¿El
fin de Putin? Todavía no
Nota del autor del blog: Que las banderas del marxismo- leninismo borren del mapa a Putin y la oligarquía
que ha llevado a la Federación Rusa al colapso económico.
Para que sea el fin de Putin y la oligarquía rusa tendría que haber una revolución marxista leninista que envié al panteón a la oligarquía y su corrupto estado y devuelva el poder al proletariado como en tiempos de Stalin y no se ve por ningún lado.
El
presidente ruso, Vladimir Putin, durante su conferencia de prensa anual de fin
de año en Moscú (Reuters).
Francisco
Martínez.
21/12/2014 (05:00)
En estas
semanas de diciembre, el rublo ha caído aún más que las temperaturas en Rusia.
¿Y cuál es
la novedad? Obviamente, no el cambio climático, sino que esta es la primera
crisis económica con posible consecuencias políticas para Putin.
La prensa
más independiente del país ha especulado en los últimos días con una posible
sustitución de Dmitri Medvedev al frente del
Gobierno y carga tintas contra el presidente de la petrolera
Rosneft, Igor Sechin, fiel escudero de Putin en las dos últimas décadas.
Como
recambio han apuntado a Alexei Kudrin, antiguo ministro
de Finanzas, figura con prestigio entre los liberales y crítico con
éstos dos últimos.
Aunque
reacio a conceder entrevistas, Kudrin ha lanzado continuos dardos en Twitter
contra el gabinete Medvedev por permitir el endeudamiento
excesivo de Rosneft y aumentar el gasto público. No obstante, Kudrin
parece reacio a asumir la responsabilidad en estos momentos.
‘El Kremlin
está preocupado con cualquier influencia occidental en el país. No parece
probable cualquier transición hacia un régimen liberal. La sociedad está muy
polarizada. Posiblemente, el gobierno mantendrá una fuerte agenda nacionalista’
El
Confidencial ha hablado
con el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad
Europea de San Petersburgo Artemy Magun, quien dice no esperar grandes
cambios a corto plazo: “El Kremlin está preocupado con cualquier influencia
occidental en el país, así que un político liberal no va a tomar las riendas
del Gobierno. Tampoco parece probable cualquier transición hacia un régimen
liberal. La sociedad está muy polarizada y los liberales son impopulares entre
las fuerzas de seguridad y la gente de a pie. Posiblemente, el gobierno va a
mantener una fuerte agenda nacionalista, aunque puede que acceda a hacer
compromisos con otros agentes sociales”.
Cuando le
preguntamos al profesor Magun sobre un posible
escenario de futuro, responde que
“en los próximos diez
años es difícil imaginar una democracia liberal en Rusia. No obstante, podemos
esperar que el régimen posibilite más oportunidades de participación. Quiero
decir que incluya a los más educados, que sea más tolerante y abierto a la
globalización. Aun así, yo no me veo haciendo compromisos con este Gobierno”.
La
clase media parece la más afectada por esta crisis financiera.
¿Qué
puede hacer? “Parece
que se están organizando protestas, pero esta vez incluirán a otros sectores de
la población, ya que la caída del rublo y las sanciones occidentales también
afectan a las clases bajas”, indica Magun.
Una pantalla
con los tipos de cambio en Moscú.
“Hay una
sensación de pánico generalizado”
Según varias
encuestas, los rusos relacionan los problemas económicos con la intervención de
Moscú en Ucrania.
Sin embargo,
la población ve a Putin como la solución a los problemas, no como su causa.
Además, la
gente de a pie dice estar acostumbrada a este tipo subidas, bajadas y ruido de
sables. Los rusos se abrigan, hacen colas, preparan provisiones y reestablecen
redes paralelas de información y acceso a bienes. Ordenadores, microondas y
equipos de música desaparecen de los estantes de los grandes comercios de las
ciudades rusas. Y Apple e Ikea han bloqueado sus
ventas en Rusia a la espera de que el rublo se estabilice.
Los rusos relacionan los problemas económicos con la intervención
de Moscú en Ucrania. Sin embargo, la población ve a Putin como la
solución a los problemas, no como su causa
“Hay una
sensación de pánico generalizado. No se pueden comprar más de dos i-phones por
persona y en los puntos de cambio siempre hay colas. Todo el mundo habla del
tema, por supuesto, y para muchos es un quebradero de cabeza.
Sobre todo
para aquéllos que tienen un ‘valuta credit’ (hipotecas
y créditos en divisa extranjera).
La oficina
de mi amiga Masha ha cerrado. De un día para otro les han dicho que no vuelvan.
Y no es el único caso. Después, los precios han subido.
Por ejemplo,
ir a la peluquería costaba 2.500 rublos y ahora cuesta 3.100”, nos describe
Ksenia desde San Petersburgo.
De momento
no hay noticias de que rastros y quioscos emerjan de nuevo en el paisaje de las
ciudades rusas. Las babushkas siguen solas en
las salidas de metro vendiendo sus flores, conservas y compotas. Tampoco ha
reaparecido todavía la llamada Uslovanaya Yedinitsa (unidad
de cambio condicional), utilizada en los años noventa para puentear el vaivén del
rublo. La población del país, tan amante de los acrónimos, lo llamaba ‘u. e.’,
que en ruso se pronuncia “u-yeh”.
Un tanque
soviético T-34, durante los preparativos para un desfile en la Plaza Roja de
Moscú (Reuters).
¡Feliz
1999!
“¡Feliz
1999!”, tituló esta semana el diario RBK.
Además de
recursos naturales, espacio y despotismo, en Rusia abunda la ironía. Son los
cuatro elementos (tierra-agua-fuego-aire) del país.
“El cambio con el euro
ha pasado de cotizarse en la escala Celsius a la Fahrenheit”, escribe un tuitero.
“Los 100 rublos por
dólar han dejado de ser una fantasía”, escribía la Nezavisimaya Gazeta. Es lo que tiene el
haber nacido en un país donde los ciclos saltan, la moneda cae y los ministros
van a los leones con una frecuencia asfixiante.
Los gráficos
diseñados por El Confidencial muestran que en Rusia cualquier tiempo pasado fue
mejor… y peor. Y el periodista Daniel Utrilla, autor de
A Moscú sin Kaláshnikov, advierte de que no conviene enterrar tan pronto
a Rusia.
Negro sobre
blanco, Rusia muestra una balanza exterior favorable
(más de 150.000 millones de euros) y unos 300.000
millones de euros en divisas (aunque en 2014 las reservas han disminuido
unos 75.000 millones de euros).
No obstante,
el rublo ha perdido la mitad de su valor en este 2014,
la inflación oficial ronda el 10%, su economía
está estancada desde 2012, la deuda del sector privado
a corto plazo ronda los 100.000 millones de euros y la salida de
capitales se ha convertido en una hemorragia difícil de parar.
En su
encuentro con la prensa, Putin dijo que en menos de dos años la economía
volverá a la normalidad, pero los precios no paran de subir y varias empresas
han empezado a recortar empleos (Gazprom, el 20% de su
plantilla)
En su
encuentro con la prensa este jueves, Putin dijo que en menos de dos años la
economía volverá a la normalidad, pero los precios no paran de subir (sobre
todo de comida y tecnología) y varias empresas han empezado a recortar empleos
(Gazprom, con 459.000 trabajadores, ha anunciado el recorte
del 20% de su plantilla).
También
aseguró Putin que la crisis se debe a factores externos a la economía rusa.
Línea
argumental repetida por los medios de comunicación estatales rusos cuando
hablan de la caída del rublo.
Pero “ya no basta con culpar a Estados Unidos de lo que está
pasando”, dice el periodista Sergei
Shelin.
¿Podríamos
decir que la era de stabilnost ha acabado en Rusia?
“La principal
diferencia entre la Rusia de Putin y los países occidentales es la manera de
introducir cambios en el poder. En las democracias occidentales, el cambio de
poder es periódico e inevitable, parte de los ciclos electorales. Para Putin,
el cambio de poder es diabólico”, asegura el analista del Carnegie
Center Thomas de Waal.
La
suspensión de pagos del Estado y el corralito parecen descartados.
El Kremlin
todavía tiene cierto margen de maniobra.
Sin embargo, los efectos de la caída del rublo
(más la bajada del precio del petróleo y las sanciones occidentales) se van
filtrando por todos los sectores de la sociedad.
En la
blogosfera rusa denuncian que la clase media ha
desaparecido y critican al Gobierno por actuar como un avestruz:
esconder la cabeza hasta que suba el precio del petróleo.
No solo las
inversiones extranjeras se han reducido al mínimo, sino que los ‘expats’
empiezan a hacer las maletas y dejar el país.
Pero si en
algo coincide el diagnóstico del Kremlin con el de analistas internacionales es
en que la caída del rublo se debe en gran medida a “la psicología” y “las emociones”,
es decir, a las expectativas de los agentes económicos.
Varios maniquíes se acumulan ante una
tienda en el metro de Moscú (Reuters).
Aquí
no se venden dólares
Los puntos
de cambio de divisas empiezan a encargar paneles con más dígitos por si el
rublo sigue bajando su cotización respecto a las divisas occidentales. Además,
muchos de ellos han colgado carteles de “dollarov nyet” (aquí no se venden
dólares). No
porque no los tengan, sino porque estiman una mayor caída de la moneda rusa.
Según Ruslan Grinberg, director del Instituto de Economía,
la subida de los tipos de interés al 17% hubiera
sido suficiente en cualquier país, pero en Rusia ha disparado una espiral de
desconfianza e incertidumbre difícil de parar.
En su
opinión, la espiral puede ir aún a peor, en parte por el exceso de monopolios y
cárteles en la economía rusa.
“Que no cunda
el pánico”, han repetido a lo largo de la semana los altos funcionarios rusos.
Pero la
tranquilidad no se ha hecho manifiesta entre la población hasta que Putin ha
dado la cara.
Es lo que
tiene vivir en una ‘democracia soberana’, es decir en un régimen parlamentario
autoritario y sin pluralidad.
“Yo vivo sin libertad
de expresión pero con libertad de cátedra, es decir mi capacidad de actuación
pública es limitada pero no la académica”. ¿Y esto mejoraría si Putin deja la
jefatura del Estado?, le pregunto al profesor Magun. “Prefiero no responder a
esa pregunta”.
La
resistencia y capacidad de sufrimiento del pueblo ruso parece infinita.
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