Europa
se rebela contra la receta de austeridad que predica Alemania
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Por Marcus Walker
martes, 27
de enero de 2015 19:00 EDT
Manifestación
en las calles de Atenas en octubre para protestar contra el alto desempleo y
las medidas de austeridad. Agence
France-Presse/Getty Images
BERLÍN—Durante cinco años, la zona euro se
ha enfrascado en una discusión sobre si la solución de su crisis económica
radicaba en una reducción del Estado y la liberalización de los mercados o en
políticas fiscales y monetarias más expansivas.
Ahora, los frentes de batalla se han vuelto más
confusos y la salida menos clara.
Desde el
inicio de la crisis de la deuda de la zona euro, los países más acaudalados del
bloque, liderados por Alemania, han impulsado las
reformas económicas, en lugar de las políticas de estímulo, como la
principal forma de asistir a las naciones endeudadas para que recobren su salud
financiera. Los electores de la zona euro, no obstante, han dejado en claro su
fastidio con las penurias fiscales, mientras que el Banco
Central Europeo acaba de echar por la borda la ortodoxia monetaria de Berlín.
La histórica
victoria el domingo del partido de izquierda radical Syriza en las elecciones
de Grecia probablemente alentará movimientos populistas en otros países de la
zona euro, como España, Francia e Italia, los cuales rechazan la austeridad
patrocinada por Alemania.
Su
crecimiento tanto en la izquierda como en la derecha del espectro político
europeo sugiere la amplitud y complejidad del malestar de los votantes.
El partido
de extrema izquierda Podemos se ha disparado en
las encuestas en España meses antes de que se celebren elecciones. En Francia, el Frente Nacional de extrema derecha está
sacudiendo a la clase política con ataques tanto a la austeridad como a la
inmigración.
El Movimiento Cinco Estrellas de Italia quiere renegociar
la deuda nacional.
Grecia es el
ejemplo más extremo del debilitamiento del apoyo a los partidos de centro
derecha y centro izquierda que han dominado la política de Europa Occidental
durante décadas. El ascenso de los movimientos anti clase dirigente coincide
con el declive económico más prolongado desde la Gran Depresión de los años 30.
A su vez, la
decisión del jueves pasado del Banco Central Europeo
(BCE) de comprar bonos soberanos de la zona euro y otros activos para
estimular el crecimiento y la inflación se aparta de la convicción de Alemania
de que los bancos centrales no deben imprimir dinero para comprar deuda
pública.
El BCE solía
respaldar a viva voz el discurso de Alemania sobre los beneficios de las
políticas de austeridad, antes de sugerir a fines del año pasado que la zona
euro en general se había vuelto demasiado frugal y que Alemania debería gastar
más. Últimamente, el presidente del BCE, Mario Draghi, ha evitado provocar a
Berlín sobre la política fiscal al mismo tiempo que la antagoniza con el
programa de compra de bonos.
El BCE y
Alemania concuerdan en al menos un aspecto: la necesidad de emprender reformas
de mercado para hacer más flexibles las economías de la zona euro. De todas
formas, convencer al electorado sobre los beneficios de tales cambios es más
difícil que nunca.
Es probable
que el enfrentamiento entre Alemania, el BCE y los irritados votantes del sur
de Europa se prolongue a lo largo de 2015 en una región cuya recuperación de la
crisis financiera ha sido más lenta que en otras partes.
Economistas
internacionales dicen
que la zona euro necesita una mezcla juiciosa de estímulo monetario para evitar
caer en deflación, reducción del déficit
fiscal por parte de los países deudores, un mayor gasto de los países
acreedores y amplias reformas en varios países para elevar las perspectivas de
crecimiento a largo plazo.
Algunas
autoridades europeas recalcan que el bloque necesita una especie de gran pacto
que provea todos esos elementos. En lugar de ello, las divisiones en política
monetaria y fiscal, así como en cambios estructurales, se han vuelto más
arraigadas e ideológicas.
Una pelea a
gritos, en lugar de un gran pacto, amenaza con
prolongar la agonía de una recuperación lenta y un alto nivel de desempleo.
“Si no
logramos un crecimiento más acelerado, la impaciencia que se observa en una
serie de sociedades se acumulará, con repercusiones políticas que no podremos
controlar,” advierte Paul De Grauwe, profesor de
economía política europea en el London School of Economics.
Algunos
analistas dicen que, por sí solo, el nuevo programa del BCE de compra de
activos o “flexibilización cuantitativa”, marcará una pequeña diferencia en el
crecimiento y la inflación en Europa, y que se necesitan medidas adicionales
para apuntalar la demanda interna en países como Alemania.
De todos
modos, los llamados para que Alemania aumente su escasa inversión pública se
han vuelto tan rutinarios que el gobierno a duras penas reacciona.
La canciller
Angela Merkel reafirmó la postura alemana en un discurso la semana pasada en el
Foro Económico Mundial en Davos, al decir que los desafíos demográficos
requerían de deudas públicas más bajas y mercados más competitivos. “Hemos
perdido mucho tiempo”, insistió.
La
perspectiva de Alemania es considerada punitiva en los países más golpeados por
la crisis, donde años de actividad económica deprimida erosionan la inversión,
la empleabilidad de los desocupados y la sobrevivencia de las empresas, lo que
debilita la prosperidad a largo plazo así como la capacidad de los países de
reducir sus deudas.
El triunfo
de Syriza ha sido aplaudido por muchos en la izquierda y en la derecha de
Europa, que nunca han tenido mucha fe en la receta alemana y han perdido la
confianza en las instituciones de la Unión Europea. Sin embargo, también es
probable que las esperanzas de que el triunfo de Syriza genere un cambio
político y económico a lo largo de Europa choquen de bruces con la realidad:
Grecia es pequeña, carece de aliados y enfrenta la quiebra sin los fondos de
rescate que Berlín puede bloquear.
Alemania
teme que relajar la austeridad griega pueda enviar el mensaje equivocado a
Francia e Italia y que le caería bien al propio partido populista del país, Alternativa para Alemania, que se opone a los rescates
de la zona euro y opina que Merkel ha sido demasiado generosa con el resto de
Europa.
En las
próximas semanas, Grecia enfrentará una presión intensa para mantener el curso
de la austeridad y las reformas si quiere seguir siendo parte de la zona euro.
La medicina
de Merkel, con su énfasis en el largo plazo, podría surtir efecto en algún
momento, dicen los economistas. El problema, agregan, es que en el entretanto
Europa puede sufrir una década perdida.
“El tema es
si la gente tendrá la suficiente paciencia”, dice De Grauwe.
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