Frenazo
mundial
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Cuando
Europa y Estados Unidos fueron golpeados por sus crisis, gran parte de la
liquidez privada se fue a los emergentes… y ahora sale de ellos
Opinión:
Aviso para navegantes
SANTIAGO
CARBÓ 24 AGO 2015 -
17:12 CEST
Todo parece apuntar a que la economía
mundial se está frenando.
El
crecimiento global (viejo mundo incluido) parece condenado a resentirse.
China es el gatillo que ha lanzado el primer
disparo y el impacto está siendo muy importante en todos los emergentes.
El lunes
negro que se ha vivido este lunes en las bolsas suena a preludio de tempestad.
Aunque agosto pueda ser un mes volátil de por sí, el batacazo ha sido de nota.
No es que lo
que ocurra con la economía china sea la causa de todos los males en otros
países pero sí que está dejando a la vista las debilidades que llevan años
acumulándose. Como si no quisiera ser agorero o lanzar mensajes poco
alentadores, el FMI observa que hay solo una
ralentización y dice que es “prematuro”
hablar de crisis en China. Esta visión se antoja algo rosácea.
Casi
todos los emergentes
vienen experimentando un deterioro en sus principales magnitudes
macroeconómicas desde 2010 o 2011, dependiendo
del caso. Tomados estos países en su conjunto, la desaceleración ha sido casi
continua en la tasa de variación del PIB, la producción industrial o el consumo
privado y, más recientemente, se están observando incluso variaciones negativas en las exportaciones.
Parte de lo
que ocurre es que muchas de estas economías se enfrentan a la clásica trinidad irreconciliable del modelo Mundell-Fleming
porque con movilidad de capitales sufren para evitar la volatilidad de los
tipos de cambio o para realizar una política monetaria más o menos
independiente.
Cuando
Europa y Estados Unidos
fueron golpeados por sus crisis, gran parte de la liquidez privada se fue a los
emergentes… y ahora sale de ellos. Y la correlación y velocidad de transmisión
de los mercados es muy elevada: una devaluación
acumulada del 3% del yuan fue seguida por una pérdida de valor superior al 4%
en las divisas de otros 17 emergentes.
Hay una
cierta probabilidad de que las cosas se precipiten a peor y hay varios
candidatos a aceleradores.
Uno de ellos son las
posibles tensiones sociales en China.
Uno de los
indicadores más difícilmente creíbles de ese país es que, pase lo que pase,
el desempleo se encuentra siempre en el entorno del 4%.
Incluso creyéndolo, el paro podría aumentar rápidamente si las exportaciones
siguen cayendo y si se resiente aún más la producción industrial. La China de hoy es más urbana pero no
cuenta con garantías para dar cobertura social si las cosas se ponen
especialmente feas. Los accidentes industriales tampoco están ayudando.
De momento,
China aguanta a base de vender reservas de divisa
foránea y de inyectar liquidez equivalente en sus bancos.
Pero esas
reservas no son eternas y las inyecciones de liquidez acabarán por presionar
los tipos al alza. Solo falta que Estados Unidos suba los tipos de interés para
que las cosas se precipiten aún más.
Todas
estas caídas en los emergentes no son compensadas por los avances en las
economías de Estados Unidos o Europa que, en todo caso, siguen cuestionándose como sostenibles a
medio plazo. Hoy por hoy, si frenan los emergentes, frenamos todos.
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