El
colapso de la burbuja bursátil en China llevara a la quiebra de las empresas
estatales encabezadas por la industria pesada e inmobiliaria y hará que China
crezca en 4 % lo que reducirá el crecimiento de EEUU en 0,5 % y en Europa en
0,8 % y en Japón lo dejara con recesión de -1,6 %, además de un incremento en
la tasa de morosidad y despilfarro de dinero en salvar a empresas ineficientes.
Nota del autor del blog ; lei que Japón
crecerá 1 % en condiciones normales – 2,6 % quedara en – 1.6%
La
intervención del gobierno chino agrava la vorágine en los mercados
http://lat.wsj.com/articles/SB12677228495937333689304581470912687143824?tesla=y
La economía
china se ha abierto paulatinamente al resto del mundo y su control por parte
del Partido Comunista se ha debilitado. PHOTO: JASON LEE/REUTERS
Por Greg Ip y Bob Davis
lunes,
11 de enero de 2016
0:04 EDT
Las
convulsiones de la semana pasada en los mercados chinos de acciones y divisas
dieron rienda suelta a los peores temores de los inversionistas: la segunda
economía del mundo está en problemas y las
autoridades son incapaces de resolverlos.
La verdad es
menos aterradora, pero la situación sigue siendo tensa. China trata de llevar
el crecimiento económico por un sendero más pausado y seguro, menos dependiente
del gasto de capital y el endeudamiento. Los
tecnócratas saben que eso significa abrir más la economía a las fuerzas del
mercado, pero la élite gobernante aún no está dispuesta a aceptar la
pérdida de control.
La economía
ya está lo suficientemente abierta como para que el Partido Comunista no pueda
simplemente anunciar el resultado deseado y esperar que eso ocurra. Los inversionistas, tanto dentro como fuera
de China, también tienen voz. El resultado es que conforme el crecimiento
se desacelera, el gobierno intenta una y otra vez
contener las turbulencias de los mercados y a menudo las exacerba. La
gran pregunta es si ese instinto intervencionista hará en última instancia descarrilar la transformación de la economía.
El desplome del mercado la semana
pasada ilustra la magnitud del desafío. Después de una serie de medidas para frenar el colapso de la burbuja bursátil a mediados del año
pasado, el regulador de valores propuso establecer un sistema de suspensión
automática de las operaciones de bolsa durante 15 minutos cuando el índice de
acciones líderes cae o sube más de 5% y durante toda la jornada cuando el
movimiento supera 7%.
“Fue un intento sincero
de los reguladores de contar con un mecanismo para prevenir el pánico”, dice David
Dollar, experto en China de la Brookings
Institution, un centro de estudios en Washington.
Sin embargo,
el collar resultó ser demasiado estrecho, lo que tal vez refleje una aversión
irrealista a la alta volatilidad que es inherente a los mercados. Poco después
de que el sistema de interrupciones entró en vigencia la semana pasada, el
mismo se activó luego de que la divulgación de malas noticias económicas y un
yuan en caída generaron una ola de ventas.
Inversionistas temerosos de perder
demasiado se apresuraron a vender. Eso aceleró la caída e hizo que muchos dieran por sentado
que las operaciones volverían a suspenderse. Las imprevistas interrupciones desataron una ansiedad que no tardó en propagarse a otros
países.
Una tensión similar aqueja a la
política cambiaria.
China ha impuesto durante un largo tiempo estrictos controles sobre los flujos de
capitales, lo que ayudó a mantener una paridad entre el yuan y el dólar. Sin
embargo, el gobierno ha relajado paulatinamente esos controles con el fin de
facilitar el acceso al yuan, que acaba de adquirir el estatus de moneda de
reserva global.
Cuando la
economía comenzó a perder bríos el año pasado y el Banco Popular de China
recortó las tasas de interés, los inversionistas trataron de retirar capital
fuera del país. La respuesta del banco central fue devaluar el yuan a fines de
agosto y describir esta medida como orientada a permitir que el mercado tenga
un mayor papel en la valuación de la moneda.
Los líderes políticos, a quienes
responde el banco central, tenían un motivo más apremiante: estimular
las exportaciones y el crecimiento. Puesto que los inversionistas
esperaban más de lo mismo, las salidas de capital se aceleraron y la cotización
del yuan en los mercados offshore cayó bruscamente por debajo del nivel de
China continental, que está más sujeto al control del gobierno.
El Banco
Popular de China resistió esas presiones e intervino activamente para comprar
yuanes. Entre julio y diciembre del año pasado, sus reservas en moneda
extranjera descendieron de US$3,65 billones a US$3,33
billones. La entidad también intervino en los mercados offshore y el
gobierno ordenó a los bancos lanzar una ofensiva contra los especuladores de
divisas.
Luego, a
medida que el dólar se fortalecía ante otras monedas, incluido el yuan, el
banco central reactivó su antigua promesa de manejar el nivel de la divisa
contra una canasta de monedas, no sólo el dólar. Esta parece haber sido su
justificación para volver a devaluar contra el dólar la semana pasada.
Las acciones
y el yuan se han visto afectados por el deterioro de los fundamentos de la
economía, no sólo por la especulación. La economía está desacelerándose y
podría crecer menos que la meta informal del Partido
Comunista, de 6,5%.
La desaceleración ha sido encabezada
por los sectores de industria pesada y bienes raíces, que sufren de un exceso
de capacidad e inventarios, lo que es en parte consecuencia de programas previos de estímulo del
gobierno para combatir la recesión global.
Los
economistas de UBS estiman que si China se expandiera 4% este año, en lugar de la
proyección del banco suizo de 6,2%, el crecimiento de Estados
Unidos se reduciría en medio punto porcentual, el de Europa 0,8 en puntos porcentuales y el de Japón en 2,6 puntos porcentuales. Esa es la razón por
la que los precios de las acciones y de las materias primas son tan sensibles a
lo que ocurre en China.
Durante una
conferencia sobre los temas económicos en diciembre, los
líderes del Partido Comunista reconocieron que la desaceleración era inevitable
cuando priorizaron la reducción del exceso de capacidad. También sugirieron que
las políticas monetaria y fiscal serán utilizadas no para apuntalar sectores
obsoletos, sino para estimular la demanda y, de esta forma, facilitar la
transición hacia nuevos empleos de los trabajadores despedidos. También
indicaron que la bancarrota era, por vez primera, una
opción viable para las empresas estatales. La versión en Internet de El Diario del Pueblo, el vocero del Partido
Comunista, publicó las declaraciones de una fuente “con autoridad” que señala
que “la turbulencia no puede ser eludida por completo, pero es una turbulencia
que vale la pena”.
Esta clase
de retórica no es nueva. Un año después de haber asumido como líder del Partido
Comunista en 2012, Xi Jinping prometió concederles a los mercados un papel
“decisivo” en la economía. No obstante, la realidad ha sido diferente. Una
reforma de empresas estatales dada a conocer en septiembre sugirió que los burócratas tratarían de fusionar empresas que
sufren de un exceso de capacidad, en lugar de permitir su quiebra.
Esto podría
ocasionar menos trastornos a corto plazo, tanto en lo económico como en lo
político, al evitar cesaciones de pagos
y minimizar los despidos. Sin embargo, Haibin Zhu,
de J.P. Morgan, subraya que la estrategia también implica un alza de la deuda, un descenso de la
productividad y el crecimiento y el refinanciamiento de préstamos a empresas
maltrechas que obtendrán créditos que podrían ir a financiar compañías más
saludables.
A largo
plazo, entonces, podría ser mejor para China y el mundo que el país sufra ahora
el impacto de las fuerzas del mercado.
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