Los
síntomas económicos son parecidos, pero esta crisis es diferente a la de 2008;
esta crisis será mucho peor. El mundo está el doble de endeudado. Creo los
bancos norteamericanos ya no negocian bonos por US$ 39 billones, el dólar sube, los emergentes,
endeudados en dólares no pueden vender por la desaceleración china, El petróleo
esta en US$29
Los
síntomas son parecidos, pero esta crisis es diferente a la de 2008
http://lat.wsj.com/articles/SB11783374220646243479004581485011453122254?tesla=y
Operadores
en la Bolsa de Nueva York. PHOTO: SPENCER PLATT/GETTY IMAGES
Por JUSTIN LAHART
lunes,
18 de enero de 2016 0:04
EDT
El fin no
está cerca. Sí, hay grandes pérdidas, luego de que los mercados financieros
extendieron el viernes una brutal venta masiva que ha
repercutido en todo el mundo desde principios de año. La destrucción se
ha vuelto tan pronunciada que ha engendrado temores de que se repita la crisis
global de 2008.
No obstante,
hay diferencias cruciales entre lo que sucede ahora y aquellos días aciagos, al
menos para Estados Unidos. Aunque las pérdidas continuarán, EE.UU. parece, al
menos de momento, estar en una mejor posición para soportarlas. Eso podría
evitar que un descenso del mercado se transforme en una crisis financiera con
todas las de la ley que, a su vez, se transforme en una económica.
El descenso
actual ha sido particularmente virulento. Después de caer
390,9 puntos el viernes, el Promedio Industrial Dow Jones acumula una caída de 8,2% en lo que va del año. Y la situación es
peor en otras latitudes. El mercado bursátil de China
ha retrocedido 18% en lo que va del año; el crudo está a menos de US$30
el barril, un descenso de 20% este año y 52% por debajo del precio máximo de
2015.
La
profundidad de los declives y la forma en la que se propagan por múltiples
mercados pueden alarmar a cualquiera que haya vivido la crisis financiera. Al
principio de aquel colapso muchas personas pensaron que los problemas serían
similares a los de la crisis de deuda rusa de 1998 o el derrumbe de las
puntocom en 2001. Su equivocación tuvo consecuencias desastrosas.
Hay una
menor probabilidad de que tales acontecimientos se repitan ahora. Una parte
importante de ello es que durante la antesala a la crisis de 2008, la gente no
apreciaba cuánta deuda se había acumulado en el sistema. Esto amplificó el
dolor de las pérdidas, lo cual llevó a un congelamiento de los mercados de
deuda y abrió un gran agujero en los balances de los bancos.
La economía
y el sistema financiero estadounidense han cambiado. Principalmente, las
relaciones de endeudamiento dentro de EE.UU. no son tan altas si no se toma en
cuenta la deuda pública.
En el caso
de las familias, que estuvieron en el epicentro de la crisis hipotecaria, a
finales de 2007 sus niveles de deuda equivalían a 130%
de sus ingresos, según la Reserva Federal. Esa cifra había caído a 103% hacia el tercer trimestre del año pasado.
Además,
gracias en gran parte a las tasas de interés súper bajas, los hogares ahora
destinan 15,3% de sus ingresos a pagar deudas y otras obligaciones financieras,
frente a 18,1% en 2007.
De igual
manera, los bancos estadounidenses están en una posición mucho mejor para
absorber las pérdidas que durante la crisis financiera. Las 31 instituciones
financieras que se sometieron a las “pruebas de resistencia” más recientes
llevadas a cabo por la Fed tenían US$1,1 billones en acciones comunes a finales
de 2014, frente a US$459.000 millones a principios de 2009. El ratio de capital
común, que mide la relación entre la protección de los bancos en relación con
los activos ponderados por riesgo, era de 12,5% a
finales de 2014. Esto es más del doble de la proporción de 5,5% del primer trimestre de 2009.
Claro, hay
áreas en las que la deuda preocupa. La deuda del
gobierno estadounidense equivalió a 101% del Producto Interno Bruto en
el tercer trimestre de 2015, frente a 63% a finales de
2007.
La misma
observación es válida para los grandes países y regiones en todo el mundo, como
la Unión Europea, Japón y China.
China es, precisamente, la gran incógnita.
Incurrió en una gran deuda para estimular su economía,
lo que llevó a un serio excedente en todo, desde fábricas hasta
apartamentos de lujo. La reversión de este frenesí es una de las causas de la
actual turbulencia del mercado.
Un
aterrizaje forzoso de China repercutiría en el resto del mundo en formas que aún no se vislumbran. Así que el
problema más serio para la economía estadounidense es probablemente el efecto
de la debilidad inducida por la presión sobre las economías internacionales.
Los declives en los precios de las importaciones enfriarán más una inflación
que la Fed ya considera excesivamente baja.
Además, a
diferencia de 1998, cuando la Fed recortó su tasa de interés de referencia en
0,75 puntos porcentuales como parte de sus esfuerzos para calmar los mercados
financieros, el banco central estadounidense tiene poco margen para reducir los
intereses. Para estimular a la economía tendría que volver a recurrir a
políticas poco convencionales, que no son igual de efectivas.
Otra área de
preocupación es la cantidad de créditos denominados en
dólares que han sido extendidos a instituciones no bancarias fuera de EE.UU.,
tales como los bonos de empresas denominados en dólares. Los créditos sumaron US$9,8 billones a mediados
del año pasado, frente a US$5,3 billones a finales de 2007, según el
Banco de Pagos Internacionales.
La
combinación de un dólar más fuerte, el debilitamiento de la demanda y, en casos
como los de los commodities, una caída de precios
complica el pago de aquella deuda. El incremento de los préstamos
extranjeros ha sido impulsado por bancos no
estadounidenses e inversionistas en bonos. Hay mucho estrés financiero,
pero no se centra en EE.UU.
Las chispas
que encendieron la hoguera actual del mercado, como el desplome de los precios del petróleo, son comprendidas. Los mercados
han atravesado por colapsos de commodities en otras ocasiones. Finalmente estos
llevan a una destrucción del suministro, lo cual devuelve el equilibrio a los
mercados y estabiliza los precios. En cambio, en 2008 y 2009, uno de los
mayores problemas era que los inversionistas no entendían lo que estaba
sucediendo, los tipos de productos que estaban colapsando o las conexiones
entre ellos y las firmas financieras.
Por ahora, la tormenta no parece tener la fuerza de un
cataclismo. Después de 2008, muchos inversionistas han temido que cada
episodio en los mercados sea otro cisne negro. Deberían recordar que también
hay cisnes blancos.
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