Los
judíos africanos son discriminados en su país y cuando emigran a Israel, este
los recibe a palazos y se les confina al ejército para que los maten los musulmanes:
Conclusión cámbiese de religión Judía a musulmana. La tierra prometida es un
cuentazo beneficioso para los dueños de Israel.
golpiza a un soldado judio procedente de Etiopia en el mismo Israel.
La
Intifada de los judíos de origen etíope sacude a la sociedad israelí
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/05/09/actualidad/1431189012_584857.html
Los jóvenes se rebelan contra la
discriminación de su comunidad y la violencia policial
JUAN
CARLOS SANZ
Jerusalén
9 MAY 2015 –
Un joven
judío etíope recibe el impacto de un cañon de agua policial en una protesta en
Tel Aviv. / JACK GUEZ (AFP)
Contaba hace
30 años Victor Cygielman en este mismo diario que, cuando los primeros etíopes
llegaron a Israel, el gran rabino les exigió una conversión simbólica mediante
un baño ritual.
Fueron los
únicos inmigrantes judíos que han tenido ser purificados tras la fundación del
Estado hebreo. “Desde
que vivo aquí, cada día he experimentado el racismo en mi vida”,
reconocía esta semana en Jerusalén Tsega Melaku,
que acababa de llegar entonces a la Tierra Prometida en la Operación Moisés, un
gigantesco puente aéreo que trasladó a miles de judíos desde Etiopía, los llamados falashas
de la tribu israelita perdida.
Melaku,
periodista y activista social, ha salido a dar la cara en nombre de la comunidad de origen etíope –integrada por unas 140.000
personas, cerca de un 2% de la población-, tras el reciente estallido de
la protesta de los judíos africanos contra el
racismo y la violencia policial.
“Las manifestaciones de
los últimos días han sido sólo el detonante del malestar por los problemas de
integración acumulados desde hace más de tres décadas”, explica la autora de No en nuestra escuela, libro en el que relata la discriminación que sufrió en su Etiopía natal, que
abandonó con 16 años, por pertenecer a una minoría religiosa.
Melaku se
dio a conocer ante la opinión pública israelí durante una campaña de protesta
en 1996 contra el rechazo de la Estrella de David Roja a aceptar las donaciones
de sangre de israelíes de origen etíope, al alegar que podía estar infectada
por VIH.
Las
inmediaciones de la residencia del primer ministro en Jerusalén, primero, y la
céntrica plaza de Isaac Rabin en Tel Aviv, después, se convirtieron en campo de
batalla contra las fuerzas de seguridad durante la Intifada de los jóvenes de
la comunidad etíope. “Han dicho basta, quieren ser iguales a los
demás en su propio país, pero ya no confían en el sistema”, sostiene
Melaku, que atribuye la radicalización de la protesta a la ruptura de la generación de los sabra (nacidos en Israel) con las
estructuras de poder patriarcal de la comunidad, que hasta ahora estaba en
manos de los líderes religiosos. “Nuestros padres y nosotros mismos hemos sido
más sumisos que nuestros hijos”, admite.
La protesta
afro-israelí estalló a comienzos de mes en la Ciudad Santa tras la difusión de
un vídeo en el que se observa cómo dos agentes apalean
a un soldado israelí negro uniformado en Holón, cerca de Tel Aviv. Ambos
policías han sido suspendidos de servicio mientras se investiga su conducta por
la agresión al militar de reemplazo Damas Pakada, que fue recibido con un
abrazo por Benjamín Netanyahu en la sede del Gobierno. El presidente de Israel,
Reuven Rivlin, fue aún más explícito al reconocer que el Estado ha “cometido
errores” por no haber sabido afrontar los problemas de la minoría etíope.
“Desde que
vivo en Israel, cada día he experimentado el racismo en mi vida”, asegura la
activista Tsega Melaku
Un tercio de las familias de la
comunidad judía africana viven por debajo del umbral de la pobreza, mientras
que en el conjunto de la población este índice solo afecta al 15%.
Los
falashas viven agrupados en los barrios más desfavorecidos y mantienen escasa
relación con otras comunidades israelíes.
A título de ejemplo, en la principal cárcel
para jóvenes del país, situada en Ofek, en el área de
Tel Aviv, un 30% de los reclusos son de origen etíope.
También este
grupo de jóvenes es el que tiene el mayor índice de
alistamiento al Ejército, donde confían en emprender una carrera
profesional sin trabas.
Tras las
grandes operaciones de traslado de judíos africanos en los años ochenta y
noventa, el Gobierno volvió a conceder
en 2010 autorización para inmigrar a otros 8.000 etíopes.
Este programa tampoco estuvo exento de
polémica, el Ministerio de Sanidad tuvo que prohibir en 2013 que las mujeres
que iban a instalarse en Israel recibieran inyecciones con anticonceptivos sin
su consentimiento.
La
periodista Tsega Melaku advierte de que no se pueden establecer similitudes
entre las protestas de la comunidad negra en Israel y las de los afroamericanos
de Ferguson o Baltimore: “Nosotros vinimos aquí por propia voluntad, por nuestra religión
y porque nos sentíamos discriminados en Etiopía”.
También
quiere marcar distancias con la situación de los inmigrantes clandestinos
africanos o la de los palestinos: “Somos ciudadanos israelíes. Yo soy optimista, aunque el
Gobierno tiene que tomar medidas para integrar a los jóvenes en la sociedad”.
Pero insiste
en poder mantener su identidad. “Cuando llegué a Israel me pidieron que
eligiera un nombre judío. Me negué. Me lo puso mi abuelo, y en nuestra cultura
es un don, no sólo una palabra tradicional o bonita”.
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