2.5%
del petróleo que produce Nigeria es robado de los oleoductos y contaminan toda
la delta del rio Niger.
En
Nigeria, la caída del precio del crudo desalienta el robo
http://lat.wsj.com/articles/SB11155786802724874613804580550763269801840?tesla=y
Drew
Hinshaw
Actualizado lunes, 30 de marzo de 2015 18:49 EDT
Barriles de
combustible vacíos en Lagos, Nigeria. Benoit
Faucon/The Wall Street Journal
Por estos
días, el petróleo del delta del Níger, Nigeria,
es tan barato que no vale la pena seguir robándolo.
Hace apenas
unos meses, los lugareños cortaban regularmente los oleoductos con sierras,
transformando esta tierra de arroyos sinuosos y pantanales en una calamidad
para los gigantes mundiales del petróleo y los ecologistas.
Cientos de miles de barriles de crudo
eran recogidos diariamente en baldes, bidones y tambores que luego se cargaban en canoas.
Parte de ese crudo era procesado en refinerías
improvisadas armadas con cilindros de metal construidos a lo largo de las
riberas.
Pero ahora,
debido a la caída de los precios, el riesgo de
ser arrestado por la marina de Nigeria supera en mucho a la tentación de enriquecerse
mediante el sabotaje de oleoductos, el robo de petróleo y su contrabando.
Algunos de estos ladrones han vuelto a poner trampas para peces en las aguas
que ayudaron a contaminar.
“Hacemos
esto para mantenernos ocupados”, dijo Emanuel Ubo, contrabandista de petróleo,
mientras lavaba un barril de crudo vacío en un arroyo. Cerca de allí, un viejo
pescador lanzaba su red sobre el agua manchada de negro.
El robo de
crudo en Nigeria fue por mucho tiempo uno de los problemas más difíciles para
la industria petrolera de ese país, un impuesto invisible que aumentaba el
precio global del combustible. Las principales empresas petroleras cerraron sus
oleoductos. Desde 2010, Royal Dutch Shell RDSA
+0.74% PLC se ha
desprendido de propiedades en Nigeria por valor de al menos US$2.400 millones.
Mientras
tanto, los ambientalistas observaban cómo se acumulaban los derrames de crudo.
En 2011, un informe de Naciones Unidas
calculó que tomaría 30 años limpiar esta extensión de los humedales costeros.
Desde entonces ha habido innumerables derrames más.
Hasta hace
poco, el gobierno sólo podía adivinar cuántos cientos de miles de barriles de
petróleo se perdían a diario. Ahora,
funcionarios de la presidencia afirman que son menos de 50.000 de los dos
millones de barriles que Nigeria produce al día.
La salud
fiscal de la mayor economía de África depende de que mantener bajos los niveles
de robo. El gobierno obtiene 70% de sus ingresos del
crudo; necesita cada gota para poder superar la pobreza y los conflictos
sociales.
El sábado,
el presidente Goodluck Jonathan buscó su reelección en una campaña muy ajustada
que para el lunes por la tarde aún no arrojaba un ganador. Las elecciones
ocurrieron en momentos en que el país pierde impulso. La
moneda ha perdido 20% de su valor en los últimos dos meses y un ejército
mal equipado está librando hace seis años una guerra contra el grupo insurgente
islamista Boko Haram, a cientos de kilómetros al norte de la capital.
Recientemente, militantes de Boko Haram secuestraron a más de 400 mujeres y
niños de la ciudad de Damasak, que fue liberada este mes por tropas de Níger y Chad.
“Este es el momento de
atacar el robo de petróleo”, dijo Joseph Croft, director
ejecutivo Stakeholder Democracy Network, una organización defensa del Delta del Níger.
El relativo
grado de seguridad de los oleoductos nigerianos es producto de años de
esfuerzos del gobierno. En 2009, éste lanzó un programa de amnistía en que
propuso pagar a quienes renunciaran, al menos públicamente, a robar petróleo de
las tuberías, pero el hurto siguió aumentando.
El gobierno
también compró drones israelíes para inspeccionar las tuberías, pero dejaron de
funcionar por falta de repuestos, cámaras o motores. Una fragata de fabricación
alemana que patrullaba las áreas costeras está también fuera de servicio.
A pesar de
todo, Estados Unidos es optimista sobre el futuro de la marina nigeriana.
Durante
años, el ejército estadounidense ha
entrenado más de 200 comandos navales del país africano y ha instalado radares
costeros para rastrear barcos contrabandistas. La Guardia Costera de EE.UU.
incluso dio a Nigeria un par de barcos.
Ahora, los
robos de petróleo se han vuelto lo suficientemente manejables como para revivir
algunos de los negocios de las grandes compañías petroleras. Shell volvió a
abrir un oleoducto en febrero. Otros están aún a la espera: el hecho de que
sólo les roben unos pocos miles de barriles de petróleo por día no es un gran
incentivo, dados los bajos márgenes.
Kola
Karim, director ejecutivo de Nigeria Shoreline Natural Resources Ltd., dijo que alrededor de 15% de su petróleo “simplemente se desvanece”. Y añade: “Como el
precio está por el suelo, cada gota robada se siente”.
Algunos
temen que los robos volverán a crecer en cuento el precio del petróleo se
recupere. Los aldeanos como James Ebemede, padre de 15 hijos, no ven otra forma
de alimentar a sus familias.
“Usted no se
jubila de este trabajo”, dijo, con sus botas de goma hundidas en el barro
manchado de aceite en donde se descargan los barriles de las canoas.
Aun así,
este contrabandista y destilador de crudo de 55 años de edad tuvo que despedir
a ocho de sus 10 empleados. Ebemede señala hace alrededor de una semana, la
marina nigeriana quemó su refinería y mató a uno de sus vecinos, un hombre de
30 años de edad, en una redada. Ebemede ha reconstruido la refinería sobre las
cenizas.
Un portavoz
de la marina de Nigeria, el comodoro Aliyu Kabir, declinó hacer comentarios
pero dijo que su fuerza “tiene tolerancia cero para la corrupción”.
Casi todas las refinerías clandestinas de un
sector del pantanal están abandonadas, muchas de ellas quemadas, algunas
llenas ya de maleza crecida desde la orilla del pantanal.
Un par de
oficiales saludaban a un periodista desde la cubierta de un buque.
“¿Algo para
mí?”, preguntó un marinero, extendiendo su mano.
En un recodo
del río, un puñado de aldeanos se apuraba a refinar el petróleo robado ese día.
Habían oído la marina llegaría las 4 p.m.
“Los que vienen por la tarde se
llevan su dinero”,
dijo Anna Gafugha, sus ropas manchadas por el trabajo. “Los que vienen por la
noche, se llevan su dinero y su petróleo”.
—Benoît Faucon, en Londres, contribuyó a este artículo.
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