Francis
Fukuyama opina sobre Rusia, China, El Estado Islámico, Argentina, EEUU.
Francis
Fukuyama: "Estado Islámico no es más que un puñado de jóvenes sin novias y
sin trabajo"
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Por Juan Pablo Toro
| El Mercurio
Lunes
23 de marzo del 2015
Han pasado
25 años desde que Francis Fukuyama publicó el
artículo ¿El fin de la Historia?" en la revista
National Interest, meses antes de las protestas en la plaza Tiananmen y
de que cayera el Muro de Berlín. Hoy, Fukuyama revisita el significado del
libro del mismo nombre a la luz de los hechos ocurridos desde la fecha y de su
última obra, Political Order and Political Decay, en la que redobla su apuesta
por la democracia liberal de tipo occidental.
-¿Qué sistemas políticos compiten hoy
con la democracia liberal? ¿El capitalismo chino, las democracias populistas o
incluso el califato del Estado Islámico?
-Para
empezar con el último, es el que me tomo menos en serio, ya que no es más que un puñado de jóvenes sin novias y sin trabajo. Todavía
tienen que probar que pueden establecer
un Estado, ya que el solo hecho de llamarse Estado no significa que tengan uno.
Es tan extremo y violento que no creo
que mucha gente aspire a eso y que vaya a durar mucho.
El caso de Rusia es diferente: es un Estado muy poderoso en
términos militares, pero que en cierto sentido es premoderno. Se basa en una
élite dirigida por Vladimir Putin, cuyo principal
objetivo es el enriquecimiento a expensas del país.
En ningún sentido hay un Estado moderno que
trata a los ciudadanos sobre bases impersonales y equitativas.
Además, ha
resucitado una forma de nacionalismo agresivo,
que ya ha causado muchos problemas a los vecinos de Rusia. Y tampoco ha podido
gestionar una economía moderna. Es completamente dependiente de la energía y
ahora está en una severa crisis por la caída de los precios del petróleo, lo
que muestra la vulnerabilidad de una economía que no se diversificó.
Eso
deja a China, que por
lejos es la más impresionante. Actualmente, tiene una administración
ampliamente competente, que supervisa niveles impresionantes de crecimiento
económico y que ha sido capaz de ponerse al frente de muchas industrias
tecnológicas en una forma en que otras sociedades no lo han hecho. Pero creo
que, incluso en este caso, hay un problema con la sostenibilidad del modelo,
que se ve en esta creciente purga que
está ocurriendo en China, donde el liderazgo ha estado restringiendo las
libertades individuales en una forma dramática en los últimos dos años. Aunque
es un sistema que a la larga no va a durar, al menos en su forma actual.
-Usted es
bastante crítico de los Estados Unidos, en particular de la influencia en la
política de lobbistas que representan a empresas. ¿Cómo evitar que pequeños grupos de interés terminen guiando las
grandes decisiones?
-No es
posible controlar completamente dinero y política. Pero creo que en los Estados
Unidos, debido a que la Corte Suprema declaró que el
dinero es una forma de libertad de expresión y, por lo tanto, está protegida por la Constitución, hemos hecho que sea imposible para el
Congreso regular realmente dinero y política.
En otros
países pudieron aminorar el impacto del dinero con medidas que en los Estados
Unidos podrían tomarse si tuviéramos un fallo de la Corte diferente. Nuestra
forma particular de constitucionalismo, en la que el Congreso es más poderoso
que la legislación, expone al sistema a
un mayor nivel de impacto del lobby que en otros sistemas políticos.
-¿Por
eso cree que una burocracia independiente y profesional puede ayudar a evitar
el declive de un sistema político?
-En muchas
partes los gobiernos más modernos están conducidos por jóvenes burócratas
relativamente hábiles. Por ejemplo, una de las grandes innovaciones que está
teniendo lugar en América latina es el desarrollo de bancos centrales
independientes que conducen políticas monetarias en una forma más competente
que durante la crisis de la deuda en los 80. Eso es una reforma institucional
mayor, que ha tenido efectos positivos. Se vio en la última crisis financiera
global.
-Mencionó
América latina. Pese a las diferencias entre los países, ¿le parece que la
región va para arriba, para abajo o que se estancó?
-Si compara
Latinoamérica hoy con como era la región treinta años atrás, no hay duda de que
está mucho mejor. La democracia, excepto en los países del ALBA, está
formalmente arraigada. Esta es la única región del mundo en la cual la
desigualdad económica ha disminuido en los últimos diez o quince años, mientras
en otras partes del mundo creció. Esto se debe a que muchos gobiernos
latinoamericanos han implementado reformas económicas liberalizadoras y al
resultado de planes sociales innovadores para redistribuir los ingresos hacia
los sectores pobres. Si mira aspectos
como la educación y la salud, el acceso a todos estos servicios ha crecido
enormemente en los últimos treinta años.
Ahora la
región enfrentará un desafío mayor durante las próximas décadas, debido a que mucho del crecimiento económico reciente
fue promovido por el boom de las materias primas. Pero las mejoras han sido
notables.
-Así
como el superciclo de las materias primas permitió desarrollar planes sociales,
también se prestó para prácticas clientelistas. ¿Qué puede pasar cuando las
clientelas políticas dejan de recibir beneficios?
-Por esa
razón, la provisión selectiva de beneficios es peligrosa, ya que se politiza el
proceso de reducción de la pobreza. Es duro para cualquier sociedad reducir los
beneficios a los cuales está acostumbrada. Si la gente ha logrado acceder a la
clase media y empieza a volver a la pobreza, eso es potencialmente muy
desestabilizador. De hecho, es incluso
más desestabilizador que si una persona pobre se vuelve más pobre.
La gente de clase media, o que cree
que pertenece a la clase media, que pierde ese estatus es, en cierta forma, la
políticamente más comprometida y activa.
Nota del autor el blog: Brasil es un
buen ejemplo de lo que pasará.
-¿En
qué países de la región piensa cuando hablamos de clientelismo?
-En los países más pobres; un número
importante de ellos, en Centroamérica, probablemente sean los peores casos, como
Nicaragua. Argentina, a pesar de que en muchas
formas es un país en desarrollo de ingreso medio alto con una gran clase media,
es completamente clientelista en la forma en que el gobierno distribuye
beneficios, lo que ha empeorado bajo los Kirchner.
-Uno de los temas en boga en la región es la desigualdad.
¿Cree que es un desafío para la democracia? Y si es así, ¿cómo enfrentarla?
-La
desigualdad ha sido uno de los defectos de nacimiento de muchos países
latinoamericanos. Tradicionalmente, lAmérica latina ha tenido uno de los
niveles más altos de desigualdad. La ausencia de una clase media amplia y la división entre una pequeña élite
acomodada y las grandes masas empobrecidas ha servido para instalar
políticas populistas que se ven en Argentina, Venezuela
y Bolivia. El desarrollo de una gran clase media es una meta importante
y hay distintos métodos para alcanzarlo. Durante la generación pasada, la
mayoría de los países latinoamericanos mejoraron el acceso a la educación, pero
la calidad sigue siendo terrible.
Hay muchas rigideces en los sistemas
educativos que están frenando a mucha gente.
Además,
pienso que se necesita alguna forma de redistribución, como los programas de
transferencia de dinero pioneros en México y Brasil.
Si están bien diseñados para ser impersonales -de modo que no se vuelvan
instrumentos de clientelismo-, y se hacen sobre la base de mediciones objetivas
de pobreza, son de gran ayuda para reducir la desigualdad. Pero es complicado,
usted no quiere hacer tanta redistribución y empezar a matar los incentivos
para trabajar y crear un riesgo moral. Tiene que haber un equilibrio entre
proveer oportunidades y la simple y llana redistribución.
-El
economista Thomas Piketty sostiene que la desigualdad puede causar
inestabilidad política. ¿Está de acuerdo?
-Depende de
las circunstancias. En algunos países la creciente desigualdad representa el
hecho de que el país está finalmente empezando a lograr el crecimiento
económico. Entonces, algunas personas se vuelven ricas y otras quedan atrás.
Pero creo que si hay una desigualdad profundamente arraigada es malo para la
democracia, porque eso tiende a crear políticas polarizantes y lleva a la
dominación de la elite o a algún tipo de populismo que, al final, mata el
crecimiento económico. Por eso tener una
clase media relativamente amplia es bueno para la democracia.
-¿Qué
le parece la afirmación que dice que las sociedades políticas estables del
siglo XXI no saben qué apariencia tiene el fracaso o que se olvidaron de los
caminos que conducen a su declive?
-No sólo en
este siglo. Creo que todos los órdenes políticos que experimentan largos
períodos de estabilidad, empiezan a olvidar las condiciones que produjeron esa
estabilidad y ponen las semillas para la inestabilidad futura, porque asumen
que las cosas siempre seguirán igual. Por eso, no se puede tener instituciones
democráticas modernas, a menos que sean periódicamente renovadas por nuevas
generaciones que entiendan que pueden declinar y combatan eso.
-¿Y
cuál es su mayor preocupación hoy en el plano político global?
-Existen grandes fuentes de inestabilidad
en Eurasia y Medio Oriente. Una de las cosas
perturbadoras que ocurrieron el año pasado es que Rusia
y China, ambos países fundamentalmente autoritarios, hicieron demandas territoriales y se movieron hacia políticas
exteriores más agresivas, que no veíamos desde el colapso de la ex Unión
Soviética. Obviamente, hay algo que está
pasando en el mundo árabe, que ha llevado al quiebre simultáneo de cuatro
países en casi estados fallidos. Eso es muy problemático.
BIO
Edad: 62
años
Estadounidense de origen japonés, Fukuyama es un
politólogo de renombre mundial que a partir de su libro El fin de la Historia y
el último hombre (1992) desarrolló una obra dedicada a analizar las
instituciones y reflexionar por qué fracasaron algunos de los Estados modernos.
Reparte su tiempo entre Stanford (dicta clases)
y Washington DC (colabora con la Universidad
Johns Hopkins e integra el directorio del centro de estudios sobre América
latina Diálogo Interamericano)..
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