México
malo, México bueno
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MOISÉS
NAÍM
15
NOV 2014 –
22:44 CET5
Pasó hace
más de 20 años. Y está volviendo a pasar. Un joven presidente mexicano
sorprende al mundo y, sobre todo, a su país.
Propone
reformas inéditas que chocan con la ideología de su propio partido, el PRI, y
amenazan los intereses de poderosos empresarios, sindicalistas y políticos.
Las reformas
son aplaudidas por comentaristas internacionales: si se ponen en marcha, dicen,
contribuirán a hacer de México un país más próspero, más justo y menos
corrupto.
Pero muchos
mexicanos ven las reformas con desconfianza.
Creen que
son otra jugada de las élites para obtener aún más privilegios. Otros opinan
que los cambios impulsados por el presidente tendrán efectos devastadores en la
economía y la sociedad. La izquierda y los nacionalistas consideran las
reformas económicas como una entrega al imperialismo yanqui. Y muchos
empresarios se oponen a los cambios que atentan contra sus lucrativos
monopolios.
Hace
20 años, el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari derrotó a los opositores dentro y
fuera de su partido y llevó adelante ambiciosas reformas económicas.
También
firmó el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y
Canadá, el famoso TLC. Si bien aún tiene críticos, el TLC ha sido muy
positivo. Obviamente, no ha sido la panacea para los problemas de pobreza,
desigualdad y mediocre crecimiento económico que
afligen a México, pero el comercio internacional se ha duplicado, y la
inversión extranjera se ha triplicado.
Sin embargo,
quizás lo que más afectó a México hace
dos décadas, y que hoy está volviendo a pasar, es que las reformas que el
país necesita desesperadamente se ven diluidas o descarriladas por el México malo.
Este es el México
asesino y criminal, corrupto y abusador, injusto y bárbaro, donde reina
la impunidad y el imperio de la ley solo existe para quienes pueden pagarlo.
El TLC entró
en vigor en 1994 y ese año estalló una rebelión armada en Chiapas, fueron
asesinados tanto el candidato presidencial del PRI como el secretario general
del partido y la economía colapsó. Vapuleado por sus correligionarios y la
opinión pública, el presidente Salinas se autoexilió, mientras su hermano Raúl,
acusado de asesinato, fue encarcelado.
Los
escándalos generan un ambiente tan tóxico como el de los peores momentos del
Gobierno de Salinas
La mezcla de
la mala situación económica con la avalancha de escándalos de corrupción
envenenó el clima político y truncó reformas. Nadie
cree a nadie; nadie confía en nadie. Y el México malo se beneficia.
Dos décadas
después, la historia se repite con inusitada precisión. Enrique Peña Nieto deja perplejos a los mexicanos y al mundo con
las sorprendentes reformas que impulsa.
Sube los impuestos (México es el país de la OCDE que
menos recauda),
promueve una ley antimonopolio más
severa,
obliga a que haya más competencia en
televisión y telecomunicaciones y
permite la entrada de empresas
extranjeras de petróleo y energía.
También se
propone adecentar Pemex, la corrupta
petrolera estatal.
Sacude el desastroso sistema
educativo, al
obligar a los maestros a someterse a evaluaciones y al posibilitar su despido
si no cumplen con los requisitos. Peña Nieto ha declarado la guerra a muchos y
muy variados intereses.
Encarceló a Elba Ester Gordillo, la hasta ahora intocable líder del
sindicato de maestros, acusándola de malversación y crimen organizado;
afectó los intereses, hasta ahora
también intocables, del hombre más rico del mundo, Carlos Slim, así como los de Televisa, el gigantesco conglomerado mediático. Y más.
En cualquier
otro país la gente estaría aplaudiendo a un presidente que intenta hacer todo
esto. No en México. Los mexicanos no creen que su
presidente esté haciendo esto por el bien del país. De nuevo, piensan
que las reformas solo beneficiarán a los políticos y a los ricos.
Y algunos
hechos recientes parecen confirmar sus peores sospechas. La masacre de Iguala
saca a la luz la confabulación del Gobierno local con
los narcotraficantes.
La fastuosa mansión privada de la pareja
presidencial fue comprada con la ayuda poco transparente de empresas que se
beneficiaron de contratos cuando Peña Nieto era
gobernador.
Y el
Gobierno se ve obligado a anular un contrato de 4.800
millones de dólares para un tren de alta velocidad, al destaparse que la
compañía china adjudicataria estaba asociada con otras mexicanas vinculadas al
PRI.
Estos
escándalos han generado un ambiente político tan tóxico como el que se
respiraba durante los peores momentos del Gobierno de Salinas.
¿Volverán la corrupción y la
criminalidad a hacer naufragar las reformas que México necesita?
¿Podrá el México bueno crear los
anticuerpos que neutralicen al México malo?
Estos son
los momentos en que un presidente puede transformarse en un líder histórico. Hay un México bueno, que es mayoría, y que exige que el
México malo sea enfrentado de forma implacable, y derrotado. Pulverizado.
Está buscando quien lo haga.
¿Podrá
Enrique Peña Nieto convertirse en el líder del México bueno?
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