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lunes, 25 de agosto de 2014

La falta de guantes cobra la vida de los doctores que luchan contra el ébola (es decir el ebola atraviesa las membranas celulares de las manos aun sin heridas.) Hay 51 médicos para 4 millones de habitantes en Liberia. del WSJ



La falta de guantes cobra la vida de los doctores que luchan contra el ébola (es decir el ebola atraviesa las membranas celulares de las manos aun sin heridas.)  Hay 51  médicos para 4 millones de habitantes en Liberia.

Nota del autor del blog : se debe poner de moda el saludo apache
 ¡ jau ! y levantar la mano enseñando la palma de la mano pero sin tocar al otro. Y o saludaba a todos en el hospital de mi pueblito asi y con la mano izquierda , en la mano derecha cargaba un maletín .



http://lat.wsj.com/news/articles/SB10001424052970203977504580113893686281762?tesla=y&mg=reno64-wsj&url=http://online.wsj.com/article/SB10001424052970203977504580113893686281762.html


Por
DREW HINSHAW
lunes, 25 de agosto del 2014 14:07 EDT



Un trabajador de salud liberiano desinfecta un cuerpo de una persona que murió de ébola. Getty Images


Sergeant Kollie Town, Liberia—Los guantes de hule escasean en esta parte rural de Liberia tanto como los doctores, así que Melvin Korkor se colocaba bolsas de plástico del mercado en ambas manos para recibir a los bebes que ayudaba a traer al mundo.

Cuando hace un tiempo una mujer llegó quejándose de un dolor de cabeza, el equipo del doctor Korkor ni siquiera se molestó en buscar bolsas de plástico para protegerse.

Cinco enfermeras, un técnico de laboratorio y luego una voluntaria atendieron a la embarazada con sus manos desnudas.

Al cabo de unas semanas, todos ellos habían muerto. Se enteraron demasiado tarde de que la mujer con el dolor de cabeza tenía ébola.

En algún momento de su labor, entre apretones de mano e intercambio de sudor, Korkor también adquirió el virus. Por cinco días, leyó la Biblia en un catre en una sala para pacientes con ébola, mirando a sus colegas desangrarse hasta morir de una enfermedad para la que no tenían ni el equipo ni el entrenamiento para tratar. Frente de él, una enfermera embarazada del que sería su tercer niño le dijo: "Doctor, me estoy muriendo", recuerda Korkor.

Aunque el doctor sobrevivió, su hospital ha sido cerrado, como decenas de otros centros médicos en Liberia, Sierra Leona y Guinea.

Es un retroceso devastador para países golpeados por varias enfermedades mortales. La Organización Mundial de la Salud estima que el brote de ébola en la región ha matado a 1.145 personas, casi la mitad de las 2.127 que se cree que están infectadas.

Los países del occidente de África que apenas están saliendo de guerras civiles y la pobreza se han hundido en el caos económico.

Los trabajadores del hospital señalan que gran parte de este saldo de muertes pudo haberse evitado, o al menos mitigado, si hubieran tenido a su alcance materiales médicos básicos, comenzando por lo más sencillo: guantes de hule desechables.
 


Tawah Fayiah, de 54 años, espera ser transportada a una ala de aislamiento para para pacientes con ébola. Getty Images


En cambio, el personal médico ha estado tratando a muchos pacientes con sus manos desprotegidas, lo que aumenta enormemente el riesgo de que el virus del ébola mate a los mismos profesionales que intentan combatirlo.

Decenas de trabajadores de la salud han muerto de la enfermedad en Liberia, según documentos del Ministerio de Salud. Muchos de los que adquirieron el virus pero sobrevivieron están traumatizados, así como sus colegas, y podría ser difícil convencerlos de que vuelvan al trabajo.

Su ausencia pesa demasiado. Incluso antes del ébola, Liberia —con apenas 51 doctores para cuatro millones de habitantes— tenía el menor número de médicos por persona en el mundo después de Tanzania, según la OMC.

Personal de hospital en Liberia, incluyendo el del doctor Korkor, se han declarado en huelga hasta que el gobierno cumpla con sus demandas.
Quieren guantes, gafas de seguridad, trajes de protección, seguro de vida y que le quintupliquen el sueldo por los riesgos de su trabajo.
El gobierno ha dicho que planea cumplir con sus pedidos.

Mientras tanto, la ausencia de los doctores significa que otras enfermedades, principalmente tifoidea y disentería también están siendo desatendidas y podrían matar a más habitantes del occidente de África que el ébola, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

Los hospitales de la región han cerrado en el punto más alto de la temporada de malaria. Las vacunas para la meningitis, el sarampión y el polio han sido suspendidas, dijo el ministro de Información de Liberia, Lewis Brown.

En países con algunas de las tasas más altas del mundo de mortalidad al momento del nacimiento, las mujeres están dando a luz en casa y no están llevando a sus hijos para chequeos en Liberia, un país donde casi la mitad de los niños están malnutridos, según Unicef.

Es un saldo sin precedentes para una enfermedad viral identificada por primera vez en 1976, que brotó hace ocho meses en Guinea y se expandió rápidamente a Liberia y Sierra Leona. El virus se esparce principalmente por el contacto con fluidos del cuerpo. Comienza con síntomas vagos de fiebre que puede deberse a varias enfermedades, hasta que los pacientes empeoran y usualmente empiezan a sangrar de los ojos, la nariz y la boca.

No hay una vacuna o tratamiento aprobado para el ébola, aunque dos trabajadores de la salud estadounidenses infectados en Liberia han sido tratados con una droga experimental. El gobierno liberiano ya ordenó el medicamento para tratar a algunos doctores.

"Estamos dentro de una de las plantaciones de hule más grandes del mundo, y la gente se está muriendo porque no tenemos guantes", dijo MacFarland Keraulah, asistente médico en una clínica en Liberia.

El gobierno dijo que no proveyó materiales suficientes anteriormente porque aún se está recuperando de una guerra civil de 14 años que terminó en 2003 y que dejó tanto al heraldo público como los armarios de los hospitales vacíos.

Más recientemente, los fondos para la salud se toparon con la oposición de los legisladores que creían que el ébola era una farsa para atraer ayuda extranjera.

Algunas autoridades culpan la escasez de herramientas básicas a otra pandemia: la corrupción, algo de lo que la presidenta liberiana, Ellen Sirleaf, se ha quejado durante sus ocho años en el poder.

Muchos trabajadores públicos ganan apenas US$5 al día.

 Un gobierno devastado por años de guerra civil no tiene los mecanismos de registro para asegurarse de que sus propios miembros no roben las provisiones, dijo Brown, el ministro de Información.

"No creo que el gobierno de Liberia haya llegado al punto en que no puede comprar guantes", dijo Marcus Speare, superintendente del condado Margibi. "Vamos a abrir una investigación".

Ahora, el gobierno enfrenta la tarea de convencer a los trabajadores de la salud que regresen a sus puestos, y ya mandado a sacerdotes y políticos para que hablen con ellos.

China ha donado 10.000 trajes protectores, pero capacitar a trabajadores en clínicas alejadas sobre cómo ponérselos y sacárselos podría tardar semanas, según el Ministerio de Salud de Liberia.

El 3 de julio, el personal del hospital Phebe en Liberia rural se dio cuenta de que la mujer que llegó allí con ébola no era una paciente de la zona, sino que se había escapado de un hospital a unos 60 kilómetros bajo circunstancias aún confusas. Para el 15 de julio, la mujer había muerto.

Luego murieron tres enfermeras.

Días después, Korkor sintió un escalofrío en el cuerpo. Se encerró en un baño de su casa lejos de su familia hasta que recibió los resultados de una prueba de sangre, que concluyeron que tenía ébola. Un auto lo llevó a la sala de ébola en la capital.

Una mañana, Korkor se dio cuenta de que cerca de él yacía en cama el jefe de doctores del mayor hospital del país, y donde había hecho su residencia.

"Me dijo: 'Hijo, ¿estás aquí?'", recuerda Korkor.

Al día siguiente, el doctor Samuel Brisbane había muerto. Su obituario salió en las primeras planas de los diarios del país.

Probablemente contrajo el ébola dándole resucitación cardiovascular a un paciente sin guantes, dice Wvanne McDonald, presidente ejecutivo del Centro Médico John F. Kennedy Memorial, donde trabajó Brisbane.

Durante tres días, Korkor se obligó a comer bolas de arroz y, según su propio conteo, tomó 24 botellas de agua, una cada hora. Finalmente, sintió que sus escalofríos desaparecieron y recuperó vorazmente el hambre. Después de una prueba de sangre y cuatro duchas con agua con lejía, lo dejaron irse a su casa.

El martirio, sin embargo, lo ha dejado indeciso. Se puede quedar en Liberia y arriesgar su vida para luchar contra el virus, con un sueldo de US$1.000 al mes, o tratar de mudarse a Estados Unidos con su familia y trabajar en un sistema hospitalario que no se ha colapsado.

"Si muero, Dios no lo quiera, quién va cuidar de ellos", preguntó señalando a su esposa, tres hijos, suegra, sobrina y la hija de su sobrina.

Si se queda en Liberia necesitará más materiales.


"Esta vez no vamos a improvisar", dijo.

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