Se viene la peor pesadilla económica para Brasil
en 10 años.
En
Brasil, la salud fiscal es el mayor desafío del nuevo mandato de Rousseff
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Por Paulo Trevisani
miércoles,
12 de noviembre de 2014
0:02 EDT
Dilma Rousseff
ganó la reelección en una carrera reñida con promesas de ampliar las
inversiones y los programas sociales. ueslei marcelino/Reuters
BRASÍLIA—El próximo ministro de Hacienda de
Brasil, quien será nombrado en unas semanas, deberá lidiar con un creciente
problema del gobierno: la falta de fondos.
Apuntalar
las finanzas del país es crucial para evitar una rebaja de su calificación de crédito, que aumentaría
sus costos de endeudamiento.
Sin embargo,
existen obstáculos económicos a corto plazo así como desafíos políticos para la
presidenta Dilma Rousseff, quien
enfrenta un Congreso más conservador y dividido que en su primer mandato.
Entre las
primeras tareas está poner en orden sus cuentas
fiscales.
En las
próximas semanas, los legisladores deben votar para relajar los requisitos
presupuestarios que obligan a Brasília a cerrar el año con un considerable
superávit.
Según esta
ley, Brasil debería obtener ahorros para
pagar deuda pública, lo que se conoce como superávit primario, de 99.000 millones de reales (US$38.600 millones) este año,
o el equivalente a 1,9% del Producto Interno Bruto.
Las cifras hasta septiembre muestran que el país tenía un déficit de 15.300
millones de reales.
Algunos
economistas proyectan que Brasília terminará 2014 con
su primer déficit primario desde que la economía se estabilizó tras la
hiperinflación de mediados de los años 90.
Si no se
modifica la meta, el equipo económico del gobierno y la presidenta Dilma
Rousseff podrían ser acusados de irresponsabilidad fiscal, un delito que podría
llevar a que algunos funcionarios pierdan su trabajo. Se prevé que el Partido
de los Trabajadores de la presidenta y sus aliados en el Congreso tengan los
votos necesarios para evitar ese bochorno.
No obstante,
la tensión subraya los problemas de Brasil desde la década pasada, cuando
obtuvo grandes réditos de la exportación de materias primas como el mineral de
hierro y la soya a China.
El país
eliminó casi por completo su deuda externa, lanzó programas sociales que
sacaron a millones de personas de la pobreza y eludió lo peor de la crisis
financiera global de 2008.
Ahora, sin
embargo, los precios de los commodities han caído y el crecimiento es plano, lo
que complica las finanzas del país.
El gobierno
atribuye el desequilibrio fiscal a la desaceleración mundial, lo que ha
debilitado la economía brasileña. El país cayó en
recesión este año. Brasília ha intentado estimular el crecimiento con recortes impositivos e inversiones
públicas.
Los legisladores
de la oposición sostienen que los problemas fiscales se deben al gasto
descontrolado y una presunta mala gestión del gobierno de Rousseff, y prometen
que no dejarán que la votación pase desapercibida.
Bajo el
mandato de Rousseff, los superávits del gobierno han menguado al tiempo que el endeudamiento ha aumentado.
En
septiembre, la deuda bruta era de 3,1 billones de
reales, o 61,7% del PIB, frente a 2 billones de
reales, o 55% del PIB desde que asumió la presidencia, en 2011.
El pedido de
reducir la meta fiscal “es un reconocimiento al fracaso de la política
económica (...) Gritamos contra eso”, dice el diputado Antonio Imbassahy, un
influyente miembro del Partido de la Social Democracia Brasileña, la principal
agrupación opositora.
Incluso dentro
de la coalición de centro-izquierda de Rousseff la estrategia para relajar las
metas presupuestarias no es bienvenida.
“Le
dejaremos claro a la presidenta que su política falló y no aprobaremos el
cambio tan fácilmente”, afirma un diputado del Partido del Movimiento
Democrático Brasileño, que apoya al gobierno.
Mucho
depende de la capacidad de Brasil de poner sus finanzas en orden. Este año, Standard & Poor’s rebajó la calificación del país
a apenas un escalón por encima del grado chatarra,
citando el débil crecimiento y el deterioro de las finanzas públicas.
Más
recientemente, Moody’s indicó que podría hacer
lo mismo si las condiciones fiscales no mejoran.
La
designación de un nuevo ministro de Hacienda podría apuntalar la confianza de
los inversionistas, pero Rousseff no parece tener apuros para hacerlo. El
actual jefe de la cartera, Guido Mantega, quien
perdió credibilidad con los mercados por sus previsiones equivocadas y
erráticos cambios de política, dijo que dejará el cargo. La presidenta ha dicho
que no nombrará un sucesor hasta al menos fines de noviembre.
El economista Nelson Barbosa, un ex secretario ejecutivo
del Ministerio de Hacienda bajo Mantega y ahora profesor de la Fundación Getúlio Vargas en São Paulo, ha sido
mencionado en la prensa local como uno de los principales candidatos. Su
posible designación es vista como una señal de que no habrá un cambio drástico
de las actuales políticas. Una vocera del instituto no quiso comentar.
“Las opciones más
probables indicarían una gradual corrección del curso de la gestión económica”, señalaron analistas del centro de
estudios Eurasia en un informe el mes pasado.
Pese a que
algunos analistas dicen que Brasil necesita profundos recortes de gastos, un aumento de
los impuestos o ambos para mejorar rápidamente el panorama fiscal,
Rousseff podría ser criticada por hacer una cosa o la otra. La presidenta ganó
una elección muy reñida con promesas de realizar grandes inversiones en
infraestructura y expandir los populares programas sociales, atacando a su
rival Aécio Neves como alguien que haría
recortes sin piedad.
Un alza tributaria perjudicaría al sector empresarial y
enfurecería a la clase media, que ya sufre los altos impuestos y una inflación que ronda 6,5%.
Nota del autor del blog: Y decenas
de millones llamados, la nueva clase media emergente, volvería a ser lo que
siempre fue, el proletariado engañado en sus ilusiones.
“El principal pedido de
nuestra industria es una menor carga impositiva”, dice Luiz
Moan, ejecutivo de General Motors Brasil quien encabeza la Asociación Nacional de Fabricantes de Vehículos (Anfavea).
“La
carga tributaria es un problema que se extiende también a otros sectores”.
Un repunte del
crecimiento podría elevar los ingresos fiscales y traer alivio, pero se prevé
que la expansión sea de apenas 1% en 2015, según
una encuesta semanal del banco central a 100 economistas.
—Edla Lula contribuyó a este artículo.
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