Sacan a los niños no bautizados del infierno, los trasladan
al Limbo varios siglos y luego son enviados al cielo.
Juan Pablo II saco a su hermanita del infierno
El
Papa Francisco revisa la teología del infierno
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/02/21/actualidad/1424540682_473382.html
Sólo en el
siglo VI con San Agustín nace en la Iglesia la
idea de una pena para siempre, sin retorno
JUAN
ARIAS
21
FEB 2015 - 22:14 CET
La Iglesia
oficial defiende desde el siglo XV que el castigo del infierno destinado a los
pecadores es “eterno”, idea iniciada en el siglo VI con San Agustín. El Papa Francisco acaba de revisar dicha doctrina
católica al afirmar que la Iglesia “no condena para siempre”.
Sin
necesidad de grandes encíclicas, con sus charlas habituales, Francisco está
llevando a cabo una revisión de la Iglesia para acercarla a sus raíces
históricas.
El último
golpe de gracia lo ha dado en un momento un poco más solemne que en sus charlas
habituales con los periodistas. Esta vez ha aprovechado, días atrás, su
discurso a los nuevos cardenales para recordarles que el castigo del infierno con el que la Iglesia ha atormentado
a los fieles no es “eterno”.
Según
Francisco, en el DNA de la Iglesia de Cristo, no existe un castigo para
siempre, sin retorno, inapelable.
El papa jesuita es licenciado en teología aunque no hizo
el doctorado. Quizás de él podría hoy decir el papa dimisionario y doctor en
teología, Benedicto XVI lo que afirmaba de su
antecesor, el papa polaco, Juan Pablo II: que sabía
poca teología.
Durante una
cena informal en Roma, en casa de periodista alemán, amigo suyo, Ratzinger
confió, en efecto, a los pocos comensales presentes que el papa Wojtyla “era más poeta que teólogo” y que él, como Prefecto
de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cargo que ocupaba entonces,
necesitaba revisar sus discursos y documentos papales para que no se le
escapara “alguna imprecisión teológica”.
Hasta el
siglo III la Iglesia nunca defendió la doctrina de la eternidad del infierno
Francisco
es, sin embargo, un fiel seguidor de la teología que se inspira en el
cristianismo original, que era, afirma él, no el de la “exclusión” sino el de
la “acogida” de todos, incluso de los mayores pecadores. Se inspira en aquel
cristianismo antes que la teología liberal del profeta Jesús de Nazaret fuera
contaminada por la severa teología aristotélica y racional.
No fue un
lapsus la afirmación de Francisco a los cardenales de que la Iglesia “no
condena a nadie para siempre”, que equivale a decir que el castigo de Dios no es “eterno”,
ya que las puertas de la Iglesia de la misericordia y del perdón están siempre
abiertas para el pecador.
El papa que
está exigiendo a los suyos, empezando por los cardenales, el ir al encuentro de
los que el mundo olvida y margina en vez de perder su tiempo en los palacios
del poder, sabe que esa doctrina teológica sobre la eternidad e
irreversibilidad de las penas del infierno, fue sufriendo cambios a lo largo de
la Historia de la Iglesia.
Hasta
el siglo III la Iglesia nunca defendió la doctrina de la eternidad del infierno. Al revés, el exegeta de las
Escrituras, Orígenes (250 ) defendió la doctrina de la apocatástasis, según la
cual el Dios de los Evangelios perdona siempre. Orígenes se fundaba en la
parábola del Hijo pródigo que vuelve a los brazos del padre y es recibido con
tanta fiesta que provoca la envidia del hermano bueno y fiel.
Sólo en el siglo VI empieza a aparecer el concepto de “condena
eterna”, sobretodo con San Agustín, el mismo que defendía que los niños muertos
sin bautismo tenían que ir al infierno. Ante las protestas de las
madres de esos niños, la Iglesia creó la doctrina del Limbo, un lugar
donde esos niños “ni gozan ni sufren”, algo
completamente ajeno a los Evangelios.
Nota del autor del blog: el Limbo
debe ser algo así como la zona fantasma de Kripton ¿el Limbo seria un espacio construido
con materia oscura y el espíritu un tipo
de energía oscura?
En nuestros
días, el fallecido papa polaco, Juan Pablo II, en el Catecismo de la Iglesia
Universal nacido de las discusiones del Concilio Vaticano II, abolió el Limbo.
Según comentaron amigos personales del papa, Wojtyla
nunca había aceptado que una hermana suya nacida muerta y que no pudo
ser bautizada, pudiera no estar en el cielo por haber
muerto antes de ser liberada con el bautismo del pecado original.
La familia
del futuro papa era muy católica y fiel a aquella doctrina ni siquiera
enterraron el cuerpo de la pequeña por no haber podido recibir el bautismo. Lo
confirmó él mismo cuando al hablar de la tumba en la que había querido recoger
los restos de toda su familia, puntualizó que había faltado sólo su hermanita
“porque había nacido muerta”. La habían echado a la basura.
Millones de
cristianos han sufrido durante siglos oprimidos por la doctrina de un Dios
tirano, sediento de castigo y de castigo eterno
Fue el
Concilio de Florencia en el siglo XV quién rubricó definitivamente la doctrina
de San Agustín de un castigo y un infierno eterno. Sin embargo, ya en el siglo
V, San Jerónimo estaba convencido de que no era conciliable la doctrina del
infierno con la misericordia de Dios. Así y todo, se pedía a sacerdotes y
obispos que siguiesen defendiendo la doctrina tradicional ”para que los fieles, por temor al
castigo del infierno eterno, no pecasen”.
Hoy, el papa
Francisco, ha dado un salto de siglos, se ha colocado al lado de las primeras
comunidades cristianas aún empapadas de la doctrina del misericordioso profeta
de Nazaret, que había venido “a salvar y no a condenar”.
Los primeros
cristianos sabían que Jesús había sido duro y severo con la hipocresía y con el
poder tirano, mientras abrazaba a los marginados por la sociedad bien y a los
que la Iglesia oficial de su tiempo tachaba de pecadores.
Pueden parecer
minucias teológicas para los no creyentes, pero son muy importantes para
millones de cristianos que durante siglos han sufrido oprimidos por la doctrina
de un Dios tirano, sediento de castigo y de castigo eterno.
Recuerdo que
a final de los años 60, tras haber escrito en el diario español PUEBLO un
artículo titulado “El Dios en quién no creo”, en el que defendía que los
cristianos tenían que escoger entre Dios y el infierno eterno, ya que ambos
eran conceptos inconciliables, sufrí un duro interrogatorio por el entonces
arzobispo de Madrid, Mons. Casimiro Morcillo que me acusó de “haber
escandalizado a los fieles”.
Aquí en
Brasil, el teólogo de la liberación, Leonardo Boff, me contó que cuando hace 16
años, el gran escritor y poeta de Bahia, Joao Cabral de Mello Neto, estaba para
morir, a pesar de no ser creyente, le angustiaba en aquella hora la doctrina
sobre el miedo al infierno que le habían inculcado en la infancia. Le llamaron
para que lo tranquilizara. Boff, que fue condenado al silencio por el Papa
Benedicto XVI cuando era Prefecto de la Congregación de la Fe, lo usó con el
escritor las mismas palabras que ahora el papa Francisco usa para asegurar que
Dios no condena a nadie para siempre.
Boff le
añadió con humor al poeta que alguien capaz de escribir la joya literaria,
social y humana de Vida e morte Severina, merecía indulgencia plenaria en la
hora de despedirse de la vida.
El cambio es
copernicano. Hoy es un papa como Francisco el que afirma con total naturalidad
que el Dios cristiano “no condena a nadie para siempre”, que es como decir que
no existen infiernos eternos, una afirmación que hasta hace poco podría haber
servido para abrir un proceso contra un teólogo y condenarlo al ostracismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario