China
del 2015 se parece a la antigua URSS de 1985 -1991 de las reformas de Gorbachov que condujeron a la
larga a la desintegración de la Unión Soviética y privatizaron las grandes
industrias estatales y nacieron los oligarcas rusos. Adiós a los planes quinquenales, ahora todo se hace del día a día en China.
Beijing
flaquea en lo que solía ser su punto fuerte: la planificación económica
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PHOTO: ZUMA
PRESS
Por ANDREW BROWNE
Jueves,
20 de Agosto de 2015
0:03 EDT
SHANGAI- Como administradores económicos,
los líderes chinos han estado en una categoría aparte por el último cuarto de
siglo.
Ellos son
producto de un sistema burocrático que, en su mejor expresión, elimina a los
funcionarios de bajo rendimiento y premia los logros y la experiencia.
Para cuando llegan a la cumbre, la
mayoría de estos dirigentes ha administrado provincias del tamaño de países
enteros.
En momentos
de crisis, su imagen de líderes competentes ha transmitido tranquilidad en casa
y recibido el reconocimiento del extranjero. Y han
producido éxitos: La economía china creció más rápido y por más tiempo
que ninguna otra en la historia.
Nota del autor del blog : Crecieron, pues su revolución maoísta los
libro de la dependencia de los diversos imperialismos
Ahora,
cuando el crecimiento se desacelera bruscamente y los mercados temen más malas
noticias, los administradores de la segunda mayor economía del mundo parecen
estar perdiendo en parte su legendario toque de oro.
Las
turbulencias en torno del yuan de la semana pasada se presentó después de que
la reputación de sensatez de Beijing sufriera un golpe por su manejo de la
caída del mercado de valores en los últimos meses.
Según economistas internacionales que han tenido acceso a información de alto nivel en Beijing, es evidente que
los reguladores no tuvieron en claro que los enormes
flujos de dinero provenientes del sistema bancario hacia el mercado bursátil
estaban inflando una burbuja. El miedo a peligros desconocidos dominó
los ánimos cuando las acciones tomaron un rumbo imprevisto. En ese momento, el gobierno decidió tomar control del
mercado, a pesar de las afirmaciones de los líderes chinos en el sentido de
que los mercados debían tener un papel más importante.
Los precios
de las acciones están ahora respaldados por compras masivas del gobierno y por
advertencias a los grandes inversores para que no vendan. Pero la confianza del
inversionista es frágil: el martes, el mercado de Shanghai cayó más de 6% y el miércoles alcanzó a caer 5% durante la sesión, antes
de repuntar y cerrar con un avance de 1,2%.
La
confusión también se ha
hecho sentir este mes en el mercado de divisas. Aparentemente,
la mayor reducción en el valor del yuan desde 1994 estuvo destinada a marcar el
comienzo de un sistema comercial más orientado por el mercado, y como tal fue
saludada con cautela por el Fondo Monetario Internacional. En la práctica, el
banco central chino sigue interviniendo para influir en el nivel de la moneda
frente al dólar, como lo ha hecho durante décadas.
En cualquier
caso, la ambigüedad sacudió a los mercados de valores y
de divisas en todo el mundo. En momentos en que más que nunca se
necesita una gestión habilidosa, los errores de políticas y las explicaciones
confusas han enviado a los inversionistas preocupantes señales de que en lugar
de su tradicional mano firme, el liderazgo está siendo
dominado por una reacción de pánico para evitar un estancamiento económico.
Entre los
inversionistas predomina la idea de que lo sucedido con la divisa fue un
intento desesperado por revivir el crecimiento de la economía dándole una mano
a los exportadores, que se benefician con un yuan más barato. Algunos creen que
el episodio puso de manifiesto que los zares económicos chinos están mucho más
alarmados por la falta de crecimiento de lo que han dejado traslucir.
Además de
todo esto, la mortal explosión química en Tianjin
la semana pasada no sólo expuso enormes faltas a los reglamentos de seguridad
industrial de China, sino que también mostró agujeros en la capacidad del gobierno para manejar la crisis y su
comunicación. Esto fue un desafortunado lapsus en momentos de inestabilidad económica,
cuando el público está buscando que sus líderes muestren calma. Los
funcionarios locales tardaron en ofrecer información sobre la explosión, que
creó una bola de fuego visible desde el espacio
exterior y fue registrada por sensores de terremotos. Los funcionarios
centrales, por su parte, fueron reacios a decir mucho sobre las causas del
accidente. El primer ministro Li Keqiang tardó
cuatro días para visitar la escena del desastre.
“¿Quién
asumirá la responsabilidad?”, preguntó un post en la red social Weibo,
que fue rápidamente borrado por los censores.
Algunas de
las críticas dirigidas a los líderes económicos chinos son sin duda exageradas.
La lista de gobiernos que han
intervenido para apoyar a sus mercados de valores es larga; Hong Kong es un ejemplo. Los bancos centrales de todo
el mundo, incluyendo el de EE.UU., se esmeran por orientar el valor de sus
monedas. E incluso las economías avanzadas son propensas a tragedias
industriales; piense en el desastre nuclear de Fukushima
en Japón.
Pero estos
pasos en falso han llegado en un mal momento. La economía china, según creen muchos economistas, está en problemas
más profundos que los que un crecimiento del PIB de alrededor del 7% podría
sugerir. Si se descuentan los efectos positivos del boom del mercado de valores
y las ganancias de la exportación de principios de este año—que se han
revertido desde entonces—, el crecimiento subyacente
puede estar más cerca de 5%.
Lo que es
aún más preocupante, dicen los economistas, son las señales de que el
presidente Xi Jinping y su equipo económico estén priorizando la búsqueda de
respuestas inmediatas por sobre las más dolorosas reformas de largo plazo que
son necesarias para crear los medios que reemplacen a los tradicionales motores del crecimiento chino, las
exportaciones y la inversión.
Las
autoridades han hecho progresos en la liberalización financiera, pero han dado
pasos limitados para abordar los fracasos de las
grandes empresas estatales, que son uno de los mayores obstáculos para
el crecimiento futuro. Estos gigantes industriales
acaparan recursos y monopolizan franjas de la economía de servicios, incluidas
las telecomunicaciones y la banca, que están en el punto exacto para ser
transformadas por empresas privadas.
A
David Dollar, alto
miembro de la Brookings Institution y ex director del
Banco Mundial en China, le preocupa que la dirigencia pueda estar errar
por el lado de los estímulos tradicionales. “Si no aceleran las
reformas…entonces van a tener que volver a métodos anticuados”, dice.
Después de
25 años de astuta gestión económica, los líderes chinos merecen el beneficio de
la duda. Pero ahora, su credibilidad está en juego.
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