No te enfermes o
accidentes en Venezuela ¡¡¡MORIRAS!!!
La
salud en Venezuela, en estado terminal
http://lat.wsj.com/articles/SB10048647422150643754404580520673513719984?tesla=y
La escasez
de dólares merma la importación de insumos como anestésicos y pone en riesgo la
vida de los pacientes
Por Juan Forero
domingo,
15 de marzo de 2015
19:41 EDT
CARACAS— Con serios problemas cardíacos,
Pedro González fue internado en septiembre en uno de los mejores hospitales
públicos de Venezuela, con la esperanza de que una nueva válvula para su
corazón le salvara la vida. Rezaba día y noche por someterse a una cirugía
exitosa, aferrado a una frazada bordada con una imagen de la Virgen María.
A fines de
noviembre, el director de cirugía cardiovascular del Hospital Universitario les
envió cartas a los pacientes de la unidad de cardiología diciéndoles que les
daban de alta. El motivo, dijo, era la escasez de insumos para el quirófano: no tenían catéteres, ni una máquina para procesar análisis de
sangre, ni válvulas para el corazón.
Una semana
más tarde, mientras González daba una emotiva charla para catequistas jóvenes
en la iglesia católica cerca de su casa, se desvaneció y murió frente al altar. González, un maquinista de 39 años de una
empresa de servicios estatal, dejó a su esposa, Indimar Rivero, y a un hijo de
ocho años.
“Si hubiesen encontrado
lo que necesitaban, los insumos y la válvula, yo creo que Dios y los doctores
lo habrían salvado”, dijo Rivero, que es fervorosamente religiosa como lo era su esposo y en
su tiempo libre da clases de catecismo para niños. “Pero al final, lo mandaron
a la casa porque no tenían los insumos”.
Administradores
del hospital no respondieron a pedidos de comentarios.
La atención
médica gratuita y de calidad era un pilar del sistema socialista impulsado por
el fallecido presidente Hugo Chávez, un derecho que garantizó en una nueva
constitución. Pero dos años después de su muerte y 16 años después de que
llegara al poder, lo que el agitador populista llamó una revolución se está
desmoronando con rapidez.
La
inflación, de casi 70%,
es la más alta del mundo, y el
Fondo Monetario Internacional estima que la economía se
contraerá 7% este año.
Las amplias
nacionalizaciones y los controles de precios han perjudicado a la industria
local y los controles cambiarios han privado al país de los dólares que provee
el Estado y se necesitan para pagar las importaciones. El resultado: escasez de todo tipo de productos, desde
autopartes a papel higiénico e insumos médicos en un país que produce pocos de
los artículos que consume.
De las
innumerables crisis por las que ha atravesado Venezuela, hasta ahora ninguna
había demolido la ilusión de un gobierno que puede ocuparse de sus ciudadanos
como el colapso del sistema de salud. Entrevistas con más de 100 doctores, pacientes, personal de la
industria médica y ex funcionarios del Ministerio de Salud, así como visitas
guiadas a hospitales públicos en tres estados, trazan el panorama de un sistema
quebrado.
Pacientes
aguardan el momento de ser atendidos en los pasillos y salas de espera del
Hospital Universitario de Caracas. Juan Forero/The
Wall Street Journal
Las
carencias afectan tanto a los hospitales públicos como
a los privados y están alterando drásticamente el acceso a la atención
médica de la población, al punto de incrementar las muertes evitables, según
doctores y asociaciones médicas.
Medicamentos
desde aspirinas a antibióticos y desde insulina a
anestésicos, son escasos. Todo
tipo de equipos —máquinas de rayos X, escáneres de
ultrasonido y desfibriladores— suelen estar fuera de servicio por la
falta de partes para repararlos.
En poco más
de dos meses, entre octubre y comienzos de enero, murieron otros 12 pacientes
internados en el Hospital Universitario que necesitaban cirugía cardíaca. Liz
Giraldo, de 38 años, esperó siete meses por una válvula para el corazón y
falleció en la sala de emergencias, afirmó su hija Erlys Daza, de 19 años.
Vivir con
remordimientos
“Es un grado de
impotencia importante”, indicó Marcos Durand, médico que junto a otros colegas aquí describió
cómo murieron los pacientes con problemas cardíacos, uno tras otro. “Es vivir
la impotencia de las familias. Es mirar a la familia y decir: ‘Se va a morir,
no se puede hacer nada’”.
Gastón
Silva, director de la unidad de cirugía cardiovascular que envió a González y
otros pacientes a sus casas en noviembre, afirmó que todos los médicos viven
con remordimientos. “Pacientes que iban a un hospital a buscar la vida en lugar de eso
encontraban la muerte”, sostuvo.
La
ministra de Salud Nancy Pérez no respondió a múltiples pedidos de comentarios. Tampoco devolvieron las
llamadas o los emails las oficinas de ese ministerio que se encargan de
oncología, administración de hospitales públicos, salud pública en vecindarios
de bajos recursos y datos sobre salud.
Los recortes
se registran en todos los grupos etarios y de ingresos, mientras los pobres
soportan la peor parte de la crisis.
En
el Hospital de Niños J.M. de los Ríos en Caracas, hace poco colocaron bebés en
escritorios de oficina porque tenían muy poco espacio. Del otro lado de
la ciudad, en el viejo hospital en Coche, los pacientes con heridas de accidentes y tiroteos fueron
colocados en filas de camas en un
pabellón. Algunos dijeron que habían esperado
semanas y meses por operaciones para reparar huesos rotos.
Ninguno de
los hospitales respondió a pedidos de comentarios.
De
45.000 camas en los
hospitales públicos de Venezuela, sólo 16.300
están en condiciones de servicio. Los hospitales privados, con otras 8.000
camas, han ayudado a las desbordadas instalaciones públicas, pero también
tienen problemas. La asociación que representa a los hospitales privados afirma
que la cirugía electiva en centros privados
—desde operaciones de rodilla a cinturones gástricos y otros procedimientos que
no ponen en riesgo la vida— bajó 90%. Eso se
debe a que las menguantes reservas de
divisas están volviendo casi imposible que los hospitales consigan los dólares
necesarios para pagar medicinas y equipos médicos importados.
Venezuela
necesita alrededor de US$1.000 millones al año en importaciones de elementos
hospitalarios, indicó
Antonio Orlando, presidente de la Asociación Venezolana de Distribuidores de
Equipos Médicos. Pero en 2014, el gobierno, con poco efectivo, entregó menos de
US$200 millones, una marcada caída desde 2010,
cuando el sector importó US$807 millones.
En marzo
pasado, el Banco Central informó que había una situación de escasez de 50% de los medicamentos; desde entonces
dejó de publicar ese tipo de datos. La Federación
Farmacéutica Venezolana, que representa a ese sector, estima que hasta 70% de todos los
medicamentos son escasos o no se consiguen.
Médicos y
administradores de hospitales públicos afirman que las operaciones con riesgo
vital —por ejemplo, desbloquear una aorta— se han reducido notablemente. El
problema se agrava por la falta de personal. Funcionarios hospitalarios señalan
que hasta la mitad de los graduados en medicina, que ganan menos de US$50
mensuales según la tasa cambiaria del mercado negro, están abandonando el país.
En el
Hospital Universitario, un símbolo del sistema de salud desde que fue
inaugurado en 1956 y el primer hospital aquí en realizar cirugías cardíacas,
hace una década los médicos realizaban hasta
40 cirugías a corazón abierto por mes. El año pasado, ese promedio había
caído a cerca de siete por mes. La
colocación de catéteres en el corazón,
otro procedimiento común en los hospitales grandes, cayó desde 1.200 anuales a unos 100.
“¿Cómo podemos tratar a
un paciente cuando no podemos operar, ni darles una droga para el dolor?”, preguntó Iván Machado, un veterano
cardiólogo del hospital.
Carmen
Quiñones, de 51 años, fue
una de las víctimas de la grave situación del hospital. A principios de
diciembre, doctores de una clínica privada le encontraron un aneurisma de aorta
abdominal, una dilatación de la principal arteria que suministra sangre al
cuerpo y que puede provocar una hemorragia.
El fémur
fracturado de Javier Méndez. Los médicos le dijeron que anticipara ser operado
semanas más tarde. Juan Forero/The Wall Street
Journal
Fue llevada
a la sala de emergencia del Hospital Universitario y le dijeron que necesitaba
una pequeña válvula llamada prótesis aórtica para reparar la ruptura. No
obstante, el hospital, que no contaba con los recursos, le informó a la familia
que ellos debían conseguir los suministros necesarios, incluida la prótesis. Al
día siguiente, encontraron una, que había sido donada por un doctor de un
hospital privado que conocía a la familia.
Si bien la
prótesis fue implantada con éxito, durante la cirugía surgió otra complicación.
Los médicos descubrieron otro aneurisma, lo que requería una segunda operación
y una prótesis adicional. La familia no logró encontrar otra.
“Yo la abro, pero ¿qué
le voy a colocar?”, le dijo Durand a Jhon Jairo Pérez, el hijo de 24 años de Quiñones.
Sin la
cirugía que necesitaba, su salud comenzó a empeorar y para el 26 de diciembre
hablaba con murmullos y estaba perdiendo la conciencia. La sangre se derramaba
de la debilitada arteria a sus pulmones, según dos doctores que la atendieron,
pero el hospital no tenía más sangre para sustituir lo que estaba perdiendo.
“Murió desangrada”,
dice Durand. “No tenemos una prótesis. No tenemos sangre. La verdad es que en
ese momento era muy difícil ayudarla”.
La situación
resalta un drástico contraste con la era dorada, entre los años 50 y los 70,
cuando Venezuela era el país más rico de América Latina. Inmigrantes de Europa
llegaban al país y el Estado construía instalaciones médicas modelo. Todo
comenzó a empeorar durante un prolongado período de bajos precios del petróleo,
una mala gestión del gobierno y una crisis de deuda en los años 80 que agotó
las fuentes de financiamiento.
Unos años
después de su llegada al poder en 1999, Chávez firmó un acuerdo con Cuba para
importar miles de doctores cubanos a cambio de petróleo. Los médicos recorrían
los barrios empobrecidos, ofreciendo consultas y atención básica. El programa
Barrio Adentro era popular y ayudó al mandatario a sobrevivir un referéndum
revocatorio en 2004.
Doctores en
la mira
Pese a un
auge petrolero sin precedentes, un mal manejo fiscal —por parte del gobierno y
todos sus ministerios— lentamente llevó al sistema de salud pública a quedarse
sin fondos. Según la Organización Mundial de la Salud, en 2012, el último año
con datos disponibles, la participación del gasto estatal de Venezuela en
salud, de 6%, y su gasto en salud como porcentaje del Producto Interno Bruto,
de 2%, eran más bajos que los de las principales economías de América Latina.
En los
últimos meses, los funcionarios han evitado hablar sobre el sistema, pese a que
doctores y pacientes han realizado
protestas fuera de los hospitales.
Francisco Vera esperó meses para
recibir una operación para reparar su pierna fracturada. Más tarde, cuando le dio una infección, le amputaron la pierna en el Hospital
Universitario de Caracas. Juan Forero/The Wall
Street Journal
En lugar de
ello, algunos funcionarios del gobierno del presidente Nicolás Maduro han
atacado a doctores y los directores de las asociaciones médicas que han
criticado el sistema de salud, calificándolos de traidores y capitalistas
codiciosos que no se preocupan realmente por los enfermos. En septiembre
último, Maduro, su ministro del Interior y autoridades del estado Aragua —todos
del partido gobernante— incluso tildaron
a algunos doctores de conspiradores.
En la
televisión nacional, Maduro acusó de terrorista al presidente del Colegio de Médicos de Aragua, Ángel Sarmiento, y
ordenó su arresto. El doctor, que había dicho ante los medios que ocho muertes
en un hospital público posiblemente estaban vinculadas con el mismo patógeno,
ha estado oculto desde entonces.
A principios
de febrero, el presidente de la Asociación
Venezolana de Clínicas y Hospitales, Carlos Rosales, fue interrogado por el
servicio de inteligencia después de que divulgó información a la prensa sobre la incapacidad de muchos hospitales de
realizar cirugías por falta de suministros. Fue liberado después de unas
horas. El servicio de inteligencia (Sebin) no respondió a solicitudes de
comentarios.
En momentos
en que tantas vidas penden de un hilo, ni siquiera los burócratas pueden
desviar la atención del público de pacientes como Armando Delgado. El mecánico
de 53 años tenía un tumor en su cuello que fue reducido con quimioterapia hace
un año. Su oncólogo luego recomendó radioterapia para eliminar el cáncer y el
tratamiento debía empezar 21 días más tarde.
Delgado, sin
embargo, ha esperado casi 11 meses. La única máquina de radioterapia cerca de
su casa en San Cristóbal, en el oeste de Venezuela, quedaba frecuentemente
fuera de servicio debido a su uso excesivo. El tumor volvió a crecer.
“Seguramente no vamos a
poder curarlo”,
dijo Stella Rivas, su oncóloga, después de una reciente visita de Delgado.
“Tuvo una muy buena respuesta a la quimioterapia pero eso ya pasó. Él ahora
está en recaída. La intención de la radioterapia en estos momentos es
paliativa, mas no curativa”.
“Pues estoy
asustado, te cuento”, reconoció Delgado intentando contener las lágrimas.
Algunas
personas, desesperadas por conseguir medicamentos, han hecho lo imposible para
obtenerlos.
Gisela
Duarte, una empleada estatal jubilada de 51 años que padece diabetes, un problema cardíaco, hipertensión y alta presión,
dice que pasa la mayor parte del día
llamando a farmacias de todo el país. Hace poco encontró una que tenía insulina, pero quedaba a cinco horas en autobús, en la
ciudad de Coro.
“Yo les
dije: ‘yo llego’, y así fue, llegué al mediodía. Después regresé a casa. Eso
fue plata”, dice Duarte, que pidió que le guardaran el medicamento. No
obstante, su batalla para conseguir más remedios continúa. “El problema es que
si no tomo la medicina hay males que vienen y voy a empeorar. Yo podría sufrir
un infarto”.
Otros acuden
a las redes sociales y a personalidades como Marianella Salazar, una columnista
y presentadora radial con cerca de 500.000 seguidores, quien suele distribuir
tuits pidiendo ayuda. Un mensaje reciente decía: “Para quimioterapia se
requiere con URGENCIA el medicamento CARDIOXANE”.
Luego puso un número de teléfono al que podían llamar los donantes.
Belén
Fagúndez, una maestra de 40 años de Caracas que fue diagnosticada con cáncer de
mama, no logró hallar ciclofosfamida, un
medicamento para quimioterapia que sus doctores planeaban usar. Tuits y
entradas en Facebook, FB -1.11% algunos
escritos por personas que apenas conocía, motivó a extraños a enviar los medicamentos
que necesitaba de Colombia.
“A mí me salvan las
redes sociales”,
afirma Fagúndez. “Me cuesta todavía creer la suerte que tuve”.
En el
Hospital Universitario de Caracas, aquellos que tratan por todos los medios de
recibir la atención médica que necesitan elogian la dedicación de los doctores,
pero dicen que el sistema de salud en sí los atormenta.
Arturo
Caivet muestra una lista de más de una docena de productos que tuvo que comprar
para poder recibir su operación cardiovascular. Juan Forero/The Wall Street
Journal
Arturo
Caivet, de 65 años, es otro paciente de la sala cardiovascular que fue dado de
alta por falta de suministros. Su corazón, que tenía una calcificación en la
aorta, latía más lento y su cuerpo estaba dejando de funcionar.
Su única
esperanza era recorrer farmacias y empresas de equipos médicos para comprar una
docena de productos necesarios para la operación, entre ellos una válvula
cardíaca. Gastó la mitad de todos sus ahorros. A principios de febrero,
doctores del Hospital Universitario lo operaron con éxito.
“Hubo mucha
suerte”, dijo Caivet una semana después. “Es como subir a tomar aire. Uno dice:
‘vida, vida’”.
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