En Williston ,Dakota del Norte (EEUU)
los empleados ganan US$ 80,000 al año y los supervisores unos US$ 300,000, el
desempleo es de 2,8 % y el crecimiento del PBI es de 9,7 % (allí se extrae petróleo
y gas por fraking)
Note en el mapa a la izquierda el pueblito de Willinston.esta en las orillas de un rió
Surfeando
sobre petróleo
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/10/26/actualidad/1414283893_786123.html
La
revolución energética en Dakota del Norte
desatada por el 'fracking' impulsa la economía estadounidense y altera los
equilibrios geopolíticos en el planeta
FOTOGALERÍA
Williston, una ciudad en
constante movimiento
MARC
BASSETS
26
OCT 2014 - 02:07 CET14
La piscina
de surf, en un centro cívico que ha costado 76 millones de dólares, es un signo
del bienestar financiado por el boom. / GUILLERMO CERVERA
Este rincón
de Dakota del Norte perdía hace diez años población. Hoy llegan emigrantes de
todo el país y los apartamentos se alquilan a precios de Manhattan.
Hace una
década los jóvenes se largaban de Williston, un
pueblo de 12.000 habitantes en una de las
regiones más inhóspitas de Estados Unidos. Hoy es una ciudad de más de 40.000 habitantes y una piscina con olas de surf en un
centro cívico que ha costado 76 millones de dólares.
En 2004, el
sargento Chris Hoyt tenía veinte años y comenzaba una carrera en el Ejército
que le llevaría a Afganistán, donde combatió en el valle del Korengal, una de
las regiones más peligrosas del mundo. Hoyt, retirado de las fuerzas armadas,
es uno entre decenas de miles de norteamericanos que han encontrado en
Williston lo que, tras la crisis financiera de 2008, era cada vez más difícil
encontrar en el resto de Estados Unidos: un empleo bien remunerado.
“Lo único bueno en
Dakota del Norte es el dinero”, dice Hoyt. “El petróleo y el dinero”.
Williston
—primera etapa de un viaje de EL PAÍS por los Estados Unidos de la era Obama—
es la capital del ‘boom’ energético. Como dice el cartel que da la bienvenida a
los visitantes, es una ‘boomtown’, la palabra que
en EE UU designa las ciudades nacidas de la nada durante la fiebre del oro del
siglo XIX.
Aquí, lejos
de todo —a 1.800 kilómetros del Océano Pacífico y más de 3.000 del Atlántico—
la secuencia se repite: el descubrimiento de nuevas reservas, el magnetismo de
un lugar donde sobra dinero y escasea la mano de obra,
las tensiones que causan las decenas de miles de recién llegados, casi todos
hombres, solos, en tierra desconocida, algunos con pasados que olvidar.
Las noches
del viernes son noches de tangana en los locales más concurridos: en Williston la policía, omnipresente en
cualquier ciudad norteamericana, se deja ver poco.
Mientras el
resto del país vivía una de las peores recesiones de las últimas décadas, Dakota del Norte redescubrió la salida en la solución
de siempre: el “‘drill, baby, drill’ “ —“perfora, ‘baby’, perfora”— promovido
por los republicanos en la campaña presidencial que hace seis años llevó al
demócrata Barack Obama a la Casa Blanca. Ahora Obama celebra el ‘drill, baby,
drill’ en Dakota del Norte, donde la tasa de desempleo
del 2,8% y el crecimiento en 2013 del 9,7%:
niveles de dragón asiático o petro-estado.
Shawn
Wenko, responsable de
desarrollo económico en e el Ayuntamiento de Williston, dice que cada vez
llegan más mujeres. Además de un boom petrolero, la ciudad vive un ‘baby boom’:
nacen hasta 60 niños al mes; antes de la revolución del petróleo, nacían 60 al
año. La piscina del centro cívico, donde los adolescentes locales demuestran su
talento con la tabla de surf, es un reflejo de un nuevo Williston: poco a poco
el espíritu familiar sustituye al espíritu del ‘Far West’.
Al sargento
Hoyt ni se le pasa por la cabeza fundar aquí una familia.
En Montana,
el estado donde nació hace 30 años, dejó a su novia, al hijo de ésta y a su propia
hija de un matrimonio anterior.
Cuando
regresó de la guerra y abandonó el Ejército, se inscribió en la universidad. La
abandonó para trabajar en Williston, en una firma encargada de transportar agua
a las empresas que, por medio de la discutida técnica del ‘fracking’ y la perforación horizontal, extraen
petróleo el subsuelo. Su salario anual se acerca los
80.000 dólares, casi el triple de la media de ingresos en EE UU, pero
por debajo del de otros profesionales en el sector petrolero en Williston.
Un
supervisor durante el
proceso de perforación explicó que cobra más de 300.000
dólares anuales.
El incentivo
de salarios astronómicos, imposibles de imaginar para personas con su edad y
calificación académica en otros lugares del país, explica por qué personas como
Hoyt viven en Williston.
A pesar de
la soledad.
A pesar el
frío: una media de entre -13 y -16 C entre
diciembre y enero.
A pesar de
que hay pocas mujeres y muchas de las que hay son prostitutas, lamenta el
antiguo soldado en Bunnie’s Burgers, una hamburguesería en el que se reúnen
trabajadores y emprendendores, aventureros todos que un día abandonaron sus
casas —en California o Virginia, en Texas o Colorado— para participar en una
revolución que transforma la economía de la primera potencia mundial.
El petróleo
es uno de los motores de la recuperación: crea empleo,
abarata la factura energética de la industria y ayuda a reducir el precio de la
gasolina. Quedan lejos los tiempos en que el antecesor de Obama, George
W. Bush, lamentaba la adicción de EE UU al petróleo.
Anochece en
Williston y los camiones rugen en la carretera. Nunca dejan de rugir: en las
calles del centro, en los caminos todavía no asfaltados que conectan los campos
de petróleo en las afueras de la ciudad.
Todo —menos
el centro cívico, que huele a nuevo— presenta un aire destartalado y
provisional: los hoteles, los restaurantes, los bares, el aeropuerto minúsculo,
con aires de estación de tren centroeuropea en periodo de entreguerras, pero
con conexiones diarias a Minneapolis, Denver y Houston.
Quién sabe qué quedará de esto cuando el boom termine.
La América
nerviosa, el país que no deja de moverse y buscar oportunidades, el que crece
dopado por el oro negro, tiene en Williston un paraíso.
Nadie sabe
cuándo se marchará. Los turnos suelen ser cuatro o seis semanas, a las que
siguen dos o más semanas de descanso. Hora de regresar, a casa, en estados
lejanos, con la mujer y los hijos, o de viajar a destinos exóticos,
inaccesibles para la mayoría de norteamericanos pero no para los que trabajan
en Williston.
A la entrada
del complejo de campamentos de la empresa Target
Logistics, a 10 kilómetros al norte de Williston, un guarda controla la
circulación.
En uno de
los módulos prefabricados, la repecionista menciona al
comentar sus planes de vacaciones: los Alpes franceses, Argentina, Palma de
Mallorca.
Un millar de
hombres duermen en el complejo de módulos
con habitaciones individuales de Target Logistics: una solución provisional
a la carestía de vivienda y la realidad de que pocos trabajadores del petróleo
quieren quedarse aquí para siempre.
Las normas
son estrictas, dice Nick Nelsen, supervisor de los campamentos, mientras enseña
las habitaciones, el comedor, la sala de juegos, el gimnasio.
Prohibido
beber y traer a la familia. Nada de armas de fuego.
Antes de
empezar a trabajar para Target Logistics, Nelsen pasó veinte años en la Navy, a
la Armada de EE UU. Estuvo una vez en Afganistán y tres en Irak. Siempre
pisando petróleo.
“Aquí es un
poco más agradable”, bromea en alusión a los cuarteles perfabricanos, parecidos
al de Target Logistics, en los que se alojó durante la guerras. “Aquí nada
explota a tu alrededor”.
Un hilo liga Irak y Afganistán con Dakota del Norte.
El vínculo
se hace explícito en Williston y las carreteras que lo rodean: los camiones de Halliburton, empresa subcontratada por
el Gobierno de EE UU durante la ocupación de Irak; los centenares de veteranos
que aportan su disciplina y preparación física; la propia Target Logistics, que
ha construido campos prefabricados parecidos a los de Williston en la ciudad
iraquí de Basra.
Es como si
la guerra de Irak, que algunos críticos de Bush atribuyeron a la voluntad de
controlar el petróleo iraquí, se hubiese prolongado por medios pacíficos en la
América profunda, con unos protagonistas y un paisaje —ocre, sin árboles, un
horizonte infinito— parecidos.
Estados
Unidos ha superado a Arabia Saudí y Rusia como primer productor de petróleo y gas natural y se acerca
a la autonomía energética.
Dakota del Norte ya
produce un millón de barriles diarios, lo que sitúa a este estado en la
primera división mundial.
La
dependencia del petróleo de Oriente Medio y otras regiones inestables está a
punto de acabar.
El boom de
Dakota del Norte ha corrido paralelo al intento de Obama de poner fin a las
guerras de Irak y Afganistán.
"América
va donde no se le ha perdido nada”, dice el sargento Hoyt. El exsoldado
cuestiona las guerras, pero también siente nostalgia.
—¿Echas de
menos Afganistán?
—Oh, sí.
Echo de menos matar, matar a los malos. La adrenalina, la excitación.
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