Turquía incendia terrenos agrícolas de los Kurdos y utilizan
vehículos blindados, granadas y cohetes para destruir ciudades enteras Kurdas.
Turquía y el PKK reviven malos recuerdos
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A dos meses de las elecciones, los enfrentamientos entre las
fuerzas del Gobierno y el PKK se intensifican y podrían poner en peligro los
comicios. Tom Stevenson reporta desde el volátil sureste turco.
Este 20 de agosto, en la provincia kurda de
Diyarbakir, en el sureste de Turquía, fuerzas especiales de la Policía
se concentraron en el patio trasero de un hospital, en la ciudad de
Silvan. Entre gritos, volvieron a izar la bandera nacional turca,
que −según ellos− había sido arriada por miembros del ilegal Partido de
los Trabajadores del Kurdistán (PKK).
Silvan se autoproclamó recientemente como ciudad autónoma.
El gesto fue una respuesta a las operaciones militares
turcas, nominalmente dirigidas contra el PKK en todo el sureste del país.
El atrevimiento de Silvan provocó el rechazo rotundo del
Gobierno de Ankara y la detención de uno de los co-alcaldes de la ciudad, Yüksel
Bodakçı, un joven político kurdo del Partido Democrático del Pueblo (HDP).
Entretanto, la tensión es palpable si uno camina por cualquier ciudad de esta
región. Los ataques de y a las fuerzas de seguridad estacionadas aquí se
suceden a diario.
La primera señal de humo fue el ataque a activistas kurdos
perpetrado en Suruç por un grupo de Estado Islámico (EI) y las
consiguientes represalias del PKK contra las fuerzas de seguridad (que
dispararon gases lacrimógenos contra los sobrevivientes y los bloquearon en el
lugar del atentado, impidiendo que las víctimas recibieran atención médica).
Pero la chispa que acabó por avivar el fuego fue el anuncio –largamente
esperado por Washington− de que Turquía se uniría a la coalición
internacional que combate al EI en Irak y Siria. Turquía efectivamente
inició ataques aéreos en julio pero, contrariamente a lo anunciado, los dirigió contra posiciones del PKK, no
del EI.
El retorno del conflicto
Este no es un conflicto nuevo. A finales de la década de 1980
y en los años 90, los militares turcos se enfrentaron brutalmente a los grupos
de resistencia kurda, en una campaña que dejó más de 40.000
muertos. Más de 500.000 personas fueron evacuadas por
la fuerza de sus hogares y su lengua fue prohibida.
"En los años 90, el ejército atacó a los pueblos kurdos
pero ahora, además, están siendo atacadas ciudades como Silvan, a las que sus
pobladores fueron desplazados en aquel entonces",
explica Yilmaz Kan, director de Göç-Der, una organización que
trabaja con desplazados internos en Turquía. Kan acaba de visitar la provincia
de Sirnak, donde afirma haber visto al ejército turco incendiar terrenos agrícolas, alegando que los
aldeanos habían alimentado al PKK.
Ahmet Kara, que vive en Silvan, estaba allí cuando comenzaron
las operaciones militares. "Utilizaron
vehículos blindados, granadas y cohetes. Las calles estaban
arruinadas; las tiendas, hogares y autos, incendiados; la gente, moría en las
calles. La ciudad ha sido destruida", dijo a DW. "He
enviado a mis hijos a Muş [otra provincia oriental] porque es
demasiado peligroso, pero mi esposa y yo decidimos quedarnos; Silvan es nuestro
hogar."
La ruptura
Doce
municipios del sureste han declarado su autonomía del gobierno central en
respuesta a la violencia estatal.
El gobierno del AKP ha
arrestado a decenas de políticos de los partidos pro-kurdos, todos bajo
sospecha de "intentar dañar el sistema constitucional". Lo que ocurre
aquí, combinado con la poca evidencia de acciones contra el Estado Islámico
(EI), ha hecho difícil para el gobierno del AKP defenderse de la acusación de
que simplemente ha utilizado la oportunidad para atacar zonas kurdas y a grupos
de la resistencia kurda.
Según Mesut Aslan, uno de los directores de la
independiente Asociación de Derechos Humanos de Turquía (IHD),
esto no es un asunto de terrorismo sino de alta política. Durante las
elecciones generales de junio, Turquía vio convertirse al HDP en el primer
partido abiertamente pro-kurdo en ingresar al Parlamento, con el 13
por ciento de la votación nacional (la mayor parte en el
sureste). El AKP ha sido incapaz de formar un gobierno de coalición, lo que
llevó a Erdogan a convocar elecciones para el 1 de noviembre.
"Este conflicto se reinició como una respuesta directa a
los resultados electorales", asegura Aslan: "El AKP esperaba conseguir una gran mayoría y, en su lugar, terminó
con representación parlamentaria kurda." Aslan expresa una
creencia generalizada entre los kurdos de Turquía: que el gobierno del AKP
quería provocar una guerra con el PKK para socavar la simpatía por el
movimiento de derechos de los kurdos a impulsar su caída por debajo del
umbral del 10 por ciento necesario para ingresar al Parlamento
en las próximas elecciones. "Los militares han atacado y arrestado a
kurdos que no tienen nada que ver con el PKK", señala Aslan. "Esta es
una guerra contra la idea de una gran parte de la población kurda de Turquía de
que el sureste tiene derecho a su propia representación y autogobierno.
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Parlamentarios Kurdos del HDP esperando entrar en Cizre una ciudiad rodeada y en espera de ser devastada por el ejercito Turco de Erdogan.
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