Grecia
debe votar "no", a la austeridad y su Gobierno debe estar listo para, si es
necesario, abandonar el euro, pues los tecnócratas
de la Troika que asustan al pueblo griego, son en realidad los cobradores de Alemania. Por Paúl Krugman premio
Nobel de economía.
Grecia,
al borde
http://economia.elpais.com/economia/2015/06/29/actualidad/1435594467_652647.html
Grecia debe votar "no", y
su Gobierno debe estar listo para, si es necesario, abandonar el euro
PAUL
KRUGMAN
29
JUN 2015 –
18:14 CEST
El primer
ministro griego, Alexis Tsipras, a su llegada a la última cumbre de jefes de
Estado y de Gobierno celebrada en Bruselas. / EFE
Es evidente,
desde hace tiempo, que la creación del
euro fue un terrible error. Europa nunca tuvo las condiciones previas para
una moneda única de éxito, por encima de todo, el tipo
de unión fiscal y bancaria que, por ejemplo, asegura que cuando la burbuja inmobiliaria estalla en
Florida, Washington protege automáticamente a la tercera edad de cualquier
amenaza sobre su atención sanitaria o sobre sus depósitos bancarios.
Abandonar
una unión monetaria es, sin embargo, una decisión mucho más difícil y más
aterradora que nunca; hasta ahora las economías con más problemas del
Continente han dado un paso atrás cuando se encontraban al borde del abismo.
Una y otra
vez, los Gobiernos se han sometido a las exigencias de dura austeridad de los
acreedores, mientras que el Banco Central Europeo ha logrado contener el pánico
en los mercados.
Lo que hemos oído sobre el
despilfarro y la irresponsabilidad griega es falso
Pero la
situación en Grecia ha alcanzado lo que parece ser un punto de no retorno.
Los
bancos están cerrados temporalmente y el Gobierno ha impuesto controles de
capital (límites al movimiento de fondos al extranjero).
Parece
altamente probable que el Ejecutivo pronto tendrá que
empezar a pagar las pensiones y los salarios en papel, lo que, en la
práctica, crearía una moneda paralela.
Y la semana
que viene el país va a celebrar un referéndum sobre la conveniencia de aceptar
las exigencias de la troika —las instituciones que representan los intereses de
los acreedores— de redoblar, aún más, la austeridad.
Para
entender por qué digo esto, debemos primero ser conscientes de que la mayoría
de cosas —no todas, pero sí la mayoría— que hemos oído
sobre el despilfarro y la irresponsabilidad griega son falsas.
Sí, el gobierno griego estaba
gastando más allá de sus posibilidades a finales de la década de los 2000. Pero, desde entonces ha recortado
repetidamente el gasto público y ha aumentado la recaudación fiscal.
El empleo público ha caído más de un
25 por ciento, y las pensiones (que eran, ciertamente, demasiado generosas) se
han reducido drásticamente.
Todas las
medidas han sido, en suma, más que
suficientes para eliminar el déficit original y convertirlo en un amplio
superávit.
¿Por
qué no ha ocurrido esto?
Porque la economía griega se ha
desplomado, en gran parte, como consecuencia directa de estas importantes
medidas de austeridad, que han hundido la recaudación.
Y este
colapso, a su vez, tuvo mucho que ver con el euro, que
atrapó a la economía griega en una camisa de fuerza. Por lo general, los
casos de éxito de las políticas austeridad —aquellos en los que los países
logran frenar su déficit fiscal sin caer en la depresión—, llevan aparejadas importantes devaluaciones monetarias que
hacen que sus exportaciones sean más competitivas. Esto es lo que
ocurrió, por ejemplo, en Canadá en la década de los noventa, y más
recientemente en Islandia. Pero Grecia, sin
divisa propia, no tenía esa opción.
¿Quiero
decir con esto que sería conveniente el Grexit —la salida de Grecia del euro—? No necesariamente. El problema del
Grexit ha sido siempre el riesgo de caos financiero, de un sistema bancario
bloqueado por las retiradas presa del pánico y de un sector privado
obstaculizado tanto por los problemas bancarios como por la incertidumbre sobre
el estatus legal de las deudas.
Es por eso
que los sucesivos gobiernos griegos se han adherido a las exigencias de
austeridad, y por lo que incluso Syriza , la coalición de izquierda en el
poder, estaba dispuesta a aceptar una austeridad que ya había sido impuesta. Lo
único que pedía era evitar una dosis mayor de austeridad.
Pero la
troika ha rechazado esta opción. Es fácil perderse en los detalles, pero ahora
el punto clave es que los acreedores han ofrecido a Grecia un "tómalo
o déjalo", una oferta indistinguible de las políticas de los
últimos cinco años.
Es
hora de poner fin a este inimaginable. De lo contrario Grecia se enfrentará a la austeridad infinita
Esta oferta
estaba y está destinada a ser rechazada por el primer ministro griego, Alexis
Tsipras: no puede aceptarla porque supondría la destrucción de su razón
política de ser. Por tanto, su objetivo debe ser llevarle
a abandonar su cargo, algo que probablemente sucederá si los votantes griegos
tanto la confrontación con la troika como para votar sí la semana que viene.
Pero no
deben hacerlo por tres razones. En primer lugar,
ahora sabemos que la austeridad cada vez más dura es un
callejón sin salida: tras cinco años, Grecia está en peor situación que nunca.
En segundo lugar, prácticamente todo el caos temido sobre
Grexit ya ha sucedido. Con los
bancos cerrados y los controles de capital impuestos, no hay mucho más daño que
hacer.
Por último,
la adhesión al ultimátum de la troika conllevaría el abandono definitivo de
cualquier pretensión de independencia de Grecia. No nos dejemos engañar por
aquellos que afirman que los
funcionarios de la troika son sólo técnicos que explican a los griegos
ignorantes lo que debe hacerse.
Estos
supuestos tecnócratas son, en realidad, fantaseadores que han hecho caso omiso
de todos los principios de la macroeconomía, y que se han equivocado en cada
paso dado. No es una cuestión de análisis; es una cuestión de poder: el poder
de los acreedores para tirar del enchufe de la economía griega, que persistirá
mientras salida del euro se considere impensable.
Así que es
hora de poner fin a este inimaginable. De lo contrario Grecia se enfrentará a
la austeridad infinita y a una depresión de la que no hay pistas sobre su final.
Paul Krugman
recibió el premio Nobel de Economía en 2008.
© The New
York Times Company, 2015.
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