Presidente
egipcio Al Sisi (que ascendió por golpe de Estado) fulmina a sus aliados (se desprendió
del Tamarod rebelde, una alianza de jóvenes
laicos y también del partido islamista
Nur que tenia 25% de votos) solamente podrán participar partidos cristianos o
que tengan un componente cristiano y se persigue a los imanes, y por supuesto 20 años de cárcel al presidente
Mursi depuesto y con posibilidad de
condenarlo a muerte y miles de opositores muertos; así son los gobiernos patrocinados
por EEUU. (ese es el fin de los electoreros que desean cambiar las cosas sin destruir al ejercito norteamericano de Egipto )
Al
Sisi fulmina a sus aliados
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/04/21/actualidad/1429642926_110647.html
El partido salafista Nur y el movimiento juvenil Tamarrud
pierden el favor del líder tras apoyarle en el golpe de 2013
Egipto
condena a 20 años de cárcel al expresidente islamista Morsi
RICARD
GONZÁLEZ
El
Cairo
21
ABR 2015 - 21:02 CEST
Al Sisi, en un encuentro con el
ministro de Defensa saudí, Mohammed bin Salman bin Abdul Aziz, en el Cairo el
pasado miércoles. /
AFP
La foto de
familia del golpe de Estado de 2013 contra el islamista Mohamed Morsi incluía a
las principales fuerzas vivas de la sociedad egipcia flanqueando al entonces
ministro de Defensa y actual rais Adelfatá al Sisi: autoridades
religiosas cristianas y musulmanas, tecnócratas, partidos laicos, etc.
Dos
importantes miembros de esta heterogénea coalición fueron el movimiento juvenil Tamarrud (rebelión), que lanzó las
marchas previas a la asonada,
y Nur, el partido
salafista que obtuvo más del 25% en las primeras elecciones generales
tras la caída de Hosni Mubarak.
Ambos fueron
protagonistas del periodo que siguió al golpe, pero se han ido hundiendo en la
irrelevancia al perder el favor del nuevo régimen. Simplemente, dejaron de ser
útiles.
“Tamarrud perdió mucha
credibilidad al convertirse en una herramienta del régimen... No tendrán
ninguna influencia en la definición del futuro de Egipto”, opina el analista
Wael Eskander.
El
movimiento experimentó una irrupción meteórica en la primavera de 2013. En solo
tres meses de vida, su petición de elecciones anticipadas fue firmada por
millones de personas. Sin embargo, más tarde, algunos medios destaparían que su
gesta había contado con el apoyo del
Ejército y la financiación de Naguib Sawiris,
uno de los hombres más ricos de Egipto y vinculado a Mubarak.
La primavera fallida
El estallido
de la revolución en Egipto en enero de 2011 logró en 18 días que el rais Hosni
Mubarak dimitiese.
Un año después, el país celebró
elecciones legislativas: el islamista Partido de la Libertad y la Justicia obtuvo el 45% de los votos.
En mayo de 2012, Mohamed Morsi, candidato de los Hermanos
Musulmanes, se hizo con la presidencia.
El 4 de
julio de 2013, los militares, con el general Al Sisi al frente, destituyen a
Morsi y disuelven el Parlamento.
Cuando la
represión estatal extendió su radio de acción más allá de las filas de los
Hermanos Musulmanes de Morsi, afloraron en Tamarrud agrias disputas internas,
magnificadas por rencillas personales. La facción más poderosa, liderada por
Mahmud Bader, optó por constituirse en partido político con la finalidad de
asumir un rol importante en el nuevo Parlamento. Sin embargo, su petición fue
rechazada por la Comisión Electoral a causa de un tecnicismo jurídico. Así pues, el movimiento no se presentará a las
próximas elecciones legislativas, que probablemente se celebrarán en
verano. El grupo pasará a la historia
contemporánea de Egipto como una simple nota a pie de página.
Los reveses
que el nuevo régimen ha infligido a los islamistas
ultraconservadores de Nur han sido más numerosos y dolorosos.
En 2014,
aprobó una Constitución que prohíbe expresamente los partidos
de base religiosa, y desde septiembre, los libros oficiales de historia
les definen como un movimiento “inconstitucional”. Por esta razón, la espada de
Damocles de la disolución pende sobre el partido.
“No creo que los acaben
ilegalizando. Al régimen le puede interesar mantener esta carta en la manga
para poder presionarlos en el futuro”, sostiene Eskandar. El apoyo de Nur fue clave durante
el golpe para neutralizar el mensaje de la Hermandad de que era una “cruzada
contra el islam”. Si bien ahora el régimen ya se ha consolidado y la amenaza
que representa la cofradía islamista es menor, al Gobierno aún le puede
convenir mantener a Nur como aliado, sobre todo si acepta un estatus de actor
secundario.
Su
adhesión al nuevo régimen les ha alejado de sus bases sociales
Entre los
otros bofetones recibidos, figuran las trabas puestas a sus imames para que ofrezcan sermones en
las mezquitas y la aprobación de una ley
electoral que les perjudica. Entre otras provisiones, la norma obliga a todos los partidos a incluir una cuota de cristianos
en sus listas, todo un desafío para un partido que describe a la minoría
copta como “infiel”. Una posible solución habría sido integrarse en alguna de
las coaliciones pro-Sisi, como así solicitaron. Todas les han dado un portazo.
Su sueño de reemplazar a los Hermanos Musulmanes como el referente del
islamismo institucional se ha convertido más bien en un espejismo.
Su posición
en la escena política está también amenazada por los efectos del descarnado
pragmatismo de sus líderes en sus relaciones con el régimen. Una buena parte de su base no ve con buenos
ojos el apoyo acrítico a Al Sisi ni la brutal represión contra la Hermandad y
los otros movimientos de oposición.
“Me han decepcionado
mucho los líderes de Nur. Hace meses que rompí el carné del
partido, y como yo lo hicieron muchos compañeros”, explica Mahmud, un barbudo taxista
cairota que se declara salafista.
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