En
Latinoamérica los niños que juegan ganan mejores sueldos de adultos
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En América
Latina y el Caribe nacen más de 1.200 niños por hora y la interacción es
crucial para su desarrollo desde los primeros años
Termómetro
económico y social de América Latina
MARY
STOKES
Buenos
Aires
27 MAY 2015 - 18:17 CEST
Niños juegan
en una escuela de Jamaica. / BANCO MUNDIAL
Más de 1.200
niños nacen en América Latina y el Caribe cada hora y los primeros cinco años
de vida definirán su futuro, y, a la larga, el de la región.
No es solo
que estén bien alimentados, tengan consultas médicas regulares y reciban buena
educación prescolar. Se ha determinado que el papel que juegan los padres en la
interacción con sus hijos desde edades muy tempranas facilitará la formación de
una personalidad más sólida que les ayudará a desenvolverse mejor cuando sean
adultos.
Un
niño no empieza a aprender cuando llega a la escuela.
La
base del desarrollo se crea durante los primeros 5 años de vida. Para cuando lleguen a la edad
escolar, alrededor del 85% de su cerebro ya se
ha desarrollado.
Y el
ambiente donde se desenvuelve influye en la mitad de su capacidad cognitiva.
Por ello, para que cualquier esfuerzo tenga éxito y se aproveche al máximo
estos primeros años, la participación de los padres es clave.
Un ejemplo
es la pequeña Patricia, una joven de Kingston, Jamaica.
"Cuando la
conocimos, Patricia era una niña tan enferma y pequeña. No sabíamos si estaría
viva la semana siguiente", recuerda Elaine Burke, una experta en salud de la
Universidad de West Indies, que lideró el primero de dos estudios sobre el
tema. "Por eso hoy resulta casi imposible reconocer lo que ha alcanzado
por sí misma: ir la universidad, tener una familiar y conseguir un trabajo bien
remunerado".
En una
región marcada por la desigualdad, las probabilidades definitivamente no
estaban a favor de Patricia. La perspectiva de un niño varía mucho según dónde
y en qué familia nació. Entonces, ¿cuál
fue la clave para que la pequeña lograra superarse?
La respuesta
se encuentra en algunos de los objetos cotidianos más
simples: una sonaja hecha con una botella llena de piedritas, un pedazo de
cartón en forma de cubo o un libro de imágenes simples. A primera vista
quizás no parecen mucho, pero en las manos de un padre o niñera tales objetos
estimulan el desarrollo de los niños, enseñándoles habilidades lingüísticas y
motoras que le servirán para toda la vida.
"Los juguetes que
le dimos a Patricia formaban parte de su desarrollo", explica la experta.
Más
temprano, mejor
En 1986,
Burke y otros profesionales de salud visitaron a infantes en los barrios más
pobres de Kingston para animar a los padres a jugar con sus hijos. Armados con juguetes caseros y palabras simples de elogio,
trataban de impulsar el desarrollo intelectual y
emocional de los niños. A lo largo de los años seguían su progreso y más
de 2 décadas más tarde, los beneficios de ésta iniciativa continúan
percibiéndose.
Esos
niños con quienes sus padres jugaban no solo tenían un coeficiente intelectual
más alto, sacaban mejores notas en la escuela y eran menos propensos a comportamientos violentos,
sino que los investigadores descubrieron que también
ganaban hasta un 25% más que sus pares que no habían participado en el
proyecto.
"Mientras crecían,
otras ventajas empezaron a emerger en su educación y salud mental," describe la profesora Susan Walker,
quien lideró el estudio de seguimiento del proyecto de estimulación en la
primera infancia. "Mostraron menos depresión, mejor autoestima, estaban menos
retirados y tenían menos inhibiciones sociales. En otras palabras, tenían un
conjunto completo de habilidades que serían claves para su mejor
desenvolvimiento como adultos".
Es un
hallazgo notable que sirve para destacar aún más la importancia de esfuerzos
para desarrollar una educación preescolar de calidad.
Una
inversión al futuro
En los
últimos 25 años, Latinoamérica ha registrado un avance significativo en la
asistencia en la etapa de educación preescolar. Para 2010, dos tercios de niños
estaban inscritos en algún tipo de programa escolar, un 10% más que en 1990.
Sin embargo, mientras la región figura bien por encima del promedio global, el
acceso a esos servicios varía mucho, según el lugar y la demografía.
Jamaica es uno de los países que ha liderado
estos esfuerzos y en la isla caribeña el acceso a la
educación es casi universal: hoy en día, el 99% de niños está inscrito en la
educación prescolar. Resultados como estos, que han sido recogidos en
publicaciones como The Lancet, sirven para aumentar aún más el
perfil de los programas destinados a la primera infancia.
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