Decenas
de miles de iraquíes se manifiestan contra la corrupción
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/08/27/actualidad/1440695972_603235.html
El primer
ministro ordena al Ejército que facilite el
acceso de los civiles a las calles bloqueadas por milicias o grupos políticos,
incluida la Zona Verde de Bagdad
ÁNGELES
ESPINOSA
Dubái
28 AGO 2015 –
Manifestación
en favor de las reformas del Gobierno contra la corrupción, el pasado 21 de
agosto. / HAIDAR MOHAMMED ALI (AFP)
Bagdad y
otras ciudades de Irak fueron este viernes escenario de manifestaciones masivas contra la
corrupción y la falta de servicios públicos. Fue la mayor de las
protestas convocadas por este motivo desde mediados de julio y una muestra de
la influencia del clérigo Muqtada al Sadr.
Chíies y suníes por igual culpan de la incompetencia de sus gobernantes al
reparto de cargos de acuerdo con la filiación étnica y confesional establecido
tras el derribo de Sadam. El primer ministro, Haider al Abadi, anunció medidas
para frenar el despilfarro, pero se enfrenta a los intereses de las milicias,
un Estado dentro del Estado.
Decenas de
miles de iraquíes respondieron el viernes por la noche al llamamiento del clérigo chií Muqtada al Sadr y se unieron a las protestas populares contra la corrupción y la falta de
servicios públicos en Bagdad y otras ciudades de Irak. Las
manifestaciones, en medio de un gran despliegue de seguridad, se cruzan con los
intentos del primer ministro, Haider al Abadi,
de poner coto al poder de las milicias, convertidas en
un verdadero Estado dentro del Estado. Está en juego no sólo el futuro
político de Al Abadi, sino el del propio Irak.
A la puesta
del sol, una multitud muy superior a la de las semanas precedentes se dio cita
en la plaza de Tahrir (Independencia), en el centro de
Bagdad, muestra de la influencia de Al Sadr. Este clérigo nacionalista,
que plantó cara a la ocupación estadounidense y ha fundado su reputación en la
defensa de la gente corriente frente a los poderosos, no podía ignorar el
clamor de la calle. Desde mediados de julio, los
iraquíes vienen denunciando la corrupción rampante entre la clase política, la
creciente pobreza y la falta de servicios públicos.
El detonante
ha sido el precario suministro eléctrico en un verano en el que la temperatura
ha rozado los 50ºC en buena parte del país, sobre todo en el sur. Las
protestas, sin precedentes por su carácter espontáneo y no sectario, han dejado
claro que chiíes y suníes por igual culpan de la incompetencia de sus gobernantes
al reparto de cargos de acuerdo con la pertenencia étnica y confesional
establecido tras el derribo de Sadam Hussein. Ese sistema ha convertido los
ministerios y otras instituciones en centros de poder de cada grupo, protegido
por su correspondiente milicia.
En
conversación con EL PAÍS, Rasha al Aqeedi, una
investigadora iraquí que trabaja en el Centro de
Estudios Al Mesbar de Dubái, recuerda que la discriminación sectaria en
el empleo público fue una de las causas de las protestas antigubernamentales de
los árabes suníes en 2012 y 2013.
A diferencia
de ahora, el entonces primer ministro, Nuri al Maliki, las silenció sin
contemplaciones. "Aquellas quejas sirvieron de combustible para el surgimiento del
Estado Islámico, que logró las simpatías de muchos jóvenes suníes
desencantados", declara Al Aqeedi.
Al
Abadi, que fue designado
hace un año para revertir las políticas sectarias de su predecesor, parece
haber entendido el mensaje. Desde el principio, ha pedido a la policía que proteja a los manifestantes frente a las
autoridades provinciales que han tratado de frenarles con toques de queda y
amenazas. A primeros de mes, anunció una serie de medidas contra la
corrupción y el despilfarro, entre ellas la reducción de los puestos
ministeriales y del número de guardaespaldas para los altos cargos.
Facilitar
el acceso
En un nuevo
gesto, horas antes de la última manifestación, el primer ministro instruyó al
Ejército para que facilite el acceso de los civiles a las calles cerradas por
facciones políticas y grupos armados, entre ellas las de la llamada Zona Verde
de Bagdad, donde se encuentran la mayoría de los ministerios y embajadas
occidentales. También ordenó la creación
de un comité para revisar las transferencias de propiedades estatales de las
que, según los críticos, se han apropiado algunos funcionarios.
No obstante,
Al Abadi lo tiene difícil. Los políticos corruptos
contra los que se dirigen las protestas son en muchos casos sus aliados en el
Gobierno y además cuentan con milicias más
poderosas que el Ejército, cuya participación en la lucha contra el
Estado Islámico las ha hecho casi sagradas.
"Si las actuales
reformas se limitan a cubrir el expediente significarán el fin de la vida
política del primer ministro y de amplios sectores de la clase política", advertía esta semana el
International Crisis Group.
La Zona
Verde de Bagdad, que el primer ministro iraquí ordenó abrir a la población, es
la más simbólica de las áreas restringidas por razones de seguridad. Protegida
con enormes bloques de hormigón, carros de combate y fuerzas de élite fue
establecida por las fuerzas estadounidenses tras la invasión en 2003. En sus 10
kilómetros cuadrados se concentraban los fastuosos palacios de Sadam Husein que
los ocupantes utilizaron para establecerse y luego se instaló la nueva clase
política del país
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