Europa
se encamina a la deflación con recesión por décadas; las medidas de estimulo
son un engaña muchachos, para evitar la fuga de Grecia, son insuficientes y han
llegado demasiado tarde. Por Paul Krugman nobel de economía // Del Diario El
Pais.
Nota del autor del blog: el Sr Krugman sostiene que los gobernadores de los bancos centrales europeos son unos
estúpidos y se han equivocado prácticamente en todo y ahora esa burrada les ocasionara
décadas de recesión y deflación..
Demasiado
responsables
http://economia.elpais.com/economia/2015/01/23/actualidad/1422029476_740654.html
Europa pagará por su moralina
complaciente durante los próximos años, quizás décadas
PAUL
KRUGMAN
24 ENE 2015 - 00:00 CET
Mario
Draghi, el pasado día 22 de enero.
Estados
Unidos y Europa tienen
muchas cosas en común.
Los dos son
multiculturales y democráticos; los dos son inmensamente ricos;
los dos poseen divisas con un alcance mundial.
Los dos, por
desgracia, experimentaron burbujas inmobiliarias y crediticias entre 2000 y
2007 y sufrieron dolorosas recesiones cuando las burbujas estallaron.
Sin embargo, desde entonces, la política a ambos
lados del Atlántico ha seguido rumbos diferentes.
En una de estas grandes economías, las
autoridades han hecho gala de un fuerte compromiso con la virtud fiscal y monetaria, y han hecho extenuantes esfuerzos para equilibrar los
presupuestos y al tiempo mantenerse alertas frente a la inflación. En la
otra, no tanto.
Y la
diferencia de actitud es la principal razón por la que las dos economías van
ahora por caminos tan diferentes.
El manirroto y desprendido Estados Unidos está experimentando una recuperación sólida, una realidad reflejada en el
enérgico discurso sobre el Estado de la Unión del presidente Obama.
Mientras tanto, la virtuosa Europa se hunde cada vez más en las arenas movidizas de la deflación; todo el mundo confía en que las
nuevas medidas monetarias anunciadas el jueves rompan la espiral descendente,
pero nadie que yo conozca espera
realmente que sean suficientes.
En cuanto a
la economía estadounidense: no, no es el amanecer de Estados Unidos, por no
hablar ya de una prosperidad similar a la que alcanzamos durante el Gobierno de
Clinton.
La
recuperación podría y debería haber llegado mucho más deprisa, y la renta de
los hogares sigue estando muy por debajo del nivel anterior a la crisis. Aunque
nunca lo adivinarían a juzgar por el debate público, la gran mayoría de los
economistas coincide en que el estímulo
de Obama en 2009 y 2010 contribuyó a limitar el daño derivado de la crisis
financiera, pero fue demasiado pequeño y su efecto dejó de notarse pronto.
Así y todo,
si comparamos los resultados de la economía estadounidense a lo largo de los
dos últimos años con todas esas predicciones pesimistas de los republicanos,
pueden entender por qué Obama se muestra un tanto altanero.
Por otra
parte, Europa —o, más concretamente, la zona
euro, es decir, los 18 países que comparten una moneda común— se ha equivocado
prácticamente en todo.
En el aspecto fiscal, Europa nunca ha aplicado muchos
estímulos, y se ha apresurado a volver a
la austeridad —con recortes de gastos y, en menor medida, aumentos de los
impuestos— a pesar del elevado desempleo.
En el aspecto monetario, los funcionarios se han dedicado a
combatir la amenaza imaginaria de la inflación, y han tardado años en reconocer
que la amenaza real era la deflación.
La
austeridad europea reflejaba la obstinación en hacer un diagnóstico erróneo de la situación
¿Por
qué se han equivocado tanto?
En cierta
medida, el giro hacia la austeridad reflejaba la debilidad institucional: en
Estados Unidos, programas federales como la Seguridad Social, Medicare y los vales de alimentos contribuyeron a
dar apoyo a estados como Florida, donde el
desplome del mercado inmobiliario fue especialmente grave, mientas que países
europeos que atravesaban apuros similares, como España,
quedaban a su suerte. Pero la austeridad europea también reflejaba la
obstinación en hacer un diagnóstico erróneo de la situación. En Europa, como en Estados Unidos, los excesos que
desembocaron en la crisis afectaban
abrumadoramente más a la deuda privada que a la pública, con Grecia como principal anomalía. Pero los altos cargos
de Berlín y Bruselas decidieron hacer caso omiso
de la evidencia y se decantaron por una narrativa que atribuía toda la culpa a
los déficits presupuestarios, y, al mismo tiempo, negaron las pruebas e
insinuaron —con razón— que intentar atajar
los déficits en una economía deprimida agravaría la depresión.
Mientras
tanto, en 2011 los gobernadores de los bancos centrales europeos decidieron
preocuparse por la inflación y subir los tipos de interés, incluso cuando era
obvio que era
una estupidez hacerlo. Es cierto que ha habido un repunte de la
inflación general, pero las medidas de la inflación subyacente eran demasiado
bajas, y no demasiado altas.
La política
monetaria mejoró mucho después de que Mario Draghi
se convirtiese en presidente del Banco Central Europeo
a finales de 2011. De hecho, casi con total seguridad sus heroicos esfuerzos
por procurar liquidez a los países que se enfrentaban a ataques especulativos
salvaron al euro del colapso. Pero no
está claro en absoluto que tenga las herramientas para combatir las fuerzas
deflacionarias de más amplio alcance puestas en marcha por años de políticas
equivocadas.
Es más,
tiene que actuar con una mano atada a la espalda, porque Alemania sigue oponiéndose
terminantemente a cualquier cosa que pueda hacer la vida más fácil a los países
endeudados.
Europa se ha equivocado prácticamente en todo
Lo terrible
es que la economía europea se ha hundido en nombre de la responsabilidad. Es
cierto que ha habido épocas en las que ser fuerte significaba reducir los
déficits y resistir la tentación de emitir moneda.
Sin embargo,
en una economía deprimida, la fijación con el
equilibrio presupuestario y la obsesión por la moneda fuerte son profundamente
irresponsables. No solo son perjudiciales para la economía a corto
plazo, sino que pueden —y en Europa así lo han hecho- infligir daños a largo plazo,
menoscabando el potencial de la economía y llevándola a una trampa
deflacionaria de la que es muy difícil escapar.
Tampoco fue
un error inocente. Lo que me sorprende de los arcontes europeos de la
austeridad, de sus decanos de la deflación, es su autocomplacencia. Se sentían
cómodos, tanto emocional como políticamente, exigiendo sacrificios (a otros) en un momento en el que el mundo
necesitaba más gasto.
Todos ellos
han sido demasiado propensos a pasar por alto la evidencia de que se estaban
equivocando. Y Europa seguirá pagando el precio
de su autocomplacencia durante los próximos años, o
quizá décadas.
Paul
Krugman es premio Nobel
de Economía y profesor de Economía y Asuntos
Internacionales en la Universidad de Princeton.
© The New York Times Company, 2015.
Traducción
de News Clips.
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