Análisis
: Por qué el Yemen seguirá siendo un caos
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ORIENTE
MEDIO
2015-04-10
Max Boot
Las noticias
de que las fuerzas iraquíes han conquistado Tikrit deben
ser tomadas con precaución: ya se ha cantado victoria antes sin que llegara a
materializarse.
Y si de
verdad los combatientes del Estado Islámico han
sido expulsados de Tikrit, el triunfo será de las
milicias chiíes respaldadas por Irán, que constituyen la inmensa mayoría de las fuerzas atacantes y que, pese a lo que afirma Estados Unidos, no se
han retirado.
Así, si las fuerzas aéreas
estadounidenses logran expulsar al EI de la localidad, será una victoria para
Irán y sus peones.
Sea cual sea
su impacto, la ofensiva sobre Tikrit lleva
aparejada una importante lección para la ofensiva egipcio-saudí
que está llevándose a cabo en el Yemen: concretamente, que no basta con golpear a tus enemigos desde el aire, como están
haciendo los saudíes con la milicia huzi apoyada por Irán.
El éxito militar requiere un asalto
de fuerzas combinadas,
es decir, ha de haber tropas terrestres que
aprovechen la apertura creada por las modernas fuerzas aéreas.
En
Tikrit, como ya se ha
mencionado, la mayor parte de dichas fuerzas terrestres
son milicias apoyadas por Irán. ¿Qué
sucede en el Yemen?
Allí hay
tropas que permanecen leales al depuesto presidente Abd Rabuh Mansur Hadi y que
están combatiendo a los huzis en las calles de Adén, pero no está claro en
absoluto que, ni aun con el apoyo aéreo saudí, puedan hacer retroceder a las
milicias huzis, por no hablar de Al Qaeda en la
Península Arábiga, que también constituye una gran amenaza, aunque los
saudíes no se estén centrando en ella de momento. Puede que haya coordinación
entre los ataques aéreos y las tropas terrestres de Hadi, pero de momento no lo
parece. Y puede que los saudíes estén brindando apoyo con armas y
adiestramiento a dichas tropas, pero tampoco lo parece.
Lo que parece es que los saudíes
están bombardeando de forma bastante libre y no demasiado precisa.
Los últimos
informes señalan que las fuerzas aéreas
saudíes han atacado el campo de refugiados de Al Mazraq,
causando la muerte de al menos 19 personas, entre ellas
mujeres y niños.
Si los que
lanzaron esas bombas hubieran sido aviones israelíes, lo habrían descrito como
un crimen de guerra, y se habría presionado a Naciones
Unidas para detener ese bárbaro ataque.
Como
son saudíes, la comunidad internacional no dirá ni hará demasiado, pero sigue existiendo un riesgo real
de que, al causar víctimas civiles innecesarias, los
saudíes disuadan a posibles aliados y los empujen en brazos de los huzis o de
Al Qaeda en la Península Arábiga en busca de protección.
Los saudíes
y los egipcios que los ayudan han amenazado con enviar fuerzas terrestres para
limpiar el Yemen, pero no parece que lo estén haciendo, al menos de momento, y
puede que dé lo mismo.
Todos hemos visto las dificultades
que, durante la última década, han tenido las tropas estadounidenses –las mejores del mundo– en su lucha con las guerrillas de Irak y Afganistán. No hay motivos para creer que el reto de pacificar
el Yemen, un conocido país sin ley, vaya a ser menor, pero hay muy buenos
motivos para temer que las tropas
egipcias y saudíes no tengan, ni de lejos, la capacidad de combate de las
fuerzas estadounidenses.
Los
saudíes, básicamente, carecen de experiencia en combate, y la que
tienen los egipcios se debe a operaciones de seguridad interna contra los
Hermanos Musulmanes y diversos grupos yihadistas del Sinaí.
Es
algo muy distinto tratar de desplegar fuerzas en un país extranjero –de acuerdo, un país fronterizo con
Arabia Saudí, pero que queda a 1.400 km de El Cairo–
y acabar con una insurgencia extranjera.
Los egipcios
lo intentaron por última vez en el Yemen en los años 60, y perdieron, con un
coste de 25.000 bajas. El peligro es que si
saudíes y egipcios actuaran sobre el terreno y la campaña les fuera mal, la
consiguiente reacción podría desestabilizar el régimen
de Sisi y a la familia real saudí.
El temor a
acabar en un atolladero bien podría disuadir a saudíes y egipcios de enviar
fuerzas terrestres al Yemen, pero a falta de una intervención exterior es difícil ver cómo va a ser posible derrotar a los huzis, y
menos aún a Al Qaeda en la Península Arábiga, y pacificar el país.
La mejor
apuesta sería que Estados Unidos, en colaboración con los saudíes y otros
aliados, invirtiera mucho más tiempo, energía y recursos en el adiestramiento
de las tropas de Hadi de los que se han empleado hasta ahora, pero esos programas de adiestramiento son algo a
largo plazo, y es poco probable que dieran resultado a menos que el régimen
por el que luchan las tropas se considere legítimo de forma mayoritaria, lo
que, probablemente, no ocurre en el caso del Yemen. Hadi, al fin y al cabo,
llegó al poder tras el derrocamiento del anterior dictador, Alí Abdulá Salem
que antaño luchó contra los huzis pero que ahora está aliado con ellos.
Por
desgracia, el Yemen es un caos, y probablemente lo siga siendo. Lo mejor sería
que los saudíes, mediante una juiciosa actuación de su fuerza aérea, pudieran
evitar que Irán consolidara su control del país. Pero si los saudíes tienen
realmente una estrategia para derrotar a los huzis (¡y a Al Qaeda!) y pacificar
el Yemen siguen guardándolo muy en secreto.
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