¡Haga
patria venezolana!: aniquile y confisque a los inútiles funcionarios civiles y oficiales venezolanos todas sus propiedades y disuelva el ejército como en Costa Rica para que haya
cierto progreso.
La
escasez de alimentos genera colas, hambre y saqueos en Venezuela
http://lat.wsj.com/articles/SB11056317725599113738404581195133228517182?tesla=y
Las largas
filas por alimentos son una realidad diaria para los venezolanos. PHOTO: MIGUEL
GUTIÉRREZ FOR THE WALL STREET JOURNAL
Maolis
Castro Y Kejal Vyas
Miércoles,
26 de Agosto de 2015 17:50
EDT
La
Sibucara, Venezuela-A
comienzos de mes, horas después de haber saqueado e incendiado un puesto de la
Guardia Nacional en este soleado rincón de Venezuela, una turba enfurecida por la creciente escasez de alimentos estrelló camiones contra el
humeante edificio, reduciéndolo a escombros.
El incidente
fue apenas uno de los muchos enfrentamientos violentos que han estallado en
distintos rincones del país en las últimas semanas a medida que los venezolanos
esperan durante horas en haciendo cola en los
supermercados para comprar productos básicos como
leche y arroz.
La escasez ha hecho que el hambre se vuelva
una preocupación palpable para muchos indígenas Wayuu que habitan el extremo
norte de los 2.000 kilómetros de frontera que
separan a Venezuela de Colombia.
Los soldados
habían sido desplegados para frenar el flagrante contrabando de alimentos y la
especulación desenfrenada de precios, a los que el presidente Nicolás Maduro
culpa por la inflación de tres dígitos y
la escasez que asolan al país. Pero después de haber confiscado las
mercaderías contrabandeadas, los propios soldados se convirtieron en frecuente
blanco de personas cada vez más desesperadas.
“Lo cierto es que aquí
pasamos mucha hambre, los niños sufren mucho”, dijo María Palma, una abuela de 55
años de edad, quien en un reciente y caluroso día hizo cola frente a un
supermercado desde las 3 de la mañana hasta el mediodía y terminó marchándose
con las manos vacías.
Según una
encuesta nacional realizada por la firma Consultores 21,
30% de los venezolanos tuvieron dos o menos comidas por día durante el
segundo trimestre del año, un aumento de 10% respecto del trimestre anterior.
Alrededor del 70% de los consultados dijo también que habían dejado de comprar
algún alimento básico o bien porque no estaba disponible o porque se había
vuelto demasiado caro.
Los
problemas de suministro de alimentos en Venezuela ponen de relieve la situación
cada vez más precaria del gobierno de Nicolás Maduro, quien según la última
encuesta de Datanálisis cuenta con las preferencias
de menos del 20% del electorado de
cara a las elecciones parlamentarias del próximo 6 de diciembre.
La crítica situación amenaza con
hundir al mayor exportador de petróleo de América del Sur en una ola de
disturbios civiles
similar a las manifestaciones que el año pasado sacudieron al país pidiendo la
salida de Maduro.
“Es una crisis
nacional”, dijo
Marco Ponce, jefe del Observatorio del Conflicto Social de Venezuela, una
organización sin fines de lucro. Ponce destaca que a diferencia de las protestas
políticas del año pasado, la población está saliendo a las calles a exigir
derechos sociales.
La guardia
nacional ha arrestado a supuestos contrabandistas en las últimas semanas.
PHOTO: MIGUEL GUTIÉRREZ FOR THE WALL STREET JOURNAL
Según el
Observatorio, durante el primer semestre del año se
registraron 500 protestas por escasez de alimentos, 56 saqueos y decenas de
intentos de saqueos en supermercados, farmacias y almacenes. Los
camiones de reparto también son atacados con frecuencia. “Si la gente no está
manifestando está afuera haciendo cola para bienes”, dijo Ponce.
Las
protestas son una respuesta al dramático empeoramiento de las condiciones de
vida de los venezolanos como consecuencia del impacto económico de la caída del
petróleo y tras más de una década de
gasto populista que dejó al gobierno quebrado.
Años atrás,
cuando los precios del petróleo estaban altos, el
gobierno inundaba los mercados con productos subvencionados, desde aceite de
cocina a pañales. Los habitantes de ciudades fronterizas como La
Sibucara tenían no sólo acceso a bienes baratos, sino que gracias a esas
subvenciones encontraron una nueva fuente de ingresos. Muchas personas
traficaban todo tipo de productos—incluyendo la gasolina, que es casi gratuita en Venezuela—
a Colombia, obteniendo así jugosas ganancias.
Ahora que el gobierno se encuentra en
dificultades para pagar las importaciones, hay menos para todos. En los últimos días, Maduro
endureció su postura enviando tropas a la frontera para detener el flujo ilegal
de bienes y deportando a cientos de
colombianos a quienes el gobierno culpa por el contrabando y la escasez.
Más de 6.000 presuntos contrabandistas han sido detenidos este año, según la
oficina del fiscal general.
Como parte
del esfuerzo denominado “Operación para la liberación del pueblo” por el
presidente, los supermercados son vigilados por el ejército. La prensa estatal
despliega imágenes de soldados posando con sospechosos esposados y pilas de
mercancías decomisadas.
“Vamos a la raíz del
problema”, dijo
Maduro la semana pasada en un discurso a la nación después de un tiroteo con
traficantes en el estado fronterizo de Táchira que dejó tres soldados de la
Guardia Nacional heridos y llevó a Venezuela a cerrar pasos fronterizos clave.
Los contrabandistas a los que se
dirige la represión gubernamental son llamados bachaqueros, por unas hormigas locales que puede
cargar muchas veces su peso. El término, que comenzó a usarse en el estado
noroccidental de Zulia, se ha convertido en parte del lenguaje coloquial del
país para definir a los venezolanos que compran productos de precio controlado
y para revenderlos en el mercado negro.
Aunque que
el gobierno culpa a los bachaqueros por la escasez, los economistas dicen que estos son una consecuencia de los controles
de precios y de un modelo económico que ha dejado a muchos venezolanos sin
opciones de empleo.
“Ya
la gente que nos daba trabajo se fueron, las empresas privadas o los ricos, y nosotros tenemos que buscar la
manera de trabajar o sobrevivir”, dijo Palma, la vecina de La Sibucara, quien
agregó que ella también de vez en cuando trafica mercancías para sobrevivir.
“No es el mejor negocio, pero no tenemos trabajo y tenemos que encontrar una
manera de comer”.
A principios
de este mes, el ejército de Venezuela allanó casas y almacenes alrededor de la
ciudad, incautando toneladas de mercancías presuntamente acaparadas para ser
luego enviadas fuera de Venezuela o revendidas en el mercado negro, muy por
encima de los precios fijados por el estado.
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PHOTO:
MIGUEL GUTIÉRREZ FOR THE WALL STREET JOURNAL
Lisandro
Uriana, con un ojo negro
y una pierna vendada, dijo que él y dos amigos fueron golpeados por las fuerzas
gubernamentales que allanaron la casa de un vecino. “No dijeron nada, no
preguntaron nada; sólo nos golpearon y no pudimos defendernos porque ellos
estaban armados y eran muchos”, recordó este Wayuu de 46 años, padre de cuatro
hijos, que vive en una casa con techo de zinc de dos habitaciones. “Yo ni siquiera
bachaqueo, mi esposa tampoco…y ahora no puedo ni levantarme para trabajar”.
El día de
las redadas, dijeron los vecinos, la gente le pidió a las tropas que estaban
acantonadas en el puesto de mando de la Guardia Nacional que distribuyeran los alimentos incautados
entre los no-contrabandistas, pero fueron desoídos. Muy pronto se formó una
multitud enfurecida que echó a los soldados y luego atacó y desvencijó las
instalaciones.
“Esos han sido casos muy
aislados”, dijo hace
poco Manuel Graterol, un general de la Guardia Nacional
que supervisó las operaciones en La Sibucara. El militar culpó a los opositores
del gobierno de Maduro por los disturbios y el fenómeno bachaquero.
“Muchos de ellos están
siendo sinvergüenzas, están traicionando a nuestro país, agarrando los
alimentos y llevándolos para sacarlos por la frontera “, dijo el general Graterol.
Pero estas
protestas por alimentos han estallado en numerosos municipios del estado de
Zulia. En la cercana localidad de Sinamaica, la planta baja de la oficina del
alcalde fue incendiada a principios de agosto durante una ola de disturbios que
incluyó el saqueo de camiones de reparto. Los disturbios, dijeron lugareños,
comenzaron después de que la policía detuviera a un camión cargado con arroz.
El vendedor ambulante
Robert Guzmán, vestido con una camiseta roja pro-gobierno, dijo que el saqueo
estuvo justificado. “Sinamaica no es un pueblo salvaje”, dijo Guzmán
en referencia a su comunidad Wayuu. “Somos personas muy tranquilas y lo que
sucedió hace poco solo fue parte del desespero. No creo que esto mejore, sino
que empeorará”.
Yusleidy
Márquez, otra residente, también teme lo peor. La canasta de alimentos
subsidiados que el gobierno da a su madre cada 15 días solamente puede
alimentar a su familia por dos días. Últimamente, Márquez sólo come una
empanada de harina de maíz en el almuerzo porque no puede permitirse más
gastos.
“Yo pienso que nos vamos a
morir de hambre”,
dijo.
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