El
Internet de las cosas, la próxima revolución industrial,
El internet de las cosas ahorrara
millones de millones de dólares que se pierden en ineficiencias.
El internet de las cosas hará más fácil
la labor de la inteligencia artificial
La
conectividad, la próxima revolución industrial
http://lat.wsj.com/articles/SB11297148318673073482304580232921545180674?tesla=y&mg=reno64-wsj&url=http://online.wsj.com/article/SB11297148318673073482304580232921545180674.html
La Internet de las cosas está
cambiando la forma en que funciona el mundo y empresas como GE y
Cisco se beneficiarán
Por Tiernan Ray, Especial para The Wall Street Journal
domingo,
26 de octubre de 2014
11:26 EDT
El auto
eléctrico Model S de Tesla Motors Inc. La
revolución de la conectividad incluiría autos con conexión a Internet
integrada. Bloomberg News
Nota del autor del blog . Son autos con un prototipo de piloto automático.
El futuro le pertenece a las
máquinas.
Este año se
venderán más de 1.000 millones de
smartphones y varios millones de relojes inteligentes y monitores del estado
físico entrarán en uso.
Pero si las predicciones sobre la llamada
Internet de las cosas son acertadas, el número de dispositivos autónomos que existe en el mundo, conectados a redes de líneas fijas o inalámbricas, a la larga hará
palidecer la cifra de aparatos que las personas llevan consigo.
Una
investigación de mercado realizada por Gartner
predice que la cantidad de dispositivos conectados a una red, en su mayoría no
manipulados por una persona, se disparará de 3.000
millones a 25.000 millones en apenas siete años.
Estos
aparatos conectados están en todo tipo
de industrias. Incluyen automóviles
con conexiones a Internet incorporadas,
productos
empacados en los supermercados que
contienen transmisores y receptores
inalámbricos en sus etiquetas, y
flotas
de camiones en la carretera conectadas a redes que rastrean su progreso.
Sistemas de
calefacción, ventilación y aire acondicionado podrán controlar mejor la humedad
y la temperatura,
las
aerolíneas utilizarán combustible de manera más inteligente y
los
hospitales podrán coordinar de mejor manera la disponibilidad de los equipos en
las salas de cirugía y las citas médicas.
Dos tendencias tecnológicas clásicas
se fusionan aquí.
En
primer lugar, la
tecnología, como suele suceder, está democratizando
el proceso de conectar las cosas. Gigantes de la industria como General Electric han estado durante décadas
automatizando sistemas de control de plataformas petroleras y similares.
Además, las clases de infraestructura conectadas mencionadas aquí pueden ser
construidas de principio a fin por la división Smarter
Planet de IBM, que genera US$5.500 millones
anuales en ingresos para el gigante tecnológico, calculan los analistas.
Sin embargo,
“ese
tipo de estrategias sólo podía ser asumida por las empresas más grandes del
mundo”, dice Ed Maguire, analista de
software de la firma de investigación CLSA Americas,
y quien ha escrito varios informes sobre cada aspecto del Internet de las
cosas. “No era algo accesible para una compañía promedio”.
Con la caída
en el costo de los sensores, la proliferación de sistemas de conectividad de
red o inalámbrica para la informática, y la llegada de centros de datos de
menor costo de Amazon.com y otros
proveedores para recolectar y analizar información de máquinas alrededor del
mundo, es cada vez más posible para las empresas, grandes y pequeñas,
conectarse.
En segundo lugar, las
capacidades están aumentando de forma gradual.
Ahora, por ejemplo, un simple sensor de
movimiento, luz o temperatura podría ser incorporado a algo y ser usado para
controlarlo. Pronto, el software detrás de una red de sensores monitoreará
todos los postes de luz de una ciudad, haciéndolos más efectivos y ahorrándoles
a los contribuyentes dinero.
Las aerolíneas también podrían usar un
servicio que alerte cuando las partes de un motor de avión están por fallar y
así tener un repuesto listo para ahorrar tiempo.
Es similar a
la forma en la que la computadora reemplazó al principio al bolígrafo y el
papel para los cálculos numéricos, y que más tarde provocó la proliferación de
invenciones mucho más valiosas, como bases de datos y el World Wide Web (www).
La explosión
de dispositivos conectados ofrece oportunidades para compañías de tecnología en
todo el espectro, incluidas fabricantes de chips como
Qualcomm y Thin Film Electronics, empresas de redes tradicionales como Cisco Systems, proveedores de software como PTC y Splunk, y proveedores de servicios de
computación en nube como Amazon y Salesforce.com.
Aunque Amazon, Cisco, Qualcomm y otras de su tipo son
demasiado grandes para obtener alguna ventaja a corto plazo del Internet de las
cosas, Splunk, Thin Film y PTC están
profundamente ligadas a su crecimiento.
Otra gran
ventaja le correspondería a las empresas de la vieja economía como Monsanto y GE. Estas podrían producir un renacimiento
de cosas tan sencillas como equipos industriales y semillas.
Hay tres
etapas de la Internet de las cosas.
En primer lugar, muchas cosas están conectadas, incluidas
las casas, los autos, los trenes de carga, los equipos médicos y los bienes
empacados.
Luego, cada vez más y más información
analizable se extrae de estos aparatos conectados.
Y al final, los fabricantes conducen sus negocios
basados en esa información.
La primera etapa tiene que ver con sensores y chips
baratos. Hay muchos ejemplos a destacar, como el fabricante de autos eléctricos
Tesla. Hace poco, la empresa anunció una nueva
versión de su Model S, con sensores que con el
tiempo permitirán que el auto sea conducido en modo
piloto automático.
Pero también
hay ejemplos más humildes. La empresa de chips Gimbal
de San Diego fue escindida de Qualcomm en
mayo. La startup fabrica lo que se llama el iBeacon,
de hecho una marca registrada de Apple, que desarrolló el estándar.
Los iBeacons de Gimbal son piezas de plástico que cuestan
entre US$5 y US$20 que pueden ser tan pequeñas
como 6,5 centímetros cuadrados y contienen sensores,
receptores y transmisores inalámbricos y un poco de memoria. Los iBeacons
pueden adherirse a varios lugares y transmitir
información a aparatos que pasan por su lado hasta a 50 metros de distancia.
Apple usa los aparatos de Gimbal en
sus tiendas minoristas: cuando un comprador está mirando la mercancía, su iPhone
automáticamente se conecta con los iBeacons escondidos debajo de las mesas de
exhibición. Los dispositivos luego envían alertas a su pantalla, como un
recordatorio sobre una próxima cita con los asesores de soporte técnico.
Eso es la actualidad, pero a futuro esta tecnología
podría transferirse a usos que no involucran la participación humana directa,
predice el director de operaciones de Gimbal, Kevin Hunter.
El precio es
clave: en el pasado, la tecnología habría incluido puntos de acceso Wi-Fi que
cuestan 10 o 20 veces más que una red iBeacon.
Incluso más
baratos son los electrónicos en piezas
delgadas de plástico. La noruega Thin Film
tiene la tecnología para imprimir sensores y circuitos en esos materiales
transparentes. Davor Sutija, presidente ejecutivo de
Thin Film, dice que la producción del sensor en sí, que es apenas una línea negra que se conecta al
plástico, cuesta medio centavo de dólar. Un centro de sensores completo, con una división de procesamiento
central, circuitos de radio frecuencia, antena y hasta una batería con una
duración de unos cuantos meses, cuesta un dólar. En unos años, el precio
podría caer a solo un cuarto de dólar. “Piénselo, cuatro veces menos costoso en
solo unos años”, dijo Sutija.
La empresa
trabaja con socios y clientes para colocar las etiquetas inteligentes flexibles
impresas en el exterior de los bienes empaquetados como frutas y lácteos. Un
trabajador de supermercado o consumidor podría, digamos, revisar la temperatura
y la historia de estos productos en una pantalla digital.
En
la tercera etapa de la
Internet de las cosas, las empresas cambian la forma en la que generan ingresos
y aprenden a reducir costos. Esta es quizás la etapa más difícil de cuantificar porque involucra eliminar todas
las ineficiencias en los modelos de negocios existentes.
Cisco,
que ha realineado sus
operaciones para vender paquetes de interruptores, software y servicios para la
Internet de las cosas, señala el ejemplo de Barcelona,
en España, ciudad que está utilizando sensores y redes para obtener un
mejor entendimiento de los patrones de tráfico y
reducir la congestión.
“No hay ningún sector
de la economía donde no hay miles de millones de dólares atrapados en
ineficiencias”,
observa Glen Allmendinger, analista de Harbor Research.
Entre tanto,
nosotros los humanos podríamos contemplar si nos gusta vivir en una era en la
que
los edificios se están volviendo más
inteligentes que nosotros,
los robots
se están quedando con más de nuestros empleos, y
los autos
autónomos pueden ser embargados de forma remota.
Por
supuesto, nuestras preocupaciones podrían ser irrelevantes. Los humanos no
somos la pieza central de esta revolución de la computación; las máquinas lo
son.
Tiernan
Ray es columnista del semanario Barron’s.
No hay comentarios:
Publicar un comentario