Análisis //Riad:
El precio político de Yemen
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POR VALENTÍ POPESCU –
Lunes,
4 de Mayo de 2015 -
Actualizado a las 06:11h
LA actual
crisis yemení revela cruelmente los errores diplomáticos y militares de Arabia
Saudí en su zona de influencia más próxima, la
Península Arábica.
Y es que en
Yemen, la nación más pobre del mundo árabe, los
sauditas se juegan su prestigio militar, su liderazgo del islamismo
sunita e incluso el prestigio del nuevo soberano -el rey Solimán- en un envite
en el que todo lo que pueden ganar es el
imperio político sobre un pedregal miserable y una ronda (no definitiva) en
el forcejeo secular con el Irán por la hegemonía en el mundo musulmán.
En honor a
la verdad, hay que recordar que Riad fue arrastrado a
la situación actual por el fracaso del presidente yemení, Salih -hombre
de confianza de los saudíes en el país en pasado decenio-, que perdió el
control político de la República, al enfrentarse a la tribu más poderosa: los
hutíes.
Riad
obligó a Salih a dimitir en el 2012, sin prever la pugnacidad de este, que había amasado una
fortuna durante su mandato; Salih se alió ahora con los hutíes, sobornó a gran parte de los altos mando
militares para que se le unieran y desencadenó una revolución sorprendente.
Para los
sauditas fue tan sorprendente como irritante, ya que los hutíes son zaiditas
-una rama del islamismo chiíta que lidera el Irán- y el resurgimiento político
de Salih ponía en entredicho el peso político de Riad. Pero si la irritación
saudí era evidente, los remedios no lo eran tanto. Una intervención militar
directa y exclusiva saudí en Yemen podía provocar al menor fracaso una
oposición popular en el propio país y en todo el Oriente Medio.
Así que,
azuzados por los miedos y las ambiciones, los
dirigentes sauditas optaron por una alianza con diez naciones árabes
-todo el Consejo de cooperación del golfo Pérsico,
excepto Omán- y emprendieron una intervención militar exclusivamente aérea.
Con la alianza, más forzada que convencida, Riad evitaba el riesgo de una
reacción anti saudí en el propio país y su zona de influencia más próxima.
Pero la apuesta por una intervención
basada exclusivamente en la aviación resultó un fracaso. Tras cuatro semanas de bombardeos
que mataron muchos más civiles que militares, Riad decretó unilateralmente una tregua… ¡que duró menos de 24 horas!
Los hutíes
respondieron al cese de los bombardeos
con la conquista de una plaza estratégica y más avances, obligando a Riad a
nuevos ataques aéreos, tan ineficaces como los anteriores.
Y como esto
último era de prever, los saudíes han reforzado su ofensiva con una de las armas tradicionales del Oriente Medio: la corrupción. Ofrecieron
más dinero que Salih a los mandos militares rebeldes y ya han conseguido que tres batallones se pasen al bando del huido presidente
constitucional, Rabbo Mansur Hadi. Claro que de este éxito parcial a la
victoria final queda aún un gran trecho.
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