Interrogantes
en la recuperación económica norteamericana //una recuperación a medio gas y
una sociedad más desigual.
Nota del autor del blog: en marxismo
esto se interpreta como la proletarización y extinción de las clases medias
Una
recuperación a medio gas
http://economia.elpais.com/economia/2014/08/08/actualidad/1407517327_688311.html
La economía de EE UU crece a buen
ritmo, pero la salida de la crisis ha traído un país más desigual
MARC
BASSETS
Washington
10
AGO 2014 - 00:00 CEST18
El
presidente de EE UU, Barack Obama (derecha), y la presidenta de la Reserva
Federal, Janet Yellen. / P. M. M. (AP)
Cuando se
cumplen cinco años del final de la gran recesión en
Estados Unidos, la primera
economía del mundo se expande, el
paro baja, el déficit se ha encogido a más de la mitad y el boom del petróleo y
el gas natural nutre los sueños de la independencia energética y de una caída
de los precios que abonaría una nueva era de prosperidad.
Los datos
más recientes —crecimiento del producto interior bruto del 4% en el segundo trimestre de 2014, nueve millones de
empleos perdidos durante la gran recesión finalmente recuperados— invitan a la
celebración.
Pero nada volverá a ser igual.
Cuando la marea de la recesión se ha retirado
definitivamente, ha quedado al descubierto un país más desigual, con el
ascensor social atascado y unas clases medias que no han dejado de perder poder
adquisitivo.
El pesimismo, tan ajeno al ADN de EE UU, se ha
instalado en este país.
La
recuperación estadounidense, más sólida que la europea, no permite proclamar
"misión cumplida" ni organizar desfiles de la victoria. Nadie celebra
nada. La popularidad del presidente Barack Obama bordea los niveles más bajos
de su presidencia, y su partido, el demócrata, se prepara para perder las
elecciones legislativas del próximo noviembre. Los réditos políticos por la
salida de la crisis —atribuible en parte a las políticas de estímulo fiscal de
la Administración de Obama— están por llegar. Es una recuperación a medio gas.
El regreso al optimismo de décadas anteriores se antoja una quimera.
"Las cosas van en
la dirección correcta, pero no lo suficientemente rápido", dice Dean
Baker, director del Center for Economic and Policy Research, un
laboratorio de ideas progresista en Washington.
"Muchos lo pasan
mal. Millones de personas que querrían un empleo siguen sin trabajar. Los
salarios están estancados. No sé si hay que llamarlo o no recesión, pero los
beneficios del crecimiento económico no son compartidos. A mí me resulta
difícil creer que estos son buenos tiempos", añade.
El precio de la parálisis
Si algo
distingue a EE UU de otros países industrializados, es la parálisis del
sistema, que dificulta las decisiones en política económica o en cualquier otro
ámbito. Desde que en 2011 los republicanos se convirtieron en el partido
mayoritario en la Cámara de Representantes, casi nada se ha movido en
Washington. El Partido Demócrata del presidente Barack Obama controla el
Senado. Ninguna ley de calado se ha aprobado. El pilotaje de la recuperación ha
recaído en la Reserva Federal y la política monetaria.
El bloqueo
en Washington, que en 2013 provocó el cierre durante unos días de la
Administración federal y en verano de 2011 colocó a EE UU al borde de la
suspensión de pagos, se explica en parte por la polarización ideológica y el
giro a la derecha del Partido Republicano.
Los
efectos en la economía no están claros. Doug Handler, economista jefe para EE
UU de IHS Global Insight,
cree que la parálisis en Washington "ha sido muy buena para el déficit del
presupuesto federal". Al no llegar a un acuerdo sobre el llamado abismo
fiscal en el fin de año de 2012 —otra de las crisis fiscales que han jalonado
la presidencia de Obama—, los impuestos subieron para las personas con más
ingresos y entraron en vigor una serie de recortes automáticos que quizá
frenaron la recuperación, pero contribuyeron a recortar un déficit entonces
desbocado y ahora bajo control.
Al mismo
tiempo, las pugnas en el Congreso han creado incertidumbre y desconfianza.
El pulso
sobre el límite de endeudamiento hace tres años llevó una degradación de la
nota de la deuda de EE UU por Standard & Poor's.
El veto
republicano ha impedido la renovación de las degradadas infraestructuras del
país, un lastre, según la Casa Blanca, para el crecimiento.
Los
discursos sobre el posible declive de la primera potencia mundial se alimentan
de argumentos sobre la ineficiencia del sistema en contraste con la capacidad de reacción de sistemas autoritarios como el
chino.
Es la era
del "estancamiento secular", por usar la
expresión de Larry Summers, exsecretario del Tesoro y exconsejero
económico de Obama, o del "gran
estancamiento", por citar el título de un libro del economista
liberal (en el sentido europeo) Tyler Cowen, de la
Universidad George Mason, cerca de Washington.
Pese a la
multiplicación de signos alentadores, los
estadounidenses viven en un estado de "ansiedad" por su futuro
económico, según un sondeo de The Wall Street
Journal y la cadena NBC.
Se crea empleo, pero este es
precario: la economía crece, pero los salarios o se estancan o disminuyen. El 60% de empleos perdidos durante la recesión era de
salarios medios; el 73% de los que hace un año
se habían recuperado eran de salarios bajos, según explica Cowen en su
último libro, Average is over (se acabó la medianía).
EE UU, el
país eléctrico donde nadie se detiene ni para de moverse, es ahora un país menos móvil.
La
movilidad entre las clases sociales es menor, como dijo Obama en un discurso el año pasado:
"Las estadísticas
no sólo muestran que nuestros niveles de desigualdad de ingresos se acercan a
los de países como Jamaica y Argentina, sino que ahora es más difícil para
un niño nacido aquí en América mejorar su rango en la vida que para los niños
de la mayoría de países ricos, países como Canadá,
Alemania o Francia".
Otra secuela
de la gran recesión es un país con menos movilidad geográfica. En 1950, un 20%
de los estadounidenses cambiaban de residencia cada año; entre 2012 y 2013
fueron menos del 12%. El columnista conservador David Brooks vinculó en un
artículo esta tendencia, entre otros factores, a la pérdida de confianza en sí mismos y a la aversión al riesgo de los
sectores golpeados por la recesión, el grupo que Brooks llama "el nuevo precariado", mal pagado y mal formado. Y,
¿qué es EE UU sin riesgo y confianza en las posibilidades ilimitadas de uno
mismo y su país?
La economía
definirá en gran parte el legado de Obama, que abandonará la Casa Blanca en
enero de 2017. Hay dos maneras de mirar los datos que cada semana arrojan
organismos oficiales y empresas privadas.
La primera
se fija en la realidad de un país que en 2008 se asomó al abismo de otra gran
depresión y lleva media década creciendo y reduciendo el paro. Comparado con la
Europa de la austeridad y los rescates, los Estados Unidos de Obama son una
historia de éxito económico. Sus políticas han funcionado.
Además del
estímulo, la reforma sanitaria, que permite acceder a un seguro médico a millones de personas sin cobertura
médica, puede transformar un sector que representa cerca de un 18% de la economía. Y el desarrollo de la técnica del fracking o fracturación hidráulica ha
desatado una revolución energética que genera decenas de miles de empleos: más
de dos millones, según Gregory Zuckerman, autor del
libro The frackers, sobre los pioneros de la revolución. El fracking
abarata la energía, lo que puede ser una ayuda para la industria autóctona, y
reduce la dependencia de regiones inestables o países hostiles.
Fuente: Bloomberg / C. AYUSO
Nadie
cuestiona que Obama dejará la economía mejor de lo que la encontró, pero hay
otra mirada posible: la que se fija en el potencial de la economía de Estados
Unidos y toma nota de los desperfectos que ha dejado no sólo la crisis reciente
sino tres décadas de desigualdades crecientes.
"Esta recuperación
no está mal. Pero es mucho más lenta que recuperaciones anteriores", dice Cowen. "Piense en los años
ochenta. Entonces las tasas de crecimiento eran de entre el 4% y el 6 %, con un
retorno rápido al pleno empleo. Y ahora estamos tan contentos con expectativas
tan bajas. Diría que la noticia es cómo han cambiado nuestras
expectativas".
El 4% de
crecimiento del PIB entre abril y junio de 2014 puede llevar a engaño. Baker
aconseja hacer el promedio con la caída del 2,1% entre enero y marzo. La
Oficina Presupuestaria del Congreso
calcula que la economía norteamericana se encuentra 770.000 millones de dólares por debajo de lo que sería capaz de
producir.
El periodista Neil Irwin, de The New York Times, ha
desglosado las causas de esta debilidad. Una es la vivienda, origen de la
crisis financiera que precipitó la gran recesión:
"En Estados Unidos
se construyen menos casas de lo que se esperaría por el crecimiento
demográfico", escribe Irwin.
Los recortes
en los tres niveles de Gobierno —federal, estatal y local— son otro freno, así
como el consumo de bienes duraderos y de equipamiento industrial.
"Las cosas van
bien, pero no tanto como podría esperarse de una economía que tiene mucho
margen de crecimiento. El producto interior bruto actual se halla por debajo
del producto interior bruto potencial", constata Doug
Handler, economista jefe para EE UU de la empresa de análisis IHS Global
Insight. "No sé si hay algo que celebrar, pero sin duda estamos en
mejor forma que hace dos o tres años, y que hace seis. Finalmente, somos
capaces de crecer a un ritmo bastante razonable sin problemas como el déficit
del presupuesto federal o sin aumentos de impuestos que ejerzan una influencia
negativa".
Hace cinco
años el déficit presupuestario representaba el 9,8% del
PIB. Según las proyecciones de la Oficina Presupuestaria del Congreso,
en 2014 el déficit será del 2,8%. Los tortuosos
debates en Washington sobre el despilfarro de la Administración de Obama y un
apocalipsis fiscal inminente han desparecido. Los temores resultaron
exagerados.
La tasa de paro, que alcanzó el 10%
en octubre de 2009, se sitúa ahora en el 6,2%.
EE UU lleva medio año sumando más de 200.000 empleos
cada mes.
La última
vez que esto ocurrió fue en 1997, durante los dorados noventa, los años del
presidente Bill Clinton, la última década de auténtica prosperidad.
"Durante el último
año, hemos añadido más empleos que en cualquier año desde 2006", dijo hace unos días Obama en una
rueda de prensa en la Casa Blanca.
"Al final,
nuestras empresas han creado 9,9 millones de empleos
nuevos en los últimos 53 meses. Es la racha más larga de creación de empleo en el sector privado de
nuestra historia".
El problema
es que en los últimos años se ha reducido el número de personas en edad de
trabajar que trabajan o buscan empleo. En abril de 2007, cuando la burbuja
inmobiliaria estaba a punto de estallar, rozaba el 67%. Ahora es del 62,9%.
No está
claro que todos los que han dejado de buscar trabajo lo hayan hecho por las
malas perspectivas económicas. El envejecimiento de la población y el inicio de
la jubilación de los miembros de la generación del baby boom tienen un papel.
Pero a estos
se suman los más de tres millones de parados de larga duración, que llevan más
de 26 semanas sin trabajo y representan un tercio de todos los desempleados, y
las personas que trabajan a tiempo parcial involuntariamente, porque sus
empresas han recortado las horas laborables o porque no encuentran un empleo a
tiempo completo. En julio eran 7,5 millones.
"Las condiciones
del mercado laboral han mejorado y la tasa de desempleo ha seguido
bajando",
dijo, en su último comunicado, el Comité del Mercado
Abierto de la Reserva Federal (FOMC, en sus iniciales inglesas), que
decide la política monetaria en EE UU.
"No obstante, un
abanico de indicadores del mercado laboral señala que sigue habiendo una
infrautilización de los recursos laborales".
La
ambivalencia sobre la economía estadounidense se traslada al debate interno en
la Reserva Federal. De un lado, quienes abogan por mantener los tipos de
interés "durante un periodo considerable" cerca de cero, donde han
estado desde 2008. Así consta en el comunicado. Del otro quienes, como Charles
Plosser, presidente de la Reserva Federal de Filadelfia y miembro del FOMC,
sostienen, como escribió en un voto discrepante, que la citada valoración
"no refleja el progreso económico considerable realizado hacia los
objetivos del comité".
En EE UU, la
gran recesión movilizó a los responsables de la política monetaria y fiscal. La
Reserva Federal abarató el precio del dinero hasta los niveles más bajos de la
historia y puso en marcha un programa de compra masiva de bonos para impulsar
la economía. En paralelo, el Congreso aprobó en 2009, poco después de la
llegada de Obama a la Casa Blanca, un plan de estímulo de 787.000 millones de
dólares que, junto al rescate bancario de 700.000 millones de dólares firmado
por el anterior presidente, el republicano George W. Bush, contribuyó a frenar
la caída libre.
"Nuestro estímulo
terminó en 2010: demasiado pronto", lamenta Baker, del Center for
Economic and Policy Research.
"Se
esperaba que la economía regresara, pero desconozco el motivo para pensarlo:
teníamos una economía guiada por las burbujas inmobiliarias y, sin burbujas, no
había ningún mecanismo para crear demanda de la nada".
"Hay que recordar
dónde estábamos en 2009", dice Handler, de
IHS Global Insight.
"Era la peor contracción de la economía desde la gran depresión. Y el
estímulo proporcionó a las empresas y consumidores la confianza de que el
Estado intervendría para arreglar las cosas si era necesario evitar la caída
libre".
El legado de
Obama, prosigue Handler, será "haber sacado la economía de la recesión y
haber gestionado el estímulo y el crecimiento posterior". "Quedará en
el olvido", contrarresta Tyler Cowen.
"Creo que quedará como el recuerdo de Bush más Obama, puesto que ambos
hicieron, en síntesis, lo mismo. Era lo que parecía necesario para rescatar la
economía americana, por lo que no será un legado negativo, pero no se les
recordará como presidentes que arreglaron el problema de fondo".
Según el
sondeo de The Wall Street Journal y NBC, un 64% de
estadounidenses sienten todavía los efectos de la recesión. Cuatro de
cada diez tiene a alguien en casa que en los últimos cinco años se quedó en
paro. Un 76% de adultos cree que la generación de sus
hijos no vivirá mejor que la suya, una quiebra en la confianza en el
progreso continuo, uno de los pilares de la historia de EE UU.
Obama no se
ha atrevido a celebrar, como hizo el republicano Ronald Reagan en un anuncio
electoral en 1984, un nuevo "amanecer en América". La recuperación
esta vez no va acompañada de un optimismo sobre EE UU y su lugar en el mundo,
sino de una sensación de declive. La recesión
queda lejos; el malaise —el malestar que definió la presidencia del demócrata
Jimmy Carter, en los años setenta— sigue allí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario