En
qué acerté y en qué me equivoqué en los últimos 10 años por PAUL KRUGMAN premio
nobel de economía.
En qué acerté y en qué me equivoqué
http://economia.elpais.com/economia/2015/06/22/actualidad/1434959141_255612.html
El premio Nobel repasa cuáles de sus
pronósticos sobre la crisis se han cumplido y cuáles no en la última década
PAUL
KRUGMAN 22 JUN 2015 -
12:03 CEST
El Premio
Nobel de Economía Paul Krugman. / EFE
Hace poco,
mientras hacía limpieza de mi despacho en Princeton, me di cuenta de la
naturaleza efímera de escribir sobre políticas: una parte deprimentemente
grande de mis estanterías estaba llena de 30 años de libros sobre la
trascendental década siguiente. Vaya.
Pero,
mientras iba añadiendo esos libros a la pila para regalar, me sorprendí a mí
mismo en una cierta reflexión autorreferencial –y quizá autoindulgente– no
sobre la década que se avecina, sino sobre la anterior.
Ya saben,
han pasado casi 10 años desde que empecé a escribir sobre la crisis financiera
y la Gran Recesión. (Por supuesto, al principio no sabía que, en realidad, estaba
escribiendo sobre esas cosas). Todo empezó con mi diagnóstico de una burbuja
inmobiliaria en Estados Unidos, cuyo estallido yo sabía que sería malo, pero no
tenía ni idea de que lo sería tanto como lo fue. En todo caso, ha habido un
arco bastante coherente, y allí estaba yo reflexionando sobre mis aciertos y
mis errores.
El punto de
partida, como decía, fue la burbuja inmobiliaria. Ciertamente, no fui el único
en dar la voz de alarma en ese frente. El economista Dean
Baker, en particular, lanzó advertencias mucho antes y mucho más
contundentemente. No obstante, creo que mi primer artículo al respecto aportó
valor al poner de relieve la enorme diferencia entre el comportamiento de los
precios en los estados en donde la construcción estaba restringida y en los
demás.
Observando
las medias nacionales se podía afirmar que los precios del sector inmobiliario
tenían sentido, pero en cuanto uno separaba el conjunto adecuado de estados y
ciudades, se encontraba cara a cara con la locura. Y, en los años siguientes,
la bifurcación quedó abrumadoramente confirmada.
Ese fue el principio. Desde entonces, ¿en qué
he acertado y en qué me he equivocado?
Cosas
en las que he acertado:
1.
La burbuja inmobiliaria
Vale la pena
recordar con qué insistencia se negó la burbuja, y cuánta de esa negación fue
política; me repitieron un montón de veces que yo solo decía que había una
burbuja porque odiaba a Bush.
2.
La inflación, o la ausencia de inflación.
He escrito
muchas veces sobre esto, pero después de que estallase la burbuja inmobiliaria,
fui un firme defensor de la opinión de que las políticas expansionistas de la
Reserva Federal no suponían ningún riesgo de inflación. Esto despertó una gran
polémica, ya que la derecha estaba totalmente convencida de que la inflación
estaba al llegar, y una parte del centro y de la izquierda se sentía, como
mínimo, insegura al respecto.
3.
Los tipos de interés
En estas
condiciones no hay efecto desplazamiento (crowding out). Lo dije enérgicamente
desde el principio, y sobre este tema hubo mucho titubeo entre los demócratas,
demasiados de los cuales se tragaron el cuento acerca de los peligros del
déficit, incluso en una economía deprimida.
4.
La austeridad es perjudicial
Un montón de
gente que debería haber tenido mejor criterio se creyó la ilusión del hada de
la confianza, o al menos aceptó la idea de que los multiplicadores fiscales
eran bastante bajos. Yo dije que en la coyuntura actual los multiplicadores
serían altos. La investigación se ha puesto al día con este punto de vista y lo
ha corroborado.
5.
Estímulo insuficiente
Avisé
enseguida y repetidamente de que la Ley de Recuperación y Reinversión de Estados
Unidos de 2009 se quedaba muy corta, y de que esa insuficiencia tendría
consecuencias duraderas. Por desgracia, tenía razón.
6.
La devaluación interna es despreciable, tosca y larga
Desde el
primer momento sostuve que ajustar los precios relativos dentro de la eurozona
sería extremadamente difícil, y que nadie tiene la clase de flexibilidad de
precios y salarios que permita que la “devaluación interna” se desarrolle sin
sobresaltos. Y que a los países que podían llevar a cabo devaluaciones
monetarias, como Islandia, les sería todo mucho más fácil.
7.
Obamacare es factible
Es un tema
diferente, pero en mi libro de 2007 Conscience of a Liberal [La conciencia de
un liberal], defendí, sin originalidad, que un sistema sanitario de mandatos,
regulación y subsidios al estilo de la Ley de Atención Sanitaria Asequible,
aunque no se pudiese construir de la nada, funcionaría en Estados Unidos. (Yo
quería una opción pública, pero esa es otra historia).
Cosas
en las que me he equivocado:
1.
La magnitud del desastre
Vi una
burbuja inmobiliaria, sabía que las consecuencias serían malas, pero no tenía
ni idea de lo malas que serían. Ignoraba el incremento de las operaciones
bancarias en la sombra y no tuve en cuenta la deuda de los hogares o los
desequilibrios dentro de la eurozona.
2.
La deflación
Pensé que la
deflación al estilo japonés era un riesgo inminente en todas las economías
deprimidas. En cambio, ha habido una inflación notablemente persistente, baja
pero positiva.
3.
La caída del euro
Creo que, en
su mayor parte, mi análisis de la economía de la eurozona y de sus problemas
fue bastante bueno (no obstante, ver más abajo). Sin embargo, sobreestimé en
mucho el riesgo de ruptura porque entendí mal la economía política: no caí en
la cuenta de lo dispuestas que estarían las élites europeas a imponer un
sufrimiento generalizado en nombre de la permanencia en la unión monetaria. En
relación con lo anterior, tampoco me di cuenta de lo fácil que sería manipular
una modesta mejora económica y convertirla en un éxito, incluso después de años
de horror.
4.
Los efectos de la liquidez en la deuda soberana
Por último,
siento decir que pasé totalmente por alto la importancia de la liquidez y de la
escasez de efectivo para dirigir los precios de los bonos en la eurozona. Hasta
que el economista Paul DeGrauwe no intervino, no
fui consciente de la enorme diferencia que supondría para Europa que el Banco
Central Europeo cumpliese su función de prestamista de último recurso. De
hecho, si el euro sobrevive, se
debería atribuir a a DeGrauwe –y a ese tal Mario Draghi,
que ha puesto en práctica sus ideas como presidente del Banco Central
Europeo–gran parte del mérito.
Probablemente
me haya dejado algunas cosas, aunque pienso que es interesante cuántos de mis
detractores sienten la necesidad de atacar mi historial inventando pronósticos
y afirmaciones que nunca he hecho. Aunque no cabe duda de que he cometido
errores, creo que, en general, he acertado, sobre todo porque nunca he dejado
que las preocupaciones de moda me aparten de la macroeconomía básica y he
intentado en todo momento aplicar las lecciones de la historia.
Paul Krugman
es profesor de Economía en la Universidad de Princeton y Premio Nobel de
Economía de 2008.
© 2015 The New York
Times. Traducción de News Clips.
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