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lunes, 29 de junio de 2015

Analista Barah Mikaïl reconoce que El estado Islámico es una revolución que utiliza elementos terroristas, y buscan una alternativa desde el punto de vista del capitalismo, (combatir la corrupción, ser más justos apoyar a los pueblos desposeídos económicamente, etc.)// encontrado en El Confidencial

Analista Barah Mikaïl reconoce que El estado Islámico es una revolución que utiliza elementos terroristas, y buscan una alternativa desde el punto de vista del capitalismo, (combatir la corrupción, ser más justos apoyar a los pueblos desposeídos económicamente, etc.)

 Nota del autor del blog: Más fácil es buscar una alternativa desde el punto de vista del socialismo con lo que el numero de muertes tampoco disminuirá. Y allí si habrá una coalición contra ella incluso con participación de China

¿Hay alternativas al Estado Islámico?

http://blogs.elconfidencial.com/mundo/tribuna-internacional/2015-06-28/hay-alternativas-al-estado-islamico_905102/
Tribuna Internacional
BARAH MIKAÏL



El fracaso de las políticas sociales occidentales hacia los jóvenes que buscan unas mejores perspectivas ha tenido como efecto que estos engrosen las filas de las organizaciones terroristas


Foto: Uno de los fallecidos en el ataque terrorista de Túnez. (EFE)



Uno de los fallecidos en el ataque terrorista de Túnez. (EFE)
BARAH MIKAÏL

28.06.2015 – 05:00 H.


La ola de atentados del pasado viernes en Túnez, Kuwait y Francia nos recuerda una vez más que hoy en día nadie se puede sentir seguro e inmune a las consecuencias de los actos terroristas. Estos tres países han conocido, cada uno a su manera, atentados salvajes que nada ni nadie puede justificar. El mundo en el que vivimos está lleno de peligros. Sin embargo, esto no debería significar que nuestras sociedades se atemoricen, adopten una actitud de vigilancia y conviertan en sospechoso a todo aquel que realice un movimiento distinto a nuestro alrededor.


Al mismo tiempo, este tipo de atentados deben enseñarnos a ser más humildes. El modus operandi de los grupos terroristas, sea el Estado Islámico o cualquier otra organización parecida, no va a parar aquí.
Lamentablemente, asistiremos a otras tentativas similares que tendrán como objetivos aterrorizar a las poblaciones civiles y desafiar a los gobiernos, así como añadir más piedras en el camino de la búsqueda existencial de estos grupos terroristas.

El Estado Islámico ha celebrado así su primer aniversario. Por desgracia, este tipo de atentados no son excepcionales; los trágicos ataques del viernes son una gota en el océano de violencia y de barbarie diaria –o casi diaria– que sufren desde hace muchos años poblaciones enteras en Irak, Siria, Somalia o Kenia.

Los países occidentales y sus aliados siempre han denunciado el terrorismo y sus efectos con la promesa de combatirlos “hasta el final”. Pero la escala de indignación acaba siendo muy variable. Si los atentados del viernes hubiesen ocurrido en territorio sirio, iraquí o somalí apenas habrían tenido impacto en los medios occidentales.

 Al actuar de esta manera, el Estado Islámico sabe que uno de los efectos que consigue es la publicidad gratuita de los medios de comunicación.

 Un hombre reza en la mezquita de Al-Noori Al-Kabeer (Irak), junto a una bandera del grupo yihadista Estado Islámico. (EFE)



Un hombre reza en la mezquita de Al-Noori Al-Kabeer (Irak), junto a una bandera del grupo yihadista Estado Islámico. (EFE)
Los atentados acaecidos el pasado viernes nos llevan a preguntarnos sobre el tipo de solución que podría poner fin al Estado Islámico y a las organizaciones terroristas parecidas.

Como siempre ocurre tras una barbarie de estas características, los diferentes gobiernos aprovechan estas tragedias para poner en marcha dispositivos de seguridad cada vez menos eficientes y eficaces.


Francia ha reaccionado a estos atentados con la activación del nivel más alto del dispositivo de lucha antiterrorista “vigipirate”.


España, por su parte, también ha activado el nivel máximo de alerta, puesto que el ataque en Túnez fue en un hotel perteneciente a una cadena hotelera española. Estas activaciones máximas del nivel de alerta antiterrorista conllevan el incremento de presencia policial y militar en nuestras calles y lugares llamados “sensibles” (lugares de culto religioso, sitios públicos…). También supone un refuerzo de las medidas puestas a disposición de nuestras fuerzas policiales y militares, así como una mayor actividad de los servicios de inteligencia.


 Este tipo de reacción puede parecer justificado pero su eficacia es bastante dudosa.
El atentado de Francia fue llevado a cabo por un “lobo solitario”, identificado hace años por los servicios de inteligencia, repitiéndose la misma situación que con los autores del atentado contra Charlie Hebdo. La situación habla por sí sola: una “lucha anti-terrorista” basada en más medidas de seguridad y mayor control sobre “los sospechosos”, pero así no se soluciona el problema del terrorismo, más bien subraya la debilidad de los gobiernos, que quieren dar la impresión de tener la situación bajo control, pero en realidad lo único que hacen es atentar contra la privacidad de los ciudadanos.

Al actuar en occidente, el Estado Islámico sabe que uno de los efectos que consigue es la publicidad gratuita de los medios de comunicación

Por supuesto, la crítica es fácil, pero solo puede ser constructiva si se proponen soluciones.
¿Cómo actuar, entonces, frente al terrorismo? A día de hoy,
todos los proyectos que han intentado encontrar un modelo fiable de lucha antiterrorista han fracasado, pero seguiremos equivocándonos si sólo nos centramos en temas de seguridad en vez de ir al núcleo de la cuestión: se trata de un problema político. Más allá de los dispositivos policiales y de seguridad –justificados pero de dudosa eficacia–, debemos aparcar nuestro orgullo y dejar de considerar al Estado Islámico y organizaciones similares como un fenómeno exclusivamente terrorista.

El Estado Islámico es la expresión de una voluntad de dominación política y territorial que utiliza la violencia para alcanzar sus objetivos y se beneficia del apoyo de combatientes y militantes que buscan un modelo estatal alternativo.


 El modo de funcionamiento de Daesh y la esencia de su ideología son salvajes, existencialistas, violentos que merecen una respuesta de tipo militar.

Acabar con Daesh como organización no supone erradicar la violencia que practican sin tratar el problema de raíz.

Persistirá la necesidad de luchar contra los modelos autoritarios, poner fin a la corrupción y a las políticas de desarrollo inadecuadas, entender los efectos desastrosos adicionales provocados por frentes innecesarios en países como Irak (2003), Libia y Siria.

Debemos ser conscientes de que el fracaso de las políticas sociales occidentales hacía los jóvenes que buscan unas mejores perspectivas económicas y sociales ha tenido como efecto que estos jóvenes engrosen las filas de organizaciones terroristas.

No existen soluciones inmediatas, debemos trabajar en soluciones a medio y largo plazo, pero antes debemos hacer un ejercicio de autocrítica y de evaluación, ver dónde han fallado nuestras llamadas “políticas de integración y de desarrollo”.


Necesitamos poner fin a la paradoja de nuestros tiempos.

Ayer luchábamos contra al-Qaeda, sin embargo, hoy consideramos una alianza con ellos.
Hay cada vez más voces que piden apoyar a al-Nusra (filial de al-Qaeda en Siria) para luchar contra el Estado Islámico y contra el régimen de Bashar al-Asad.
¿Cuál es el rumbo?

¿Existe alguna estrategia que no sea cortoplacista?
 No hemos aprendido la lección. Quejarse del 11-S y sus efectos es fácil, pero nos olvidamos que Bin Laden es resultado del apoyo occidental a los muyahidines en Afganistán. No conseguiremos cambiar al núcleo duro de Daesh, pero estamos a tiempo de actuar de manera inteligente y razonable y limitar el proceso de reclutamiento del Estado Islámico.


Barah Mikaïl es investigador senior de FRIDE (Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior), experto en Oriente Medio y profesor asociado en la Saint Louis University.

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