Analistas
sostienen que China está creciendo a solo 3,7 % y en general su economía es
como la Caja de Pandora de donde provendrá el colapso económico mundial que se está
gestando.
China
es todavía una caja negra para el resto del mundo
http://lat.wsj.com/articles/SB12364240996500314105804581193263463171574?tesla=y
Greg
Ip y Bob Davis
Miércoles,
26 de Agosto de 2015
0:02 EDT
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Por su
influencia, la economía china hace palidecer al resto del mundo, excepto a
Estados Unidos. Pero en cuanto a transparencia, China sigue siendo sin lugar a
dudas un mercado emergente, con políticas turbias, datos poco confiables y un
opaco proceso de toma de decisiones.
Ese velo
oscurece el entendimiento de la economía china y es una razón importante por la
que su reciente desaceleración ha producido tanta agitación.
En general, los economistas dudan que el país asiático haya crecido a un
robusto ritmo de 7% en el segundo trimestre, como dicen las estadísticas
oficiales. Citando otros datos, como los de generación de energía y tráfico de
pasajeros, algunos dicen que la tasa de expansión podría ser la mitad de ese
porcentaje.
Del mismo
modo, cuando hace dos semanas el Banco Popular de China
devaluó su moneda —una medida que causó mucha de la actual turbulencia
del mercado—, los funcionarios presentaron la decisión como parte de un
esfuerzo a largo plazo para alinear el valor del yuan más estrechamente con las
fuerzas del mercado. Algunos analistas externos, que señalan la falta de
independencia del banco central, vieron un motivo más político: impulsar las exportaciones y de paso reforzar la credibilidad
del Partido Comunista de China (PCCh) y su control del poder.
En muchas
formas, China es más transparente que hace una
década y no es peor que otros países cuyos problemas han golpeado a los
mercados globales, como México o Rusia.
La
diferencia es el tamaño.
México
representaba 2% del Producto Interno Bruto del mundo en términos de dólar cuando una
devaluación del peso en 1994 desató la “crisis del tequila”.
Los
cinco países en el centro de la crisis asiática de 1997 representaban 4% del
PIB mundial.
Cuando Rusia se
declaró en cesación de pagos en 1998, aportaba 1% del producto global.
China representa 15% de la
producción económica mundial.
Es un
mercado de exportación importante para países industrializados como Japón y
Alemania y para productores de commodities como los países de América Latina y
Australia. Su economía contribuye con una buena porción del crecimiento de las
ganancias de muchas multinacionales occidentales.
Japón representaba una cuota comparable
del PIB cuando sus burbujas bursátil e inmobiliaria
estallaron a comienzos de los años 90. Pero Japón era miembro del grupo
de las siete economías más avanzadas, que cuentan con instituciones democráticas
estables y responsables. China es mucho más difícil de leer que cualquier
miembro del G-7.
Soldados del
Ejército Popular, ante una imagen del presidente Xi Jinping. PHOTO: ROLEX DELA
PENA/EUROPEAN PRESSPHOTO AGENCY
“Con mis contrapartes
en el G-7 y muchos del G-20 se producían conversaciones francas y honestas,
estaba en el teléfono con mucha frecuencia, a menudo semanalmente”, recuerda un ex funcionario del
departamento del Tesoro de EE.UU. que aún trata mucho con China en
representación de la industria financiera. “Con China, usted no sabe a quién llamar. Es
difícil saber dónde se toman las decisiones o quién está a cargo”.
En parte, la
transparencia introducida en los últimos tiempos ha sido para cumplir con las
exigencias de otros países y de instituciones como la Organización
Mundial del Comercio y el Fondo Monetario
Internacional. Muchas de las reglas y regulaciones de China son
publicadas en línea. La prensa extranjera tiene una presencia significativa y
fue admitida a una conferencia de prensa del banco central luego del anuncio
del yuan.
Nick Lardy,
experto en China del Instituto Peterson para Economías Internacionales, dice
que las sospechas sobre las estadísticas de ese país
son exageradas.
La Oficina de
Estadística Nacional de China se ha esforzado por mejorar los datos
desde 2008, dice, incluyendo la realización de dos
censos gigantes con 10 millones de encuestadores. La agencia ha
defendido la confiabilidad de sus datos.
“China
mantendrá un crecimiento con una velocidad que va de mediana a alta” este año,
dijo un vocero de la embajada china en Washington, añadiendo que el país
mantiene “una política y entorno legal abierto y transparente”.
China
también depende menos que antes de las estadísticas de los gobiernos locales
cuando calcula el PIB y más en sus propios sondeos. Los funcionarios locales
parecían estar bajo mayor presión para mostrar resultados positivos. Al añadir el PIB de las provincias en
China, el resultado es una cifra mucho más alta que la reportada por la Oficina
Nacional de Estadística.
De todas
maneras, no hay estadísticas de un país avanzado que sean vistas con tanto
escepticismo como las de China. En 2007, Li Keqiang, ahora
el primer ministro chino, le dijo al embajador estadounidense, según un
memorando filtrado por WikiLeaks, que la
medición del PIB es hecha por humanos y por lo tanto poco confiable.
Li, que
entonces era el jefe del PCCh en la provincia de Liaoning, dijo que miraba datos de electricidad, carga ferroviaria y préstamos para
calcular mejor la actividad económica. Desde entonces, varios analistas han ideado índices basados en
las estadísticas favoritas de Li.
En
Londres, Capital Economics analizó la actividad de carga, electricidad, desarrollo de propiedades,
transporte de pasajeros y envíos por mar, y concluyó que la economía china se
expandió a un ritmo mucho más lento en el segundo trimestre que lo reportado
por el gobierno.
Lombard
Street Research, otra
firma de investigación de Londres, usa otro enfoque, incluyendo una medida
diferente de inflación, y su resultado es una tasa de crecimiento de 3,7%.
Las
estadísticas de China son “extrañamente estables de trimestre a
trimestre”, dice Mark Williams, analista de Capital Economics. Por
ejemplo, la tasa de desempleo es de 4,1%
casi cada trimestre.
Los
analistas han tratado de eludir fallas y agujeros en los datos. Los que están
en el sector inmobiliario visitan proyectos de viviendas para contar los
medidores de gas y así tener una idea de cuántos apartamentos están ocupados.
Los comerciantes de acero intercambian historias con sus competidores sobre la
cantidad de acero en los depósitos.
Pero la
falta de información es más problemática cuando puede ocultar aspectos
importantes de la economía. Por ejemplo, China publica los datos de sus reservas internacionales pero no revela si han sido
prestadas y si, en consecuencia, son de disponibilidad inmediata. China
ha prometido comenzar a dar esa información hacia finales de este año, señala
Ted Truman, un ex funcionario del Tesoro de EE.UU. actualmente en el Instituto
Peterson.
China tampoco revela confidencialmente
al FMI la composición de sus reservas, como lo hacen muchos países.
Los bancos
centrales se han vuelto, en su mayoría, más independientes y transparentes, y
publican detalladas minutas de sus reuniones, proyecciones y metas numéricas.
El banco central chino se ha abierto un poco, pero sus decisiones más
importantes deben ser aprobadas por la cúpula ya sea del gobierno o del PCCh.
Si alguna de estas entidades “anula las decisiones del banco central, nunca
obtendremos las minutas” de esa decisión, señala un ejecutivo de Wall Street.
Los líderes
chinos son herederos de una tradición de secretos. En 1971, cuando el sucesor
designado de Mao Zedong murió antes que éste, el público no fue informado
durante dos meses. En el contexto de la actual campaña contra la corrupción,
aún pueden pasar semanas o meses entre el momento en que algún alto dirigente
desaparece de la escena y el momento en que se anuncia su detención.
Durante
años, la opacidad china generó un efecto de Mago de Oz. “Los líderes chinos eran
percibidos como grandes y omnipotentes gerentes que tenía un preciso enfoque de
arriba abajo”, dijo Diana Choyleva, economista jefe de Lombard Street Research.
Los funcionarios económicos de
Beijing tenían muchas más palancas que sus contrapartes occidentales, como
ordenar a los bancos estatales que prestaran a industrias específicas.
La ausencia
de democracia era vista como algo que les daba más libertad para actuar, como
ocurrió en 2008 y 2009, cuando China puso en marcha un
gigantesco plan de estímulo.
Esta
opacidad parece haber sido contraproducente últimamente. Las intervenciones de los funcionarios en el mercado de acciones
parecen inefectivas y en el caso de la tasa de cambio contradictorias. Esa
preocupación sobre la estabilidad interna es un factor que el resto del mundo
tendrá que sopesar a la hora de observar los actos de China.
Las
opiniones sobre las habilidades chinas para diseñar sus políticas pueden haber
girado en forma demasiado amplia desde omnipotente a impotente. El gobierno chino aún conserva influencia
sobre su economía a través de su propiedad de los bancos y los límites a los
flujos transfronterizos de capital.
El
intento de estimular el crecimiento a través de mayores riesgos crediticios y
de inversión agrava la peligrosa acumulación de deuda que siguió al primer programa de
estímulo. Aun así, una desaceleración económica podría debilitar el apoyo al
presidente Xi Jinping en una China de creciente clase media, y envalentonar a
los críticos que toman distancia de la campaña contra la corrupción, dice Cheng
Li, de la Institución Brookings, un centro de estudios de Washington.
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