Analista Barah Mikaïl reconoce que El estado Islámico es una revolución que utiliza elementos
terroristas, y buscan una alternativa desde el punto de vista del capitalismo,
(combatir la corrupción, ser más justos apoyar a los pueblos desposeídos económicamente, etc.)
Nota del autor del blog: Más fácil es buscar
una alternativa desde el punto de vista del socialismo con lo que el numero de muertes
tampoco disminuirá. Y allí si habrá una coalición contra ella incluso con participación
de China
¿Hay
alternativas al Estado Islámico?
http://blogs.elconfidencial.com/mundo/tribuna-internacional/2015-06-28/hay-alternativas-al-estado-islamico_905102/
Tribuna
Internacional
BARAH
MIKAÏL
El fracaso
de las políticas sociales occidentales hacia los jóvenes que buscan unas
mejores perspectivas ha tenido como efecto que estos engrosen las filas de las
organizaciones terroristas
Uno de los
fallecidos en el ataque terrorista de Túnez. (EFE)
BARAH
MIKAÏL
28.06.2015 – 05:00 H.
La ola de
atentados del pasado viernes en Túnez, Kuwait y Francia
nos recuerda una vez más que hoy en día nadie se puede sentir seguro e
inmune a las consecuencias de los actos terroristas. Estos tres países han
conocido, cada uno a su manera, atentados salvajes que nada ni nadie puede
justificar. El mundo en el que vivimos está lleno de peligros. Sin embargo, esto no debería significar
que nuestras sociedades se atemoricen, adopten una actitud de vigilancia y
conviertan en sospechoso a todo aquel que realice un movimiento distinto a
nuestro alrededor.
Al mismo
tiempo, este tipo de atentados deben enseñarnos a ser más humildes. El modus
operandi de los grupos terroristas, sea el Estado Islámico o cualquier otra
organización parecida, no va a parar aquí.
Lamentablemente,
asistiremos a otras tentativas similares que tendrán como objetivos aterrorizar
a las poblaciones civiles y desafiar a los gobiernos, así como añadir más
piedras en el camino de la búsqueda existencial de estos grupos terroristas.
El Estado
Islámico ha celebrado así su primer aniversario. Por desgracia, este tipo de
atentados no son excepcionales; los trágicos ataques
del viernes son una gota en el océano de violencia y de barbarie diaria
–o casi diaria– que sufren desde hace muchos años poblaciones enteras en Irak, Siria, Somalia o Kenia.
Los países
occidentales y sus aliados siempre han denunciado el terrorismo y sus efectos
con la promesa de combatirlos “hasta el final”. Pero la escala de indignación
acaba siendo muy variable. Si los atentados del viernes hubiesen ocurrido en
territorio sirio, iraquí o somalí apenas habrían tenido impacto en los medios
occidentales.
Al actuar de esta manera, el Estado Islámico
sabe que uno de los efectos que consigue es la publicidad gratuita de los medios de comunicación.
Un hombre
reza en la mezquita de Al-Noori Al-Kabeer (Irak), junto a una bandera del grupo
yihadista Estado Islámico. (EFE)
Los
atentados acaecidos el pasado viernes nos llevan a preguntarnos sobre el tipo
de solución que podría poner fin al Estado Islámico y a las organizaciones
terroristas parecidas.
Como siempre
ocurre tras una barbarie de estas características, los diferentes gobiernos
aprovechan estas tragedias para poner en marcha dispositivos de seguridad cada
vez menos eficientes y eficaces.
Francia ha reaccionado a estos atentados con
la activación del nivel más alto del dispositivo de lucha antiterrorista “vigipirate”.
España, por su parte, también ha activado el
nivel máximo de alerta, puesto que el ataque en Túnez
fue en un hotel perteneciente a una cadena hotelera española. Estas
activaciones máximas del nivel de alerta antiterrorista conllevan el incremento de presencia policial y militar
en nuestras calles y lugares llamados “sensibles” (lugares de culto religioso, sitios públicos…).
También supone un refuerzo de las medidas puestas a disposición de nuestras
fuerzas policiales y militares, así como una mayor actividad de los servicios
de inteligencia.
Este tipo de reacción puede parecer
justificado pero su eficacia es bastante dudosa.
El atentado
de Francia fue llevado a cabo por un “lobo solitario”, identificado hace años
por los servicios de inteligencia, repitiéndose la misma situación que con los
autores del atentado contra Charlie Hebdo. La situación habla por sí sola: una
“lucha anti-terrorista” basada en más medidas de seguridad y mayor control
sobre “los sospechosos”, pero así no se soluciona el problema del terrorismo,
más bien subraya la debilidad de los gobiernos, que quieren dar la impresión de
tener la situación bajo control, pero en realidad lo único que hacen es atentar
contra la privacidad de los ciudadanos.
Al actuar en
occidente, el Estado Islámico sabe que uno de los efectos que consigue es la
publicidad gratuita de los medios de comunicación
Por supuesto, la crítica es fácil,
pero solo puede ser constructiva si se proponen soluciones.
¿Cómo actuar,
entonces, frente al terrorismo? A día de hoy,
todos
los proyectos que han intentado encontrar un modelo fiable de lucha
antiterrorista han fracasado, pero seguiremos equivocándonos si sólo nos centramos en temas de
seguridad en vez de ir al núcleo de la cuestión: se
trata de un problema político. Más allá de los dispositivos policiales y
de seguridad –justificados pero de dudosa eficacia–, debemos aparcar nuestro orgullo y dejar de
considerar al Estado Islámico y organizaciones similares como un fenómeno exclusivamente
terrorista.
El Estado Islámico es la expresión de
una voluntad de dominación política y territorial que utiliza la violencia para
alcanzar sus objetivos y se beneficia del apoyo de combatientes y militantes
que buscan un modelo estatal alternativo.
El modo de funcionamiento de Daesh y la
esencia de su ideología son salvajes, existencialistas, violentos que merecen
una respuesta de tipo militar.
Acabar con
Daesh como organización no supone erradicar la violencia que practican sin
tratar el problema de raíz.
Persistirá
la necesidad de luchar contra los
modelos autoritarios, poner fin a la corrupción y a las políticas de desarrollo
inadecuadas, entender los efectos desastrosos adicionales provocados por
frentes innecesarios en países como Irak (2003), Libia
y Siria.
Debemos ser
conscientes de que el fracaso de las
políticas sociales occidentales hacía los jóvenes que buscan unas mejores
perspectivas económicas y sociales ha tenido como efecto que estos jóvenes
engrosen las filas de organizaciones terroristas.
No existen
soluciones inmediatas, debemos trabajar en soluciones a medio y largo plazo,
pero antes debemos hacer un ejercicio de autocrítica y de evaluación, ver dónde
han fallado nuestras llamadas “políticas de integración y de desarrollo”.
Necesitamos
poner fin a la paradoja de nuestros tiempos.
Ayer
luchábamos contra al-Qaeda, sin embargo, hoy consideramos una alianza con
ellos.
Hay cada vez
más voces que piden apoyar a al-Nusra (filial de
al-Qaeda en Siria) para luchar contra el Estado Islámico y contra el régimen de
Bashar al-Asad.
¿Cuál es el
rumbo?
¿Existe
alguna estrategia que no sea cortoplacista?
No hemos aprendido la lección. Quejarse del
11-S y sus efectos es fácil, pero nos olvidamos que Bin Laden es resultado del
apoyo occidental a los muyahidines en Afganistán. No conseguiremos cambiar al
núcleo duro de Daesh, pero estamos a tiempo de actuar de manera inteligente y
razonable y limitar el proceso de reclutamiento del Estado Islámico.
Barah
Mikaïl es investigador
senior de FRIDE (Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo
Exterior), experto en Oriente Medio y profesor asociado
en la Saint Louis University.
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