El
FMI fuerza a Grecia a aceptar más recortes para sellar el acuerdo
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/06/24/actualidad/1435137637_486529.html
El Eurogrupo se cierra sin acuerdo,
pero la negociación continúa
El pacto con Grecia se enfrenta a la
hostilidad creciente en Alemania
Los socios
nacionalistas de Tsipras le hacen la vida difícil.
CLAUDI
PÉREZ
Bruselas
25
JUN 2015 - 00:25 CEST
Una mujer
camina junto a un grafiti en el que se puede leer "FMI vete a casa, corta
la deuda", en Atenas. / ORESTIS PANAGIOTOU (EFE)
Con el
acuerdo político prácticamente listo desde el lunes, un puñado de números
separaba este miércoles a Grecia y Europa del final —al menos por un tiempo— de
una catástrofe mil y una veces anunciada que no tiene pinta de llegar.
Atenas y sus
acreedores están a un paso del pacto. Pero ambas partes deben limar las últimas
diferencias para evitar la salida del euro y los demás escenarios
apocalípticos.
La tensión
está garantizada hasta el último minuto: los
socios y sobre todo el FMI tratan de forzar a Atenas a aceptar recortes
adicionales en pensiones y en otros flecos de menos enjundia. El Eurogrupo
se cerró sin acuerdo tras una dura intervención de Alexis Tsipras: la antigua
troika seguía negociando anoche con el objetivo de cerrar el acuerdo en las
próximas horas.
Los
Eurogrupos —reuniones de ministros del euro— desembocan rutinariamente en triunfalistas comunicados nocturnos que
anuncian la salvación de Europa.
El de este miércoles terminó pronto y mal: no
hubo fumata blanca y puede que el acuerdo técnico se demore, en una última
escalada de inevitable tensión como broche final de una negociación
interminable.
Pero todo el
mundo da por hecho en Bruselas que ese comunicado pomposo anunciando el final
de la saga griega acabará llegando antes de que acabe la semana. Probablemente,
antes de que los jefes de Estado y de Gobierno abandonen Bruselas este viernes,
tras dos días de cumbre de crisis: Grecia, Rusia, inmigración en el
Mediterráneo y la salida de Reino Unido amenazan a la UE de norte a sur, a
diestro y siniestro.
No parece
que vaya a llegar la sangre al río en ninguno de esos asuntos. Ni siquiera en
el más peliagudo: la canciller Angela Merkel pronunció
el pasado lunes las palabras mágicas —“la propuesta de Grecia es una buena base
para el acuerdo”— y tras esa formidable señal política todo lo demás
parece una suerte de teatro.
Pero las instituciones anteriormente llamadas
troika filtraron ayer un último documento con las correcciones que quieren en
la oferta de Grecia: un esfuerzo adicional con flecos difíciles de aceptar para
Atenas. Grecia no aceptó y el Eurogrupo se cerró sin el esperado acuerdo.
Los ministros volverán a reunirse hoy para
sellar el pacto antes del viernes, para que los líderes lo refrenden al final
de una nueva eurocumbre. En el peor de los escenarios hay tiempo hasta el
domingo, según las fuentes consultadas, para no volver a flirtear con la
posibilidad de ver colas en las oficinas bancarias.
El
FMI, el BCE y la Comisión
seguían anoche negociando directamente con Tsipras. “Seguiremos trabajando toda la
noche si es necesario”, dijo al término de la reunión el jefe del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem.
El primer
ministro griego reaccionó al contraataque del FMI y compañía envalentonado, acusando
a la vieja troika —y en particular al Fondo— de “no querer el acuerdo”. Pero la
solución técnica “está cerca”, explicaron fuentes de la negociación, y las
palabras de Tsipras pueden ser una manera de dramatizar
para vender en casa los recortes en pensiones que se verá obligado a aprobar en
breve, si al final acepta el pacto.
A Grecia
incluso le viene bien la dureza del FMI. Si no se plasma en recortes
exagerados, Atenas se beneficiará después de la reestructuración de deuda que
pide el Fondo. Para seguir a bordo, el FMI exige que la deuda griega sea
sostenible: la mejora de las condiciones respecto a las fijadas en el segundo
rescate (que contenía metas fiscales más duras) requiere más dinero para Grecia
o un alivio de la deuda. Merkel ha abierto la puerta a esa última posibilidad.
Lo que queda
por delante es, en gran medida, el melodrama de las
grandes ocasiones tan típico de Bruselas.
Tanto
a Grecia como a sus acreedores les conviene que parezca que los ministros sudan
sangre para llegar al acuerdo.
Eso facilita
su venta en los respectivos Parlamentos; en Atenas, pero también en Berlín.
Pero aún queda negociación por delante, y los accidentes aun menos probables a
veces ocurren. La vieja troika filtró sus enmiendas a la propuesta griega, con
algún retoque de gran calibre en pensiones y un cambio de filosofía: los
acreedores quieren más tijeretazos de gasto y menos subidas de impuestos.
Las
diferencias entre ambas partes están ahí, pero distan mucho de ser excesivas
Las
diferencias entre ambas partes están ahí, pero distan mucho de ser excesivas, a
pesar del alarmismo de algunos medios anglosajones. Los
acreedores reclaman suavizar las subidas de impuestos a las empresas, duplicar
los recortes en defensa, un ligero aumento del IVA y sobre todo una reforma de pensiones distinta. Ese es el
capítulo clave: combina una formidable carga de profundidad política con el
potencial financiero necesario para que los números cuadren.
El
FMI quiere pensiones más bajas y sigue insistiendo en algunos asuntos espinosos, como la
eliminación de los pagos suplementarios a los pensionistas de bajos ingresos.
Según los
datos de Eurostat, el 45% de los pensionistas griegos
sobrevive con una pensión inferior al umbral de pobreza (665 euros). El
Gobierno griego asegura que en lo que va de crisis ha recortado las pensiones
el 40%. Según los acreedores, Grecia tiene uno de los sistemas de pensiones más
caros de Europa, con 2,65 millones de pensionistas y
una población total de 11 millones de personas.
Si el
acuerdo llega a tiempo, Grecia obtendrá una ampliación del actual rescate de al
menos seis meses. Y dinero a cambio de esas reformas. Es posible que el FMI se
haga a un lado y siga en la troika solo como observador, pero sin dar más
ayuda. Y una vez se pacte empezará a hablarse del elefante en la habitación:
Europa prepara una reestructuración de deuda, de manera que Atenas empiece a
devolver el capital (y puede que los intereses) a más largo plazo. Antes de eso
hay que salvar la enésima pelota de partido: Grecia
debe pagar 1.500 millones de euros al FMI antes del 30 de junio. Un
impago sigue siendo tan improbable como peligroso.
Los
socios nacionalistas de Tsipras le hacen la vida difícil
M. A.
SÁNCHEZ-VALLEJO
Mientras uno
tras otro los líderes de la oposición proeuropea evacuan consultas en Bruselas
–una descubierta de las instituciones para sondear su disposición ante la
votación parlamentaria del hipotético acuerdo–, la
dirección de Syriza intentaba este miércoles minimizar las críticas de cuantos
consideran que el Gobierno de Alexis Tsipras está haciendo demasiadas
concesiones a los socios. Con la mitad del Gabinete en la capital
comunitaria, Tsipras envió a su secretario de Estado, Alekos Flaburaris, a
‘domar’ resistencias en la reunión de la secretaría política del partido. Panayotis Lafazanis, líder del ala radical de Syriza,
dedicó parte del día a sus labores como ministro de Energía –glosando las bondades del futuro gasoducto ruso Turkish Stream,
que pasará por Grecia– y lo máximo que se le oyó decir fue: “No toleraremos más
austeridad”.
Fue el socio
de Gobierno de Syriza, el nacionalista Griegos Independientes (ANEL, en sus
siglas griegas), quien mostró la actitud más desafiante, afirmando que no
suscribirán ningún acuerdo que no incluya un compromiso formal de alivio de la
deuda. Su líder y ministro de Defensa, Panos Kamenos,
ya ha advertido que votará contra un pacto que suprima el IVA reducido de las
islas. Pero ANEL va más allá, y este miércoles, durante la votación de la ley
que concede la nacionalidad griega a la segunda generación de inmigrantes, se
alineó junto con Nueva Democracia contra el texto (votaron a favor Syriza,
Potami y Pasok). Kamenos ya había advertido que rechazarían esa norma, pero su
papel de electrón libre en un momento clave como este complica la vida a
Tsipras. ANEL tiene 13 escaños, que hoy valen su peso en oro a la hora de sacar
adelante o tumbar un acuerdo. Y, como es obvio, su líder no fue de los que
pasaron por Bruselas.
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