¿Por
qué el Gobierno de Turquía no quiere luchar contra el Estado Islámico?
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Soldados
turcos protegen la frontera cercana a Suruc ante la llegada de refugiados
kurdos de Siria. (Reuters)
Felipe
Passolas.
Suruc
(Turquía)
04/12/2014 (05:00) 9
Las
reticencias de Turquía a la hora de apoyar los bombardeos contra el Estado
Islámico obedecen a varias razones.
Ninguna de
ellas es aceptable para los kurdos que resisten la ofensiva de los yihadistas
en la ciudad siria de Kobane, ubicada en la frontera. Sus heridos son
tiroteados por los soldados turcos que vigilan la línea divisoria cuando huyen
al país vecino para recibir asistencia médica.
Una
alambrada maltrecha divide los dos países. Delimita la frontera que muchos,
especialmente los contrabandistas, cruzan amparados en la noche. Pero, cuando
uno está herido o huye de la guerra con su familia, cualquier momento es bueno
para atravesar la cerca que marca la línea divisoria. Cuando uno se está
desangrando, el alambre de espino ya no se clava en la carne.
Las luces
azules intermitentes de los blindados del Ejército turco recorren el perímetro
fronterizo. El guerrillero kurdo de la Unidades de
Protección Popular (YPG), que no llega a los 20 años, las recuerda como
si las acabara de ver. “Yo sé perfectamente cómo cruzar la frontera sin que me
vean, todos lo sabemos. Sé que hay un pequeño foso tras la alambrada de dos
metros de altura, pero estábamos heridos y necesitábamos ayuda. Sin transporte
o un hospital estábamos perdidos”, cuenta a El
Confidencial.
“Sabía que
los turcos nos dispararían pero, si no acudíamos al Ejército, las ambulancias tampoco
llegarían. Mis tres compañeros fueron abatidos por los soldados turcos. Yo tuve
suerte, tan sólo me hicieron esperar (a una ambulancia) y por suerte no me
desangré. Yo cojeaba y a uno de mis camaradas una bala le había atravesado la
clavícula. Se veía perfectamente que estábamos heridos. Pese a ello, nos
dispararon”, añade.
Bombardeos
sobre posiciones del Estado Islámico en Kobane desde la frontera turca (Reuters).
¿Por
qué Ankara no quiere luchar?
Los Estados
Unidos promovieron hace meses la creación de una coalición para combatir al
autodenominado Estado Islámico, el grupo yihadista también conocido como ISIS
decidido a establecer un “Califato” en amplias zonas de Irak y Siria.
Turquía
decidió recientemente unirse a dicha coalición, aunque desde el primer momento
se mostró muy reticente a apoyar los bombardeos contra posiciones del EI.
Los
militares turcos abren fuego contra los milicianos kurdos que se acercan a la
frontera pidiendo auxilio. Los que sobreviven son obligados a esperar en los puestos
de control. Todos los combatientes consultados por este diario denuncian que
sus compañeros mueren desangrados
A simple
vista, su postura no tiene mucho sentido: un país que hace frontera con Siria e
Irak y para el que el Estado Islámico supone una amenaza a sus fronteras
debería ser el primer interesado en combatir el terrorismo de las huestes
lideradas por Abu Bakr al Bagdadi.
Además,
Turquía mantiene lazos de amistad e intereses comunes con Washington y ha
condenado repetidamente las salvajes acciones del grupo yihadista.
Sin embargo,
la actitud del Gobierno que preside Recep Tayyip Erdogan puede explicarse por
un conjunto de razones.
En un
principio, se pensó que el secuestro en Irak de 49 civiles y diplomáticos
turcos a manos del Estado Islámico y su seguridad era un motivo de peso para
que el Ejecutivo de Ankara evitase entrar en confrontaciones con el grupo
yihadista. Pero, una vez que fueron liberados, las reticencias a unirse a la
coalición permanecieron.
Turquía
también tiene un pasado turbulento con sus vecinos sirios e iraquíes. Durante la guerra civil siria, el
Estado Islámico se expandió por el país mezclándose con los distintos grupos
rebeldes que se enfrentaban contra el régimen de Bachar Al Asad, milicias
entrenadas en muchas ocasiones por la propia Turquía.
Refugiados
kurdos de Kobane observan el humo de los combates en la ciudad desde la
frontera turca (Reuters).
El
contrabando de petróleo ‘yihadista’
En una
reciente entrevista, el primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, afirmó que sólo
desplegaría militares turcos en suelo sirio si la coalición internacional hacía
lo mismo y acompañaba la maniobra de un plan para erradicar al régimen de
Damasco. Davutoglu no ve sentido al intento de eliminar al Estado Islámico si
este no va acompañado de un plan para acabar con Al Asad. Es decir, el Gobierno
de Erdogan teme que el líder sirio pueda beneficiarse de algún modo si se
liquida al grupo yihadista.
El Estado
Islámico realiza contrabando de petróleo a través de la frontera turca. Se
estima que los yihadistas venden el barril de crudo a
23 dólares, cuando el precio de mercado ronda los 70. Turquía se está
beneficiando
Los motivos
religiosos también están presentes en la zona del conflicto:
Erdogan
pretende erigirse como el líder suní en la región, mientras que Al Asad dirige
un régimen chií.
A ellos se
suma la ramificación financiera, otro de los aspectos que explican la actitud
de Ankara. El Estado Islámico realiza contrabando de petróleo a través de la
frontera turca, tal y como informó este diario. Se estima que los yihadistas
venden el barril de crudo a 23 dólares,
cuando el precio de mercado ronda los 70. Turquía se está beneficiando de este
contrabando y, a la vez, financiando con esas compras las actividades del
Estado Islámico.
Los motivos
culturales también tienen su peso en las decisiones turcas: la tumba de Solimán el Magnífico se encuentra en territorio dominado por el grupo yihadista,
posee un gran valor cultural y lo último que querrían los turcos sería destruir
el complejo arqueológico en los combates.
Soldados turcos abren fuego contra
los heridos kurdos
Hace meses
que a estos motivos se han sumado los étnicos que denuncia el pueblo kurdo de
Turquía, que, junto a peshmergas llegados de Irak y rebeldes sirios, mantiene
la férrea defensa de la ciudad siria de Kobane, emplazada en la frontera turca,
ante la ofensiva de los yihadistas. Es de sobra conocido que los kurdos luchan
desde hace años con el Gobierno de Ankara en pos de una mayor autonomía. El PKK, el Partido de los Trabajadores Kurdos, no ha
combatido sólo a través de la política, sino también con las armas y por ello
las autoridades turcas lo consideran un grupo terrorista.
‘En mi grupo
éramos once personas, y no teníamos más opción que enfrentarnos a los disparos
del Ejército turco: a nuestras espaldas estaba el Estado Islámico’, cuenta una
joven guerrillera
El
norte de Siria y el sur de Turquía son zonas de mayoría kurda y la defensa de Kobane se ha convertido en un símbolo, no
sólo por la tenacidad de sus defensores en la lucha contra el Estado Islámico,
sino también por la voluntad de resistencia del pueblo kurdo. En el pasado, la
ciudad sirvió de refugio para los líderes kurdos cuando se producían
enfrentamientos con el Ejército turco.
Algunos de
los milicianos heridos, tanto combatientes masculinos de las Unidades de Protección Popular como de su brigada
femenina (YPG y YPJ según sus siglas en kurdo),
se restablecen en los campamentos de refugiados, al otro lado de la frontera,
de las heridas sufridas en el sitio de Kobane. Los heridos deben cruzar al país
vecino como civiles o serán arrestados por el Ejército. Este, no obstante, es
el menor de sus problemas.
Excusándose
en lo confuso de la situación, los militares turcos abren fuego contra los
kurdos que se acercan a la frontera pidiendo auxilio. Los que sobreviven y
logran llegar hasta los soldados son obligados a esperar en los puestos de
control hasta que se les permite cruzar o las ambulancias reciben la
autorización para recogerlos. Todos los milicianos consultados por este diario
denuncian que sus compañeros mueren desangrados mientras esperan la ayuda
médica, cuya llegada retrasan los soldados turcos en la frontera.
La hermana de
Perwin Mustafa, una guerrillera kurda muerta en Kobane, durante su funeral en
Suruc (Reuters).
“Al frente,
los turcos. A nuestras espaldas, el Estado Islámico”
“Tengo 17
años y he aprendido mucho en estos meses, porque mi aldea fue atacada antes que
Kobane. Nunca había recibido entrenamiento militar, solo cogí un kalash (como
los kurdos se refieren a su fiel aliado, el AK-47) y defendí mi aldea hasta que
me hirieron en la mano. No recuerdo cuántos obuses cayeron, pero fueron muchos.
Cuando nos alejábamos de mi aldea veíamos el resplandor de las explosiones y el
sonido tardaba menos de tres segundos en llegar; así podía medir la distancia
hasta la frontera, calculando cuánto tardaba en llegar el sonido de los
morteros. Buscábamos las farolas que iluminan la frontera. En las zonas más
iluminadas hay un puesto de control o una garita. En mi grupo éramos once
personas, y no teníamos más opción que enfrentarnos a los disparos del Ejército
turco: a nuestras espaldas estaba el Estado Islámico. Por el camino sangrábamos,
pero nuestra única salida era pedir auxilio a unos soldados turcos que sabíamos
que nos abatirían”, cuenta a este diario una jovencísima guerrillera del YPJ.
Las
ambulancias de la Media Luna Roja sólo llegan a la línea divisoria desde Suruc, una pequeña ciudad de mayoría kurda en la que se
refugian miles de kurdo-sirios.
Los
milicianos del YPD que caen heridos en Kobane deben llegar por sus propios
medios hasta las alambradas que separan ambos países, igual que cualquier civil
herido en la ciudad a causa de los bombardeos o los combates con el Estado
Islámico. Una vez que consiguen cruzar la frontera, se los acoge en los
hospitales de la zona. Si sus heridas son menores, pueden refugiarse en Suruc;
si son graves, deben viajar a ciudades más grandes, como Urfa o Gaziantep, a 45
y 65 kilómetros respectivamente.
Si la
fortuna les sonríe, sobrevivirán. La mayor parte, morirán desangrados. Puede que en sus últimos momentos recuerden el acuerdo de paz
firmado entre el PKK y Anakara en marzo de este año. Mientras, los
combates continúan en Kobane, donde 21 soldados turcos de origen kurdo se
unieron recientemente a los defensores tras desertar con sus armas de los
puestos en la frontera. La sangrienta lucha por la
ciudad será larga, durará meses. Aunque los yihadistas sean expulsados de la
urbe, las aldeas vecinas siguen bajo el control del Estado Islámico.
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