El
conflicto interminable del sur de Tailandia (2 meses antes de la bomba en Bangkok)
http://www.elmundo.es/internacional/2015/06/04/55705bf8e2704e785b8b4577.html
La
insurgencia musulmana intensifica sus acciones tras un año del golpe de Estado
Entre el 14 y el 16 de mayo la
insurgencia local hizo estallar 30 artefactos, con 18 heridos
Las bombas pretendían ser un
'mensaje' a las fuerzas de seguridad
Soldados
tailandeses inspeccionan el lugar en el que cuatro compañeros fueron asesinados
en una emboscada. AFP
JAVIER
ESPINOSA Enviado especial Yala
(Tailandia)
Actualizado:04/06/2015
El segundo
comercio de Thanakorn Saekoh quedó reducido a
madera chamuscada, aunque permanece erguido. Restos de muebles ennegrecidos,
metales calcinados, platos y demás despojos abrasados por el fuego, restan
apilados en una esquina de la calle. Saekoh señala hacia un solar adyacente.
"Ahí estaba mi primer negocio", dice. La explosión del 4 de abril del 2014 arrasó el habitáculo, una de esas
viejas construcciones de madera que todavía persisten en Yala. Saekoh mudó su establecimiento unos metros más
allá.
El pasado
día 14 otra bomba incendiaria estalló en la tienda. "Eran las 6:30. No querían matar, sólo mandar un mensaje. El fuego
duró una hora y media", aclara el tailandés mientras intenta recuperar los
enseres que se han salvado del incendio.
"Me gustaría que Yala
volviera a ser la ciudad pacífica que conocí", añade el comerciante de 63 años,
miembro de la comunidad de origen chino instalada desde hace siglos en el país.
El ataque
contra el bazar de muebles de Saekoh -el segundo en poco más de un año- fue
quizás el más espectacular de la decena
de pequeños atentados que sacudieron esta urbe del sur de Tailandia durante
tres días sucesivos. Entre el 14 y el 16 de mayo,
la insurgencia local hizo estallar cerca de 30
artefactos en esta población en una serie de acciones que expertos como
Don Pathan también creen que estaban más destinada a
dejar constancia de sus capacidades que a generar daños físicos, aunque
las explosiones causaron 18 heridos.
"Las bombas no
contenían metralla. Eran un mensaje para las fuerzas de seguridad, como lo fue
el coche bomba que estalló (en abril) en Koh Samui. Tampoco tenía
metralla",
opina Pathan, un conocido activista local y especialista en el movimiento
armado que pelea en el sur de Tailandia desde hace décadas.
A un año del
acceso del golpe militar que aupó al general Prayuth
Chan-o-cha al poder en mayo del 2014, la interminable reyerta armada que
enfrenta en las provincias sureñas del país al ejército y rebeldes de la comunidad musulmana de origen
malayo parece encontrarse inmersa en una enésima escalada.
Un
enfrentamiento centenario
Los
estallidos de Yala o Koh Samui podrían ser
guiños de los rebeldes -como dicen Saekoh y Pathan-, pero sus 'mensajes' están
adquiriendo un tono cada vez más explícito. El miércoles los alzados mataron a cuatro soldados en una emboscada
en la misma provincia y un día más tarde hirieron a ocho al hacer explotar un
camión bomba al paso de un vehículo que transportaba a los uniformados.
Según
Zachary Abuza, otro experto en la rebelión tailandesa, las acciones armadas de
los insurrectos se han disparado desde el pasado mes de abril. Tan sólo en mayo
hicieron estallar medio centenar de IEDs (artefectos explosivos
improvisados). El especialista dice que desde que los militares tomaron el poder la refriega se ha cobrado
la vida de 214 personas -sin contar a las cuatro
últimas víctimas- y ha dejado 470 heridos.
La
confrontación entre las fuerzas de Bangkok y los rebeldes sureños hunde sus
raíces en una pugna centenaria que recupera nombres históricos como el sultanato musulmán de Patani y el reino budista de
Siam. La inclusión definitiva del primer territorio en lo que después se
convertiría en Tailandia en 1909, tras un pacto
entre la monarquía siamesa e Inglaterra, no pudo
evitar subsiguientes revueltas de la población musulmana de origen malayo de
esas regiones sureñas, que son mayoría en las provincias de Patani, Yala, Narathiwat y parte de Songkhla.
La formación
de grupos insurgentes como el Frente Revolucionario
Nacional (BRN) en 1960 y de la Organización de
Liberación Unida de Patani (Pulo) en 1968
propició un agravamiento de la lucha armada que no se atemperó hasta la década
de los 80. Los herederos de aquella primera generación reactivaron
la rebelión a partir del 2004, ahora divididos en una miríada de grupos
escindidos del BRN y Pulo.
La última
iniciativa de paz, iniciada por el gobierno de la depuesta primera ministra Yingluck Shinawatra en el 2013, no consiguió ningún
resultado. Lo mismo que la reciente aparición de Mara
Patani, un supuesto conglomerado de grupos armados dispuestos a dialogar
con los golpistas.
"Mara
Patani agrupa a seis facciones armadas pero no a los militantes del BRN que pelean sobre el terreno y que son los que tiene
fuerza real. Estos últimos atentados pueden ser precisamente un gesto del BRN para explicar que esa alianza no tiene
representatividad. El proceso de paz se ha estancado y los rebeldes quieren que
se les escuche", apunta Don Pathan.
Atentados,
ejecuciones y tiroteos, una constante
Las
carreteras de Pattani, Yala o Narathiwat son una
sucesión repetitiva de controles militares. Los accesos a ciudades como Pattani
o Yala están dominados por imponentes barricadas y torretas del ejército, una
imagen totalmente ajena a la escenografía paradisiaca que podría apreciarse en
otras regiones sureñas del país como Pukhet.
Aquí
los atentados, las ejecuciones sumarias y los tiroteos son una constante.
La pugna
contabiliza más de
6.200 muertos en estos últimos 11 años, aunque se mantiene ajena al interés mediático internacional.
Tras la
última oleada de acciones armadas, patrullas del ejército recorren las calles
de Yala. Los barrios habitados por la comunidad budista -religión mayoritaria
en Tailandia, pero que es minoría en
esta zona- están acotados por barreras que se clausuran al caer la noche.
Algunos de estos suburbios se encuentran protegidos por tanquetas militares. Un
escenario que recuerda a aquellas fotografías que generaba el conflicto del Ulster.
'Patani es
mi derecho', se lee en una pintada separatista garabateada sobre un cartel de
la carretera. 'Engaño, fraude, mentiras, utilizáis a las personas como
herramientas. Así son los profesionales de la colonización siamesa (Siam es el
antiguo nombre de Tailandia). ¡Quien quite esta pancarta, morirá!', rezaba otro
cartel que colgaron los independentistas en Yala.
Para Don
Pathan, pese a la filiación religiosa de los alzados, "éste
es enfrentamiento basado más en el nacionalismo que en la religión. Esta
insurgencia no tiene nada que ver con Al Qaeda o el Estado Islámico (IS).
Son
chavales que creen en la protección del agua bendita, de los conjuros..
prácticas que no tienen cabida en el IS. Sigue siendo una lucha entre el estado
central, Bangkok, y las aspiraciones de la minoría malaya".
Una
hipótesis que comparte Asmadee Bueheng, vicepresidente
de la Federación de Estudiantes y Jóvenes del Sur (Permas), la
agrupación que Pathan identifica como "el brazo político 'de facto'"
de los alzados. Según él, la rebelión continúa
"porque el pueblo del sur no tiene justicia".
"Llevamos
11 años bajo la ley marcial. Sólo en la ciudad de Pattani hay 30 controles militares. El ejército
puede actuar con total impunidad. Puede matar a decenas
como hizo en Krue Se o Tak Bai y no pasa nada. Permas, por ejemplo, se
creó después de que un soldado violase a una chica y no le pasara nada.
Nosotros no apoyamos la violencia, pero si creemos en el derecho a la
autodeterminación", añade en una cafetería de Patani.
Asmadee, que
sólo tiene 23 años, se refiere a los dos principales sucesos que galvanizaron
la insurrección en el 2004. El viejo edificio de la mezquita de Krue Se
continúa erguido en las inmediaciones de la ciudad de Patani. No sólo es el
recinto religioso musulmán mas sagrado de la región sino un nombre que evoca la
sorprendente insurrección del 28 de abril del 2004.
Ese día, decenas de
jóvenes armados sólo con machetes y palos se lanzaron contra cuarteles y
comisarías, y fueron abatidos en masa por los uniformados.
Nota del autor
del blog: el torpe merece morir son como guerrilleros románticos o buenos .
Un grupo de insurrectos se atrincheró
en el templo, muriendo todos en el subsiguiente asalto, donde testigos y ONG acusaron al
ejército de ejecutar de forma sumaria a
varias decenas de combatientes después de capturarlos. Meses más tarde, en
octubre, otros 78 simpatizantes de los
grupos separatistas fallecieron asfixiados tras ser detenidos en Tak Bai por los soldado y apilados en un camión como si fueran ganado.
'Queremos justicia, no
que pidan perdón'
Los
separatistas que se aferran al recuerdo del sultanato
de Patani también atesoran un largo rosario de excesos, donde caben
desde las decapitaciones al asesinato de casi 200
profesores, a los que acusan de participar en un programa de
"asimilación" de la población musulmana.
Pero la
diferencia, según la organización Human Right Watch, es que hasta ahora "ni un solo miembro de las fuerzas de seguridad
tailandesas ha sido perseguido criminalmente por los serios abusos, torturas,
desapariciones forzosas y asesinatos extrajudiciales" que
ha documentado ésta y otras muchas agrupaciones en la región sureña.
En Ban To Chud, un pequeño villorrio escondido entre
palmeras en la provincia de Patani, los padres de los cuatro jóvenes que
fallecieron ametrallados por los soldados el 25 de marzo lo único que
consiguieron es que los oficiales reconocieron que había sido una
"equivocación", les pidieran "perdón" y les dieran 50.000
bath (1.300 euros) de "indemnización".
Wali Wanuh
-cuyo hijo Saddam, de 24 años, se cuenta entre las víctimas- fue testigo de lo
acaecido. Lo mismo que Asang Kacheng o Mad Useng Cheawae. Recuerdan que todos
estaban reunidos en una vivienda en construcción cuando llegaron los soldados.
"Rodearon el lugar y sin decir nada comenzaron a disparar al aire. Allí
habían 22 chavales que estaban ayudando a construir la casa. Cuatro salieron
corriendo hacia la jungla. Escuchamos varias ráfagas. Eso pasó a las cinco de
la tarde. A mi hijo me lo devolvieron a media noche. Tenía tres disparos",
asevera Wali Wanuh.
Su narración
concuerda con la de Asang y Mad Useng. "Escuchamos los disparos y los
gritos de uno de los chavales que pedía ayuda. El único que tenía un arma, una
pistola, era precisamente un funcionario del gobierno. Todos ellos me estaban
ayudando a colocar unos maderos en la casa", dice Asang, propietario de la
vivienda que todavía siguen edificando.
Tras el
suceso, los militares adujeron que se trataba de una operación para desmantelar
un comando de la guerrilla separatista, hicieron fotos
a los cadáveres junto a los supuestos fusiles que portaban y dijeron que
los jóvenes habían fallecido en una refriega armada. Una investigación ulterior confirmó que esa
versión era una pura patraña. El teniente general Prakarn
Chollayuth, jefe militar de Patani, admitió los resultados de la indagatoria y
se excusó ante los familiares. "Queremos justicia, no que pidan
perdón", concluye Wali Wanuh.
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