Turquía
sufre una oleada de atentados kurdos e izquierdistas
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Siete
ataques armados causan al menos nueve muertos y una veintena de heridos
“Esto no es
una guerra por Turquía, sino derivada de la locura de Erdogan”
ANDRÉS
MOURENZA
Estambul
10 AGO 2015 - 19:04 CEST
VÍDEO:
REUTERS (REUTERS - LIVE)
Turquía
inició una nueva semana más sumida en la violencia con un lunes negro en el que
se produjeron al menos siete ataques armados —en
Estambul y en el sudeste kurdo del país— que
dejaron nueve víctimas mortales y una veintena de heridos. A la ya de por sí
tensa situación derivada de los enfrentamientos entre el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y las
fuerzas de seguridad turcas, se ha unido la violencia de grupos armados
izquierdistas —que reivindicaron dos de los atentados—. Mientras, Estados
Unidos despliega tropas en la base aérea turca de Incirlik
para bombardear al Estado Islámico en Siria.
El primero
de los ataques se produjo en la barriada obrera de
Sultanbeyli, situada en el extrarradio de
Estambul. Allí, un militante suicida hizo detonar un vehículo cargado de
explosivos junto a una comisaría que también servía de residencia a los
agentes. La bomba destrozó buena parte del edificio y provocó un incendio,
hiriendo a diez personas, siete de ellas civiles. Horas más tarde, cuando
artificieros de la policía examinaban el lugar de los hechos, fueron asaltados
con armas de largo alcance y murió un agente, tras lo cual se produjo un
tiroteo entre ambos bandos en el que fallecieron dos atacantes más.
La poca
conocida Unidad de Defensa del Pueblo (HS-B),
que se define como marxista-leninista-maoísta,
asumió la autoría del atentado en su cuenta de Twitter y reconoció la muerte de
tres de sus “fedayines”. También amenazó con nuevos ataques contra el Estado
“asesino” de Turquía y sus “fuerzas de ocupación”. Con todo, miembros de la
policía citados por el diario Milliyet no
dan total credibilidad a este grupo y mantienen la posibilidad de que se trate
de un ataque del PKK, ya que uno de los atacantes muertos era de origen kurdo.
El HS-B sólo había salido a la luz en una ocasión anterior: cuando el pasado
marzo reclamó la autoría de un atentado en la librería estambulí Adimlar,
supuestamente vinculada a la organización armada
islamista IBDA-C y al Estado Islámico.
A primera
hora de la mañana del lunes, y también en Estambul, una pareja abrió fuego
contra los policías que vigilaban el consulado de Estados Unidos, en el norteño
distrito de Sariyer. Uno de los atacantes logró
huir, pero la otra, herida, fue arrestada. Se trata de Hatice Asik, mujer de 51
años que hace poco más de un mes había quedado en libertad provisional después
de ser detenida como presunta integrante del
Partido-Frente de Liberación del Pueblo Revolucionario (DHKP-C). Este
grupo armado ya cometió un atentado suicida contra la embajada de EE UU en
Ankara en el que murió un agente de seguridad. El
DHKP-C ha sido uno de los grupos en los que, junto al PKK, se han cebado
las redadas policiales de las últimas semanas.
Aparte de
estos dos atentados, en la región kurda de Turquía se produjeron cinco ataques
de la guerrilla kurda a diversos objetivos militares y
policiales en las provincias de Sirnak, Diyarbakir y Hakkari. El más
letal ocurrió en la localidad de Silopi, de esta
primera provincia, y en donde, en los últimos días, se han producido violentos
enfrentamientos entre simpatizantes del PKK y la policía, que han acabo con la
vida de al menos tres civiles y un agente. Este lunes, cuando blindados
policiales acudían a destruir las barricadas construidas por miembros de YDG-H —una suerte de kale borroka kurda—, un explosivo
volcó uno de los vehículos matando a cuatro agentes e
hiriendo a otros siete.
También en
la provincia de Sirnak, los milicianos kurdos
atacaron con una ametralladora antiaérea a un helicóptero de transporte castrense, hiriendo a varios soldados y matando a uno
de los reclutas, que, precisamente, acababa de terminar su servicio militar
obligatorio.
Esta cadena
de atentados llega sólo un día después de que, en un giro respecto a su anterior
postura belicista, el primer ministro turco, el islamista Ahmet Davutoglu,
propusiese que “todos los líderes políticos acuerden una postura común respecto
al orden público, la democracia y el abandono de las armas” del PKK. El jefe de
la oposición, el socialdemócrata Kemal Kiliçdaroglu, —que negocia con los
islamistas una coalición de gobierno— dio la bienvenida a este llamamiento y
pidió un encuentro de los líderes políticos para “buscar una solución al mayor
problema del país”.
La
izquierda armada turca
La represión
y persecución sufrida por la izquierda de Turquía en el último medio siglo ha
llevado a una tremenda atomización y radicalización. Especialmente a partir de
la década de 1970, diversas organizaciones optaron por la lucha armada.
De entre los
grupos armados marxistas en activo, sobresale el Partido-Frente
de Liberación del Pueblo Revolucionario (DHKP-C), con gran implantación
en algunos barrios estambulíes de mayoría aleví,
minoría musulmana heterodoxa oprimida por la mayoría suní —parte de los muertos
en el atentado islamista de Suruç eran alevíes, y dos dirigentes alevíes han
sido tiroteados en la última semana—.
El DHKP-C ha
atentado contra diversos objetivos civiles y policiales turcos y también de EE
UU, país al que ve como “el mayor enemigo de los pueblos del mundo”.
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