Asombroso:
el Ayatolla Jomeini (el de la revolución iraní de 1979) había emitido una Fatua
para el cambio de sexo y de acatamiento obligatorio para clérigos y jueces. Creía
que en Irán los mataban como hace el Estado Islámico.
De
Ali a Fatemeh y de Fatemeh a Amir, la lucha de los transexuales iraníes
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/07/11/actualidad/1436632390_575814.html
Una fetua de
Jomeiní abrió la puerta al cambio de sexo. A la sociedad le cuesta aceptarlos
ÁNGELES
ESPINOSA
Teherán
30
AGO 2015 –
De izquierda
a derecha, Fatemeh; su esposo, Parham, y Amir, en Teherán. / Á. E.
A Fatemeh no
le gusta la imposición del velo. En eso no se diferencia de buena parte de las
mujeres iraníes. Pero la coquetería que
hay detrás del pañuelo rosa palo a juego con el esmalte de sus uñas, le ha
costado más que a la mayoría. Fatemeh nació Ali en una familia muy religiosa
que rechazaba su empeño en jugar con muñecas y ponerse faldas. Sin embargo, en
el conservador Irán, había una salida gracias a una fetua
pronunciada por el ayatolá Jomeini en 1983. Clérigos
y jueces respaldan el cambio de sexo.
“Mi padre
era un inválido de guerra y veía mi feminidad como la mayor desgracia que podía
acontecernos. Mi familia paterna llegó a amenazar con matarme”, relata sin
dejar que esos recuerdos empañen su sonrisa.
A los 22
años, Fatemeh es la expresión de la felicidad. Hace dos años que terminó las operaciones de reasignación de sexo, trabaja en televisión y
teatro, y acaba de casarse con Parham, un joven de 24 que ha realizado
el camino inverso que ella, para convertirse en el hombre que es hoy. Su
familia terminó aceptando su identidad y la ha ayudado económicamente para
conseguirlo.
La situación
cambió el día que un amigo de su padre “le explicó que todo el sacrificio que
había hecho durante la guerra [con Irak], todas sus oraciones y su piedad, no
valdrían para nada si no permitía que su hijo se operara”. El amigo esgrimió un
argumento irrefutable: la fetua que a tal efecto había pronunciado el ayatolá
Jomeini.
“Todo se lo debemos a
Molkara y a Jomeini”, interviene Amir, cuya trayectoria vital ha sido más complicada. Se
refiere a Maryam Hatun Molkara, la activista que visitó al ayatolá, le planteó
su caso y obtuvo el pronunciamiento que abrió las puertas al cambio de sexo en
la puritana República Islámica. Toda una sorpresa para quienes ven este país
bajo el estereotipo al que a menudo lo reducen sus propios gobernantes.
Gracias a aquel
edicto se puso en marcha un proceso por el que los transexuales son evaluados
por un psicólogo y si éste emite un informe positivo, el departamento de
Medicina Forense los envía a una comisión médica para que apruebe la
intervención, y respalda la inscripción correspondiente ante el juzgado. No hay
estadísticas oficiales, pero hace diez años el citado departamento publicó que
se realizaban 300 operaciones al año. Hoy, los activistas aseguran que son más.
“El cambio de
documentación es muy importante”, subraya Amir quien opina que las nuevas generaciones lo
están teniendo más fácil. Sólo unos pies más pequeños de lo habitual revelan
que este hombre, que aparenta menos de los 40 años que declara, estuvo antes
preso en un cuerpo de mujer. “Desde los 14 años he tenido esta misma barba”,
señala. Pero ni siquiera eso sirvió para convencer a su padre que aún hoy sigue
rechazando que su Fatemeh se haya transformado en Amir.
“He sufrido
mucho. Trabajé en el bazar empujando carretillas para ahorrar para operarme y
como lo he ido haciendo poco a poco, el médico que me atendía ha muerto y me
quedado a medias”, explica sin esconder su frustración. Le falta conectar el
pene artificial a los nervios del clítoris.
En
principio, los hospitales públicos realizan la operación
de forma gratuita, pero carecen de medios suficientes. Recurrir a la
sanidad privada resulta muy caro para la mayoría. La organización de Benevolencia del Ministerio de Bienestar Social ayuda
a aquellos con problemas económicos o de rechazo familiar.
Parham, el
marido de Fatemeh, confirma que a él le proporcionaron una cuarta parte de los
200 millones de riales (unos 5.500 euros) que le
costó la intervención. Pero para entonces ya se había aislado de la sociedad y
atravesado una profunda depresión.
“Me sentía
raro, mi familia no me tomaba en serio y pensaba que era el único caso del
mundo”, confía este hombre de Zanjan, al noroeste de Irán. Hasta que conoció a
su mujer a través de Mahtaa, un grupo de apoyo a los transexuales iraníes. “Los
jueces también me han ayudado mucho”, añade.
Todos
coinciden en que tras la operación y una vez superado el impacto en el entorno
cercano, se integran bien en su nueva vida. Las dificultades se viven antes. No
encuentran referencias ni respaldo; se ven rechazados por una sociedad que a
menudo los considera pervertidos o los confunde con
homosexuales (muy estigmatizados, como dejó claro el expresidente Ahmadineyad que incluso negó su
existencia). Se quejan de la falta de preparación de los psicólogos e incluso
de los maestros, incapaces de detectar estas situaciones desde el jardín de
infancia.
“Si hubiera sabido
antes lo que me sucedía, hubiera tomado hormonas y no tendría esta voz tan
grave, ni tanta altura”, lamenta Fatemeh, ante la anuencia de sus compañeros.
“Tenemos el
apoyo de la ley, de los religiosos y de los centros médicos, pero nos falta una
cultura de tolerancia; nuestra sociedad no acepta el fenómeno transexual”,
explica Mohammad Omrani, uno de los impulsores de Mahtaa.
Anécdota : fui al cine cuando era adolescente a
ver esas películas porno, se suponía era
mi tercera película, anteriormente había visto “prostitución clandestina” y “pastel
para el amor” creo se llamaba “lo increíble
del sexo”, el cine lleno, yo con mis amigos unos 6 , pero se trataba de un documental
, parte de la película se ve a una maquina como de cortar cabello eléctrica sacándole
un pedazo de piel del muslo del paciente y haciendo una especie de bolsa para la
vagina artificial , luego el Dr toma unas tijeras
se reía viéndonos y corta y corta todo el pene, , la mitad de los
espectadores se salió con sus enamoradas, yo estaba debajo del asiento con las
piernas casi tocando a las del de adelante, mis amigos dijeron , ¡vámonos! , a
lo que les conteste “estás loco, es mi
plata” y vimos la película debajo del
asiento y jamás volví a ir al cine a ver otra porno por nunca jamás
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