Objetivo
inmediato de la invasión de Al Saud a Yemen y su meta final (análisis pro iraní escrito por Pablo Jofré Leal Encontrado en Hispan tv.)
http://www.hispantv.com/newsdetail/Arabia-Saudi/23088/Objetivo-inmediato-de-la-invasion-de-Al-Saud-a-Yemen-y-su-meta-final
Ataques
aéreos perpetrados por cazas saudíes en Yemen, 26 de marzo de 2015
La agresión
contra el pueblo yemení, liderada por Arabia Saudí, tiene un objetivo
inmediato: destruir al Movimiento Popular Ansarolá y
como meta final, que ha comenzado poco a poco a develarse, contender contra la
creciente influencia de Irán en Oriente Medio.
Ese
ascendiente sobre sociedades de Oriente Medio ha sido ganado por el apoyo
efectivo que Irán otorga a la lucha
contra los movimientos terroristas de raíz takfirí, que asolan las sociedades
de Siria e Irak, que se han enquistado en Yemen. La concreción de esta política
iraní, a diferencia de las otras potencias de la zona como Arabia Saudita, el régimen de
Israel y Turquía, no se basa en la agresión a sus vecinos o la
imposición de políticas hegemónicas. Esto, a pesar de la enorme campaña
mediática internacional que pretende mostrar a un Irán belicista a partir de la
decisión soberana de continuar con su Programa de Desarrollo Nuclear al amparo
del Tratado de No Proliferación (TNP) y que tiene su ámbito de conversaciones
entre Irán y el denominado Grupo 5 +1.
Conversaciones
que han sido torpedeadas tanto por Arabia Saudita como por Israel, que ven en
la posibilidad de concretar estos acuerdos, el fin de las sanciones a Irán y
con ello la elevación del prestigio persa y la elevación de sus capacidades
económicas, tecnológicas y afianzamiento de su papel como potencia regional. Irán es signatario de
TNP a diferencia del régimen de Israel que no sólo no ha firmado esta
Convención, sino que además impide la visita de inspectores de la Agencia Internacional
de Energía Atómica (AIEA) y desarrolla una política de ocupación de territorios
palestinos y de continua agresión y amenazas en Oriente Medio.
La
monarquía saudí considera a Irán su principal rival en Oriente Medio, desde el momento mismo que se
conforma la República Islámica de Irán el año 1979 tras el derrocamiento de la
monarquía de los Pahlevi. Antagonismo que cuenta con el concurso de dos socios
principales: Estados Unidos y el régimen de Israel.
Esto, pues la Casa Al Saud ha creado, a lo largo de las últimas 5 décadas, con
el régimen de Tel Aviv y Washington una estrecha alianza política, militar
destinado a impedir el desarrollo de una política de influencia de Irán o
cualquier otra potencia, que no vaya de acuerdo a los objetivos hegemónicos de
la triada Washington-Tel Aviv-Riad.
Por otra
parte, la alianza Wahabita-Sionista ha desatado
los demonios de la guerra y el surgimiento de movimientos terroristas cuya
doctrina takfirí se encuentra en las madrasas sauditas
repartidas por Oriente Medio, Paquistán y Afganistán.
Con un flujo
generoso de petrodólares que busca crear una base salafista que actuará allí
donde las autoridades del régimen de Tel Aviv y Riad señalen como necesario,
para concretar sus objetivos políticos. Alianza que se manifiesta, en su real
dimensión, con el abandono a la causa palestina, la creación de grupos
terroristas takfiríes que suelen ser la punta de lanza de la política exterior
saudí contra Irak y Siria y la decisión de derrocar al Gobierno
de Bashar al-Asad financiando a EIIL (Daesh en
árabe) Al-Qaeda y sus distintas facciones en el Magreb, Yemen, Afganistán y
otros zonas del mundo, incluyendo a Paquistán y
ex repúblicas de la ex Unión Soviética.
Un despacho
estadounidense del año 2010 (el denominado documento nº 242073) enviado por la
ex Secretaria de Estado Hillary Clinton), bajo el primer mandato de Barack
Obama; a sus embajadas de Riad, Abu Dhabi, Doha, Kuwait
e Islamabad confirmaba la implicación de Arabia Saudita en la formación
y financiamiento de los grupos terroristas takfiríes “los donantes de Arabia
Saudita constituyen la fuente más significativa de financiación de los grupos
terroristas suníes en todo el mundo… aunque Arabia saudita se toma muy en serio
la amenaza del terrorismo interno... este país continúa siendo una base de
apoyo crítico para Al-Qaeda, los talibanes, Lashkar e
Tayba y otros grupos terroristas, que probablemente recaudan millones de
dólares anualmente de fuentes saudíes, a menudo durante el hach y ramadán”.
Estados
Unidos ha tratado de desarrollar una política de contención a este apoyo tan
desembozado y así lo ha expresado a Riad, sin embargo las propias dinámicas
internas de este régimen, sobre todo de los miembros de la familia Al Saud, más
radicales, permite concluir que dicho apoyo al terrorismo no cesará, como
tampoco sus propias misiones militares destinadas a agredir a aquellos países
que considera como su patio trasero: Baréin y Yemen
principalmente.
Esa política
belicista tendrá sí o sí que revisarse no sólo a la luz de su creciente déficit
presupuestario, tras la decisión de bajar los precios del crudo en aras de sus
objetivos estratégicos, sino también en virtud de las crecientes presiones
políticas internas de una población con altos índices de desempleo – sobre todo
en la juventud – y las tensiones externas derivadas de la acción de los grupos
takfirí, hijos putativos de la Monarquía Saudí, que más temprano que tarde
tendrá que enfrentar sus responsabilidades. Se une a lo anterior la última y
más equivocadas de las decisiones tomadas por Riad: la agresión contra Yemen.
UNA
TORMENTA DE MUERTE Y DESTRUCCIÓN
Yemen, se
sitúa en una zona geográfica y de navegación estratégica donde se transporta el
40% de todo el petróleo que consume el mundo europeo.
Es también zona de influencia de la V Flota
estadounidense del Golfo Pérsico con base en Baréin y los sectores bajo
su vigilancia y acción: el Cuerno de África, Golfo
Pérsico, Asia Central, Oriente Medio y la zona sur africana. Con una
población fundamentalmente creyente en el Islam, se divide en un 52 % de
confesión sunita y un 46% chiita. Es una zona donde operan movimientos de raíz
takfirí como es el caso de Al-Qaeda de la Península
Arábiga y el grupo Aden Abyan Islamic Army.
La
corrupción, el sometimiento a las políticas occidentales en el marco de la
“guerra contra el terrorismo” la función de hacedor de las políticas de Riad
para la Península unido a las operaciones con drones contra la población yemení
fueron aislando cada día más al régimen del derrocado expresidente Ali Abdolá
Saleh, que gobernó entre los años 1990 y 2012, como también a su sucesor Abd
Rabbu Mansur Hadi. Mandatarios que operaban no en función de sus pueblos sino
que bajo la influencia saudí y sus intereses regionales. Para el estudioso en
temas relacionados con Oriente Medio, Guadi Calvo “la mediática e instrumentada
primavera árabe contó a Yemen como un daño colateral, una víctima no deseada”.
En ese marco
la lucha del movimiento popular Ansarolá, las divisiones internas dentro del
núcleo gobernante y las crónicas rivalidades entre el norte y el sur, tejieron
el camino para el alzamiento de su población contra gobiernos incapaces de
lograr el bienestar de sus pueblos. A los factores derivados de un país con
dificultades económicas: con altos índices de desempleo, malnutrición, un
desarrollo económico insuficiente para las necesidades de sus 25 millones de
habitantes, hay que unir aquellos componentes relacionados con la lucha
política, ideológica y religiosa en la que está sumida Yemen, que forma parte
de la confrontación mayor entre un Irán que exige respeto en su condición de
potencia regional y un Estados Unidos que apoyado en la alianza
Sionista-Wahabita trata de mantener su hegemonía en la zona.
El analista iraní Rasul Gurdarzi sostiene que “Yemen
tiene una gran importancia para Arabia Saudí, como también para Estados Unidos,
tanto por su situación geográfica como por el hecho de los actores
involucrados. El patio trasero de una Casa Al Saud, donde no quiere perder
influencia y donde Ansarolá sea por su situación estratégica: está rodeado por
el Mar Arábigo, el golfo de Adén y el mar Rojo. Riad es un actor de mucho
peso, que no considera al territorio
yemení como el de un país extranjero, sino como su patio trasero, por lo que no
quiere perder su influencia. La llegada al poder del movimiento popular
Ansarolá en Yemen, debido a sus diferencias ideológicas y religiosas con los
saudíes, supondría una amenaza para esta influencia…”.
Arabia
Saudita teme el triunfo de Ansarolá pues ve en ello la ampliación de la
influencia iraní en la zona sobre todo con un acurdo sobre el programa nuclear
de la nación persa que está ahí, a puertas de concordar posiciones y
decisiones. Para impedir ese triunfo de Ansarolá la excusa esgrimida por Riad y
sus aliados ha sido “acudir a la llamada de auxilio del presidente Hadi” y
comenzará a bombardear cuanta posición, ciudad, asentamiento o sitio donde
Ansarolá pueda estar, sea éste real o imaginario. Sumando en esta misión a la Liga Árabe a los crónicos intervencionistas occidentales como
Francia, Inglaterra e incluso al régimen sionista. La idea es generar
terror en la población Yemení, presenta como culpable de sus desgracias a
Ansarolá a Irán pero no a los verdaderos agresores.
La idea es
dar una clara señala que la presa no se escapará de las manos de la Casa Al
Saud, que considera a Yemen su patio trasero. Y si es necesario cortar de raíz
toda maleza o hierba considerada contraria al “verde césped wahabita” Riad está
dispuesta a utilizar todo su poderío bélico y el lógico
veto de sus aliados de Washington, Inglaterra y Francia en el seno del
Consejo de Seguridad. El plan parece estar funcionado a la perfección pero con
un gran inconveniente: la dura y clara respuesta de las fuerzas del movimiento
popular Ansarolá que ha puesto un freno a los fanes agresivos de Arabia Saudita
que ahora no sólo se está planteando bombardear sino también incursionar
mediante operaciones terrestres lo que augura no sólo un aumento en el número
de muertos , heridos y destrucción, sino también la posibilidad que la guerra se
traslade a suelo saudí: la peor pesadilla para los 3 mil miembros de
la Casa Al Saud.
La operación
liderada por Arabia Saudí, Asifat al-Hazm “Tormenta Decisiva” al mejor estilo
de las intervenciones estadounidenses en la zona, busca consolidar la hegemonía
que la monarquía wahabita, junto a su aliados del régimen de Tel Aviv y
Washington han mantenido en los últimos 50 años y que está siendo amenazada por
levantamientos sociales que buscan derribar estructuras monárquicas arcaicas y
gobiernos títeres de las grandes potencias.
Arabia Saudí ataca un país
soberano y la comunidad internacional no reacciona.
La Casa Al Saud asesina
civiles, destruye ciudades y el Consejo de Seguridad se mantiene mudo. Esa es una muestra del doble rasero, de la doble moral de una comunidad
internacional que se mueve al ritmo de los poderosos y donde hemos visto
que sólo la voz de Irán en la región se ha levantado condenatoria.
EL
PAPEL DE IRÁN
La política
del silencio de occidente y el apoyo de la Liga Árabe,
el régimen de Israel y Estados Unidos es la política de la hipocresía
que hoy se materializa en Yemen, donde se
justifica el crimen, la intervención y la destrucción de un país porque se ha
solicitado la intervención extranjera, ocultando que al mismo tiempo que se
quiere destruir al Movimiento Popular Ansarolá, se desea detener el apoyo que
Teherán ha dado a los movimientos que efectivamente combaten el terrorismo
takfirí, el mismo que es sustentado por los petrodólares sauditas.
Irán y su
trabajo de lucha contra los grupos takfirí, su decidida política de
independencia frente a todas las grandes potencias lo sitúan como una potencia
regional con la que se debe contar sí o sí en materia de lograr la paz y
estabilidad de esa zona del mundo. Israel, que no pierde oportunidad de
criticar a Irán o buscar alternativas de atacarlo dio todo su apoyo a la
Coalición liderada por Arabia Saudita en su agresión contra Yemen. Para el
primer ministro israelí “Irán pretende ocupar, a través del
Movimiento Ansarolá gran parte de Yemen y así controlar el estrecho de Bab
el-Mandeb, al suroeste de Yemen, lo que cambiará la balanza de la navegación
marítima y el suministro mundial del petróleo". Contradictoria afirmación,
porque quien agrede militarmente, quien bombardea territorio yemení, incluso
con aviones israelitas y apoyo de inteligencia del régimen sionista es
precisamente la Casa Al Saud, que probablemente tiene como apoderarse de Bab al-Mandeb.
El Gobierno
iraní ha exigido el cese inmediato de los ataques contra Yemen bajo la
consideración que viola la soberanía de Yemen sin más, resultados que derramar
sangre y que sólo servirá a los intereses de los movimientos takfiríes. Para la
Unión
Europea, que ha sido más cauta que su socio estadounidense “la acción militar
liderada por Arabia saudita no es la solución a la crisis yemení. La jefa de la
diplomacia de la UE, Federica Mogherini afirmó que “los últimos acontecimientos
agravan la ya frágil situación en el país y el riesgo de tener graves
consecuencias regionales. La acción militar no es una solución a la crisis que
vive Yemen. Sólo un amplio consenso político en las negociaciones puede
proporcionar una solución sostenible, restaurar la paz y preservar la
integridad y unidad territorial en Yemen".
La
intervención de Arabia Saudita se inscribe en la defensa de sus intereses
regionales, la propagación del Wahabismo y la intensificación de la represión
contra todo movimiento que se proponga generar aires de libertad. Así sucedió
en Baréin, donde la Casa
al Saud intervino con puño de hierro sin que occidente levantara su voz
de condena. La monarquía saudí ha intervenido política y militarmente en
Bahréin, temeroso que la influencia de la lucha en este pequeño país, se
expanda a otras latitudes como ha comenzado a suceder.
Las
operaciones de bombardeo impulsadas por
Arabia Saudita sin autorización alguna de organismos internacionales, por
más que se le pretenda dar cierta legalidad tras la Cumbre de la Liga Árabe de
los días 28 y 29 de marzo en Egipto, son violatorias del derecho internacional.
Esos bombardeos demuestran que no se pretende restaurar a un gobierno ilegítimo
como el de Mansur Hadi, sino que influir sobre las negociaciones que se llevan
a cabo entre el G5+1 e Irán, sacar del centro de la noticia la ineficacia de
las operaciones militares de la llamada Coalición Internacional Contra Daesh en
Siria e Irak y, sobre todo seguir en estos intentos de cercar a Irán y hacerla
responsable de los problemas que aquejan a Oriente Medio.
El
sangriento juego geopolítico llevado a cabo por la triada Washington-Tel Aviv-Riad han desviado sus dardos
mediáticos y políticos a la Península Arábiga, pretendiendo delinear lo que se
debe o no condenar, a qué gobiernos por más totalitarios que estos sean se
deben defender bajo la excusa del respeto a la legalidad y, sobre todo, seguir
creando condiciones que permitan mantener una hegemonía desde el Magreb a
Oriente Medio, que se desmorona día a día y que se mantiene en pie gracias a la
muerte de decenas de miles de sirios, palestinos, yemeníes, iraquíes,
bahreiníes y libios.
Si para
concretar los afanes hegemónicos de las grandes potencias y sus aliados
regionales, especialmente Arabia Saudita y el régimen de Israel hay que
incrementar el genocidio de los pueblos que se oponen a sus designios, apoyar a
grupos terroristas takfiries: Daesh, Al-Qaeda en el
Magreb, Al-Qaeda en Península Arábiga, Ansar al-Dine, Al-Shabab, Boko Haram
entre otros, como lo han hecho hasta ahora en una labor hipócrita y criminal,
lo seguirán plasmando con todo el costo humano que ello conlleva. Esto, pues en
esa zona del mundo los intereses energéticos, ideológicos, políticos y
religiosos se conjugan bajo los nombres de petróleo, gas, neocolonialismo,
Wahabismo y Sionismo en una amalgama cuyas víctimas principales son las
sociedades del Magreb y Oriente Medio pero sin perder de vista la presa mayor:
Irán
Escrito por Pablo Jofré Leal
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