Nepal: Ejemplo práctico de lo que
es el feudalismo antiguo y moderno y al cual debe combatir el Estado Islámico en sus respectivos países para triunfar por lo menos como revolución democrática
antifeudal (Recuerde que
feudalismo viene de la palabra latina
feudom = hacienda )
Los
otros retos de Nepal: luchar contra el feudalismo
http://elpais.com/elpais/2015/05/13/planeta_futuro/1431529137_743878.html
Movimientos sociales y políticos
indígenas luchan contra el sistema de terratenientes
Buscan
abandonar la pobreza y mejorar el joven sistema democrático
FOTOGALERÍA
Los 'santhal' no olvidan sus derechos
La mayoría
de los santhal ha perdido sus tierras y ahora se ve obligado a trabajarlas para
los terratenientes que les pagan entre 100 y 200 rupias (entre uno y dos euros)
al día.
ZIGOR ALDAMA
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Las 61
minorías étnicas de Nepal exigen la redacción de una Constitución inclusiva que
reconozca sus derechos y proteja sus culturas, muchas de las cuales están
catalogadas como en peligro de extinción.
ZIGOR ALDAMA
Lakhan
Sorien recuerda el momento en el que, hace medio siglo, tuvo que defender sus
tierras con un arco y una lanza. Todavía hoy duerme con esas armas bajo el
colchón.
ZIGOR ALDAMA
La pobreza
de los santhal hace que muchos adolescentes que sí iban al colegio tengan que
dejarlo para dedicarse al trabajo en el campo.
ZIGOR ALDAMA
Muchos niños
de la etnia santhal, sobre todo los que viven en las zonas más remotas, no
suelen acudir a la escuela. Dos niñas santhal recogen basura para reciclarla y
ganar unas rupias que ayuden a la familia a salir adelante.
ZIGOR ALDAMA
Además del
bajo nivel de escolarización, en torno a 10 puntos por debajo de la media
nacional, los santhal denuncian que las clases nunca se dan en su idioma, y que
su cultura se ve arrinconada en favor de la que representa a la mayoría
nepalesa.
ZIGOR ALDAMA
Las mujeres
santhal sufren una doble discriminación: por mujeres, habitual en todo el
subcontinente indio, y por pertenecer a una minoría étnica.
ZIGOR ALDAMA
Un activista
santhal muestra los carnés que lo identifican como miembro de una organización
destinada a luchar por los derechos de su etnia.
ZIGOR ALDAMA
Sanat Kiskur
dirige una pequeña cooperativa de mujeres santhal para conseguir mejorar su
estatus social y que se valgan por sí mismas para crear ingresos.
ZIGOR ALDAMA
Lukiran
Hashda, director de una organización pro derechos de los santhal posa junto a
una de las camisetas que reparten para buscar adeptos a su causa.
ZIGOR ALDAMA
Rajendra
Prasat Chowdury, del Partido Marxista-Leninista Unido señala Nepal en el mapa y
pide a las minorías étnicas que tengan paciencia en la nueva etapa democrática
que estrena Nepal. Para muchos, los santhal deben cambiar sus costumbres porque
van contra los valores de la democracia.
ZIGOR ALDAMA
ZIGOR
ALDAMA
Damak
(Nepal)
18 MAY 2015 - 17:22 CEST
Una mujer
'santhal' sostiene a su hijo en brazos en medio de una plantación en Nepal. / Z. A.
Ha pasado
más de medio siglo desde que Lakhan Sorien fue víctima del ataque que cambió su
vida y lo convirtió en un héroe, pero todavía es incapaz de dormir tranquilo.
De hecho, a sus 98 años ni siquiera descansa en la pequeña casa de adobe que
construyó con sus propias manos. Prefiere dormir sobre un colchón raído bajo el
que esconde las armas con las que mató a dos hombres en algún momento de la
década de 1960: una lanza, un arco, y un juego de flechas. "Lo volvería a
hacer", asegura con gesto decidido antes de explicar por qué: "Los
brahmanes —la casta más alta en la sociedad nepalesa— contrataron a un numeroso
grupo de personas para matarme. Vinieron de noche, y uno de ellos me lanzó un
kukri —cuchillo tradicional curvado—. Afortunadamente, pude coger mis armas
antes de escapar de casa". Sorien se escondió en el bosque y comenzó a
disparar flechas. "A uno le di en el pecho y a otro en el costado. Los
rematé con mi espada". Sorprendidos por la inesperada resistencia, los
atacantes se batieron en retirada y él logró su objetivo: defender la tierra de los terratenientes que se la querían
robar.
El
caso de Sorien, uno de los 120.000 miembros de la minoría étnica santhal que habitan en Nepal, encendió la mecha de una revolución que
continúa en marcha todavía hoy, con el país convertido en una república
democrática. Porque en pleno siglo XXI, los santhal
siguen siendo esclavos en su propia tierra. "La gente como él luchó
hace décadas por lo que le pertenecía, pero poco pudo hacer contra los emigrantes de la etnia mayoritaria que
llegaron en tromba a su territorio y que, además, estuvieron protegidos por el
Ejército.
Fue parte de
una estrategia del Gobierno para reducir la presión demográfica en las partes
altas del país y para hacerse con el control de la zona
más fértil —el terai—, en la que se estableció
un sistema feudal brutal", explica Lukiran
Hashda, presidente de una pequeña asociación de santhal que ha ganado
fuerza desde la caída de la monarquía, en 2006.
La
Federación Nepalesa de Grupos Indígenas (Nefin) indica que el de los santhal, considerado un grupo
"muy marginado" —el siguiente escalón es el de en peligro de
extinción—, no es un caso único.
De hecho,
sostiene que los 61 grupos étnicos del país, que suman
un 37,2% de la población nepalesa, viven gravemente marginados.
Es algo que
corroboran sendos informes del Banco Mundial y de
Naciones Unidas, en los que se concluye que los grupos indígenas son
ciudadanos de segunda y en los que se reconoce que resulta extremadamente
complicado cambiar su deplorable situación en una sociedad muy jerarquizada en
la que la casta todavía es clave para entender
cómo se ejerce tanto el poder económico como el político.
Por si fuese
poco, las minorías étnicas se encuentran entre los grupos más afectados por el
terremoto que sacudió Nepal el pasado día 25. Sobre todo en las zonas más
remotas a las que más tarde ha llegado la ayuda a pesar de la gran devastación
que han sufrido. Davinder Kumar, cooperante de la ONG Plan Internacional,
cuenta cómo el seismo ha exacerbado el aislamiento de algunas de estas
comunidades que para llevar una vida digna necesitan el dinero que remiten sus
miembros más jóvenes desde la capital, Katmandú, el núcleo urbano en el que más
muertes se han registrado. “La mayoría son agricultores que sobreviven
gracias al pago diario por su trabajo o el de sus hijos. La pérdida de esos
trabajos —sumada al daño que han sufrido cientos de miles de edificios—, solo
incrementa el drama que viven”.
Hasta
el 65% de la tierra que ha pertenecido históricamente a las minorías étnicas
está ahora ocupada por la etnia mayoritaria, sobre todo por habitantes de las castas superiores, o
destinada a parques naturales, según Nefin.
Y
precisamente, ahí radica el resto de la larga lista de males que sufren las
etnias indígenas de Nepal, que son mayoría entre los nepaleses que se ven
obligados a emigrar fuera del país y cuyas mujeres son especialmente
vulnerables al tráfico de personas para la prostitución. La tasa de
escolarización de estos grupos es también muy inferior a la media nacional, y
en lo único que están por encima es en el porcentaje de población reclusa.
Curiosamente, la pobreza que se ceba con las sociedades indígenas ha provocado
un boom en el tráfico de órganos, sobre todo en el comercio de riñones.
"Nuestro
principal problema ahora sigue siendo la falta de tierra en propiedad",
añade Hashda.
"Nos la robaron a
mediados del siglo XX aquellos emigrantes de las castas altas con la
connivencia del Estado. Los santhal estaban amedrentados y la mayoría tuvo que
escapar abandonando sus terrenos. Cuando las luchas remitieron y decidieron
regresar, las familias brahmanes se habían erigido en
propietarias de esas tierras, que habían registrado a su nombre. Al no
conocer el nepalés ni saber de leyes, los santhal se vieron forzados a trabajar
el campo de sus antepasados en un régimen feudal que no ha cambiado
mucho".
Pocos se
enfrentaron a los colonizadores como lo hizo Sorien, pero su valentía logró
avances que sentaron las bases para continuar la lucha en el ámbito legal. "Después
del ataque me llevaron a la ciudad de Biratnagar para juzgarme",
recuerda el anciano. "Le expliqué al juez lo sucedido, y juré que solo
utilicé la violencia en defensa propia". Sorien aprovechó también el
revuelo que provocó su procesamiento para hacer un alegato a favor de la causa
de los santhal.
"Conté cómo cada
vez más personas procedentes de las montañas estaban llegando a nuestro pueblo,
y cómo los poderosos terratenientes querían apoderarse de nuestras tierras a la
fuerza. Si teníamos un búfalo, lo mataban; si teníamos arroz, nos lo robaban;
si teníamos mujer, la violaban. Eran tantos que no los podíamos frenar".
Finalmente
Sorien quedó libre e incluso consiguió que 25 de los hombres que le atacaron
aquella noche fuesen condenados a recibir decenas de latigazos. Su ejemplo
marcó un punto de inflexión: los santhal, hasta entonces dóciles frente a una
avalancha que les superaba, comenzaron a hacer frente a los ataques.
Y el propio rey Mahendra, que reinó entre 1955
y 1972, autorizó el uso de fuerza letal para la defensa de su
territorio.
"Afortunadamente,
desde el final de la guerra civil con los maoístas y tras el establecimiento de
la democracia, ahora se abre un camino de esperanza para las minorías étnicas,
que hemos estado históricamente pisoteadas", afirma Hashda. "Pero, de momento, la
situación no mejora. Seguimos condenados a la pobreza y supeditados a los
brahmanes", añade con un gesto de impotencia.
Nota del autor del blog : el sr Hashda se equivoca, no es afortunadamente con
el advenimiento de la democracia ; lo correcto sería decir: desafortunadamente
con la traición de los maoístas y el líder Prachandra, no triunfo la revolución maoísta que hubiera liquidado
a los feudales y se hubiera hecho una reforma agraria repartiendo terrenos a
los pobres.
Hophna Murmun, de 70 años,
es buen ejemplo de ello. En pleno siglo XXI labra la tierra de sus antepasados
para que el terrateniente que se apoderó de ella hace tres décadas se lleve la
mitad de la cosecha.
"En aquel momento
teníamos casi 20 acres, pero perdimos la mitad con las inundaciones y la otra
mitad nos la arrebataron con amenazas y palizas", recuerda Murmun.
"Sobrevivíamos
haciendo pequeños trabajos, chapuzas en la construcción y en el campo, hasta
que nos dimos cuenta de que lo mejor era regresar y pagar por trabajar nuestro
terreno".
Están
convencidos de que no tienen alternativa, y no son los únicos. La historia de
Kubiaj Hemranj tiene muchos puntos en común con la de los Murmun. "La
gente de las montañas comenzó a llegar al pueblo y a construir sus viviendas en
nuestras parcelas. La policía los protegía y siempre lamentaré no haber tenido
el coraje suficiente para enfrentarme a ellos y haberlos matado, como hizo
Sorien. Ahora, muchos de los que nos robaron están en el Gobierno, están bien
formados, han hecho desaparecer las pruebas, y escriben las leyes. Así que ¿a
quién podemos pedir ayuda?", se pregunta Hemranj.
"Es muy
dolorosa esta impotencia, y, por eso, aunque solo gano entre 100 y 150 rupias
(1-1,5 euros) al día trabajando la tierra, nunca he escatimado en la educación
de mis hijos. Ellos están alfabetizados y estudian Derecho para reclamar lo que
les corresponde".
Indiferencia
política
En
pleno siglo XXI, los santhal siguen siendo esclavos en su propia tierra
Desafortunadamente,
la falta de voluntad política dificulta la mejora de esta situación. "La
palabra indígena no aparece en ninguna de las cinco constituciones de Nepal y,
aunque existen fiestas nacionales en nombre del perro, la vaca, e incluso el
cuervo, ninguna de las celebraciones tradicionales indígenas está oficialmente
reconocida", apunta Hashda para mostrar la indiferencia existente
en las esferas del poder.
Nefin va más allá y denuncia que la desigualdad se aplica incluso
con la ley: mientras miembros de algunos grupos étnicos
para los que el vacuno no es sagrado son encarcelados hasta 12 años por matar
vacas para comer, empresarios de las castas altas sirven ternera en sus
restaurantes de alto copete sin problema alguno.
Por si fuera
poco, la organización pro derechos de los indígenas también asegura que las
culturas minoritarias que forman el espectacular mosaico nepalés están en
peligro de extinción por las políticas del Gobierno, que destina 200 millones de rupias (unos dos millones
de euros) a la preservación de la lengua muerta del sánscrito pero no destina
presupuesto alguno para la publicación de libros en las diferentes lenguas de
las minorías étnicas.
Y, por supuesto, no se
enseñan en la escuela, donde los santhal denuncian que se lleva a cabo una
asimilación cultural. No en vano, la mayoría de la población nepalesa
considera que las prácticas sociales de estos grupos deberían ser abolidas
porque son retrógradas.
Los 61 grupos étnicos de Nepal que
suman un 37,2% de la población, viven gravemente marginados
"Es cierto que los santhal nos
regimos por un sistema propio y ancestral recogido en el libro Hapram Puthi, en
el que se desarrollan las bases del Majhi Pargana, que regulan nuestra
sociedad",
apunta Hashda. Cada pueblo tiene un comité formado por siete personas que vela
por el buen funcionamiento del sistema, liderado por el Majhi Haran, un jefe
que tiene poder absoluto. "Esta
estructuración política está reconocida en India, pero no en Nepal",
apostilla el activista, cuyo objetivo final es el reconocimiento en la
Constitución de los derechos de las minorías étnicas.
No obstante, en una república federal
como la nepalesa, que acaba de abrazar la democracia y el Estado de Derecho, el hecho de que un hombre al que
nadie ha elegido concentre el poder político y judicial no se ve como algo
precisamente justo.
Nota del autor del blog: esa es la democracia bonita que se
predica en los libros y consiste en ganar las elecciones y luego en robar los terrenos a los pobres.
"La
nueva etapa política que se abre ahora es muy positiva para toda la población,
pero hay que dar tiempo a que se asiente. Y también es necesario que los grupos
étnicos reconsideren sus sistemas políticos y sociales para que no sean
discordantes con los valores de la nueva Constitución", opina Rajendra Prasat Chowdury, representante del Partido Marxista-Leninista Unido CPN UML en la región de
Damak. El político tiene claro que "la discriminación debe acabar y
se ha de poner fin también al sistema feudal que perdura en muchas zonas del
país", pero advierte de que no es algo que se vaya a lograr en poco
tiempo.
"Abogamos
porque las diferentes naciones tengan cabida en el nuevo estado federal, por la
erradicación de la corrupción y la igualdad de oportunidades para todos los
grupos. Pero no se le puede dar la espalda a la realidad, y ahora la prioridad
debería ser conseguir un desarrollo económico que permita llevar a cabo todas
las reformas. No queremos un sistema chino, ni el indio, sino la suma de los
mejores elementos de ambos", expone Chowdury.
Nota del autor del blog . ese sr del partido comunista, es
un falso comunista, un verdadero comunista no pide migajas, sino toma el poder
con la lucha armada , y no para el y su familia,
sino para el pueblo . el sr Prasat Chowdury es un funcionario al servicio de los terratenientes
o latifundistas feudales.
Para la
mayoría de los santhal, el discurso de Prasat Chowdury
es completamente ininteligible. "Los políticos nos dicen todos lo mismo para ganar
nuestros votos, pero se olvidan de que necesitamos dos cosas básicas: comer y
alfabetizarnos", denuncia Hashda. "Están en connivencia
con los terratenientes y sirven a sus intereses. En una ocasión, la Policía
incluso prestó uniformes a unos matones a sueldo de un propietario de tierras
para que se cebasen con los santhal que se manifestaban por sus derechos.
En otro momento, el Ejército
estableció una base en un cementerio sagrado santhal.
Es necesario
que los grupos minoritarios consigan representación política, primero en el
nivel más bajo y finalmente incluso en el Parlamento. Y vamos a continuar
luchando porque así sea", advierte.
………….
Las
mujeres toman las riendas económicas
Z. ALDAMA –
DAMAK
Marang Mui
ha comprado dos crías de cabra gracias a un microcrédito de la cooperativa de
mujeres. Ahora su sueño es tener una granja. / Z. A.
"Ser mujer en
Nepal es un castigo, pero ser mujer y pertenecer a una minoría étnica es una
maldición de por vida". Sanat Kiskur está dispuesta a luchar por mejorar la
situación de las mujeres en su comunidad mediante una cooperativa financiera
que les concede microcréditos.
"Una razón por la
que se nos discrimina es porque los hombres consideran que no aportamos dinero
a la familia. No importa que trabajemos duro en casa o en el campo, ellos
reciben el salario. Por eso, la mejora de nuestro estatus tiene que estar
relacionada con un aumento de nuestro poder económico".
Dicho y
hecho. Las socias de la cooperativa aportan mensualmente 20 rupias (0,2 euros)
a un fondo. "Muchas no necesitan ningún crédito, pero ponen dinero en la hucha
por solidaridad y en previsión de que algún día lo necesiten",
cuenta Kisku. Además, cuentan con 49.000 rupias (490
euros) aportadas por la ONG Action Aid Nepal —hermana de la española
Ayuda en Acción— . Quienes necesitan capital pueden pedir entre 2.000 y 5.000
rupias (20-50 euros) y devolverlo en un máximo de seis meses con un 2% de
interés. "La mayor parte de los créditos van destinados a la compra de
ganado, nuevos negocios, o tratamiento de problemas de salud",
cuenta la presidenta. "Desde que nos establecimos en abril de 2009 no ha
habido ningún impago, y la calidad de vida de nuestras asociadas ha mejorado
ostensiblemente", asegura Kisku.
Cada vez hay
más mujeres interesadas en participar en el proyecto. Las nuevas socias tienen
que aportar un capital inicial equivalente al que haya aportado el resto desde
el comienzo. Si no hacen uso de él, también ganan, porque participan de los
beneficios que reportan los intereses. "Los maridos están contentos y las
mujeres han ganado peso en las decisiones familiares".
Marang Mui,
por ejemplo, pidió 1.200 rupias para comprar un par de crías de cabra y 1.500
rupias para un cerdo. Todavía está pagando el crédito, pero espera que el
negocio le salga muy rentable. “Me voy a quedar las cabras, pero venderé los
cabritillos que tengan. El cerdo lo venderé por unas 8.000 o 9.000 rupias
(80-90 euros) cuando haya engordado". Hasta entonces, Mui, su marido, y
sus dos hijos, viven con las 150 rupias que ganan cultivando la tierra de un
terrateniente. Es la primera vez que ella se involucra en un asunto de dinero,
y espera que mejore la vida de la familia. "Antes no podía tener mis
propios animales, así que ganaba unas pocas rupias cuidando los de otros. Ahora
soy propietaria", cuenta con una sonrisa de oreja a oreja.
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