Análisis
alemán: EEUU tiene fatiga estratégica y ya no está en condiciones de ser la policía del mundo, está
completamente desbordado en todo sitio por Joschka Fischer
El
agobio de Occidente
http://elpais.com/elpais/2014/08/27/opinion/1409156122_572797.html
Si Estados Unidos no puede, Europa
debe hacer algo más por la seguridad colectiva
JOSCHKA
FISCHER
31
AGO 2014 - 00:00 CEST
Las
consecuencias caóticas de la desintegración gradual de la pax americana cada vez son más evidentes. Durante
siete décadas, Estados Unidos salvaguardó un marco global que —a pesar de ser
imperfecto, y más allá de los errores que haya cometido la superpotencia— en
general garantizó un nivel mínimo de estabilidad. Cuando menos, la pax americana fue un componente esencial de la
seguridad occidental.
Pero EE UU ya no está dispuesto a ser el policía del mundo,
o no está en condiciones de serlo.
La asombrosa
acumulación de crisis y conflictos que enfrenta el mundo hoy —en Ucrania, Irak, Siria, Gaza y Libia— están
vinculados a la nueva postura de EE UU.
Si la situación alcanzara un punto
crítico en otra zona
sísmica de la política mundial —digamos, el este de
Asia—, el mundo se enfrentaría a una catástrofe
global que surgiría de la sincronización de las numerosas crisis
regionales. Obviamente, sería una crisis que nadie podría controlar o contener.
El mundo
bipolar de la Guerra Fría es historia. George W. Bush
desperdició el breve periodo en que Estados Unidos fue la única superpotencia
verdadera. La globalización económica, hasta el momento, no ha dado lugar a un
marco de gobernanza global.
Quizás
estemos en el medio de un proceso caótico del cual surgirá un nuevo orden
internacional o, más probablemente, tal vez apenas estemos en el comienzo de
ese proceso.
El debate
sobre un futuro orden global está ocurriendo sobre todo en Occidente, más
específicamente, en Norteamérica y Europa. En un momento en que las potencias
emergentes intentan adaptar sus posiciones estratégicas a sus aspiraciones e
intereses nacionales, no están dispuestas a articular las ideas y las reglas
vinculantes que deberían sustentar un nuevo orden internacional. O tal vez no
puedan hacerlo.
¿Cómo se ve, por ejemplo, una fórmula
china o india para un nuevo orden global? (A la luz de los acontecimientos en el este de
Ucrania, tal vez sea aconsejable no averiguar demasiado lo que piensa Rusia).
El antiguo Occidente transatlántico
parece estar solo en este sentido y, por tanto, sigue siendo indispensable
preservar la estabilidad global.
Y, sin
embargo, la frecuencia de las crisis también ha revivido en los países
occidentales un antiguo conflicto normativo fundamental entre idealismo y
realismo, o una política exterior basada en los valores o en los intereses.
Aunque desde hace tiempo resulta evidente que las políticas occidentales se
basan en ambos, el contraste, por más artificial que sea, hoy vuelve a estar en
el centro de la escena.
La crisis en
Irak es resultado de la no intervención de Occidente en Siria
La crisis en
Irak, y la horrible violencia del Estado Islámico allí y en Siria, es en gran
medida el resultado de la no intervención de Occidente en la guerra civil
siria. Los “realistas” de la política exterior se opusieron a una intervención
“humanitaria” supuestamente idealista. Los resultados hoy son claros: un
desastre humanitario y un serio desafío al Medio Oriente árabe tal como ha
estado constituido en el último siglo.
La controversia en Europa respecto de armar a los kurdos
parece extraña a la luz de la situación en Irak.
El Estado
Islámico está amenazando, ante nuestros ojos, con matar o esclavizar a todos
los miembros de las minorías religiosas y étnicas que no se conviertan
inmediatamente al islam o huyan. Mientras el mundo observa al Estado Islámico
amenazar con un genocidio, es una obligación moral pasar a la acción. Las
cuestiones concernientes, por ejemplo, a lo que suceda una vez que termine la
lucha con las armas que se les den a los kurdos son de importancia secundaria.
En términos
de realpolitik, este argumento está respaldado por el hecho de que el Ejército nacional de Irak es incapaz de derrotar al Estado
Islámico, mientras que las milicias
kurdas sí podrían hacerlo, pero sólo si están equipadas con armas modernas.
Una victoria del Estado Islámico en el norte de
Irak, o inclusive tan solo la captura de Erbil, la capital del Gobierno
regional kurdo, causaría no sólo un desastre humanitario sin precedentes;
también plantearía una enorme amenaza
política para todo Oriente Próximo y la paz mundial.
De manera
que el nexo entre valores e intereses es obvio y torna irrelevante el conflicto
por los principios fundamentales de la política exterior. Esto es
particularmente válido para la Unión Europea. Un Oriente Próximo con un Estado terrorista brutal y sin trabas en su
interior sería una amenaza directa para la seguridad de la vecina Europa. ¿Por
qué, entonces, no ayudar a aquellos en Irak que quieren y pueden confrontar
este peligro?
Pero si sólo
Occidente asume la responsabilidad de mantener el orden global, ¿no pasará a estar excesivamente exigido,
dada la cantidad y la naturaleza de la crisis que enfrenta? La mayoría de
estas luchas no son enfrentamientos
entre Estados; son conflictos
asimétricos, para los cuales las sociedades occidentales —incluido Estados
Unidos— no están equipadas. Estos conflictos se ven más exacerbados aún por
la crueldad que caracteriza a las guerras religiosas, como las que tuvieron
lugar en Europa en los siglos XVI y XVII. De manera que, sí, Occidente
realmente enfrenta un alto riesgo de volverse excesivamente exigido.
Ahora bien,
¿cuál es la alternativa, que no sea un caos vertiginoso, una proliferación de
los riesgos para la seguridad y una serie de desastres humanitarios? Para
Occidente —y ante todo para Europa—, este dilema no se puede evitar.
La
acumulación de crisis de hoy, sumada a la fatiga
estratégica de Estados Unidos, obliga a Europa a definir qué papel
desempeñará en el futuro de la estabilidad occidental y global. Si Estados Unidos ya no puede cargar con el peso de la
pax americana, Europa debe hacer algo más por la
seguridad colectiva. Pero Europa no puede asumir una mayor
responsabilidad por el orden y la estabilidad global sin una unificación
política. Lamentablemente, son demasiados los líderes europeos que no pueden —o
no quieren— entenderlo.
Joschka
Fischer, ministro de
Relaciones Exteriores de Alemania desde 1998 hasta 2005, fue líder del Partido
Verde alemán durante casi 20 años.
©
Project Syndicate/Institute for Human Sciences, 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario