el Estado Islámico está volcado en levantar una estructura para administrar su territorio.
Tras conquistar en junio de 2013 Mosul y Raqa, la organización controla zonas
de Irak y Siria que, juntas, tienen una extensión mayor que Reino Unido (aunque
gran parte es una superficie desértica).
Ya
tiene algo parecido a un ejército y un cuerpo de policía local para garantizar
la seguridad.
Trata
de asegurar el abastecimiento de comida y electricidad a la población.
Quiere asentar y gobernar una sociedad yihadista.
“El Estado Islámico ha
entrado en una segunda fase. Ya no es una organización militar, es un Estado
que intenta garantizar la seguridad y el abastecimiento de agua, comida y
electricidad para la población local”, explica la experta en terrorismo internacional
Loretta Napoleoni. Su objetivo es alcanzar la legitimación y por esto
muestra cierto pragmatismo en muchos ambitos de la vida diaria, incluso en la
aplicación de la sharía (ley islámica), añade la autora de El Fénix islamista.
“Si hay una mujer médico,
los del EI no la encierran en casa, la hacen trabajar en un ambulatorio para
mujeres: una cosa, esta, que en Arabia Saudí no podría hacerse”, relata Napoleoni. La politóloga
añade otro ejemplo a su teoría: la prohibición de fumar. “Aunque está prohibido, es de
facto tolerado. Si no, ¿cómo podrían retener a un miliciano que viene desde
Occidente y que quizás es un genio de la informática?”, se pregunta.
La
ductilidad del EI es evidente también en la organización del poder. En Irak,
por ejemplo, aspira a consolidar una estructura vertical de poder, en clara
evolución respecto a la red de células dispersas de Al
Qaeda. Esta última tiene la ambición de edificar una “franquicia
terrorista global”, afirma Karim Bitar, director del Centro francés de
Estudios de Asuntos Internacionales y Estratégicos (IRIS, en sus siglas en
francés), mientras que el “Estado Islámico
prefiere construir un poder territorial que le permita recaudar el dinero
necesario para pagar sus legiones y llevar adelante su batalla. Está
aprendiendo a delegar el poder”, zanja Bitar.
Los expertos
españoles del servicio antiterrorista señalan que el viraje hacia el
pragmatismo se manifiesta en la comunicación política. Estamos acostumbrados a
ver mensajes de violencia despiadada, pero estos
vídeos grabados con la tecnología más avanzada estarían dirigidos sobre todo
hacia el exterior, para intimidar al enemigo o llamar la atención de los
musulmanes de segunda o tercera generación que residen en Occidente. En el interior, el EI se concentra en hablar de temas de
gestión y administración, como la distribución de alimentos y medicinas.
Muchos de
los aproximadamente 20.000 extranjeros que se han unido a las filas del EI –de
los cuales 4.000 occidentales, según las cifras del think tank ICSR– se creen
héroes. Y a las mujeres se les explica que están participando en algo
histórico, "parecido a los de los padres fundadores en Estados Unidos",
cuenta Napoleoni, quien habló con refugiados sirios. Los
combatientes locales, en cambio, tienen una visión menos romántica. Ven en el Estado Islámico una defensa contra las milicias
chiíes apoyadas por el gobierno de Bagdad, o contra el ejército de
Bachar al Asad en Siria.
En muchos
casos, los milicianos locales son incluso funcionarios del Estado contra el que
combaten. En Siria e Irak, por ejemplo, donde
los empleados públicos son la mayoría de la población, los funcionarios pueden
no ir al trabajo, o hacer lo mínimo, y seguir cobrando su salario o subsidio
para harina y gasolina. “Es una situación surrealista", relata Francesca
Borri, una periodista que entró en la zona controlada por el grupo terrorista y
que explica esta paradoja.
La sociedad
yihadista que el EI pretende construir busca la definición de una identidad
colectiva fundamentada en la ley islámica y tiene una visión territorial y
expansionista del Califato. Arrebatarle el territorio que controla
significaría, por lo tanto, no solamente limitar su atractivo en el exterior
sino anular la fuente misma de su legitimación en el interior. El EI adopta la
estrategia del “paso a paso”, explica Ignacio
Álvarez-Ossorio, profesor de Estudios Árabes en la Universidad de
Alicante y coordinador de Oriente Medio y Magreb en la Fundación Alternativas. Es consciente de que ahora es prácticamente
imposible continuar su avance hacia Damasco o
Bagdad y por esto intenta asentar su presencia en los territorios ya
conquistados: “Antes de emprender una nueva fase expansiva, el EI necesita
recuperarse y fortalecerse”.
La
organización terrorista está aprendiendo a administrar una comunidad; controlar el territorio y ofrecerse a la
población como la solución a sus problemas. Es sobre todo consciente de que
en las regiones donde ejerce su autoridad el fanatismo, así como el dinero
recaudado a través de la venta ilegal de petróleo, pueden ser utilizados para resolver el hambre y el miedo, y de paso obtener
la confianza de la población. Dos pilares, la seguridad
y la prosperidad, esenciales en la construcción de un Estado que persiguen.
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