Por
qué las predicciones sobre el cénit del petróleo no se han hecho realidad
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By RUSSELL GOLD
Oct.
3, 2014 12:02 a.m. ET
¿Hemos derrotado a la teoría del
“cénit del petróleo”?
Durante
décadas, un escenario sombrío ha estado al acecho en la imaginación popular: la
producción mundial de crudo llega a su techo y luego comienza una caída
inexorable, lo cual elevará los costos y obligará a los países al estricto
racionamiento y a pelear por las menguantes reservas.
La
producción petrolera de Estados Unidos de hecho
alcanzó un máximo en los años 70 y cayó en las
décadas posteriores, exactamente como predecía la teoría.
Pero luego ocurrió algo que la teoría no vaticinó:
comenzó a subir de nuevo en 2009, y no
se ha detenido, gracias a los grandes avances en la tecnología para yacimientos
petroleros.
Para quienes
adhieren a la teoría del cénit de la producción de crudo, esto es sólo un
respiro, y el descenso es inevitable.
No obstante,
un creciente grupo de expertos sostiene que la situación se ha planteado de
forma errónea.
Las
verdaderas restricciones que enfrentamos son
tecnológicas y económicas, señalan.
Estamos
limitados no por la cantidad de petróleo en el suelo sino por cuán inventivos
seamos para explotar
nuevas fuentes de combustible y cuánto estemos
dispuestos a pagar para acceder al crudo. “La tecnología avanza con tanta
rapidez hoy en día que cualquier inminente límite de recursos no será más que
un obstáculo pasajero”, afirma Phil Verleger, economista especializado
en petróleo. “Nos adaptamos”.
La
existencia o no de un techo es más que un tema de debate intelectual. La
pregunta también tiene un importante impacto potencial sobre gobiernos,
empresas petroleras y personas de todo el mundo, todos los cuales dependen de
los caprichos de la producción y se verían amenazados por el alza de los costos
y situaciones de escasez.
Los que
promueven la teoría sostienen que, en lugar de invertir dinero en nuevas formas
de hallar crudo, deberíamos estar conservando lo que tenemos e invertir en
fuentes alternativas de energía para que
estemos preparados para cuando los suministros escaseen y los costos aumenten.
La mayoría
de los que se oponen concuerdan en que no deberíamos apostar al petróleo para
siempre.
No obstante,
creen que es mejor invertir en tecnología para seguir incrementando la oferta,
hasta que se vuelva demasiado costoso.
En ese
momento, confían, podremos encontrar una alternativa económica.
La
teoría del cénit de petróleo fue popularizada por M. King Hubbert, un geólogo
que trabajó en Shell Oil.
En un ensayo de 1965,
predijo que la producción de EE.UU. alcanzaría un tope, probablemente a
comienzos de los años 70, y luego caería. Se parecería a una curva de
distribución normal.
La idea se
volvió muy popular cuando la producción petrolera estadounidense de hecho
alcanzó su techo a principios de los años 70. Era un momento propicio para que
el país temiera lo peor: los conductores hacían largas filas para conseguir
combustible y EE.UU. sentía que estaba bajo el yugo de
la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
La
popularización de la teoría ayudó a justificar mayores inversiones en energía
alternativa. Hace unos años, la idea volvió a recibir atención cuando los
precios del petróleo estaban altos y parecían atascados en ese nivel.
Luego los
datos se desviaron de la curva. EE.UU. produjo cinco
millones de barriles diarios en 2008. Al año siguiente, su producción
petrolera comenzó a aumentar y sigue subiendo hasta hoy. En el primer semestre de 2014, promedió 8,3 millones de
barriles al día.
¿Qué cambió?
Una innovación en la tecnología para yacimientos, que la teoría no anticipaba.
Las empresas energéticas combinaron la fracturación
hidráulica y la perforación horizontal para
extraer petróleo de densas formaciones rocosas en EE.UU. y Canadá.
Al
principio, los perforadores apuntaron al gas natural porque pensaban que las
moléculas de crudo eran demasiado grandes para ser extraídas. Sin embargo, la fracturación hidráulica también funcionó con
los pozos petroleros. Otros países comienzan a aplicar las mismas
técnicas y podrían obtener resultados similares.
Ahora,
aunque los analistas digan que sería difícil replicar las condiciones
geológicas, económicas, regulatorias y de infraestructura que propiciaron el
boom del esquisto en EE.UU., otros países están comenzando a usar las mismas
técnicas.
En
Argentina, por ejemplo, la estatal YPF estableció sociedades con la malasia Petronas y la estadounidense Chevron Corp.
CVX +0.51% para explorar su inmensa
formación de Vaca Muerta. Con 22,7 billones de metros cúbicos de gas de esquisto
potencialmente recuperables, ese país tiene la segunda mayor reserva
después de China, según la Administración de Informaciones de Energía de EE.UU. (EIA por sus siglas en inglés).
Con el
reciente auge llegaron quienes argumentan que el techo petrolero subestima la
capacidad de innovación. La industria, dicen los expertos, tiene una historia
de conseguir nuevos suministros cuando las perspectivas parecen sombrías.
Hace un
siglo, la industria energética encontró enormes yacimientos en Texas y California, cuando crecían los temores de que
la producción había alcanzado su máximo. Cuando la producción en EE.UU. comenzó
a declinar, otras regiones tomaron la posta: el mar del
Norte, Nigeria y Arabia Saudita. Las innovaciones impulsaron un auge de
la perforación en aguas profundas.
Más en
general, sostiene esta corriente, la teoría enfoca mal el problema: se centra
en el suministro físico en lugar de nuestro ingenio para poder alcanzarlo. “Tiene
que haber un límite finito” de petróleo y gas, dice George King, consultor global de tecnología de Apache Corp. APA
-2.02% Sin embargo, considera que la
restricción sobre el crudo se puede producir no es geológica. “Enfrentamos
límites técnicos y económicos más que otra cosa”, dice.
Los que no
creen en la teoría no consideran que debamos limitarnos al crudo para siempre,
sino acelerar una transición a alternativas en anticipación a una escasez. Una
política desacertada, después de todo, puede tener resultados muy negativos.
Por ejemplo, en los años 70, cuando EE.UU. pensó que se agotaba el gas natural,
se construyeron muchas plantas a carbón, que dejaron el legado de aire
contaminado en algunas ciudades.
Además,
concuerdan en que sí hay límites
económicos, pese a que no creen que los problemas de suministro sean inminentes.
Cuando la
industria petrolera supera un obstáculo y eleva la producción, los costos
suelen aumentar. Entonces, en algún
momento, el costo de obtener más crudo probablemente suba tanto que los
compradores no podrán —o no querrán— pagarlo.
Pese a la
abundancia de crudo que generó la fracturación, los precios globales siguen
altos.
Esto abrió
la puerta a fuentes alternativas y al gasto en
eficiencia energética. El cambio climático ha alterado el cálculo. Más
activistas presionan para que se adopten combustibles alternativos que detengan
el creciente nivel de dióxido de carbono en la atmósfera y combatan el cambio
climático. “Habrá un tope petrolero, pero será (por un)
tope de consumo”, dice Michael
Shellenberger, presidente del Breakthrough Institute, un centro de
estudios sobre energía y clima. “Lo que queremos es adoptar fuentes de energía
mejores, más baratas y más limpias”.
Si Hubbert
estuviera vivo —murió en 1989—, ¿admitiría la derrota? Probablemente no, dice Mason Inman, quien escribió una biografía del geólogo
que será publicada el próximo año. Sostiene que el reciente auge del esquisto
es sólo un respiro temporal en una larga marcha descendente.
Hubbert, que proponía adoptar la energía
solar y la eficiencia energética para quebrar la dependencia del crudo, creía
que la tecnología ayudaría a extender los límites de la producción petrolera,
pero pensaba que su impacto era exagerado, dice Inman.
Con el
tiempo, los retornos disminuirán, agrega, ya que el crudo es un recurso finito,
aunque no conozcamos sus límites.
Nota del autor del blog: el petróleo se puede
fabricar a partir del carbón solo que es más caro o carísimo.
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