La FED se quedo casi sin balas para enfrentar
la próxima recesión mundial que se le avecina.
EE.UU.
mide sus armas para lidiar con una eventual recesión
http://lat.wsj.com/articles/SB11665770671009244861604581179192680202566?tesla=y
Janet
Yellen, presidenta de la
Reserva Federal. PHOTO: RON SACHS/CNP/ZUMA PRESS
Por NICK TIMIRAOS
Miércoles,
19 de Agosto de 2015
0:02 EDT
A medida que
la expansión económica de Estados Unidos madura y se forman nubes en el escenario global, las autoridades económicas
comienzan a preocuparse por una eventual
recesión. Su inquietud no se debe a la inminencia de un bajón, sino a si
tendrán suficientes municiones para defenderse cuando llegue uno.
El
dinero ha sido la principal arma de Washington en las décadas que pasaron desde que el economista
británico John Maynard Keynes propuso un enérgico gasto gubernamental para
combatir la Gran Depresión. EE.UU. generalmente inyecta dinero en la economía a
través de recortes de tasas de interés, rebajas de impuestos o el aumento del
gasto federal.
Esas
herramientas podrían ser difíciles de emplear cuando llegue el próximo bajón: las tasas de interés están cerca de cero, y los planes de estímulo fiscal podrían ser
obstaculizados por los altos niveles de deuda pública y la perspectiva de
crecientes déficits presupuestarios para cubrir el gasto en prestaciones
para los jubilados de la generación de la posguerra, o
baby boomers.
Pocos
economistas creen que EE.UU. esté cerca de una recesión. La economía parece
haber recuperado su equilibrio después de un tropiezo en el primer trimestre, y
funcionarios de la Reserva Federal consideran la posibilidad de elevar las
tasas de interés de corto plazo por primera vez en casi una década para
asegurar que la economía no se sobrecaliente.
Aun así, las
sombras amenazantes son un recordatorio de que el lento crecimiento mundial
está a sólo un shock de la zona de peligro.
En
el segundo trimestre, la economía de Japón se contrajo y Europa
registró un crecimiento mediocre.
La desaceleración de
China, por su parte, parece más grave de lo que creían inicialmente las
autoridades globales y una devaluación del yuan podría dar lugar a
fricciones comerciales.
Con la
expansión de EE.UU. a las puertas de su séptimo año, las autoridades están
planeando cómo responder a la siguiente
crisis, algo que la historia ha demostrado que es inevitable. El actual
crecimiento ya es 16 meses más largo que la media desde la Segunda Guerra
Mundial, y ninguna ha durado más de una década.
“La economía mundial es
como un transatlántico sin botes salvavidas”, escribieron economistas del banco
HSBC en una reciente nota de investigación.
En la
próxima recesión, las herramientas de gobierno serán “más limitadas de lo habitual,
pero de ninguna manera son cero”, dijo en una entrevista Ben Bernanke, ex presidente de la Fed.
El banco
central de EE.UU., por ejemplo, podría experimentar con tasas de interés negativas. Una recesión también podría obligar al
Congreso y la Casa Blanca a dejar de lado la división partidista en Washington
y llegar a un acuerdo que combine estímulos de corto plazo con planes a largo
plazo para reducir el déficit.
‘Una
pregunta viva’
“Esta es una
pregunta muy viva”, dice Douglas Elmendorf, que hace poco dejó de ser director
de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés). “Las
autoridades están pensando en planes de contingencia para sus planes de
contingencia”.
La
estrategia de la Fed de mantener las tasas de interés bajas hasta una fase
avanzada de la expansión tiene por objeto evitar una recaída en la recesión. Janet Yellen, su presidenta, ha definido las tasas
bajas como un seguro contra otra crisis. Esa es otra razón por la cual los funcionarios
tienen la intención de moverse lentamente una vez que comiencen a subir los
intereses.
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Las
preocupaciones se extienden a la Casa Blanca. “La política fiscal federal será
una herramienta más importante para abordar futuros ciclos económicos porque la
política monetaria puede verse constreñida con más frecuencia”, dijo en
una entrevista Jason Furman, presidente del Consejo de Asesores Económicos de
la Casa Blanca. “Eso es un gran cambio en la forma en que la profesión
económica ve el mundo”.
En el último
cuarto de siglo, EE.UU. recurrió regularmente a la Fed para dar estímulos
cuando la economía se tambaleaba.
En la más
reciente recesión, las tasas de interés de corto plazo fueron llevadas a casi
cero. Luego, la Fed se embarcó en programas
masivos y controversiales de compra de bonos para reducir las tasas de interés
de largo plazo. También se comprometió a mantener bajas las tasas de
interés de corto plazo por un período prolongado.
Las tácticas
estaban destinadas a facilitar el pago de deudas de las familias, alentar
nuevos préstamos y promover la toma de riesgos; los funcionarios esperaban que
las medidas impulsaran la inversión y el gasto de los consumidores.
La próxima
crisis podría también ampliar las tenencias de bonos de
la Fed, que ya superan los US$4 billones, pero existe un límite a las
compras adicionales que pueda hacer.
Bernanke
dijo que quedó sorprendido por la forma en que recientemente los bancos centrales de Europa llevaron las tasas de interés
de corto plazo a territorio negativo, básicamente cobrando a los bancos que depositen efectivo en lugar de prestarlo a
empresas y hogares. El Banco Nacional Suizo, por ejemplo, cobra a los
bancos comerciales un interés de 0,75% por el
dinero inmovilizado, un incentivo para
que lo presten.
La teoría
económica sugiere que las tasas
negativas alientan a las empresas y familias a acumular efectivo, en otras
palabras, a guardarlo en el colchón. “Parece que las tasas pueden ser más
negativas de lo que las teorías tradicionales sostenían”, recalcó
Bernanke.
Otros, entre
ellos el senador Bob Corker, republicano de Tennessee, sólo ven los límites de
la Fed. “Le queda cero gasolina”, dijo.
Muchos
economistas creen que el alivio para la próxima recesión tendrá que venir de
los responsables de políticas fiscales y no de la Fed, una perspectiva
desalentadora, dada la división filosófica entre los dos partidos de EE.UU.
Los
republicanos dudan que
el gasto federal pueda expandir la economía, y tratan
de reducir el tamaño del gobierno en lugar de ampliarlo. Los demócratas,
en cambio, dicen que la austeridad fiscal maniata a la economía, especialmente
en tiempos de crisis.
La cuestión
es cuánto podrá endeudarse y gastar el gobierno para sacar a la economía del
próximo bajón. La experiencia de la pasada recesión ha creado un profundo
desacuerdo entre los economistas.
Una foto del
economista británico John Maynard Keynes en 1929. PHOTO: PLANET NEWS
ARCHIVE/SSPL/GETTY IMAGES
La deuda
federal ha crecido hasta representar 74% de la
producción nacional, frente a 39% en 2008. Para
frenar el déficit fiscal a corto plazo, el Congreso y la Casa Blanca acordaron
a principios de esta década una combinación de recortes de gastos y alzas de
impuestos. En total, el gasto sumado de los gobiernos
federal, estatales y municipales, en términos reales, se contrajo 3,3%
desde el inicio de la recuperación en 2009, frente a un incremento promedio de
23,5% en otros períodos de expansión comparables de la posguerra.
Mientras que
la deuda federal es alta en términos históricos, el déficit
presupuestario se ha reducido a alrededor de
2,4% de la producción nacional. Eso proporciona a EE.UU. un poco de
respiro fiscal. Sin embargo, se prevé que, incluso con un crecimiento económico
sostenido, los déficits superen 3% del Producto Interno Bruto a finales de la
década, lo que elevaría aún más el nivel de deuda, según la CBO.
“Si hay otra recesión,
habrá presión para ampliar el déficit con bastante rapidez a un nivel que no
tiene precedentes en los tiempos modernos”, afirma Stephen
King, economista de HSBC y autor del informe sobre la falta de
salvavidas fiscales para la economía global.
Nadie sabe
cuánta más deuda puede acumular el gobierno de EE.UU. sin provocar un aumento
de la inflación y llevar las tasas de interés a un nivel que obstaculice la
inversión y el crecimiento. “No conocemos experiencias de países con un
nivel de deuda como el de EE.UU. en este momento”, dice Elmendorf, el
analista de presupuesto.
Japón ha impulsado la deuda pública a casi
el doble de su producción económica anual, pero su experiencia no aporta una
orientación clara. El gasto no ha estimulado un crecimiento significativo;
tampoco la carga de deuda ha impulsado los costos de financiación del gobierno,
como la teoría económica sugiere que debiera suceder.
En un
polémico artículo de 2010, los economistas Kenneth
Rogoff y Carmen Reinhart, de la Universidad de Harvard, afirmaron que
algunos países tuvieron un crecimiento más lento cuando
la deuda pública superó 90% de la producción
nacional.
El informe
alimentó el debate sobre la austeridad fiscal y más tarde fue criticado por
investigadores de la Universidad de Massachusetts por fallas en la metodología
y el análisis. Rogoff y Reinhart dijeron que la crítica era exagerada.
Los
economistas de Moody’s Analytics dicen que la
deuda de EE.UU. podría aumentar otros US$5,6 billones sin mucho peligro, un dinero
suficiente para proteger la economía contra una repetición de la crisis
financiera de 2007-2009 con un similar gasto de rescate financiero.
Los
economistas del Fondo Monetario Internacional advierten contra el impacto que
los programas de austeridad pueden tener sobre el crecimiento cuando una crisis
de deuda no es inminente.
Elmendorf ve
dos errores potenciales en el enfoque de la relación entre el crecimiento y la
deuda para EE.UU. El primero de ellos, señala, sería suponer que mayores
niveles de deuda eliminarían los instrumentos de política fiscal a corto plazo
en una recesión. El segundo sería no ver la necesidad de reducir la deuda
pública en el largo plazo.
Incluso si
estuviera claro que EE.UU. puede permitirse el lujo de aumentar el gasto o
reducir los impuestos, los desacuerdos partidistas respecto del programa de
estímulo que el presidente Barack Obama lanzó en 2009 impiden un consenso sobre
los beneficios de las políticas fiscales en una recesión.
El paquete
de gasto de US$787.000 millones “fue
tan mal diseñado que probablemente dio una mala reputación a las políticas
fiscales”, sostiene Martin Feldstein, profesor de Harvard y ex asesor
económico del presidente Ronald Reagan que antes había apoyado un gran estímulo
para hacer frente a la crisis financiera.
“Cualquier observador
objetivo que mirara el estímulo de más de US$1 billón diría que no ha sido
eficaz en lograr que la economía crezca de una manera duradera”, dice el representante Tom Price,
republicano de Georgia y presidente del Comité de Presupuesto de la cámara
baja.
La Casa
Blanca cuestiona las críticas y señala que la recuperación económica de EE.UU.
ha sido más fuerte que en los países desarrollados que rechazaron las políticas
de estímulo fiscal.
Y las
predicciones de que el aumento de los niveles de deuda podría conducir a una
mayor inflación y al alza de las tasas de interés han sido hasta ahora erradas.
A pesar de que la deuda como proporción del PIB casi duplica el nivel que tenía
antes de la crisis financiera, las tasas de interés se han mantenido bajas.
“Se siente
como si tuviéramos mucho más margen de maniobra fiscal de lo que podía pensarse
hace 10 años”, dice Furman, el asesor económico de la
Casa Blanca.
Y agrega que
una lección derivada de la reciente recuperación es que si los gobiernos se
endeudan por una buena razón, como el gasto en infraestructura para impulsar el
empleo durante crisis, “no parece que los mercados vayan a penalizarnos”.
Furman ha
estado tratando de preparar en la Casa Blanca políticas para la eventualidad de
una próxima recesión. Hay señales de que la próxima
recesión será más difícil de manejar, asevera, debido a fuertes recortes
en los gobiernos estatales y municipales, presupuestos que en recesiones
anteriores han actuado como amortiguadores.
Programas
automáticos
En la esfera
federal, la Casa Blanca se ha centrado en la ampliación de los programas que se
expanden automáticamente cuando la economía se tambalea, para luego diluirse
durante la recuperación económica.
En el plan
presupuestario para este año, por ejemplo, el gobierno de Obama propuso
sustituir el sistema de prestaciones por desempleo, que en recesiones pasadas
no fue ampliado por el Congreso hasta después de comenzada una recesión. La
idea es aumentar automáticamente los montos del seguro disponible para quienes
pierden sus trabajos cuando las tasas de desempleo en los estados alcanzan
determinados umbrales.
Los
opositores a esquemas como ese citan los altos costos —algunos funcionarios
dicen que la reforma costaría US$50.000 millones durante 10 años— y apuntan a
investigaciones según las cuales el
seguro de desempleo ampliado podría desalentar a los hombres y las mujeres a
reingresar a la fuerza laboral.
Una solución
intermedia ha sido difícil de alcanzar. Cuando los republicanos ganaron el
control de la Cámara de Representantes en 2010, la Casa Blanca buscó, sin
éxito, un acuerdo para elevar los ingresos y frenar el crecimiento de largo
plazo en el gasto a cambio de un estímulo a corto plazo.
La próxima
recesión podría volver a sentar a las dos partes a la mesa de negociaciones. No
obstante, los legisladores tendrían menos margen de maniobra “porque el lado de
las prestaciones del gobierno no se ha abordado”, dijo Corker. “No hemos
abordado aún los elementos más básicos”.
Feldstein
y Robert Rubin, ex secretario del Tesoro durante la presidencia de Bill Clinton, proponen las
llamadas “políticas de incentivos neutrales sobre los ingresos del gobierno”,
como créditos fiscales a la inversión empresarial que compensan los costos del
gobierno mediante el aumento general de los impuestos a las empresas.
El desafío
es que estas políticas “suenan simples, pero políticamente son de difícil
implementación”, según Glenn Hubbard, decano de la
Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia y asesor del
presidente George W. Bush durante la recesión de 2001. “Tenemos muy poco
colchón para quien sea el próximo presidente y los próximos líderes del
Congreso en el caso de que tengan que hacer frente, Dios mío, a cualquier
cosa”.
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