El
estado actual de la situación venezolana: 225,000 homicidios en 15 años de régimen
venezolano; 25,000 homicidios impunes solo el
año 2014; 12,000 bandas armadas, 12,000,000
de armas cortas y de guerra en manos paramilitares (colectivos) ,capos del
crimen en las cárceles ordenando, y capos del narcotráfico ,hiperinflación , hambruna , desabastecimiento,etc.
Pinches
ideas
http://elpais.com/elpais/2015/06/17/opinion/1434541662_338959.html
Venezuela se
ha convertido en un demencial matadero donde los
delitos de sangre quedan impunes. Se ha instalado la dinámica del
“pueblo armado” como elemento disuasivo de cualquier golpe de Estado dirigido
contra la revolución bolivariana
IBSEN
MARTÍNEZ
29
JUN 2015 - 00:00 CEST
RAQUEL MARÍN
Para irnos
entendiendo traeré una anécdota del cantautor de salsa panameño Rubén Blades.
Es México,
DF, son los años noventa y Blades canta en un gran anfiteatro. El auditorio se
divide, a partes iguales y mutuamente excluyentes, en “güelfos ideológicos” y
“gibelinos bailadores”.
Quienes
bailan al son montuno de Buscando guayaba no están para las consignas
antiimperialistas de, por ejemplo, Tiburón (“Si lo ven que viene, ¡palo al
Tiburón! / Pa’ que no se coma a nuestra hermana El Salvador”). Y viceversa.
De pronto,
cesa el baile y se escuchan los compases iniciales de El padre Antonio y su monaguillo,
Andrés, auténtica elegía a la muerte de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, abaleado
por sicarios en San Salvador, en 1980.
En este
introito a una de sus más célebres canciones de protesta, Blades improvisa un
discurso político que inflama a los ideológicos y desinfla a los bailadores.
“En América Latina”, dice Blades, “podrán matar a las personas, pero nunca
podrán matar las ideas”. A lo que un frustrado bailador, con una rezongona copa
de más, responde gritando: “¡Ojalá mataran a todas las pinches ideas y dejaran
tranquilas a las personas, güey!”.
Pues bien,
las pinches ideas son parientes cercanas de las que Paul Krugman, ganador del
premio Nobel de Economía en 2008, llama “ideas zombis”.
Según Krugman, una idea zombi es toda proposición económica
“tan concienzudamente refutada, tanto por el análisis como por una masa de
evidencia, que debería estar muerta, pero no lo está porque sirve a propósitos
políticos, apela a los prejuicios, o ambas cosas”.
La
diferencia específica entre las ideas zombis y muchas pinches ideas
progresistas latinoamericanas radica en que las zombis están bien muertas y solo resta enterrarlas. En cambio,
las pinches ideas están vivas, andan sueltas y
en muchas ocasiones tienden a matar en proporciones genocidas.
Considérese
la idea del delincuente como víctima rebelde, como “bandido social”, para usar
la expresión del historiador británico Eric Hobsbawm. Resulta catastrófica como
guía de políticas públicas que busquen sofocar la violencia criminal en un país
de más de 28 millones que, en los 15 años de régimen
chavista, registra ya 225.000 muertes violentas y donde, tan solo el año pasado, ocurrieron 25.000 homicidios impunes.
Pretender
ver en un niño-sicario del microtráfico a alguien que puede ser persuadido de
entregar su pistola Glock 9 milímetros a cambio de un ejemplar de Las venas
abiertas de América Latina puede parecer ingenuo misticismo moral, pero eso es
justamente lo que proponía Chávez cuando, en su reality show, Aló, presidente,
invitaba a los imberbes y despiadados malandros que siembran la muerte en
Venezuela a convertirse en entrenadores de baloncesto en las barriadas marginadas
de Caracas.
Mézclese
semejante ñoñería con lo que va quedando de cierta marxista teoría del reflejo
“¿Somos lo que vemos en las series gringas de TV?”, y tendremos la ordenanza de
Nicolás Maduro prohibiendo la importación de videojuegos de contenido violento,
causantes, según sus avispados viceministros, de la propensión de nuestros
asaltantes a descerrajar un promedio de 15 disparos en la humanidad de sus
víctimas.
El hampa disputa a la policía el
control de las favelas y de extensas zonas suburbanas
¿Quién está
matando a los venezolanos a ritmo de vértigo? ¿Quiénes son verdaderamente sus
implacables, sañudos asesinos? Obviamente, aunque las cifras de muerte nos
pongan detrás de Honduras en cuanto a número de homicidios por cada 100.000
habitantes, no hay en mi país un conflicto armado abierto semejante al de
Colombia, con ejércitos claramente antagonistas. Tampoco es asimilable nuestra
violencia a los patrones asociados al narcotráfico que imperan en México o
Centroamérica.
¿Qué
distingue, pues, la violencia criminal venezolana de las demás matanzas que
ocurren en otras comarcas de nuestro sanguinario continente?
Las
respuestas son complejas, provienen de distintos submundos, con dinámicas muy
dispares que confluyen todas en el demencial matadero que es hoy mi país. Una
de esas dinámicas responde a otra pinche idea: la del “pueblo en armas” como disuasivo de cualquier golpe de Estado contra la
revolución bolivariana.
A comienzos
del año pasado, grupos paramilitares de despliegue rápido, desplazándose por
las ciudades en motocicletas de gran cilindrada, causaron la muerte de más de
40 manifestantes de oposición. Apoyados con dinero y material bélico por el
Gobierno, han sido valorados desde siempre, primero por Chávez, y luego por sus
actuales herederos políticos, como “garantes de la paz”.
La
conformación de estos grupos trasluce una intensa polinización cruzada entre un
Gobierno ostensiblemente militar, la fuerza de choque
paramilitar ¿irregulares llamados “colectivos”?, el nutrido lumpen del “micronarco” y, last but not least, un dantesco
inframundo penitenciario, regido desde las cárceles por temidos capos que
ordenan secuestros, asaltos, motines carcelarios y, desde luego, la contrata de
sicarios. En un mismo colectivo pueden convivir todas estas categorías.
Grupos
paramilitares fueron apoyados por Hugo Chávez como “garantes de la paz”
Añadamos
demografía y escala a lo arriba dicho: en Venezuela actúan cerca de 12.000 bandas y circulan entre 7 y 12 millones de armas
cortas y de guerra.
La
idea del “pueblo en armas” ha alentado un descomunal gasto militar, incontrolado y corrupto, que
desembozadamente surte de sofisticadas armas de guerra al hampa común. La
corrupción de las policías, tanto nacionales como provinciales, y la perversión de la rama judicial, fomentan la
universal impunidad de los delitos de sangre, al punto de que menos del 1%
del cuarto de millón de homicidios registrados desde 1999 han sido
policialmente resueltos, mucho menos desembocado en detenciones, imputaciones,
juicios ni sentencias firmes.
Resultado de
todo esto es que el hampa disputa ya a los cuerpos
policiales, desmoralizados cuando no corruptos, no solo el control de
populosas favelas y extensas zonas suburbanas, sino también potestades tributarias.
Es en medio
de esta anómica efusión de sangre que transcurre la degradante
crisis de abastecimiento, la desenfrenada espiral de hiperinflación y el implacable acoso a toda forma de
protesta, por pacífica que ella sea. Mientras tanto, los legatarios de Chávez,
calibanes convertidos en talibanes, perseveran ofuscadamente en prolongar la
crisis terminal una pinche idea: el socialismo del
siglo XXI.
Ibsen
Martínez es escritor.
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