El futuro de la medicina está en su ‘smartphone,
por Eric J. Topol ( es un eminente científico, cardiólogo, genetista, un
experto inversionista, consultor internacional, autor de miles de artículos científicos
y pionero de telemedicina. Tiene decenas de diplomas y premios )
Opinión:
El futuro de la medicina está en su ‘smartphone’
http://lat.wsj.com/articles/SB10758858174227614679104580409731247908618?tesla=y
El surgimiento de herramientas
digitales está traspasando el control de nuestra salud desde los doctores a los
pacientes
Por Eric J. Topol
domingo,
25 de enero de 2015
11:16 EDT
Ellen
Weinstein
Durante la
última década, los smartphones han cambiado muchos aspectos de nuestra vida
cotidiana, como nuestra relación con el banco y la forma en que compramos y nos
entretenemos. La próxima frontera es la medicina.
Gracias a
innovadoras tecnologías digitales, la computación en la
nube y el aprendizaje de las máquinas,
el
smartphone transformará todos los aspectos del cuidado médico.
El resultado será que usted, el paciente, está
a punto de asumir un papel protagónico por vez primera.
Una nueva
serie de poderosas herramientas —desde
accesorios para diagnosticar una infección del oído hasta una aplicación capaz
de monitorear la salud mental— pueden reducir
nuestra necesidad de ir al doctor, recortar costos, acelerar el ritmo de la
atención médica y darles más poder a los pacientes.
Los avatares
digitales no sustituirán a los médicos, pero la relación cambiará radicalmente.
(Soy consultor de varias empresas en muchos de los temas que trato aquí).
Todo esto
plantea serios problemas sobre ataques informáticos
y privacidad personal que no han sido abordados, y la precisión de todas estas
herramientas debe ser comprobada.
Otro tema
preocupante es la erosión de la relación entre el paciente y el doctor,
reduciendo el toque humano en la medicina.
De todos modos, la transformación ya está en
marcha.
Digamos que le sale un sarpullido que un doctor tiene que examinar.
Hoy, puede tomar una foto con su teléfono inteligente y descargar una
aplicación para procesarla. En cuestión de minutos, un
algoritmo le envía un mensaje de texto con el diagnóstico. El mensaje
puede recomendar los próximos pasos, como aplicar una pomada o ir a ver a un
dermatólogo.
Los
smartphones ya pueden usarse para tomar la
presión arterial o hacer un electrocardiograma.
Las aplicaciones
de ECG han sido aprobadas por la Administración de
Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA) y validadas en
numerosos estudios clínicos.
Los datos provistos por las aplicaciones son
inmediatamente analizados, graficados, exhibidos en pantalla, guardados y (si
lo desea la persona) compartidos.
Pensé que en mis décadas de ejercicio
de la cardiología lo había visto todo, hasta que
recientemente un paciente me envió por correo
electrónico un ECG con el siguiente encabezado: “Tengo una fibrilación
auricular, ¿qué hago?” Supe de inmediato que el mundo había cambiado. El teléfono del paciente no sólo había
registrado la información; la había interpretado.
A algunos
les puede parecer quijotesco, pero varias grandes firmas consultoras, como Deloitte y PricewaterhouseCoopers, han pronosticado
que las visitas virtuales al médico pronto serán la norma. Deloitte estima que una de cada seis visitas al médico en EE.UU. fueron virtuales en 2014.
Es sólo el
comienzo. Los cambios que se están gestando son mucho mayores. Mediante el uso de sensores inalámbricos incrustados en la
ropa, una persona puede utilizar su teléfono
inteligente para generar sus propios datos médicos, incluyendo la medición de
sus niveles de glucosa y oxígeno en la sangre, presión arterial y ritmo
cardíaco.
Si le
preocupa que su hijo pudiera tener una infección en el oído, un accesorio de
smartphone le permitirá realizar un sencillo examen del tímpano que puede
diagnosticar rápidamente el problema sin necesidad de ir al pediatra.
En los
próximos uno o dos años, dependiendo de la aprobación de la FDA, muchos
estadounidenses probablemente comenzarán a portar relojes que registran continuamente su presión arterial y signos
vitales sin que siquiera tenga que apretar un botón.
Los
beneficios pueden ser enormes. Es el
equivalente de tener el monitoreo de una unidad de cuidado intensivo en su
muñeca, por lo que las habitaciones
de los hospitales pueden ser sustituidas por su dormitorio.
Por ende, con la
excepción de las UCI, los quirófanos y las salas de urgencia, los hospitales del futuro probablemente
serán centros de supervisión de datos sin habitaciones para monitorear a los
pacientes de manera remota.
Sabemos que
nuestra salud es muy influenciada por nuestro medio ambiente, que es difícil de
cuantificar. Sin embargo, los sensores que se están desarrollando para los teléfonos inteligentes podrán monitorear nuestra exposición a
la radiación, la contaminación o los pesticidas en los alimentos. Los medicamentos pronto podrían ser digitalizados para
ofrecer recordatorios de que hay que tomarlos tal y como lo recetó el médico.
El teléfono inteligente le puede
tomarle la presión y hasta hacerle un electrocardiograma. Agence
France-Presse/Getty Images
Las
habitaciones de hospital no son las únicas que pasarán a la historia: los
laboratorios también lo harán. Los accesorios de
smartphones pronto permitirán hacer una serie de pruebas rutinarias de
laboratorio a través de su teléfono. Los
electrolitos; la función del hígado, los riñones y la tiroides; análisis de
aliento, sudor y orina: todo esto se puede revisar con pequeñas muestras
en pequeños laboratorios que se conectan directamente a
un smartphone. Y puede realizar sus exámenes de laboratorio de rutina a
una fracción del costo actual.
Los exámenes
en su smartphone recién empiezan a despegar. La capacidad de que usted haga un
diagnóstico definitivo de una infección en el oído es solamente el primer paso.
Se están desarrollando aplicaciones para atender todos
los aspectos del ojo, la cavidad oral y de garganta, así como los pulmones y el
corazón.
Mientras
tanto, casi todos los sofisticados dispositivos médicos
para escaneo están siendo miniaturizados Ya están disponibles los dispositivos
portátiles de ultrasonido y algunas facultades de medicina los han comenzado a
usar en lugar del tradicional estetoscopio.
Los aparatos portátiles de
resonancia magnética no se encuentran muy lejos e ingenieros de la
Universidad de California en Los Ángeles, UCLA,
han creado un dispositivo del tamaño de un smartphone
que puede generar radiografías.
No
falta mucho tiempo para que pueda tomarse una radiografía en su celular si
piensa que se pudo haber fracturado un hueso.
En la próxima década,
bajo ciertas circunstancias, podrá monitorear casi todo
el sistema de órganos, a medida que las empresas producen nanosensores que
serán inyectados en su torrente sanguíneo. Estos
sensores microscópicos dentro de su organismo vigilarán constantemente su
sangre para detectar la primera aparición del cáncer, ataques del sistema autoinmunológico
a tejidos vitales o pequeñas grietas en las paredes arteriales que pueden
causar ataques cardíacos o derrames cerebrales.
Con todas
estas nuevas herramientas a nuestra disposición, no es de extrañar que estemos
hablando sobre la posibilidad de una medicina “sin doctores”. Pero no nos
dejemos llevar por un exceso de entusiasmo. Seguiremos yendo al médico, aunque tendremos mucho más control.
Es un cambio
que debió haber ocurrido hace mucho tiempo. La medicina ha sido dominada por una clase privilegiada. Hipócrates,
considerado el padre de la medicina moderna, sostenía que la mayor parte de la
información médica no debía ser compartida con los pacientes.
Todo esto es
emocionante, pero esta visión de la medicina también plantea ciertas dudas.
Antes de que estas herramientas se adopten ampliamente, tienen que ser
validadas mediante ensayos clínicos y demostrar
que no solo preservan la salud, sino que lo hacen al mismo tiempo que reducen
los costos. Sin esta validación, la
promesa de la medicina digital será en vano.
Además, no
podemos fiarnos de los avatares como doctores. Las
nuevas herramientas tecnológicas pueden proporcionar a los consumidores
información médica útil y directa. Sin embargo, las visitas al médico
jamás tendrán reemplazo para asuntos importantes que requieren conversaciones
en persona y sin teclados de por medio.
Pese a los
enormes avances en capturar información médica personal, nos hemos quedado
atrás a la hora de procesar la abundancia de datos. Hemos hecho demasiado poco
para proteger nuestra privacidad médica, prevenir que
se venda a terceros y protegerla de los hackers. Nuestro uso de la analítica de datos es patético: tendemos a acumular grandes cantidades de datos y
hemos hecho relativamente poco para extraer información significativa de las
mismas. Creo que todos estos problemas son abordables, pero exigirá un gran
esfuerzo.
La verdadera
revolución no viene de tener un lugar seguro donde almacenar los datos en su
teléfono inteligente, sino de la nube, donde combinamos nuestra información
individual.
Cuando toda esta información se
recopile, integre y analice de manera adecuada, ofrecerá un enorme potencial
tanto para el nivel del individuo como para el de la población en general. Una vez que todos nuestros datos relevantes sean recopilados y procesados
electrónicamente para identificar las tendencias e interacciones que nadie
podría detectar por cuenta propia, seremos capaces de prevenir múltiples
enfermedades.
Conforme los pacientes generan y las
computadoras procesan más datos médicos, buena parte de los aspectos de
diagnóstico y monitoreo dejarán de ser la tarea de doctores como yo. El paciente “sin doctor” estará a
cargo y acudirá a los médicos principalmente para recibir tratamiento,
orientación, sabiduría, experiencia, empatía y trato humano. Estos médicos no darán recetas, sino que
ofrecerán consejos.
Al
igual que la imprenta democratizó la información, el smartphone democratizará
la medicina. En
cualquier lugar en que tenga una señal celular, accederá a nuevas formas de practicar la medicina impulsada por los
datos. Los pacientes no solamente serán empoderados, sino que serán
emancipados.
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