Paul
Krugman pronostica una fortísima devaluación en China y opina sobre las torpezas en la contención de
la burbuja bursátil
Las
torpezas bursátiles de Pekín
http://economia.elpais.com/economia/2015/08/14/actualidad/1439563391_746046.html
El régimen
chino sigue suponiendo que puede dar órdenes a los mercados. Pero las cosas no
funcionan así
PAUL
KRUGMAN
15
AGO 2015 –
Inversores
consultan las cotizaciones de la Bolsa de Shanghái. / SHEN QILAI (BLOOMBERG)
China está gobernada por un partido que se llama
a sí mismo comunista, pero su realidad económica es un rapaz capitalismo de amiguetes. Y todo el mundo da por
sentado que los dirigentes del país participan del engaño y saben perfectamente
que no pueden tomarse en serio su ocasional retórica socialista.
Sin embargo,
sus tortuosas políticas de los últimos meses resultan preocupantes. ¿Es posible que, después de todos estos años, Pekín siga sin
comprender cómo funciona esto del “mercado”?
Les pongo en
antecedentes: la economía china sufre un tremendo desequilibrio, ya que el porcentaje del producto interior bruto dedicado al
consumo es muy bajo y el dedicado a la inversión, muy alto.
La situación
era sostenible mientras el país fuese capaz de mantener un crecimiento
extremadamente rápido; pero, como resulta inevitable,
el crecimiento se ralentiza a medida que China se queda
sin excedente de mano de obra. En consecuencia, los rendimientos de las
inversiones se reducen rápidamente.
La
solución es invertir menos y consumir más.
Pero para
eso hacen falta reformas que distribuyan mejor los frutos del crecimiento y
proporcionen una mayor seguridad a las familias. Y aunque China ha tomado
algunas medidas en esa dirección, aún le queda mucho camino por recorrer.
Mientras
tanto, el
problema radica en cómo mantener el gasto durante esa transición. Y
aquí es donde las cosas han tomado un cariz
extraño.
Al
principio, el Gobierno chino sostenía en parte la economía mediante el gasto en infraestructuras, que es el
remedio habitual para la debilidad económica. Pero también lo hacía canalizando préstamos baratos hacia
empresas de propiedad estatal. Esto provocó un aumento repentino de la
deuda de dichas empresas, que el año pasado ya era tan alta como para generar
preocupación por la estabilidad financiera.
Acto seguido, China adoptó la política oficial de incrementar el precio de las cotizaciones
bursátiles, combinando una campaña de propaganda de compra de acciones
con unos requisitos flexibles en cuanto a los márgenes, lo que facilitaba la adquisición de títulos con dinero prestado.
Puede que el objetivo fuese ayudar a las empresas de propiedad estatal, que
podían pagar sus deudas vendiendo acciones. Pero la consecuencia fue una burbuja evidente,
que empezó a desinflarse a principios de este año.
La respuesta
de las autoridades chinas fue curiosa,
ya que retiraron todas las barreras para sostener el mercado: suspendieron la
compraventa de muchas acciones, prohibieron la venta en corto, animaron a los
grandes inversores a comprar e instruyeron a los estudiantes de Economía recién
licenciados a entonar el eslogan: “Haced que revivan las acciones, beneficiad
al pueblo”.
Todo esto ha
estabilizado el mercado de momento, pero a costa de vincular la credibilidad de
China a su capacidad para evitar que los precios de las acciones sigan bajando.
Y la economía china sigue necesitando ayuda.
De modo que,
esta semana, China ha decidido permitir que se reduzca el valor de su moneda,
lo que tiene cierto sentido: aunque el yuan estaba claramente infravalorado hace cinco
años, ahora
está considerablemente sobrevalorado. Pero las autoridades
parecen haber imaginado que podían controlar el descenso del yuan, restándole
poco a poco un par de puntos porcentuales.
Parece que
la previsible reacción del mercado les ha cogido completamente por sorpresa; es
decir, la
devaluación inicial del yuan no fue más que el principio, un indicio de las
bajadas mucho mayores que se avecinaban. Los inversores han empezado
a huir de China y los responsables políticos han pasado bruscamente de fomentar
la devaluación de la moneda a poner todo su empeño en mantener el valor del
yuan.
Lo que
tienen en común estos radicales vaivenes políticos es que los líderes de China siguen suponiendo que pueden dar órdenes a los
mercados y decirles qué precios deben alcanzar. Pero las cosas no funcionan así.
Si los
líderes chinos tienen tan poca idea de economía como parece, la cosa no pinta
bien para nadie
No pretendo
decir que los Gobiernos nunca deban inmiscuirse en los mercados o incluso poner
límites a los precios. Hay, como ya he dicho alguna vez, muy buenos motivos
para elevar el salario mínimo y, en general, para promover una subida del
sueldo de los trabajadores estadounidenses; y hay motivos aún mejores para
defender una regulación financiera eficaz.
Incluso hay
motivos para intervenir ocasionalmente a fin de apuntalar los precios de los
activos. Hace tres años, la promesa del Banco Central Europeo de hacer “lo que fuese
necesario” para proteger el euro —frase que suele interpretarse como
una promesa de comprar títulos de deuda soberana si no quedara más remedio— hizo maravillas. Allá por 1998, la
Autoridad Monetaria de Hong Kong compró grandes
cantidades de acciones para responder al ataque de un fondo de inversión contra
su moneda, y se apuntó un buen tanto.
Pero se
trataba de medidas temporales, tomadas en momentos en que los mercados parecían
haber perdido el norte. El personal de la Reserva Federal suele referirse a
estas intervenciones con el nombre de “bofetadas”. Es algo muy diferente de esa
clase de intervención prolongada y determinación política de los precios que
China parece suponer que puede sacarse de la manga. ¿Es posible que los
dirigentes del país no entiendan por qué eso no puede funcionar?
Si de verdad
no lo comprenden, hay motivos para preocuparse. China es una superpotencia
económica, aún no tan enorme como Estados Unidos o la Unión Europea, pero lo
bastante grande para ser muy importante. Y se enfrenta a momentos difíciles. De
modo que si sus líderes tienen de verdad
tan poca idea como últimamente parece, la cosa no pinta bien, no solo para
China, sino para el mundo en general.
Paul
Krugman es premio Nobel de Economía de 2008.
© The New York Times Company, 2015.
Traducción
de News Clips.
Nota del autor del blog: no estoy muy seguro pero
me parece haber leído que China invierte un 47 % para exportar o facilitar la exportación
y solo consume 20 % a diferencia de Perú donde se invierte 20 % y el consumo es
el 80 % de la economía
Mientras China tenia a quien vender magnifico,
pero ¿ahora que nadie compra?
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