La
gran minería acentúa el ciclo vicioso de la sobreoferta de materias primas.
Nota del autor del blog: creo en Perú,
las minas Las Bambas y Cerro verde aumentaran la producción de cobre en un 65 %
en 2016
http://lat.wsj.com/articles/SB11269130209673593885304581460883690774652?tesla=y
La supermina
de cobre Cerro Verde, propiedad de la estadounidense Freeport-McMoRan, tiene
una superficie de 60.000 hectáreas. PHOTO: JOHN W. MILLER/THE WALL STREET JOURNAL
Por JOHN W. MILLER
miércoles,
6 de enero de 2016 0:07
EDT
CERRO
VERDE, Perú—En este
desierto volcánico, un polvoriento paisaje lunar patrullado por murciélagos,
serpientes y guanacos, la mayor minera de Estados Unidos se suma a una nueva y
poderosa tendencia en el sector de recursos naturales: las superminas. La
estrategia, sin embargo, podría estar llevando la minería a la ruina.
Freeport-McMoRan
Inc. está completando
una expansión de US$4.600 millones que triplicará la
producción de su mina de cobre Cerro Verde, para transformar una
diminuta mina estatal que arrojaba pérdidas en uno de los cinco mayores
productores del metal rojo del mundo.
Los
gigantescos concentradores de concreto de Cerro Verde muelen el cobre que será
empleado para fabricar ductos y cables en Asia, sumándose así a la producción
de nuevas minas del resto del mundo y alimentando la ola de suministro que está
agravando los problemas de un sector minero deprimido.
La
desaceleración de China
y otros mercados emergentes ha arrastrado los precios de los metales a una
profunda caída, sólo unos años después de que mineras e inversionistas
apostaron miles de millones de dólares al llamado superciclo, un crecimiento
aparentemente ilimitado de la demanda de materias primas.
En ese
entonces, las mineras estaban con los bolsillos llenos y se dedicaron a
construir las minas más grandes de la historia, extrayendo mineral de hierro en
Australia,
Brasil y África Occidental, y cobre en Chile, Perú, Indonesia, Estados Unidos,
Mongolia y la República Democrática del Congo. También expandieron
la producción de minerales como el zinc,
el níquel y la bauxita, el componente básico del aluminio.
El problema
es que ahora estas minas gigantescas están prolongando el mal momento del
sector. Su construcción es tan cara y son tan eficientes en la extracción del
mineral que reducir la producción es
inconcebible. Generan el efectivo
necesario para pagar deudas y son costosas de mantener cuando no están
produciendo. El resultado es que al agravar el exceso de producción, las
mineras contribuyen a que los precios sigan cayendo.
El
prolongado descenso de los precios ha obligado a las mineras a ejecutar
dolorosos recortes de costos. Anglo American PLC,
que completó en diciembre una supermina en Brasil que excedió su presupuesto en
US$6.000 millones, anunció en diciembre 85.000 despidos, ventas de activos y la suspensión de su
dividendo. Ese mismo día, Rio Tinto PLC,
que había construido superminas en Australia,
redujo sus planes de inversión. Glencore PLC
suspendió su dividendo y realizó un aumento de capital de US$2.500 millones
como parte de un plan para reducir su deuda.
Freeport,
con sede en Phoenix, Arizona, ha sentido la presión en carne propia. El presidente ejecutivo de la
junta y cofundador James R. Moffett renunció el 28 de diciembre, meses
después de que el inversionista activista Carl Icahn adquirió una participación
importante. Moffett dedicó casi medio siglo a Freeport y sus antecesoras.
Cuando Cerro
Verde quede completamente operativa este año, su producción ascenderá a 1.000 millones de libras al año, equivalente a 3% de la
producción mundial, a pesar de que la cotización del metal ronda sus
niveles más bajos de los últimos seis años.
El impacto
de minas como Cerro Verde es extenso e incluye una presión bajista sobre los
precios de las materias primas hasta fines de la década, cuando se prevé que el
suministro empiece a decaer a medida que las minas más antiguas finalmente
dejen de operar. Los márgenes de ganancia de las empresas se están reduciendo, muchas de ellas han tenido que anunciar
rebajas contables de sus activos y algunas de menor envergadura no tendrán más
remedio que dejar de operar, según prevén agencias de calificación de
riesgos y analistas.
Los
inversionistas que apostaron a un aumento constante de la demanda al respaldar
a las mineras han pagado caro su error: los
precios de las acciones se han derrumbado y los dividendos se han suspendido.
El índice de referencia S&P/TSX Global Mining Index
ha caído 65% desde 2010.
Desde 2007, las mineras han dedicado más de US$100.000 millones al
año a gastos de capital. La mayor parte del dinero ha financiado la
construcción de superminas como las expansiones de Rio
Tinto y BHP Billiton en la región de Pilbara en Australia, que exigió el
traslado por avión de miles de trabajadores a un desierto remoto, y el proyecto
Minas Rio de Anglo American en Brasil, que
incluyó un ducto de más de 520 kilómetros a través de 32 municipios.
Las
inversiones siguen adelante, aunque se han moderado. Rio
Tinto divulgó en diciembre un acuerdo de financiamiento de US$4.400 millones para Oyo Tolgoi, una supermina de cobre y
oro en Mongolia.
“Después de
casi tres décadas de tener que rogar para obtener capital, de pronto los bancos
y los inversionistas les estaban lanzando dinero a las mineras e implorándoles
que invirtieran en más y mayores proyectos”, dice Dick Evans, ex director de
Rio Tinto y actual presidente de la junta directiva del fabricante de aluminio
Constellium NV. “Las mineras eran como niños en una tienda de golosinas”.
Al mismo tiempo, nuevas tecnologías
permitieron la construcción de instalaciones capaces de duplicar o triplicar la
producción de cobre
o hierro de la generación previa de grandes minas.
Cerro
Verde, que ocupa más de 60.000 hectáreas, tiene dos minas que podrían llenar varios estadios, una
planta de tratamiento de aguas de US$500 millones de
unos 800 metros de largo, y dos concentradores gigantescos de concreto y acero
que pueden extraer cobre de más de 360.000 rocas al día. La mina puede consumir cerca de 9% de toda la electricidad en Perú.
Un tour dura seis horas.
Cerro Verde
es tan grande que “estamos llegando al límite de espacio y del número de
camiones que podemos poner en las rampas”, dijo Red Conger, director de
operaciones de la mina, en una reciente visita.
Incluso
antes de que las mineras comenzaran a construir esta clase de minas
gigantescas, las bajas tasas de interés contribuyeron a desatar una ola de
fusiones y adquisiciones en un sector que durante mucho tiempo estuvo
fragmentado con miles de operadores pequeños y medianos. Los grandes
conglomerados globales como Rio Tinto, BHP, Glencore y
Anglo American se expandieron, y Freeport pagó US$25.900 millones por Phelps
Dodge en 2007. “Compramos una compañía 2,5 veces mayor y eso sólo fue
posible debido al financiamiento barato”, señaló Richard
Adkerson, presidente ejecutivo de Freeport, en una entrevista en
noviembre.
Una
expansión de US$4.600 millones triplicará la producción de la mina de cobre
Cerro Verde. PHOTO: ZUMAPRESS.COM
Freeport
tenía sólo una mina, pero era enorme: la de cobre y oro
en Grasberg, Indonesia, desarrollada por Moffett, un sureño de EE.UU.
conocido por sus imitaciones de Elvis Presley y su habilidad para forjar
conexiones políticas en lugares remotos. Cerro Verde era una de las 11
propiedades mineras de Phelps Dodge, ubicada entre volcanes inactivos a unos 32
kilómetros de Arequipa.
Descubierta
en el siglo XIX, Cerro Verde ni siquiera fue explotada
en forma industrial hasta los años 70. Luego pasó a ser “una mina
pequeña que había sido mal manejada por el Estado peruano”, señala Carlos Gálvez, gerente de finanzas de Buenaventura, una
firma peruana que en los 90 tuvo una participación minoritaria en la mina. El lugar carecía de suficiente electricidad y agua.
Adkerson y su equipo opinaban que Cerro Verde
podía ser mucho más grande. Freeport determinó que la mina contenía el doble de
cobre de lo estimado y empezó a trabajar en una expansión en 2008, cuando el precio era de US$3,94 la libra. La
empresa interrumpió las obras en 2009, en medio de la crisis financiera, cuando
la cotización del cobre cayó a US$1,40 la libra,
y revivió la iniciativa en 2010. Demoró tres años en obtener los permisos y
desarrollar un plan de ingeniería que aprovechara al máximo las nuevas
tecnologías y proveyera el agua necesaria para una mina de tal magnitud.
Las mineras
consideran a Perú uno de los países más difíciles de navegar para un
inversionista extranjero, con su larga historia de activismo antiminero desde
que los locales combatieron el pillaje de los españoles en el siglo XVI.
Para
conseguir los permisos, Freeport construyó una planta de tratamiento de aguas
de US$500 millones para servir a la mina y diseñó y financió una planta separada de US$125 millones que limpia el agua de
un río para Arequipa.
Freeport
tuvo que buscar el respaldo de autoridades locales, incluyendo el arzobispo. No
fue lo único. Los habitantes de un barrio pobre recuerdan que en 2010
recibieron pelotas de fútbol para los niños y muñecas Barbie para las niñas,
cortesía de Freeport. La empresa dijo que también patrocina programas
educacionales.
Las obras no
comenzaron hasta marzo de 2013. Sin embargo, conforme la economía china se
desaceleraba y nuevas fuentes de producción se ponían en marcha, el cobre ya se
encaminaba a otro ciclo de precios bajos, tras haber tocado su máximo de US$4,48 por libra en febrero de 2011. La complejidad
del proyecto dificultó su avance. “Necesitamos 10 meses y medio solamente para
crear el espacio plano necesario para construir”, señala Red Conger, director
de operaciones a cargo de la mina. Cerro Verde se ubica en una zona sísmica y
todas las construcciones son diseñadas para soportar un
terremoto de 9,5 grados en la escala de Richter.
Un proyecto
de estas dimensiones no habría sido ni posible ni rentable hace algunos años,
aunque los precios del cobre hayan sido altos, enfatiza Evans, el ex director
de Rio Tinto. “Ahora hay camiones más grandes, taladros más rápidos y equipo de
procesamiento controlado por computadora que puede apoyar minas a mayor
escala”, observa.
El software
de monitoreo, por ejemplo, detecta rápidamente problemas en los camiones, que
pueden ser reparados antes de ser reemplazados, lo que ahorra costos.
La escala de
Cerro Verde mantiene bajos los costos operativos,
que son inferiores a US$1,50 por libra. Eso
significa que aunque los precios ronden los US$2 la
libra, su menor nivel en seis años, la mina
genera ganancias operativas.
Es una de
las minas más baratas de operar de Freeport, de modo que “habría que cerrar
muchas minas antes de esta”, dice el presidente de Cerro Verde, Bruce Clements.
La producción de minas gigantescas, sin embargo, contribuye a que los precios
de los metales sigan por los suelos. Después de registrar ganancias durante 15
trimestres consecutivos, Freeport ha
anunciado pérdidas en los últimos tres. Su deuda
asciende a US$20.700 millones, la mayor parte de la cual se acumuló
durante las adquisiciones en 2013 de las energéticas McMoRan
Exploration Co. y Plains Exploration & Production Co. en operaciones
valoradas en US$19.000 millones.
“Estamos en un lugar complicado”,
reconoce Adkerson. “Nuestra deuda es excesiva y tenemos que presentar
estrategias de negocios para gestionar nuestras finanzas en un entorno
difícil”.
—Ryan Dube contribuyó a este artículo.
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