El fascismo se come a
Europa parte XVI // Decadencia de
Occidente. Por Mario Vargas Llosa premio nobel de literatura.
Decadencia
de Occidente. Por Mario Vargas Llosa premio nobel de literatura.
http://elpais.com/elpais/2014/05/28/opinion/1401289239_864652.html
Tras las
elecciones europeas, irrumpen torrencialmente los enemigos populistas del euro
y de la UE; mientras tanto, Estados
Unidos se está retirando discretamente del liderazgo democrático y liberal
MARIO VARGAS LLOSA 1 JUN 2014 - 00:00 CET
FERNANDO VICENTE
Aunque en
apariencia los partidos tradicionales —populares y socialistas— han ganado las
elecciones al Parlamento Europeo, la verdad es que ambos han perdido muchos
millones de votos y que el hecho central de esta elección es la irrupción
torrencial en casi toda Europa de partidos ultraderechistas
o ultraizquierdistas, enemigos del euro y de la
Unión Europea, a los que quieren destruir, para resucitar las viejas
naciones, cerrar las fronteras a la inmigración y proclamar sin rubor su xenofobia, su nacionalismo, su filiación antidemocrática y su
racismo. Que haya matices y diferencias entre ellos no disimula la
tendencia general de una corriente política que hasta ahora parecía minoritaria
y marginal y que, en esta justa electoral, ha demostrado un crecimiento
espectacular.
Los casos
más emblemáticos son los de Francia y Gran Bretaña.
El Front National de Marine Le Pen, que, hasta
hace pocos años era un grupúsculo excéntrico, es ahora el primer partido
político francés —de no tener un solo diputado europeo tiene ahora 24— y el
UKIP, Partido de la Independencia de Reino Unido,
luego de derrotar a conservadores y laboristas, se convierte en la formación
política más votada y popular de la cuna de la democracia. Ambas organizaciones
son enemigas declaradas de la construcción europea y quieren enterrarla a la
vez que acabar con la moneda común y
levantar barreras inexpugnables contra una inmigración a la que hacen
responsable del empobrecimiento, el paro y la subida de la delincuencia en toda
Europa occidental. La extrema derecha triunfa también
en Dinamarca, en Austria los eurófobos del FPÖ
alcanzan el 20%, y en Grecia el ultraizquierdista antieuropeo Syriza gana las elecciones y el partido neonazi
Amanecer Dorado (10% de los votos) envía tres diputados al Parlamento Europeo.
Catástrofes parecidas, aunque en porcentajes algo menores, ocurren en Hungría, Finlandia, Polonia y demás países europeos
donde el populismo y el nacionalismo aumentan también su fuerza electoral.
Nota del autor del blog: creo que
Reino Unido tiene su propia moneda y no es el euro como dice el Dr Vargas
Llosa.
Los
movimientos antisistema pueden enterrar, a la corta o a la larga, la Unión
Europea
Algunos
comentaristas se consuelan afirmando que estos resultados denotan un voto de
rabia, una protesta momentánea, más que una transformación ideológica del viejo
continente.
Pero como es
seguro que la crisis de la que han resultado los altos niveles de desempleo y
la caída del nivel de vida tardará todavía algunos años en quedar atrás, todo
indica que el vuelco político que muestran estas elecciones en vez de ser
pasajero, probablemente durará y acaso
se agravará.
¿Con qué consecuencias?
La más obvia
es que la integración europea, si no se frena del todo, será mucho más lenta de
lo previsto, con la casi seguridad de que habrá desenganches entre los países
miembros, empezando por el británico,
que parece ya casi irreversible.
Y, acosada
por unos movimientos antisistema cada vez más robustos y operando en su seno
como una quinta columna, la Unión Europea estará cada vez más desunida y
conmovida por crisis, políticas fallidas y una contestación permanente que, a
la corta o a la larga, podrían enterrarla.
De este
modo, el más ambicioso proyecto
democrático internacional se iría a pique y la Europa de las naciones
encrespadas regresaría curiosamente a los extremismos y paroxismos de los que
resultaron las matanzas vertiginosas de la II Guerra Mundial.
Pero,
incluso si no se llega al cataclismo de
una guerra, su decadencia económica
y política seguiría siendo inevitable, a la sombra vigilante del nuevo (y
viejo) imperio ruso.
Al mismo
tiempo que me enteraba de los resultados de las elecciones europeas yo leía, en
el último número de The American Interest, la
revista que dirige Francis Fukuyama (May/June 2014),
una fascinante encuesta titulada America
self-contained? (que podría traducirse como ¿América
ensimismada?), en la que una quincena de destacados analistas
estadounidenses de distintas tendencias examinan la política exterior del
Gobierno del presidente Obama.
Las
coincidencias saltaban a la vista.
No porque en
Estados Unidos haya hecho irrupción el populismo nacionalista y fascistón que
podría acabar con Europa, sino porque, con métodos muy distintos, el país que
hasta ahora había asumido el liderazgo del Occidente democrático y liberal,
discretamente iba eximiéndose de semejante responsabilidad para confinarse, sin
traumas ni nostalgia, en políticas internas cada vez más desconectadas del
mundo exterior y aceptando, en este globalizado planeta de nuestros días, su
condición de país destronado y menor.
Sobre las razones de esta “decadencia” los críticos discrepan,
pero todos están de acuerdo que esta última se refleja en una política exterior
en la que Obama, con el apoyo inequívoco de una mayoría de la opinión pública,
se desembaraza de manera sistemática de asumir responsabilidades
internacionales:
su retiro de Irak,
primero, y, ahora, de Afganistán, tras dos fracasos evidentes, pues en
ambos países el islamismo más destructor y fanático sigue haciendo de las suyas
y llenando las calles de cadáveres.
De otro
lado, el Gobierno de Estados Unidos se dejó derrotar pacíficamente por Rusia y China cuando amenazó con intervenir en Siria para poner fin al bombardeo con gases venenosos
a la población civil por parte del Gobierno de El Asad y no sólo no lo hizo
sino toleró sin protestar que aquellas dos potencias siguieran suministrando
armamento letal a la corrupta dictadura.
Incluso Israel se dio el lujo de humillar al Gobierno norteamericano
cuando éste, a través de los empeños del secretario de Estado Kerry, intentó
una vez más resucitar las negociaciones con los palestinos, saboteándolas abiertamente.
Nuevas
formas de autoritarismo, como las de Rusia y China,
han sustituido a las antiguas
Según la
encuesta de The American Interest nada de esto
es casual, ni se puede atribuir exclusivamente al Gobierno de Obama.
Se trata,
más bien, de una tendencia que viene de muy atrás y que, aunque soterrada y
discreta por buen tiempo, encontró a raíz
de la crisis financiera que golpeó con tanta fuerza al pueblo estadounidense ocasión
de crecer y manifestarse a través de un Gobierno que se ha atrevido a
materializarla.
Aunque la
idea de que Estados Unidos se enrosque en solucionar sus propios problemas y, a
fin de acelerar su desarrollo económico y devolver a su sociedad los altos
niveles de vida que alcanzó en el pasado, renuncie al
liderazgo de Occidente y a intervenir en asuntos
que no le conciernan directamente ni representen una amenaza inmediata a su
seguridad, sea objeto de críticas entre la élite y la oposición
republicana, ella tiene un apoyo popular muy grande, la de los hombres y mujeres
comunes y corrientes, convencidos de que Estados Unidos debe dejar de
sacrificarse por los “otros”, enfrascándose en costosísimas guerras donde
dilapida sus recursos y sacrifica a sus jóvenes, en tanto que escasea el
trabajo y la vida se vuelve cada vez más dura para el ciudadano común.
Uno de los
ensayos de la encuesta muestra cómo cada uno de los importantes recortes en gastos militares que ha hecho Obama han
merecido el respaldo aplastante de la ciudadanía.
¿Qué conclusiones sacar de todo esto?
La primera
es que el mundo ha cambiado ya mucho más de lo que creíamos y que la decadencia de Occidente, tantas veces pronosticada
en la historia por intelectuales sibilinos y amantes de las catástrofes, ha
pasado por fin a ser una realidad de nuestros días.
¿Decadencia en qué sentido?
Ante todo,
en el papel director, de avanzada, que tuvieron Europa
y Estados Unidos en el pasado mediato e inmediato, para muchas cosas
buenas y algunas malas.
La dinámica
de la historia ya no sólo nace allí sino, también, en otras regiones y países
que, poco a poco, van imponiendo sus modelos, usos, métodos, al resto del
mundo.
Esta
descentralización de la hegemonía política no estaría mal si, como creía
Francis Fukuyama luego de la caída del muro de Berlín, la democracia liberal se
expandiera por todo el planeta erradicando la tradición autoritaria para
siempre.
Por desgracia no ha sido así sino, más bién, al revés.
Nuevas formas de autoritarismo, como los
representados por la Rusia y China de nuestros días, han sustituido a las
antiguas, y es más bien la democracia la
que empieza a retroceder y a encogerse por doquier, debilitada por los
caballos de Troya que han comenzado a infiltrarse en las que creíamos
ciudadelas de la libertad.
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2014.
© Mario
Vargas Llosa, 2014.
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