La
guerra civil y la geopolítica regional ayudan a Estado Islámico a crear un
refugio en Libia
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Por Yaroslav Trofimov
jueves,
19 de febrero de 2015
12:25 EDT
Familiares
de los cristianos coptos egipcios reaccionan a las noticias de la ejecución
llevada a cabo por Estado Islámico. Agence
France-Presse/Getty Images
Dos gobiernos rivales en Libia llevan
peleando desde el año pasado una guerra civil cada vez más sangrienta.
El mundo les
ha prestado poca atención.
Pero mientras luchaban por el control
de la riqueza petrolera del país, una tercera fuerza, Estado
Islámico, se ha aprovechado del caos para hacerse más fuerte.
La
decapitación de 21 cristianos egipcios por los seguidores de EI finalmente ha
llamado la atención mundial a la creciente influencia del grupo en Libia, un
país que hasta hace poco era presentado como un ejemplo exitoso de la
intervención occidental. Los asesinatos llevaron a Egipto a lanzar ataques
aéreos contra bastiones de EI en Libia y pedir una participación internacional
más activa en lo que se está convirtiendo rápidamente en un “Estado fallido” en
las puertas de Europa.
La filial libia de EI, de hecho, ha venido extendido su
dominio por meses.
Primero estableció un área de control alrededor de la ciudad
oriental de Derna, un centro histórico de los
yihadistas libios.
Más
recientemente, también ha ocupado partes de Sirte, la
ciudad natal del ex dictador Muamar Gadafi, en la costa central, para
crear allí una estación de radio y poner
en las calles patrullas de la moral islámica.
Mientras tanto, los dos gobiernos
rivales de Libia se centraron en luchar el uno contra el otro, cada uno apoyado
por las potencias regionales.
Ambos
prefirieron ignorar en gran medida la afluencia de yihadistas extranjeros que
formaban nuevas alianzas con los extremistas locales para unificarlos bajo la
bandera de EI.
“Mientras la atención
de los dos bandos se centraba en la lucha contra el otro, este tipo de grupos
prosperó en el vacío político y militar”, dijo Karim Mezran, un
experto en Libia en el Consejo del Atlántico, en Washington. “No hay buenos ni
malos allí, ambas partes han actuado de mala fe”.
Libia no es el único lugar fuera de
Siria e Irak donde el grupo extremista ha establecido filiales, en gran parte mediante la absorción
de grupos yihadistas locales en su proyecto de dominación mundial y guerra
religiosa hasta el triunfo total de Islam.
También
hay “provincias” de EI en la península del Sinaí, de Egipto, en Yemen, y en la
llamada Khorasan, una región entre Afganistán y
Pakistán.
El elaborado
video de EI en el que se muestra la masacre de los coptos egipcios, difundido
el domingo, concluyó con la promesa de conquistar Roma,
el centro histórico de la cristiandad. Esa amenaza apunta a reforzar la actual
presión de países como Francia e Italia por una
intervención militar que evite el colapso total de Libia, que está separada de
Italia por el Mediterráneo.
“La situación en Libia ha
estado fuera de control por tres años”, advirtió el primer ministro de Italia, Matteo Renzi, en una
entrevista televisiva después del lanzamiento del video. “No hay que pasar de la indiferencia total a la
histeria”.
Libia ha
sido inestable desde el derrocamiento y posterior muerte de Gadafi en 2011,
pero descendió a una guerra civil desde mediados del año pasado.
Una de las
partes en conflicto es el viejo parlamento, elegido en 2012 y dominado por los
Hermanos Musulmanes y sus aliados. Incluye milicias de
la conservadora ciudad de Misrata, una fuerza clave en la revolución
contra el régimen de Gadafi. Ese parlamento, conocido como el Congreso General de la Nación, fue reemplazado en las elecciones del verano pasado por otra
legislatura, la Cámara de Representantes, dominada por fuerzas más seculares y
nacionalistas.
Si bien la comunidad internacional ha reconocido a la
Cámara de Representantes como la nueva autoridad legítima en Libia, el GNC
se negó a aceptar su derrota electoral. Hace unos
meses, milicias afiliadas al GNC echaron al nuevo gobierno de Trípoli y
lo empujaron a la ciudad oriental de Tobruk, lo
que disparó una guerra sin cuartel que destruyó el aeropuerto de Trípoli y
valiosa infraestructura petrolera.
Mientras
Occidente estaba distraído con el avance de EI en Siria e Irak, las potencias
regionales desataron una guerra a distancia en Libia.
El
presidente de Egipto, Abdel Fattah Al Sisi, que
derrocó a la Hermandad Musulmana en su propio país en 2013, dio todo su apoyo al gobierno de Tobruk,
armándolo y asistiéndolo. Lo mismo hicieron Arabia
Saudita y Emiratos Árabes Unidos, aliados regionales de Egipto.
En tanto, Turquía y Qatar, partidarios de causas islámicas en la
región, se respaldaron a Trípoli, como lo hizo Sudán. Sólo el mes pasado se llegó a un alto el fuego
en Libia tras las conversaciones patrocinadas por las Naciones Unidas en
Ginebra.
Para entonces,
sin embargo, pudo haber sido demasiado tarde para detener la propagación de EI,
sobre todo porque la administración Trípoli ha minimizado durante mucho tiempo
la amenaza que representan los extremistas islámicos. El 27 de enero, EI atacó el Corinthia Hotel en Trípoli, matando a
varios extranjeros y mostrando su capacidad para operar en el corazón de la
capital. Sorprendentemente, la reacción del gobierno de Trípoli frente al acto
fue alegar que la masacre era una provocación de sus rivales en Tobruk y Egipto. Desde entonces, la mayoría de los
últimos occidentales que quedaban en la ciudad han abandonado Trípoli.
El último ataque de EI, contra los
coptos egipcios, tuvo la intención de involucrar directamente a Egipto en el conflicto libio, dijo Khalil al-Anani, un egipcio que es experto en
movimientos islamistas en la Universidad Johns Hopkins.
Sisi, cuya
toma de posesión en 2013 fue muy popular entre la minoría copta de Egipto, se ha posicionado como un defensor de los
cristianos del país; el mes pasado, se convirtió en el primer presidente
egipcio en visitar una iglesia copta en Navidad.
Pero su
tarea de frenar a EI se encuentra ante crecientes complicaciones. Su ejército ya se enfrenta a una
insurgencia mortífera de EI en el este de la Península
del Sinaí, donde ha perdido cientos de soldados
en los últimos dos años.
“ISIS quiere drenar el
ejército egipcio”, dijo Anani. “Egipto tiene ahora a EI a ambos
lados [de su frontera]. No tuvieron éxito en el Sinaí, así que ¿cómo van a
hacerlo en Libia?, dijo Baker, refiriéndose a grupos de delincuentes
organizados que trafican drogas así como productos petroleros robados. “Eso
está perturbando sus negocios y sus ingresos, y es lo que se debe hacer”.
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