La
política exterior del partido republicano es de locos y la economía vudú que
propugna es devaluación y rebaja de
impuestos a los ricos, expulsión de los inmigrantes, reducción del gasto fiscal.
Fantasías
y ficciones en el debate republicano
http://economia.elpais.com/economia/2015/09/18/actualidad/1442596576_521392.html
Tenemos
candidatos presidenciales que hacen que Bush parezca Lincoln
PAUL
KRUGMAN
19
SEP 2015 –
El
exgobernador de Florida, Jeb Bush. / MARK J. TERRILL (AP PHOTO)
He estado
repasando lo que se dijo el miércoles en el debate republicano
y estoy aterrado. Ustedes también deberían estarlo. Después de todo,
dados los caprichos de las elecciones, es bastante probable que una de esas
personas acabe en la Casa Blanca.
¿Por qué da tanto miedo?
Podría argumentar que todos los candidatos del
Partido Republicano demandan políticas que serían tremendamente destructivas
dentro del país, fuera de él, o en ambos.
Pero aun
cuando les guste el carácter general de las políticas republicanas actuales,
debería preocuparles el hecho de que los
hombres y la mujer en el escenario estén viviendo, sin lugar a dudas, en un
mundo de fantasías y ficciones. Y algunos parecen dispuestos a hacer
realidad sus ambiciones recurriendo a mentiras descaradas.
Empecemos
por el menor de los problemas, la economía fantástica de los candidatos oficiales del
partido.
Probablemente
estén cansados de oír esto, pero el discurso económico del Partido Republicano
moderno está completamente dominado por una doctrina económica —la importancia
soberana de unos impuestos bajos para los ricos— que ha fracasado completa y
absolutamente en la práctica durante la generación anterior a la nuestra.
Piensen en
ello. La subida de impuestos de Bill Clinton fue
seguida de una enorme expansión
económica, y las rebajas de impuestos de George W.
Bush, de una recuperación débil
que terminó en un desastre financiero.
El aumento
de los impuestos de 2013 y la llegada de Obamacare en 2014 han estado
vinculados al mayor crecimiento del empleo que ha habido desde la década de
1990.
La California de Jerry Brown, que recauda impuestos y respeta el
medio ambiente, crece con rapidez;
la
Kansas de Sam Brownback,
que recorta drásticamente los impuestos y el gasto, no.
Pero el
control que ejerce este dogma fallido sobre los políticos republicanos es más fuerte
que nunca, y están prohibidos los escépticos.
El miércoles, Jeb Bush
afirmaba, una vez más, que esta economía vudú
duplicaría la tasa de crecimiento de Estados Unidos, mientras que Marco
Rubio insistía en que un impuesto sobre las emisiones
de carbono “destruiría la economía”.
El único
candidato que habló con sensatez sobre la economía fue, sí, Donald Trump, que
declaró que “hace ya muchos años que tenemos impuestos progresivos, así que de
socialista no tiene nada”.
Si el debate económico era preocupante, el
relacionado con la política exterior era casi de locos. Casi todos los
candidatos parecen creer que la fuerza del Ejército
estadounidense puede impresionar
e intimidar a otros países para que hagan lo que queremos sin necesidad de
negociaciones, y que ni siquiera deberíamos conversar con los dirigentes
extranjeros que no nos gusten.
¡Nada de cenas con Xi Jinping! Y, por supuesto, nada de pactar con Irán, con lo bien que ha ido usar
la fuerza en Irak.
De hecho, el
único candidato que parecía remotamente sensato en lo relativo a la seguridad
era Rand Paul, lo que resulta casi tan inquietante como el espectáculo de Trump
convertido en la única voz de la razón económica.
Sin embargo,
la verdadera revelación del miércoles fue el modo en que algunos candidatos
fueron más allá de la exposición de malos análisis y la difusión de historias
falaces como justificación de afirmaciones claramente erróneas. De hecho, probablemente lo hicieron de forma
consciente, lo que convierte dichas afirmaciones en lo que técnicamente se
conoce como “mentiras”.
Por ejemplo,
Chris Christie aseguró, como ya hizo en el
primer debate republicano, que fue nombrado fiscal de Estados Unidos el día
antes del 11-S. Sigue sin ser verdad: su selección para ese cargo ni siquiera
se anunció hasta diciembre.
La
mendacidad de Christie, no obstante, palidece en comparación con la de Carly Fiorina, aclamada por todos como “ganadora” del
debate.
Una de las
mentirijillas de Fiorina consistió en repetir afirmaciones probadamente falsas
acerca de su trayectoria empresarial. No, no fue la responsable de un gran
aumento de los ingresos. Hizo crecer Hewlett-Packard
comprando otras empresas, principalmente Compaq, una adquisición que fue
un desastre financiero. Ah, y si su
vida es la historia de una “secretaria que llegó a ser consejera delegada”, la
mía es la de un cartero que llegó a ser columnista y economista. Lo siento,
pero haber tenido trabajos de poca monta en la época de estudiante no convierte
nuestra vida en una historia de Horatio Alger.
Sin embargo,
el momento verdaderamente asombroso tuvo lugar cuando afirmó que en los vídeos
que se utilizaban para atacar a Planned
Parenthood aparecía “un feto completamente formado sobre una mesa,
pataleando y con el corazón latiendo mientras alguien decía que había que
mantenerlo vivo para extraerle el cerebro”. No es así. Los activistas
contrarios al aborto han proclamado que esas cosas suceden, pero no han
aportado ninguna prueba, solo afirmaciones mezcladas con grabaciones de archivo
de fetos.
De modo que
¿está Fiorina tan metida en la burbuja que no puede discernir la diferencia
entre los hechos y la propaganda política? ¿O está propagando una mentira a
propósito? Y lo fundamental, ¿importa eso?
Empecé a
escribir para el Times durante la campaña de las elecciones de 2000, y lo que
recuerdo sobre todo de aquella campaña es el modo en que las convenciones de la
información “imparcial” permitieron al entonces candidato George W. Bush hacer
afirmaciones claramente falsas —sobre sus rebajas de impuestos, sobre la
Seguridad Social— sin pagar por ello. Como escribí en aquella época, si Bush
hubiese dicho que la Tierra era plana, habríamos leído titulares de este
estilo: “La forma del planeta: ambas partes tienen razón”.
Ahora
tenemos unos candidatos presidenciales
que hacen que Bush parezca Lincoln. ¿Pero quién va a contárselo a la gente?
Paul
Krugman es premio Nobel de Economía de 2008.
© The New
York Times Company, 2015.
Traducción
de News Clips.
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