La
falta de guantes cobra la vida de los doctores que luchan contra el ébola (es
decir el ebola atraviesa las membranas celulares de las manos aun sin heridas.)
Hay 51 médicos para 4 millones de habitantes en
Liberia.
Nota del autor del blog : se debe
poner de moda el saludo apache
¡ jau ! y levantar la mano enseñando la palma
de la mano pero sin tocar al otro. Y o saludaba a todos en el hospital de mi
pueblito asi y con la mano izquierda , en la mano derecha cargaba un maletín .
http://lat.wsj.com/news/articles/SB10001424052970203977504580113893686281762?tesla=y&mg=reno64-wsj&url=http://online.wsj.com/article/SB10001424052970203977504580113893686281762.html
Por
DREW
HINSHAW
lunes,
25 de agosto del 2014
14:07 EDT
Un
trabajador de salud liberiano desinfecta un cuerpo de una persona que murió de
ébola. Getty Images
Sergeant
Kollie Town, Liberia—Los
guantes de hule escasean en esta parte rural de Liberia tanto como los
doctores, así que Melvin Korkor se colocaba
bolsas de plástico del mercado en ambas manos para recibir a los bebes que
ayudaba a traer al mundo.
Cuando hace
un tiempo una mujer llegó quejándose de un dolor de cabeza, el equipo del
doctor Korkor ni siquiera se molestó en buscar bolsas de plástico para
protegerse.
Cinco enfermeras, un técnico de
laboratorio y luego una voluntaria atendieron a la embarazada con sus manos
desnudas.
Al cabo de unas semanas, todos ellos
habían muerto. Se
enteraron demasiado tarde de que la mujer con el dolor de cabeza tenía ébola.
En algún
momento de su labor, entre apretones de mano e
intercambio de sudor, Korkor también adquirió el virus. Por cinco días,
leyó la Biblia en un catre en una sala para pacientes con ébola, mirando a sus
colegas desangrarse hasta morir de una enfermedad para la que no tenían ni el
equipo ni el entrenamiento para tratar. Frente de él, una enfermera embarazada
del que sería su tercer niño le dijo: "Doctor, me estoy muriendo",
recuerda Korkor.
Aunque el
doctor sobrevivió, su hospital ha sido cerrado, como decenas de otros centros
médicos en Liberia, Sierra Leona y Guinea.
Es un
retroceso devastador para países golpeados por varias enfermedades mortales. La
Organización Mundial de la Salud estima que el brote de ébola en la región ha
matado a 1.145 personas, casi la mitad de las 2.127 que se cree que están
infectadas.
Los países
del occidente de África que apenas están saliendo de guerras civiles y la
pobreza se han hundido en el caos económico.
Los
trabajadores del hospital señalan que gran parte de este saldo de muertes pudo
haberse evitado, o al menos mitigado, si hubieran tenido a su alcance
materiales médicos básicos, comenzando por lo más sencillo: guantes de hule desechables.
Tawah Fayiah, de 54 años, espera ser
transportada a una ala de aislamiento para para pacientes con ébola. Getty Images
En cambio,
el personal médico ha estado tratando a muchos pacientes con sus manos
desprotegidas, lo que aumenta enormemente el riesgo de que el virus del ébola
mate a los mismos profesionales que intentan combatirlo.
Decenas de
trabajadores de la salud han muerto de la enfermedad en Liberia, según
documentos del Ministerio de Salud. Muchos de los que adquirieron el virus pero
sobrevivieron están traumatizados, así como sus colegas, y podría ser difícil
convencerlos de que vuelvan al trabajo.
Su ausencia
pesa demasiado. Incluso antes del ébola, Liberia —con
apenas 51 doctores para cuatro millones de habitantes— tenía el menor
número de médicos por persona en el mundo después de Tanzania,
según la OMC.
Personal de
hospital en Liberia, incluyendo el del doctor Korkor, se han declarado en
huelga hasta que el gobierno cumpla con sus demandas.
Quieren guantes, gafas de seguridad, trajes de protección, seguro de
vida y que le quintupliquen el sueldo por los riesgos de su trabajo.
El gobierno
ha dicho que planea cumplir con sus pedidos.
Mientras
tanto, la ausencia de los doctores significa que otras enfermedades,
principalmente tifoidea y disentería también están siendo desatendidas y
podrían matar a más habitantes del occidente de África que el ébola, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Los
hospitales de la región han cerrado en el punto más alto de la temporada de
malaria. Las vacunas para la meningitis,
el sarampión y el polio han sido suspendidas, dijo el ministro de
Información de Liberia, Lewis Brown.
En países
con algunas de las tasas más altas del mundo de mortalidad al momento del
nacimiento, las mujeres están dando a luz en casa y no están llevando a sus
hijos para chequeos en Liberia, un país donde casi la mitad de los niños están
malnutridos, según Unicef.
Es un saldo
sin precedentes para una enfermedad viral identificada por primera vez en 1976,
que brotó hace ocho meses en Guinea y se expandió rápidamente a Liberia y
Sierra Leona. El virus se esparce principalmente por el contacto con fluidos
del cuerpo. Comienza con síntomas vagos de fiebre que
puede deberse a varias enfermedades, hasta que los pacientes empeoran y usualmente empiezan a sangrar de los ojos, la nariz y la
boca.
No hay una
vacuna o tratamiento aprobado para el ébola, aunque dos trabajadores de la
salud estadounidenses infectados en Liberia han sido tratados con una droga
experimental. El gobierno liberiano ya ordenó el medicamento para tratar a
algunos doctores.
"Estamos dentro de
una de las plantaciones de hule más grandes del mundo, y la gente se está
muriendo porque no tenemos guantes", dijo MacFarland Keraulah, asistente médico en una
clínica en Liberia.
El gobierno
dijo que no proveyó materiales suficientes anteriormente porque aún se está
recuperando de una guerra civil de 14 años que terminó en 2003 y que dejó tanto
al heraldo público como los armarios de los hospitales vacíos.
Más
recientemente, los fondos para la salud se toparon con la oposición de los
legisladores que creían que el ébola era una farsa para atraer ayuda
extranjera.
Algunas
autoridades culpan la escasez de herramientas básicas a otra pandemia: la corrupción, algo
de lo que la presidenta liberiana, Ellen Sirleaf,
se ha quejado durante sus ocho años en el poder.
Muchos
trabajadores públicos ganan apenas US$5 al día.
Un gobierno devastado por años de guerra civil
no tiene los mecanismos de registro para asegurarse de que sus propios miembros
no roben las provisiones, dijo Brown, el ministro de Información.
"No creo que el
gobierno de Liberia haya llegado al punto en que no puede comprar
guantes",
dijo Marcus Speare, superintendente del condado Margibi. "Vamos a abrir
una investigación".
Ahora, el
gobierno enfrenta la tarea de convencer a los trabajadores de la salud que
regresen a sus puestos, y ya mandado a sacerdotes y políticos para que hablen
con ellos.
China ha donado 10.000 trajes protectores, pero capacitar a trabajadores en clínicas
alejadas sobre cómo ponérselos y sacárselos podría tardar semanas, según el
Ministerio de Salud de Liberia.
El 3 de
julio, el personal del hospital Phebe en Liberia rural se dio cuenta de que la
mujer que llegó allí con ébola no era una paciente de la zona, sino que se
había escapado de un hospital a unos 60 kilómetros bajo circunstancias aún
confusas. Para el 15 de julio, la mujer había muerto.
Luego
murieron tres enfermeras.
Días
después, Korkor sintió un escalofrío en el cuerpo. Se encerró en un baño de su
casa lejos de su familia hasta que recibió los resultados de una prueba de
sangre, que concluyeron que tenía ébola. Un auto lo llevó a la sala de ébola en
la capital.
Una mañana,
Korkor se dio cuenta de que cerca de él yacía en cama el jefe de doctores del
mayor hospital del país, y donde había hecho su residencia.
"Me
dijo: 'Hijo, ¿estás aquí?'", recuerda Korkor.
Al día
siguiente, el doctor Samuel Brisbane había
muerto. Su obituario salió en las primeras planas de los diarios del país.
Probablemente
contrajo el ébola dándole resucitación cardiovascular a un paciente sin
guantes, dice Wvanne McDonald, presidente ejecutivo del
Centro Médico John F. Kennedy Memorial, donde trabajó Brisbane.
Durante tres
días, Korkor se obligó a comer bolas de arroz y, según su propio conteo, tomó
24 botellas de agua, una cada hora. Finalmente, sintió que sus escalofríos
desaparecieron y recuperó vorazmente el hambre. Después de una prueba de sangre
y cuatro duchas con agua con lejía, lo dejaron irse a su casa.
El martirio,
sin embargo, lo ha dejado indeciso. Se puede quedar en Liberia y arriesgar su
vida para luchar contra el virus, con un sueldo de US$1.000 al mes, o tratar de
mudarse a Estados Unidos con su familia y trabajar en un sistema hospitalario
que no se ha colapsado.
"Si
muero, Dios no lo quiera, quién va cuidar de ellos", preguntó señalando a
su esposa, tres hijos, suegra, sobrina y la hija de su sobrina.
Si se queda
en Liberia necesitará más materiales.
"Esta
vez no vamos a improvisar", dijo.
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