Muere
el rey de Arabia Saudí
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/01/23/actualidad/1421969155_795784.html
Abdalá
bin Abdelaziz, de 90 años de edad, estaba hospitalizado por una neumonía
Su medio
hermano Salmán, de 79 años, se convertirá en
séptimo monarca
ÁNGELES
ESPINOSA
Dubai
23
ENE 2015 - 00:27 CET
Fotografía
de archivo de Abdalá bin Abdelaziz. / DYLAN MARTINEZ (REUTERS)
El rey de Arabia Saudí, Abdalá Bin Abdelaziz al Saud,
falleció anoche en Riad a los 90 años. El monarca fue ingresado en el hospital
el pasado 31 de diciembre por una neumonía, desde entonces los rumores sobre su
estado de salud persistieron, a pesar de que los medios saudíes daban cuenta
casi a diario de visitas de miembros de la familia real intentando transmitir
una imagen de recuperación. Anoche, la televisión estatal difundió un
comunicado oficial de la Casa Real saudí en el que anunciaba su muerte; poco
antes había interrumpido la programación para emitir versos del Corán. Su
sucesor será su medio hermano Salman, de 79 años,
Abdalá era hijo de Abdelaziz y descendiente
de Saud, que es lo que significan los nombres que siguen al suyo propio,
en referencia al fundador del moderno Estado saudí y al precursor de la
dinastía, respectivamente. Aunque cuando nació no existía un registro, luego se
estimó que había venido al mundo en 1924, seis años antes de que la unión de los
reinos de Nachd y Hiyaz diera lugar a Arabia Saudí. Abdalá sucedió
como rey a su medio hermano Fahd en agosto de 2005, pero en realidad llevaba
las riendas del mayor productor y exportador de petróleo desde que éste
sufriera una embolia cerebral una década antes.
Austero en
sus gustos y alejado de los escándalos que solían acompañar otros miembros de
la familia real, Abdalá se esforzó durante su reinado por mejorar la imagen de
su país. No fue una tarea fácil, en especial a raíz de los atentados del 11-S.
El descubrimiento de que 15 de los 19 autores de los atentados contra las
Torres Gemelas y el Pentágono eran, al igual que el ominoso Osama Bin Laden,
saudíes, hizo que se etiquetara a Arabia Saudí de “cuna del terrorismo
islamista”. Además, el reino es un agujero negro para los derechos humanos, y
el único Estado del mundo que aplica un estricto apartheid de género.
Abdalá, que
tuvo una educación tradicional en una escuela coránica, se convirtió en
heredero en 1982. Para entonces ya contaba con una base de poder en la Guardia
Nacional, la milicia tribal formada para proteger a la monarquía, que dirigió
desde 1962 y cuyo mando sólo traspasó a su hijo Mitab en mayo de 2013. También
fue durante algún tiempo viceministro de Defensa.
Asumió la
regencia en 1996 precedido de una exagerada fama de antiamericanismo. Su modo
de vida discreto en comparación con otros príncipes, su reputación de
incorruptible y su sensibilidad para las causas árabes suscitaron en Estados
Unidos y Europa el temor de que adoptara una política exterior nacionalista y
ultrarreligiosa. Sin embargo, esos valores despertaban simpatías entre los
saudíes.
Convencido
de la necesidad de reformas económicas y sociales, o al menos bien asesorado
por su equipo de tecnócratas, lo cierto es que al hacerse cargo del reino
restringió los gastos tanto en el Gobierno como en la Corte. También introdujo Internet (cuyos contenidos luego se
intentarían controlar), habló en alto sobre la dignidad y los derechos de la
mujer, e impulsó una ley de inversión extranjera, muy aplaudida por los
empresarios.
Cuando se
produjeron los atentados del 11-S, Abdalá rechazó las críticas internacionales
al régimen saudí como fruto del “rencor contra el islam”, pero acudió en apoyo de su aliado EE UU con petróleo. Dos años más
tarde, el terrorismo golpeó en el corazón del reino. Entonces, el instinto de supervivencia de los Al Saud
se antepuso a la histórica alianza de la familia real con los ulemas, que había
permitido el florecimiento y difusión de una de las interpretaciones más
oscuras y radicales de esa religión.
Abdalá
reforzó un proceso de reformas tan cauteloso a ojos extranjeros como osado para
los ultramontanos vigilantes de las esencias.
Nada más
ascender al trono, liberó a varios
disidentes, tendió la mano a la vapuleada minoría chií, prometió mayores
derechos para las mujeres y abrió el país a la inversión extranjera.
Enseguida se
verían los límites a esos gestos. Cada paso adelante,
chocaba con la oposición radical del búnker religioso y los procesos
(diálogo nacional, centro internacional para la lucha contra el terrorismo,
etc) fueron quedando en vía muerta.
Los cambios
necesarios sólo se han llevado a cabo en el límite, como sucedió tras los
atentados de 2003.
“No me veo a
mí mismo como un líder que simbolice la reforma, tal como me describen en los
periódicos; soy un hombre sencillo”, confío a esta enviada durante una entrevista
en 2007.
De hecho,
hasta su muerte ha seguido siendo el representante de una monarquía absoluta
que tiene pendiente la incorporación al
proceso de toma de decisiones de una clase media cada vez más numerosa y
crítica con el sistema. Incluso en ausencia de voluntad modernizadora de la
familia real, los cambios demográficos, sociales y políticos exigen abrir el
Gobierno a la participación ciudadana.
Aún así,
Abdalá ha dejado su huella en la universidad que lleva su nombre King Abdullah University for Science and Technology,
una de las mejores dotadas del mundo y donde no se aplica la segregación que
impera en el resto del país, y en la decisión de abrir las puertas del Consejo
Consultivo a las mujeres.
Dar
contenido legislativo a esa Cámara y hacerla electiva por sufragio es una de
las tareas pendientes, como lo es también romper con el tabú de que las mujeres
no puedan conducir, una prohibición que se ha convertido en símbolo del
anacronismo saudí.
Su muerte
imprime urgencia a la necesidad de que Reino del Desierto modernice el sistema
sucesorio para rejuvenecer a sus gobernantes y conectar con los ciudadanos. A
diferencia de las monarquías europeas, el trono saudí no lo hereda el
primogénito del rey fallecido sino que ha ido pasando de uno a otro de los
hijos (varones) de Abdulaziz por orden de edad, salvo algunas excepciones. Abdalá se convirtió en rey con 81 años en un país
donde dos tercios de la población tienen menos de 30.
Sus dos
primeros herederos, los príncipes Sultán y Nayef,
murieron antes que él y aún quedan vivos varios de sus
42 hermanos.
El monarca
ahora fallecido tuvo 15 hijas y 7 hijos de sus cuatro
esposas.
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Obama
ensalza la "cálida relación" con un aliado venido a menos
JOAN FAUS -
WASHINGTON
La Casa
Blanca tardó menos de una hora, desde que se anunció la muerte del rey de
Arabia Saudí, Abdalá Bin Abdelaziz al Saud, en difundir un comunicado de
condolencia del presidente de Estados Unidos, Barack Obama. La rapidez refleja la alianza estratégica
entre ambos países, aunque se haya enfriado en los últimos años.
Obama
ensalzó la contribución del monarca a la búsqueda de la paz en Oriente Próximo
y a la promoción educativa en Arabia Saudí. “Siempre valoré la perspectiva
del rey y aprecié nuestra genuina y cálida relación”, señaló el presidente.
Obama subrayó la “convicción” de Abadalá de que la relación entre Washington y
Riad -que tildó de “cercana y fuerte”- supone una “fuerza de estabilidad y
seguridad” en Oriente Próximo y en el mundo.
El
presidente vio por última vez al rey el pasado marzo cuando hizo una visita
relámpago a Arabia Saudí tras una gira por Europa. La visita buscaba revertir el malestar que había causado en Riad la posición de
Washington respecto a las revueltas de la Primavera Árabe, y su política hacia Irán y Siria.
Nota del autor del blog : me imagino
la reunión fue para que EEUU de protección con miles de soldados al reino a cambio de que el petróleo Saudí vaya a EEUU
EE UU admitió que surgieron “diferencias
tácticas” durante la reunión, pero que ambos países destacaron el componente
estratégico de su relación.
La seguridad
es clave en la relación, como demuestra la contribución
saudí a la campaña de bombardeos contra posiciones del grupo yihadista Estado
Islámico en Siria o el hecho de que se haya ofrecido a acoger el
entrenamiento estadounidense a rebeldes sirios moderados.
En el pasado, el suministro
energético era otro elemento central.
Pero el boom
petrolero que vive EE UU, gracias a la técnica de la fracturación hidráulica,
ha menguado su dependencia del mayor exportador de petróleo del mundo.
La decisión
de Arabia Saudí de mantener su nivel de producción de crudo, pese al desplome
de los precios en las últimas semanas, es percibida como un pulso para expulsar
del mercado a los nuevos productores estadounidenses.
En paralelo
a la menor dependencia energética, Washington ha elevado el tono sobre las
vulneraciones de derechos humanos en el país árabe. El Departamento de Estado
urgió hace dos semanas a Riad a no aplicar una condena judicial a mil latigazos
a un bloguero opositor. La primera ronda de castigo se efectuó al día
siguiente, pero la segunda se pospuso.
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