Análisis
francés sobre las disputas de Irán Y Arabia Saudita por Yemen por Alain Gresh
encontrado en el diario cubano Rebelión.
Arabia
Saudí e Irán frente a frente
Una maraña
de conflictos y de ambiciones geopolíticas en Yemen
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=197362
Alain
Gresh
Orient
XXI
Traducido
del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
La Cumbre Árabe de El Cairo decidió crear una fuerza
común destinada (aunque no se afirmara claramente) a hacer frente al aumento del poder de Irán más que al del
Estado Islámico.
La
intervención de Arabia Saudí y de sus aliados en Yemen responde a la misma
preocupación, aún cuando Teherán negocia sobre su programa nuclear y el
desenlace de estas negociaciones tendrá unas consecuencias importantes para las
relaciones regionales.
La noche del
25 al 26 de marzo Arabia
Saudí emprendió la operación «Tormenta Decisiva»
en Yemen y el bombardeo de posiciones de las milicias hutis que se
habían apoderado de la capital, Sanaa, habían
derrocado al presidente Abd Rabbo Mansour Hadi y avanzaban hacia el sur y al
gran puerto de Aden. En la coalición creada bajo la égida de Riad participan
diez países, más o menos intensamente y más o menos directamente: cinco de los
seis países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG)
(además de Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Qatar y a
excepción de Oman), a los que hay que añadir Egipto,
Marruecos, Jordania, Sudán y Paquistán.
Esta
coalición obtuvo el apoyo de Estados Unidos. La portavoz del Consejo Nacional
de Seguridad declaró que el presidente Barack Obama «había autorizado el
suministro de apoyo logístico y de información para apoyar las operaciones
militares del CCG» 1.
Se
estableció una célula común de planificación con Arabia Saudí. Sin embargo, de
creer a Jamal Khashogji, un periodista saudí muy bien relacionado con los
círculos dirigentes de su país, según un artículo titulado «The Salman
principle» (La doctrina Salman), Riad habría puesto
ante Washingtonhecho consumado:
«Hemos
decidido intervenir en Yemen, habrían dicho en esencia los dirigentes saudíes.
¿Están de acuerdo con nosotros o no?».
Si se
confirmara, esta afirmación supondría un cambio importante en la política saudí
que, aún así, sigue siendo muy dependiente de Estados Unidos, incluso en
términos militares.
Paquistán
expresó algunas reservas
al tiempo que afirmaba estar determinado a garantizar la seguridad e integridad
territorial del reino wahhabita. El ministro de Defensa Khawaja Asif declaró en
una intervención en el Parlamento: «No participaremos en ningún conflicto que
provoque diferencias entre países musulmanes y agrave las líneas de fractura
que también están presentes entre nosotros y cuyas consecuencias debemos
soportar», aludiendo a las persistentes tensiones entre la minoría chií
y la mayoría sunní 2.
¿Chiíes
contra sunníes?
Esta alusión
a las divisiones confesionales reafirma a todas aquellas personas que leen el
enfrentamiento actual a través del prisma de un choque entre sunnismo y
chiísmo, cuyo antagonismo se remonta a los propios orígenes del Islam, a las
guerras de sucesión tras la muerte del profeta Mahoma en 632. Esta visión es lo
que ilustra un mapa del diario Le Monde publicado el 27 de marzo. En muchos
comentarios reaparecen todos estos clichés abstractos y ahistóricos
(enfrentamiento milenario, odios inextinguibles, querellas teológicas) para
explicar los acontecimientos en detrimento de análisis políticos y
geopolíticos.
Toda la
dificultar de superar la lectura confesional y de descubrir los desafíos de
poder que estructuran realmente los conflictos de la zona radica en el hecho de
que los propios actores implicados sobre el terreno dan crédito a la oposición
sunni-chií y actúan en consecuencia. La lectura confesional lleva a una
simplificación objetiva de la confrontación y suprime la complejidad tanto en
el espíritu de los analistas que somos como en el de los combatientes.
Nos explican que los hutis son chiíes
y que su progresión indispone al poderoso vecino saudí. Sin embargo,
cuando en septiembre de 1962 un golpe de Estado
republicano puso fin al milenario imanato zaydita
instalado en Sanaa, siguió una larga guerra civil. Y Riad apoyó, financió y armó a las tribus zayditas
que hoy se califican de «chiíes».
Los
zayditas son una rama del Islam dependiente del chiísmo. Contrariamente a los chiíes iraníes
solo reconocen cinco imanes en vez de
doce.
Considerados
«moderados» durante mucho tiempo (en sus
mezquitas a menudo rezan al lado de los sunníes), en los últimos años han
sufrido la influencia de Teherán.
Pero como reconocía Simon
Henderson, un analista perteneciente a un think tank estadounidense
dependiente del poderoso lobby proisraelí y poco susceptible de simpatía hacia
los mulás:
«No conocemos la
magnitud del apoyo de Irán a los hutis ni sabemos si los iraníes consideran su
toma de poder un objetivo estratégico fundamental o una consecuencia de
acontecimientos fortuitos.»
Y la
declaración de un diputado iraní el año pasado en la que afirmaba que tres
capitales árabes —Damasco, Bagdad y Beirut— ya estaban bajo control de Teherán
no ha bastado para ver en ello un gran objetivo iraní 3. Además, en la década
de 2000, durante las presidencias de Hachemi Rafsandjani (1989-1997) y Mohammad
Khatami, (1997-2005), se produjo un acercamiento entre Teherán y Riad.
Cuatro
fuerzas sobre el terreno
No se puede
reducir Yemen a un esquema confesiona. En primer lugar, es uno de los cuatro
países en los que la «primavera árabe» llevó a la salida del presidente tras
una larga lucha marcada por enfrentamientos armados, pero también por el papel
activo de la juventud que no ha renunciado a este lugar, aunque le debilite la
militarización de los enfrentamientos entre elites. Al menos cuatro fuerzas
ocupan el terreno a merced de alianzas inestables:
en primer lugar, el
expresidente Ali Abdallah Saleh, al que sigue siendo fiel una parte
importante del ejército. El presidente también es
zaydita, pero durante muchos años se opuso a los hutis;
los hutis, entre 2004 y 2009. Durante mucho
tiempo Saleh luchó contra ellos (apoyándose entonces en
los islamistas sunníes) antes de aliarse con ellos esperando recuperar
su poder. Su alianza parece frágil y el Congreso General Popular del
expresidente criticó su ofensiva contra el sur;
los sudistas, que
añoran su independencia de los tiempos de la República Democrática y Popular de
Yemen (RPDY), Yemen del Sur. Desde la unificación de ambos Yemen en 1990
se han sublevado varias veces contra la autoridad central y vuelven a reclamar
la independencia. Hoy aliados circunstanciales de Hadi
y del partido Al-Islah cercano a los Hermanos Musulmanes en su lucha
contra los hutis, no olvidan que ambos llevaron a cabo una represión violenta
contra ellos, sobre todo en 1994;
por último, Al-Qaeda en la Península Arábiga
(AQPA), la única filial
de Al-Qaeda que dispone de una base territorial. Sin duda se opone a los hutis,
pero no tiene ninguna simpatía por el presidente Saleh ni por Arabia Saudí,
donde está implantada y donde prosigue su acción clandestina y sus atentados.
La Organización del Estado Islámico (OEI), por su parte, reivindicó su primera
acción en Yemen, un atentado contra una mezquita de Sanaa que causó unos 150
muertos el pasado 20 de marzo. Pero estos acontecimientos no parecen preocupar
a la coalición creada por Arabia Saudí.
La
implicación de Riad
Es evidente
que lo que se juega en esta guerra supera Yemen, que no es sino uno de los
frentes en una zona que se sume en el caos y se descompone bajo los embates de
las intervenciones extranjeras, de los regímenes dictatoriales aferrados al
poder y de las milicias no estatales.
Uno de los
interrogantes es la implicación saudí. La monarquía pretende alinear un
centenar de aviones de combate y habría concentrado 150.000
soldados en su frontera con Yemen, un despliegue impresionante. ¿Se
trata de demostrar que el país quiere reconquistar su papel fundamental en toda
la zona, frente a Irán y en un momento en que Estados Unidos se desvincula en
parte?
¿Marca esta movilización una
inflexión política impulsada por el nuevo rey Salman y los príncipes jóvenes
que le rodean?
Eso es lo
que opina Nawaf Obeid, un intelectual saudí cercano al poder:
«La nueva dirección saudí, organizada en
torno a jóvenes príncipes dinámicos y tecnócratas, desarrolla una doctrina de
política exterior para recoger los desafíos lanzados por las tensiones
regionales. Esta doctrina se basa en la legitimidad de la monarquía y el papel
fundamental del reino para el mundo musulmán. Como guardiana de los dos lugares
santos de La Meca y Medina, Arabia Saudí está en una posición única para
alzarse por encima del desbarajuste de la última década y superar las
divisiones entre los principales países sunníes» 4.
Con todo, ¿cuenta el ejército saudí con los medios para llevar a cabo
esta estrategia? En 2009 ya sufrió una derrota
frente a las milicias hutis que, sin embargo, estaban mal armadas aunque
tenían pleno control de su territorio.
¿Puede enviar tropas de tierra a riesgo de que
sus soldados se estanquen y ello a pesar del apoyo del mariscal [egipcio] Abdel
Fattah Al-Sissi, que parece olvidar que Yemen fue un Vietnam para el ejército
egipcio entre 1962 y 1967?
Muchos
comentaristas egipcios se preguntan por la duración de esta intervención y por
sus objetivos políticos 5.
Y es que si
en parte las cartas se vuelven a barajar en la zona, la llamada alianza «sunní»
no está exenta de fisuras y «el peligro persa» no es suficiente para colmar
todas las brechas.
Arabia Saudí
parece un poco más conciliadora que en 2014 respecto a los Hermanos Musulmanes,
se ha acercado a Qatar y a Turquía, mientras que
El Cairo denuncia regularmente a este último país. Incluso las organizaciones
islamistas parecen reservadas en parte respecto a una intervención que divide
al mundo musulmán.
El
Frente Salafista Egipcio,
cuyo mascarón de proa es el carismático jeque Abou
Ismaïl (hoy en la cárcel), analiza el conflicto como «un enfrentamiento
ente Occidente y el Islam», en el que
«los
regímenes árabes que apoyan la causa estadounidense-sionista tratan de hacer
fracasar los levantamientos de los pueblos árabes».
Al tiempo que estigmatizaba el «complot
iraní», condenó los bombardeos saudíes y recordó que no se había creado ninguna
coalición para salvar a los musulmanes de Siria e Iraq 6.
Por lo que se refiere a los Hermanos Musulmanes egipcios, al
tiempo que apoyan a Riad, que pretende querer restablecer «el poder legítimo»
en Yemen, les resulta fácil recordar que este mismo poder legítimo en El Cairo
es el de Mohamed Morsi.
El desafío
de las negociaciones sobre el programa nuclear
No se puede
desdeñar la importancia geopolítica de Yemen. Este país controla la entrada al
mar Rojo (hacia el Canal de Suez) y el estrecho de Bab
El-Mandeb, sin duda menos importante que el de Ormuz, pero a través del
cual pasa una parte importante del petróleo y del gas destinados a Europa.
Por otra
parte, desde el 11 de septiembre Yemen es un eslabón fundamental de la «guerra
contra el terrorismo» y de las fuerzas especiales estadounidenses estacionadas
ahí que coordinan las acciones contra AQPA (sobre todo el lanzamiento de
drones).
Ahora bien, Estados Unidos acaba de evacuar su base de Al-Anad tras el
avance de los hutis sobre Aden. Y AQPA y los estadounidenses se
encuentra uno a lado del otro en el combate contra los hutis.
Washington
se enfrenta a un dilema similar en Iraq, mientras que las milicias chiíes
encuadradas y adiestradas por Teherán llevan a cabo la ofensiva contra la OEI.
Durante la ofensiva en curso de las tropas de Bagdad contra la ciudad de Tikrit
controlada por la OEI, estados Unidos condicionó su ayuda aérea a la retirada
de los consejeros iraníes.
En vísperas
de que concluyan las negociaciones sobre el uso de energía nuclear por parte de
Irán, Arabia Saudí ha reforzado su posición. Sea
cual sea el resultado, se trata de afirmar su posición frente a Teherán y de
prepararse para dos escenarios: un acuerdo y que los occidentales integren a
Irán en el juego regional o un fracaso con todas las escaladas militares
factibles (*).
Notas:
1 Kurt
Nimmo, «Saudi Failure in Yemen Will Result in Direct U.S. Military
Intervention», Infowars, 27 de marzo de 2015.
2Pakistan
will not participate in conflict that divides Muslim Ummah: Khawaja Asif,
Dawn.com, 27 de marzo de 2015.
3 Simon
Henderson, Saudi Arabia’s Big Gamble, Foreign Policy, 26 de marzo de 2015.
4Nawaf
Obaid, «A new generation of Saudi leaders — and a new foreign policy», The
Washington Post, 26 de marzo de 2015.
5 Mostafa
Mohie, Why is Egypt participating in Operation ’Decisive Storm’?, Mada masr, 30
de marzo de 2015.
6 Adham
Youssef, «Egyptian islamists differ on Yemeni conflict», Daily News Egipto, 28
de marzo de 2015.
(*) EL texto
original en francés está fechado el 31 de marzo de 2015, antes de que se
resolvieran estas negociaciones. (N. de la t.)
Fuente: http://orientxxi.info/magazine/au-yemen-un-enchevetrement-de,0855
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